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NACIMIENTO ESPIRITUAL DE JESÚS - OdeMIH

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primero; de tal forma, que aquél sinéste no sólo no sería para nosotros causade gran gozo y eterna dicha, sino que,por el contrario, significaría nuestra máscierta, segura y eterna ruina, como selo profetizó a la Virgen el ancianoSimeón.Estamos hablando del nacimiento deJesús en el alma por la gracia.En efecto, ¿qué cristiano medianamenteenterado de la doctrina que profesaignora que, por la gracia, Diosmismo se le entrega, y todas las tresdivinas personas habitan en el alma deljusto, conforme a aquello del Evangelio:Si quis diligit me... et Pater meus diligeteum, et ad eum veniemus et mansionemapud eum faciemus; si algunome ama... mi Padre le amará y vendremosa su corazón y allí moraremos deasiento? (S. Joan, XIV, 23).Sí, esta inhabitación de la SantísimaTrinidad en el justo, es una de las verdadesmejor probadas en la mística teología.San Pablo la hace objeto de suscomentarios muchas veces, y aún podernosdecir que forma el nervio de su argumentación,cuando penetrado de estagrandeza de la criatura así dignificadapor Dios, llámala deiforme y participantede la divina naturaleza.Para mejor inteligencia de esta doctrina,distinguiremos con los teólogosestos dos elementos de la gracia habitualo santificante: Dios mismo (gracia increada)comunicándose al alma hasta elpunto de fijar en ella su morada para quepueda gozar de su presencia, y el riquísimodon que llamaremos con el PadreAstete ser divino (gracia creada), comunicadopor el Espíritu Sank, y que constituyerealmente ese principio vital sobrenaturalque nos hace semejantes aDios y aun partícipes real, formal, peroaccidentalmente, de la naturaleza y vidadivinas. No es que se trate de dos especiesde gracia habitual, sino de dos elementosintegrantes de la única graciasantifican/e. Porque, como dice el Angélico,la gracia es producida en el hom •bre por la presencia de la divinidad,como la luz por la presencia del sol(2 . a 2.ae, q 24, a. 12); o sea que esta inhabitaciónde Dios en el almna no essólo efecto formal de su justificación,sino también causa eficiente de la graciacreada, produciéndola, conservándola yaumentándola precisamente por mediode esa íntima unión con ella.El modo como se realiza esta uniónes algo tan sorprendentemente maravilloso,que si pudiéramos medir en todasu grandeza las operaciones divinas enel alma, no precisábamos otra cosa paraconsiderarnos en posesión de la mismadicha de los bienaventurados. DiosNuestro Señor, dice Santo Tomás, estáen el alma del justo como la cosa amadaestá en el amante y lo que se conoce en elentendimiento del que conoce, y así estapresencia es algo muy distinto y superioral modo como está presente en todoslos demás seres. En el orden de la naturalezaestá Dios en nosotros como Criadory soberano Señor, mas en el ordende la gracia se da a nosotros cornoPadre, como Amigo y como Santificador,y quedamos penetrados de tal modode toda su vida que ya no somos nosotroslos que vivimos, sino que El es elque vive en nosotros.He aquí, cristiano lector, de qué formaJesús, el Verbo, nació y vive en tu almasi posees para dicha tuya el don riquísimoe inestimable de la gracia que El temereció por su Encarnación. Sábete,pues, que Jesús no nació sólo para podermorir por tí, y así redimirte, sinosobre todo para poder nacer en ti yhacerte vivir de su vida divina. Y no esque Jesús, como Dios, more en tí, tambiéncomo hombre vive moralmente en- 354 —

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