Informe de la encuesta sobre Emprendimiento Juvenil de la ...

Informe
IV Congreso Diálogo y Acción
Cultura emprendedora y participación juvenil: garantía de futuro
Noviembre de 2009

Informe encuesta

Informe sobre los datos
de la encuesta sobre
emprendimiento juvenil
Fernando Vallespín
1. Los principales problemas de los jóvenes
españoles.
a. El paro y la falta de trabajo son percibidos con claridad
como el problema principal (61,8% de los encuestados),
seguido de la vivienda (29.6%). Llama la atención que el
tercer problema sean las drogas (27,4%), muy cerca del
anterior, lo que hace sospechar que un número considerable
de ellos observan este problema en su círculo de
amistades inmediato. Sumado a quienes mencionan el
alcohol/botellón (12,8%), hace que todo lo relativo a las
drogas y alcohol se coloque por encima de la vivienda
(47,2%). ¡Éste es un resultado bastante sorprendente!
En cuarto lugar aparece la educación, pero ya bastante
más abajo (19,7%), así como la casi inevitable mención
de la crisis económica (18%). Con todo, es reseñable que
alrededor de un 7% mencionen problemas que tienen
que ver con algunas actitudes de los jóvenes como «falta
de motivación, interés, disciplina, respeto…» Es como si
detectaran que hay determinadas actitudes entre ellos
que son la fuente potencial o real de problemas.
El paro se ve como más preocupante para los hombres,
y, como es lógico, los jóvenes entre 26 y 30 años, aunque
sorprende que también lo destaquen los universitarios
y los de clase alta y media alta, que se ubican en todos
estos casos bastante por encima de la media.
b. Los problemas relativos al mercado laboral giran
abrumadoramente sobre el paro y la falta de empleo
(42, 3%) y la dificultad para encontrar trabajo (22%). Esta
mención se da sobre todo, en contraste con la anterior,
entre mujeres y la clase media baja, manteniéndose entre
universitarios. La precariedad es mencionada, pero por
un porcentaje bajo (7,5%). Esto da a entender, si se pone
en relación con el gran problema de la escasez de empleos,
que es una preocupación secundaria con respecto
a la principal: encontrar trabajo.
c. En cuanto a los problemas más específicos del ámbito
educativo, hay un empate claro entre las quejas por el
«sistema educativo/Plan Bolonia» (23,4%) –más perceptibles
para los hombres, los más jóvenes y los de más edad
y, claramente, por parte de los universitarios, que son los
afectados por el Plan de Bolonia– y las actitudes que impiden
una mayor excelencia del proceso educativo («Falta
de respeto, disciplina, interés, motivación», 22,4%). Esto
último lo subrayan los más jóvenes, los de clases más
bajas y los no universitarios. Frente a estos problemas,
los demás son mencionados por un porcentaje muy
inferior, señalándose a los padres (8,8%) por encima de
los profesores (7,8%). Es posible que ello se deba a que
se responsabiliza a aquéllos por la generalización de las
actitudes antes mencionadas.
2 y 3. Asociacionismo: colaboración actual o pasada
con asociaciones y posibilidad de colaboración
futura.
De estas preguntas se obtiene bastante información
sobre el tipo de asociaciones con las que han
colaborado los jóvenes, pero sobre todo con las que
potencialmente podrían colaborar o a las que podrían
pertenecer, que es el dato en el que conviene fijarse.
La baja participación en ellas no es un dato nuevo,
ya había sido corroborado en muchas otras encuestas
anteriores, y es generalizable a la población española
en general.
Un índice que nos permite captar el nivel de atracción
de cada tipo de asociación lo podemos obtener
fijándonos en los jóvenes que afirman que nunca han
colaborado con ellas, pero que no obstante podrían
hacerlo en el futuro. El resultado a grandes rasgos
sería el siguiente: las asociaciones religiosas parecen
ser las menos atractivas para ellos (del 78,5% que
nunca ha colaborado con ellas, sólo el 13,6% estaría
dispuesto a hacerlo), seguidas de las más estrictamente
políticas (partidos políticos y asociaciones
sindicales: 84,5% y 28,1%; «de actividad social y
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política»: 86% y 36,7%); cívicas –vecinos o consumidores–:
82,7% y 56,3%).
Un lugar intermedio lo ocupan las asociaciones deportivas,
que son aquellas con las que más han
participado y colaboran, pero en las que del 56,5%
que nunca ha colaborado sólo el 56,7% afirma que le
gustaría hacerlo, y las recreativas (53,4% y 63,4%),
las estudiantiles (65,7% y 51,65%) y los «colegios
profesionales» (78,2% y 56,4%).
Entre aquellas que destacan como potencialmente
más atractivas están las asociaciones benéficas
(62,3% y 71,8%), las culturales (63,3% y 69,8%), las
pacifistas y de derechos humanos (81,1% y 66,6%)
y las ecologistas (77,5 % y 72,1%).
