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UNIDAD II CURSOS de 6º AÑO Baudelaire y el Romanticismo

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<strong>UNIDAD</strong> <strong>II</strong><br />

<strong>CURSOS</strong> <strong>de</strong> 6º AÑO Bau<strong>de</strong>laire y <strong>el</strong> <strong>Romanticismo</strong><br />

SEÑALADOS<br />

LO FEMENINO EN<br />

SU POESÍA<br />

LA MUJER COMO<br />

SÍMBOLO DE<br />

APERTURA<br />

CARÁCTER<br />

“ANGÉLICO” DE LA<br />

MUJER<br />

LA<br />

“VOLUPTUOSIDAD”<br />

Y LA ASPIRACIÓN A<br />

UNA <strong>UNIDAD</strong><br />

PERDIDA; LA<br />

MÍSTICA DE LA<br />

SENSACIÓN<br />

EL FRACASO DE LA<br />

BÚSQUEDA DE<br />

<strong>de</strong>finidamente en alguno <strong>de</strong> estos ciclos. Hay, por ejemplo, varios poemas <strong>de</strong>dicados a Jeanne<br />

Duval penetrados <strong>de</strong> hondísima espiritualidad, y tampoco existe una estricta correspon<strong>de</strong>ncia<br />

entre esos ciclos y las figuras reales que los inspiraron: los versos quizás más famosos que han<br />

inmortalizado a Mme. Sabatier, los finales <strong>de</strong> "Qué dirás esta noche...", habían sido pensados y<br />

escritos en una carta que tiempo antes Bau<strong>de</strong>laire dirigiera a Marie Daubrun: "Estaba muerto,<br />

me habéis hecho renacer... Des<strong>de</strong> ahora sois mi única reina, mi pasión y mi b<strong>el</strong>leza, sois la parte<br />

<strong>de</strong> mí mismo que una esencia espiritual ha formado. Por vos, Marie, seré fuerte y gran<strong>de</strong>. Como<br />

Petrarca, inmortalizaré mi Laura. Sed mi Áng<strong>el</strong> Guardián, mi Musa y mi Madona, y conducidme<br />

por la ruta <strong>de</strong> lo B<strong>el</strong>lo".<br />

Esta transposición <strong>de</strong> un sentimiento inspirado por una mujer a otra, si bien <strong>de</strong>lata una<br />

infi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> las r<strong>el</strong>aciones humanas, <strong>de</strong>scubre una eterna fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> la poesía a la Mujer, a<br />

lo femenino. Bau<strong>de</strong>laire ‐su poesía‐ como Petrarca o Dante, necesitaba creer en Laura o en<br />

Beatriz. Es un intento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir en <strong>el</strong> amor humano un reflejo <strong>de</strong>l amor divino. Por eso dice<br />

tan acertadamente Eliot: "Había llegado ‐Bau<strong>de</strong>laire‐ a la percepción <strong>de</strong> que una mujer <strong>de</strong>be<br />

ser hasta cierto punto un símbolo; no llegó al grado <strong>de</strong> armonizar su experiencia con sus<br />

i<strong>de</strong>ales. El complemento y la corrección a los "Diarios íntimos" en tanto que tratan <strong>de</strong> las<br />

r<strong>el</strong>aciones <strong>de</strong> hombre y mujer, son la Vita Nuova y la Divina Comedia". (Op. cit.).<br />

La mujer es siempre en Bau<strong>de</strong>laire un símbolo, una apertura a mundos nuevos que la<br />

trascien<strong>de</strong>n:<br />

Es, en muchos poemas, presencia espiritual, guía <strong>de</strong>l artista hacia lo B<strong>el</strong>lo, que sabemos<br />

que está muy cerca <strong>de</strong>l Bien. La Mujer es <strong>el</strong> Áng<strong>el</strong>, un áng<strong>el</strong> que tantas veces parece surgir<br />

