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Saturnino Montero Ruiz: Eran pasajes de Air France. Los tipos los<br />
habían visto en mi casa porque me chicanearon: “¿Por qué no viajás en<br />
Aerolíneas Argentinas?”.<br />
Théo Robichet y Rodolfo Wedeles, asado en París.<br />
Marta Montero: Después fuimos a mi casa. Por supuesto estaban todos los<br />
papeles de la entrevista con Firmenich, las fotos.., todo en su lugar. <strong>Jorge</strong> ni<br />
siquiera los había escondido. Cuando volví a la comisaría, <strong>Jorge</strong> ya había<br />
terminado de declarar y le dijeron: “Puede irse”. Pero él dijo: “No, me<br />
quedo a esperar a mí mujer”. Ya estaba más tranquilo. Entonces empezaron a<br />
interrogarme a mí, les conté todo, tomaron nota y un poquito antes de terminar<br />
entró <strong>Jorge</strong> y me preguntó: “¿Me das las llaves del auto que me voy a buscar<br />
los cigarrillos que me compraste en el free shop?”. Le di las llaves y entonces<br />
me dio un beso, sumamente tierno, y me dijo: “Todo se va a arreglar, quedate<br />
tranquila”. Y se fue.<br />
Diez o quince minutos después terminé y el tipo me dice: “Bueno, se puede<br />
ir, señora”. Me levanté, salimos al pasillo y ahí había un cana de custodia, de<br />
uniforme. <strong>Jorge</strong> no estaba. Pregunté por él y el cana no sé si dijo o señaló que<br />
se había ido al baño. Entonces, el comisario que estaba conmigo fue al baño<br />
a buscarlo y me dijo: “¿Por qué no lo espera adentro?”. Entonces entré de<br />
nuevo en la oficina de la comisaría. Al ratito volvió y me dijo: “Vea, hay cosas<br />
que no le preguntamos. Dígame el nombre completo de su abuelo materno...”.<br />
Y empezó con pavadas de ese estilo... No sé cuánto tardó. Al rato salió, volvió<br />
y me dijo: “Tiene que ser fuerte”. Yo pensé: “Encontraron a mi viejo muerto”.<br />
Pero en cambio me dijo: “Votre mari a mis fin a ses jours”. Su marido<br />
ha dado fin a sus días. Y yo no entendí la expresión esa, nunca la había<br />
escuchado. Le dije: “¿Qué?”. “Su marido puso fin a sus días”. Yo no entendía<br />
lo que me estaba diciendo y no lo quería entender, tampoco. <strong>El</strong> tipo insistía<br />
con la misma frase, no me la aclaró nunca. Finalmente dije: “No puede ser,<br />
no puede ser...”. Y él me dijo que acababa de venir el servicio médico de<br />
urgencia y habían certificado que estaba muerto. Le pregunté cómo había<br />
sido y me dijo: “Fui a buscarlo al baño, tuve que derribar la puerta porque<br />
estaba cerrado con llave, y lo encontré vivo, con el cuchillo en la mano. Y me<br />
quiso decir cosas que no entendí. Entonces llamé a las urgencias y vinieron<br />
pero no pudieron hacer nada”.<br />
Cuando terminé de entender lo que me estaba diciendo, le dije: “Lo único<br />
que le pido es que no me lo muestren”. Para mí era terrorífica esa imagen.<br />
No quería verlo. Si ya estaba muerto, mejor no verlo. Hasta el día de hoy<br />
me arrepiento, pero la cosa es que no lo vi. Me acordé que tenía Valium en<br />
la cartera, el tipo me dejó tomar uno y me preguntó: “¿A quién quiere que<br />
llamemos?”. Pedí que llamaran a Cavallero, pero que esperáramos una hora<br />
porque era muy temprano, eran como las cinco de la mañana. Esperamos hasta<br />
las seis o siete, le avisaron que iban a pasar por su casa conmigo, me llevaron,<br />
le conté todo, no entendía nada...<br />
A partir de ahí llenaron mi casa de canas, pincharon todos los teléfonos<br />
y decidieron que había que escuchar a los secuestradores. <strong>El</strong> comisario<br />
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