Inquieta

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apropiarse de un material en pos de una investigación
de lenguaje, es decir tiene más
libertad para pensar el cuerpo y el movimiento.
Pero eso es un punto de vista, pues
no necesariamente sí haces danza contemporánea
estas investigando ni creando lenguaje.
Creo que la posibilidad de la danza
contemporánea, lejos del tecnicismo o virtuosismo,
permite establecer estructuras flexibles
de improvisación donde no se encasille
un modo de moverse. KM29 en ese sentido,
sí bien hay una idea kinetica y coreográfica
como base, trabaja sobre las posibilidades
reales y potenciales de sus bailarines y sobre
todo de la conjunción de estos, es decir, del
grupo. El grupo como amalgama, como posibilidad
de encontrarse con lo otro, con la
diferencia y la similitud.
Es allí que la danza, en este caso se vuelve
lenguaje, cuando hay un interés y una investigación
atrás.
Nosotros encontramos en estos contextos,
cierto desconocimiento de la danza contemporánea
lo que permitió, en su momento, a
ambas partes (en este caso coreógrafos o
profes y bailarines o alumnos) probar y realizar
una especie de laboratorio de acción.
El trabajo que hay detrás de las obras como
“resultados” es gracias a un trabajo de mesa,
de ideas, de opiniones que van poco a poco
marcando el pulso de las experimentaciones.
En esto, puntual, Juan Onofri es quien dirige
las mismas con cierta intuición e interés muy
personal también como coreógrafo pero
con un equipo de profesionales atrás.
Podría hablar de etapas que hemos pasado.
Pues allá por el 2010, el trabajo social y pedagógico
dentro de la tríada KM29 (Matías Sendón,
Juan Onofri y yo), ocupaba un tiempo y
espacio mental que ahora no es tal. Hoy en
día podríamos decir que estamos en el momento
de “juventud” del proyecto. No fue lo
mismo hacer Los Posibles que hacer Duramadre.
El proceso y el resultado es muy diferente
uno de otro y creo que tiene directa relación
con dicho momento y con ciertas energías
actuales.
con proyectos sociales no ha sido fácil después
de nuestra primera sociedad en González
Catán, pues el marco desde donde
uno se inserta ayuda o bloquea cierta fluidez.
Pero lo interesante de ello, es que por ejemplo
ahora estamos realizando un proyecto en
una villa, donde hace menos de un año se
están haciendo obras de saneamiento y derechos
básicos para sus habitantes.
Nuestra inserción, está llevando su tiempo
dada la coyuntura, sin embargo no dejamos
de pensar o referirnos a otras prácticas
educativas que piensan el cuerpo y no solo
el espacio de profesor/coreógrafo – alumno/
bailarín. Creo que hay una potencia, aún
desconocida o poco transitada, en la danza
contemporánea que nos permite pensar el
cuerpo, su ambiente y su modo de habitar
el espacio-tiempo de su contexto. Es decir,
más allá de dar o generar un espacio de encuentro
desde el cuerpo, creo que hay otras
prácticas posibles donde quizá estemos más
cerca rozando la antropología que la danza
en sí misma; y ese tipo de desafíos o aperturas
para leer el contexto me parecen súper
validas hoy en día. Son desafiantes y difíciles
porque es cambiar el código de entrada hacia
la práctica.
El trabajo que hay detrás de
las obras como “resultados” es
gracias a un trabajo de mesa,
de ideas, de opiniones que van
poco a poco marcando el pulso
de las experimentaciones.
Siempre estamos interesados en seguir vinculados
en los contextos como el conurbano
o la periferia de la ciudad de Buenos Aires,
para llevar a cabo nuestro proyecto educativo
pero también para pensarnos como grupo
en un crecimiento constante. Vincularnos