<strong>de</strong> una rima <strong>de</strong> Bécquer, como en estos versos: "Encantadores ojos, brilláis con la claridad<br />

mística <strong>de</strong> los cirios ardiendo en pleno día". Se retoma así ‐como lo hiciera <strong>el</strong> romanticismo,<br />

en <strong>el</strong> sentido <strong>de</strong> Heg<strong>el</strong>, es <strong>de</strong>cir, <strong>el</strong> arte cristiano‐ la tradición platónica <strong>de</strong>l amor, en su<br />

verda<strong>de</strong>ra acepción: como reconocimiento, como recuerdo, conmovido en imperece<strong>de</strong>ra<br />

nostalgia, <strong>de</strong> una íntima comunión <strong>de</strong>l alma y <strong>de</strong> las Formas Divinas <strong>de</strong> la B<strong>el</strong>leza, la Verdad<br />

y <strong>el</strong> Bien; comunión que parece alcanzarse en la mujer amada, y que se vislumbra<br />

diáfanamente en la transparencia <strong>de</strong> su imagen poética. Visión que por ser sólo tal <strong>de</strong>ja en<br />

<strong>el</strong> alma esa temblorosa tristeza <strong>de</strong> todo amor humano.<br />

Y no está muy lejos <strong>de</strong> esta significación, otra apertura que logra la mujer en los mundos<br />

poéticos <strong>de</strong> Bau<strong>de</strong>laire. Es esta más inmediata, aunque quizá, tan inasible como aqu<strong>el</strong>la. Es<br />

la voluptuosidad. Pero una voluptuosidad estremecida, "parecida a un recuerdo", que se<br />

<strong>de</strong>svía <strong>de</strong> la directa satisfacción <strong>de</strong>l instinto para <strong>de</strong>morarse en prolongadas y lejanas<br />

búsquedas. Es lo que genialmente, como sólo pue<strong>de</strong>n ver los gran<strong>de</strong>s creadores, le <strong>de</strong>cía<br />

Flaubert en una carta: "Usted canta la carne sin amarla, <strong>de</strong> una manera triste y<br />

distanciada". Esta voluptuosidad triste y distanciada, que sin embargo ‐o por eso mismo es<br />

canto, no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser erótica. Posee, por <strong>el</strong> contrario, un erotismo vasto y fundamental,<br />

que preten<strong>de</strong> abarcar la realidad <strong>de</strong> una manera absoluta y primitiva. A través <strong>de</strong> <strong>el</strong>la, en<br />

un éxtasis sensual <strong>de</strong>morado e insatisfecho, se opera una cierta recuperación <strong>de</strong>l mundo,<br />

se aspira a una unidad primitiva y originaria, paradisíaca y maternal <strong>de</strong>l hombre y la<br />

naturaleza. Éxtasis, recuperación, aspiración, recuerdo y esperanza <strong>de</strong> un mundo poético<br />

tantas veces plasmado en Las Flores <strong>de</strong>l Mal: paisaje cálido, tropical, "lejano país <strong>de</strong><br />

ensueño", tibio y nuevo, <strong>de</strong> "encantadores climas", don<strong>de</strong> "todo es or<strong>de</strong>n y b<strong>el</strong>leza, lujo,<br />

calma y voluptuosidad". La voluptuosidad se transforma en una mística <strong>de</strong> la sensualidad<br />

que intenta reintegrar <strong>el</strong> mundo caído y <strong>de</strong>sheredado <strong>de</strong>l hombre, a una unidad originaria,<br />

la "compleja e indivisible totalidad" <strong>de</strong> "Correspon<strong>de</strong>ncias". El Amor ‐por estar <strong>de</strong>stinado a<br />

la misma conquista que <strong>el</strong> arte‐ es así Poesía (aunque la inversa también es verda<strong>de</strong>ra).<br />

Pero cuando esta exaltación <strong>de</strong> los sentidos no llega a vislumbrar las rev<strong>el</strong>aciones<br />

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