Un caso aparte son las asociaciones de inmigrantes,
con las que el 88,5% dice que nunca ha participado,
pero un 58% de ellos reconoce que estaría dispuesto
a hacerlo. Este dato refleja una falta de comunicación
importante entre los representantes de estas asociaciones
y los jóvenes en general, mucho más dispuestos
a colaborar con ellas de lo que de hecho hacen.
Estos resultados son congruentes con otras encuestas
de la juventud en España, que sistemáticamente
vienen mostrando que la esfera que les genera menor
interés es la religión, y después la política, aunque sí
se sienten solidarios con grupos minoritarios y con el
proyecto ecologista.
Hay algunas diferencias por tramo de edad, clase
social y nivel de estudios, aunque éstas no son significativas.
Sí es relevante ver cómo una ligera mayoría
(cerca del 60%) reconoce (P. 6) que sus padre, madre
o ningún familiar cercano nunca han colaborado o
colaboran con alguna asociación o colectivo, con lo
cual hay que colegir que la mayoría de los jóvenes
no se han encontrado un terreno familiar fértil para
implicarse en este tipo de actividades. Una excepción
son sin embargo los amigos (37,7%) y compañeros de
clase o trabajo (32,5%), lo cual induce a pensar que
ha habido ligeras mejoras en la nueva generación.
En ninguno de estos casos hay ninguna diferencia
–y esto también es significativo– por tramo de edad,
clase social y nivel de estudios.
4. Activismo político-social.
Fuera de la participación en elecciones, donde el
65,3 % que reconoce que lo ha hecho coincide con
los índices habituales de este tramo de edad, de
firmar una petición en una campaña de recogida de
firmas (45,1%), o de participar en una manifestación
autorizada (casi un 30%), en el resto de los ítems
presentados (véase pregunta 5) la participación no
supera a un tercio de los jóvenes o considerablemente
menos según de qué se trate. No hay diferencias
considerables a este respecto según el tramo de edad,
pero sí se aprecia un mayor activismo entre los universitarios
y los que se ubican en la clase alta, media
alta. Actividades como
5. Aspectos que se tienen en cuenta a la hora de
plantearse una mayor implicación o participación
social.
Los dos aspectos que puntúan más alto a este respecto
son «conseguir estabilidad laboral» (8,53 sobre
10) y, paradójicamente, el «desarrollo personal» (8,47
sobre 10), y el que menos, claramente, el «miedo al
fracaso personal» (5,43). Los demás reciben una puntuación
similar, siempre claramente por encima del 7:
«las salidas profesionales»; «posibilidad de introducir
cambios en la sociedad»; «conseguir éxito empresarial»;
«conseguir un alto nivel económico»; «integrarme
más y mejor en el mundo que me rodea».
6. Importancia de que se dota a determinadas
aptitudes de los jóvenes.
Todos los aspectos sobre los que han de pronunciarse
en esta pregunta reciben una respuesta positiva,
siempre cercana o superior al 7 sobre 10. Las diferencias
son, pues, escasas, pero en orden decreciente de
mayor a menor importancia figuran las siguientes:
«Creatividad, iniciativa» (7,49), «visión de futuro»,
«actitud emprendedora», «inquietud intelectual»,
«inquietud por el enriquecimiento», «capacidad de
liderazgo», «compromiso social» (6,79).
Estos datos, entre los cuales tampoco hay que destacar
diferencias relevantes por tramo de edad, clase
social y nivel de estudios, no permiten extraer
conclusiones drásticas o que permitan jerarquizar
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claramente entre diferentes valores en particular,
lo cual demuestra que se ven como perfectamente
compatibles. Sí es digno de mención que no reciben
una valoración negativa los valores estrictamente
individualistas, como la inquietud por el enriquecimiento
en particular.
7. Los jóvenes españoles y sus capacidades
personales.
A la hora de definir cuáles son las principales capacidades
de los jóvenes españoles nos encontramos
respuestas en las que se piensa que la mayoría de
nuestros jóvenes aprueban, pero sin destacar especialmente
en ninguna de ellas, salvo la «capacidad
para la relación interpersonal» (6,69 sobre 10) o la
«capacidad para trabajar en equipo» (6,31). El resto de
las capacidades no llegan a 6 y, en orden decreciente,
son las siguientes: «capacidad para responsabilizarse
en el trabajo», «capacidad para organizar el trabajo»,
«capacidad para resolver problemas», y «capacidad
para pensar en los demás, solidaridad» (5,05). Aquí
tampoco hay que destacar diferencias relevantes por
tramo de edad, clase social y nivel de estudios.
8. Importancia de la participación social activa de
los jóvenes.
