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Liahona, julio de 1977 - LiahonaSud

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Fe en el Profeta <strong>de</strong> Diospor Keith Chnstensen<strong>Liahona</strong>, <strong>julio</strong> <strong>de</strong> <strong>1977</strong>uan era un chico <strong>de</strong> once años que vivía en Rotterdam,Holanda, cuando Joseph F. Smith,quien entonces era Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Iglesia,atravesó el Océano Atlántico para visitar a los santoseuropeos.Unos cuantos años antes, Juan se había quedado ciegoa causa <strong>de</strong> una enfermedad incurable que tenía enlos ojos. La tar<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> que el Presi<strong>de</strong>nte llegara aRotterdam, Juan habló a su madre con gran emociónacerca <strong>de</strong>l Profeta.—Mamá, si me llevas a la reunión y logramos que elPresi<strong>de</strong>nte me mire a los ojos, sé que se sanarán —le dijo,—Iremos juntos —le prometió su mamá—. Sin embargo,es posible que el Presi<strong>de</strong>nte esté <strong>de</strong>masiado ocupadopara hablar contigo.Al día siguiente se reunieron cientos <strong>de</strong> santos a escucharal presi<strong>de</strong>nte Smith. Juan también estaba muyemocionado por escuchar la voz <strong>de</strong>l Profeta, aun cuandono podía enten<strong>de</strong>r inglés; cada uno esperaba ansiosamenteque el traductor les dijera lo que él había dicho.Después <strong>de</strong> la reunión, el presi<strong>de</strong>nte Smith estrechóla mano <strong>de</strong> los presentes.Mientras Juan esperaba con su madre para saludaral Profeta, se sintió seguro <strong>de</strong> que el presi<strong>de</strong>nte Smith lomiraría a los ojos. Un momento <strong>de</strong>spués la tierna voz<strong>de</strong>l Profeta lo saludó, al mismo tiempo que le estrechabasu cálida mano.El presi<strong>de</strong>nte Smith quitó el vendaje <strong>de</strong> los ojos adoloridos<strong>de</strong> Juan y los observó <strong>de</strong>tenidamente; luego pusosu mano en la cabeza <strong>de</strong>l jovencito y le prometió queel Señor lo iba a ben<strong>de</strong>cir.Cuando el niño llegó a la casa con su madre, los ojosya no le dolían más.Con gran confianza ambos quitaron los vendajes.¡Juan podía ver! Ambos lloraron <strong>de</strong> felicidad y dierongracias al Padre Celestial por el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> sanidad <strong>de</strong> unverda<strong>de</strong>ro Profeta <strong>de</strong> Dios.21

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