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Gorki mximo - la madre

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La Madre Máximo <strong>Gorki</strong><br />

-Estaba diciéndome al ver<strong>la</strong> tan gruesa, «seguro que está casada y espera un niño».<br />

¡Todo lo que ha traído! ¿No habrá venido a pie?<br />

-Sí -dijo Sandrina. Estaba esbelta y fina como antes.<br />

La <strong>madre</strong> observó sus mejil<strong>la</strong>s hundidas: los ojos, cercados de negro, parecían<br />

inmensos.<br />

-Acaban de poner<strong>la</strong> en libertad..., debería descansar -dijo <strong>la</strong> <strong>madre</strong> moviendo <strong>la</strong><br />

cabeza-. Y en vez de eso...<br />

-Hay que hacerlo... Dígame, ¿cómo está Paul? ¿No está demasiado deprimido?<br />

Hab<strong>la</strong>ba sin mirar a <strong>la</strong> <strong>madre</strong>: inclinando <strong>la</strong> cabeza arreg<strong>la</strong>ba sus cabellos con dedos<br />

temblorosos.<br />

-¡No! Por supuesto que aguantará.<br />

-Tiene buena salud, ¿verdad? -preguntó muy bajo <strong>la</strong> muchacha.<br />

-Nunca ha estado enfermo. ¡Cómo tiemb<strong>la</strong> usted! Voy a darle té con confitura de<br />

frambuesa.<br />

-¡Eso estará bien! Pero, ¿por qué darle ese trabajo? Es tarde. Traiga, lo haré yo<br />

misma.<br />

-¿Cansada como está? -replicó <strong>la</strong> <strong>madre</strong> en tono de reproche, y comenzó a preparar el<br />

samovar. Sandrina <strong>la</strong> siguió a <strong>la</strong> cocina, se sentó en el banco con <strong>la</strong>s manos tras <strong>la</strong> nuca, y<br />

dijo:<br />

-De todas maneras, <strong>la</strong> prisión agota. ¡Maldita inacción! No hay nada más penoso.<br />

Sabiendo todo lo que hay que hacer, estar allí, enjau<strong>la</strong>da, como una fiera...<br />

-¿Quién los recompensará por todo esto?<br />

Y, suspirando, <strong>la</strong> <strong>madre</strong> respondió a su propia pregunta:<br />

-Nadie, sino el buen Dios. ¿Seguramente usted tampoco es creyente?<br />

-No -dijo secamente <strong>la</strong> joven, sacudiendo <strong>la</strong> cabeza. -Bueno, pues no <strong>la</strong> creo -dec<strong>la</strong>ró<br />

<strong>la</strong> <strong>madre</strong>, con una súbita animación.<br />

Secó en el de<strong>la</strong>ntal sus manos, sucias de carbón, y continuó con convicción ardiente:<br />

-Usted no conoce su fe. ¿Cómo puede vivirse una vida semejante, sin creer en Dios?<br />

Unos pasos ruidosos se arrastraron en <strong>la</strong> entrada, y una voz gruñó. La <strong>madre</strong> fue presa<br />

de un estremecimiento, y <strong>la</strong> joven, saltando sobre sus pies, cuchicheó rápidamente:<br />

-¡No abra! Si son los gendarmes, no me conoce. Me he equivocado de casa y he<br />

entrado aquí por casualidad, me desvanecí, usted me desabrochó el vestido y encontró los<br />

folletos, ¿comprende?<br />

-Querida niña, ¿para qué...?-preguntó enternecida <strong>la</strong> <strong>madre</strong>.<br />

-¡Espere! -Sandrina escuchaba-. Me parece que es Iégor.<br />

Era él, empapado y abrumado de fatiga.<br />

-¡Ah, ah! ¡Un buen samovar! -gritó-. ¡Es lo que hay de mejor en el mundo, mamá!<br />

¿Ya aquí, Sandrina?<br />

Llenando <strong>la</strong> estrecha cocina con el sonido de su ronca voz, se quitaba lentamente el<br />

pesado abrigo, sin dejar de hab<strong>la</strong>r:<br />

-¡Bueno, mamá, aquí tenemos a una señorita muy desagradable para <strong>la</strong>s autoridades!<br />

Como <strong>la</strong> insultó un guardián de <strong>la</strong> cárcel, dec<strong>la</strong>ró que se dejaría morir de hambre si no se le<br />

presentaban excusas, y durante ocho días no comió: faltó nada para que saliese con los pies<br />

por de<strong>la</strong>nte. ¿No está mal, eh? Y de mi pequeña barriga, ¿qué dicen ustedes?<br />

Char<strong>la</strong>ndo, y sosteniendo con sus cortos brazos el vientre, que pendía<br />

desmesuradamente, pasó á <strong>la</strong> habitación y cerró <strong>la</strong> puerta tras él.<br />

-¿Es posible que no haya comido durante ocho días? -se asombró <strong>la</strong> <strong>madre</strong>.<br />

-Era necesario que me presentase sus excusas -respondió <strong>la</strong> muchacha, agitando<br />

violentamente los hombros.<br />

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