A este respecto no hay dudas, el 76,6% afirma que
ésta aporta más ventajas que inconvenientes, y sólo
el 16,4% opina lo contrario. A este respecto se detecta
una ligera actitud más favorable entre los hombres,
los de clase alta y media alta y los universitarios.
9. ¿Qué instituciones la promueven más y si debe
o no fomentarse
Respecto a la primera cuestión, la respuesta está en
la línea de lo ya observado respecto a las asociaciones
y, en general, a la confianza relativa de que dotan
los jóvenes a determinados espacios de actividad o a
instituciones concretas. Así, los espacios de relación
personal directa son los que dicen que más la fomentan
(claramente la familia (8 sobre 10), los amigos
(7.45) y la enseñanza y la educación (7). Le siguen
después, ya a más distancia, los «medios de comunicación»
(5,83) y las asociaciones y organizaciones
(5,78), y las instituciones políticas (Comunidades
Autónomas, Ayuntamientos y Estado,) con poca distancia
entre ellas (entre 5,43 y 5,08), con una ligera
preponderancia de las Comunidades Autónomas. En
último lugar está la Iglesia (3!!) y los partidos políticos
inmediatamente antes (3,74).
En términos generales puede afirmarse que hay una
gran unanimidad por parte de los jóvenes a la hora
de afirmar que:
- «La Administración Pública debería apoyar más a
los jóvenes emprendedores» (8,39 sobre 10);
- «es necesario promover la implicación social y la
actitud emprendedora en el sistema educativo»
(8,10);
- «se deben crear puentes de colaboración entre
entidades y jóvenes para abordar los retos sociales»
(7.95);
- «son necesarios más canales de formación que
fomenten la actitud emprendedora de la juventud»
(7,88).
Es muy posible que esta percepción de falta de apoyos
institucionales explique el bajo acuerdo con frases
como «los jóvenes de hoy en día son muy emprendedores
(5,26), y «se da mucho valor a la participación
juvenil en la sociedad» (5,45), o el acuerdo relativo
con que «los adultos infravaloran las iniciativas y
habilidades de los jóvenes» (6.61).
Como conclusión, hay que decir que se echa en falta
más apoyo institucional y que si éste existiera y
«hubiera un mayor reconocimiento a los jóvenes emprendedores,
se reforzaría la participación juvenil en
la sociedad» (8). También se piensa que el fomento
de la implicación social de la juventud «reduciría el
fracaso social» (7).
10. Cosas que se tienen en cuenta a la hora de
involucrarse en un proyecto o actividad.
Como máxima general, los jóvenes prefieren tomar
la iniciativa cuando toman parte en alguna actividad
(64,2%), antes que guiarse por las propuestas de los
demás (23,8%), y esto está más marcado entre los
hombres que entre las mujeres, entre las clases altas
y medias y en el grupo de edad de 22-25 años.
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Las cosas a tener en cuenta que más puntúan son, por
este orden, «que suponga un reto para mí» (32,6%),
y que «sea un proyecto o actividad que contribuya a
mejorar la sociedad» (30%). Son proclives, pues, tanto
a sentirse desafiados, como a contribuir a la sociedad.
En el primer aspecto destacan los varones y los
universitarios, mientras que en el segundo son las
mujeres y los más jóvenes, sin que haya diferencias
de clase reseñables. A bastante distancia entran ya
consideraciones tales como «que sea un proyecto o
actividad para el que me considero apto», o que permita
«utilizar la iniciativa propia». Más descolgado
aparece ya «que no de demasiados problemas» (6,8%),
algo que contradice claramente la idea de que los
jóvenes carecen de ambiciones.
11. El trabajo ideal.
El trabajo ideal es aquél que se considera que «mejor
se adapte a mis intereses y mi cualificación profesional»
(8,34 sobre 10), seguido de «un negocio propio
donde yo sea mi jefe» (7,29). Contrariamente al tópico,
el «trabajo en las Administraciones Públicas» no
recibe tantos apoyos (6,64), aunque sí aparece en
el tercer lugar de la lista. Éste parece más deseado
por parte de las mujeres, entre las posiciones de
edad superiores y las clases de menor renta, aunque
también parece atractivo para los universitarios. De
cerca le siguen los «trabajos relacionados con ONG’s»
(5,95), que parecen claramente más atractivos para
las mujeres, rentas inferiores y universitarios. Casi
empatado aparece el trabajo «en una empresa como
ejecutivo» (5,91), más atractivo para los más jóvenes
y las rentas medias bajas. En último lugar, como
asimismo ocurría en la escala anterior que indagaba
sobre las cosas a tener en cuenta a la hora de involucrarse
en un proyecto o actividad, figuran el «trabajo
por cuenta ajena sin grandes preocupaciones» y
«un trabajo donde sé lo que voy a encontrarme cada
día».
