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La Madre Máximo <strong>Gorki</strong><br />
-Que se le envíen delegados.<br />
Pe<strong>la</strong>gia estaba en primera fi<strong>la</strong>, y, desde abajo, miraba a su hijo, llena de orgullo. Paul<br />
estaba allí, entre los viejos obreros, los más estimados: todo el mundo le escuchaba y le<br />
aprobaba. La colmaba s de satisfacción ver que no perdía los estribos, que no juraba como los<br />
otros.<br />
Como granizo en un tejado de zinc, llovían <strong>la</strong>s exc<strong>la</strong>maciones entrecortadas, los<br />
juramentos, <strong>la</strong>s invectivas. Desde su altura. Paul miraba a <strong>la</strong> multitud con los ojos muy<br />
abiertos, y parecía buscar algo.<br />
-¡Delegados!<br />
-¡Sizov!<br />
-¡V<strong>la</strong>ssov!<br />
-i Rybine! Es duro de pe<strong>la</strong>r.<br />
De pronto, se oyeron algunas exc<strong>la</strong>maciones menos sonoras:<br />
-¡Ahí viene!<br />
-¡El director...!<br />
La masa se abría, dejando paso a un hombre de alta estatura, con una barbita<br />
puntiaguda en su cara a<strong>la</strong>rgada.<br />
-Permitan -decía, separando de su camino a los obreros con un medio gesto de <strong>la</strong><br />
mano, pero sin tocarlos. Guiñaba los ojos, y con <strong>la</strong> mirada escrutadora de quien está<br />
acostumbrado a manejar hombres, estudiaba <strong>la</strong>s fisonomías de los obreros. Algunos se<br />
quitaban <strong>la</strong> gorra a su paso, se inclinaban, mientras él caminaba sin responder a estas<br />
muestras de respeto, sembrando en <strong>la</strong> multitud el silencio y <strong>la</strong> emoción, sintiéndose ya, bajo<br />
<strong>la</strong>s sonrisas confusas y el tono sordo de <strong>la</strong>s exc<strong>la</strong>maciones, un arrepentimiento de niños,<br />
conscientes de haber hecho tonterías.<br />
Pasó ante <strong>la</strong> <strong>madre</strong>, dirigiéndole una mirada severa, y se detuvo ante el montón de<br />
chatarra. Alguien, desde arriba, le tendió una mano, pero no <strong>la</strong> tomó; con un impulso<br />
vigoroso y flexible, se encaramó y se colocó ante Paul y Sizov:<br />
-¿Qué significa esta reunión? ¿Por qué habéis dejado el trabajo?<br />
Durante algunos segundos reinó el silencio. Las cabezas ondu<strong>la</strong>ban como espigas.<br />
Sizov hizo ademán de sacudir su gorro en el aire, alzó los hombros e inclinó <strong>la</strong> cabeza.<br />
-Responded -dijo el director.<br />
Paul se puso a su <strong>la</strong>do, y mostrando a Sizov y Rybine, dijo con voz fuerte:<br />
-Nosotros tres hemos sido comisionados por nuestros camaradas para exigir que<br />
vuelva usted sobre su decisión de retener un kopek...<br />
-¿Por qué? -preguntó el director, sin mirar al joven.<br />
-Consideramos injusto el impuesto -dijo Paul con voz sonora.<br />
-Así, en mi proyecto de desecar el pantano, ¿no veis más que el deseo de explotar a<br />
los obreros, y no el cuidado de mejorar su existencia? ¿No es eso?<br />
-Sí -respondió Paul.<br />
-¿Usted también? -preguntó el director a Rybine.<br />
-Todos somos de <strong>la</strong> misma opinión -respondió éste.<br />
-¿Y usted, amigo? -interrogó el director, volviéndose a Sizov.<br />
-Yo también le ruego que nos deje nuestro kopek.<br />
Y, bajando nuevamente <strong>la</strong> cabeza, Sizov sonrió confuso.<br />
El director paseó lentamente <strong>la</strong> mirada sobre <strong>la</strong> multitud y alzó los hombros. Después<br />
miró a Paul, con mirada penetrante, y le dijo:<br />
-Creo que es usted un hombre instruido. ¿No puede comprender <strong>la</strong> utilidad de tal<br />
medida?<br />
-Si <strong>la</strong> fábrica hace desecar el pantano a sus expensas, <strong>la</strong> comprenderemos todos.<br />
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