La conclusión de todo esto es que se valoran más los
trabajos que se adecúan al perfil específico de cada
persona y los vocacionales, pero también aquellos
que fomenta la autonomía. No se desprecian tampoco,
sin embargo, los que ofrecen seguridad, como el
estatus de funcionario, o un sueldo digno, como el
de ejecutivo.
Una imagen similar se obtiene de los datos de la
pregunta relativa al acuerdo con determinados comportamientos
personales. Aquí vuelve a predominar
la predilección por un trabajo o carrera que se adapte
a las preferencias y a la situación objetiva del entrevistado.
Así, el mayor acuerdo lo consigue la afirmación
«me gustaría tener una carrera profesional que
me permitiera integrar mis necesidades personales,
familiares y profesionales» (8,30 sobre 10). De cerca
está la conexión entre trabajo y autonomía personal,
«me encuentro más satisfecho con mi trabajo cuando
tengo plena libertad para definir mis propias
actividades, plazos y procedimientos» (8,03). Le
sigue la dimensión del desafío personal o iniciativa
personal(«tener una carrera en la cual pueda resolver
problemas o enfrentarme a situaciones desafiantes o
competitivas», 7,34; o «siempre estoy buscando ideas
que me permitan tener mi propio negocio», 6,27). Un
acuerdo similar encuentra la afirmación de «tengo
muchas inquietudes sociales y me gustaría contribuir
a crear una sociedad más justa y solidaria», 6,22. En
este aspecto destacan los más jóvenes y los universitarios
sin que hayas diferencias apreciables entre
clases o de género. Por último, tanto los trabajos que
exigen una alta responsabilidad –«me gustaría estar a
cargo de una organización compleja y tomar decisiones
que afectan a muchas personas»– como los que
buscan los valores de la estabilidad y seguridad por
encima de la libertad y la autonomía, son los menos
valorados (5,65 y 5,60 respectivamente).
12. Capacidad emprendedora empresarial.
Aquí sorprende el porcentaje tan elevado que afirma
que alguna vez han pensado en crear su propia empresa
(muy cerca del 60%, frente al 34,3% que dicen
lo contrario). Esta afirmación está considerablemente
más marcada entre los varones (6 puntos más que las
mujeres), y en menor medida, entre las clases medias
y, curiosamente, los no universitarios.
Para aquellos que alguna vez han pensado en crear
su propia empresa, la causa principal por lo que no lo
han hecho es, abrumadoramente, por falta de dinero
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(60%). Las mujeres, las clases medias y medias bajas
y los no universitarios están por encima de la media
a la hora de exteriorizar esta motivación. Algunos,
un 25,2%, se consideran aún demasiado jóvenes para
ello, pero es de presumir que no han abandonado la
idea, y sorprende la baja alusión a la «falta de apoyo
institucional» (un 7%).
Entre quienes nunca han pensado en montar una
empresa, las razones aportadas acentúan de nuevo
la falta de dinero (24%, un porcentaje considerablemente
inferior a quienes sí lo habían pensado), pero
muy cerca de la «falta de motivación o interés» (21%).
Otras razones no parecen relevantes.
A la pregunta sobre cuál sería su motivación principal
si finalmente emprendieran su empresa o negocio,
la respuesta abrumadoramente escogida es «poner
en práctica una idea empresarial como fórmula
de realización personal» (42%), algo en lo claramente
destacan las mujeres, las clases más pudientes y los
universitarios. Es una motivación muy alejada de las
dos siguientes («solucionar tu situación laboral», 25%
o «aumentar tu poder adquisitivo», 23,7%).
A este respecto las respuestas son inversas a las
del caso anterior: un 77% afirma que nunca lo ha
pensado, y un 20,6% que sí. Quienes parecen menos
motivados son los más jóvenes y los no universitarios.
Entre las razones que se aportan para justificar
el porqué no lo han hecho quienes sí habían pensado
crearla, además, de nuevo, de la falta de dinero (31%),
puntúa mucho más alto que en el caso anterior –más
del doble (16%)– la «falta de apoyo institucional». Y
esto es algo que hay que tener en cuenta. La «falta
de tiempo» (18%) parece ser aquí también un factor
relevante.
Por el contrario, para quienes nunca lo habían pensado,
la razón dominante es la «falta de motivación o interés»
(42,4%), algo más presente entre los hombres,
la franja de edad superior, las clases más pudientes
y los universitarios.
Con todo, estas diferencias entre capacidad emprendedora
empresarial y social seguramente obedece
más a criterios de viabilidad práctica que a auténticas
preferencias. Uno depende más de sí mismo para
crear una empresa –si tiene los medios para hacerlo,
claro– que para organizar una asociación, dependiente
siempre de la colaboración de otros. Por tanto,
dichas diferencias no significan necesariamente que
el interés en unas u otras sea menor.
13. Capacidad emprendedora social.
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