olivar nº 17 - 2012 Agenda y cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> nueva york 101todo y con ello, lo que quizás no había sido bastante señalado con respectoa este refugio <strong>de</strong> lo íntimo es que todavía se guarda el yo amanteuna esfera más íntima todavía, que calla y que evita constantemente alo largo <strong>de</strong>l libro.“No quiero que pienses”, dices.Tú sabes que sólo en ellopuedo pensar. Pasaránlos días, las noches. Tiemposvendrán sin nosotros. Solesbrillarán en cielos nuevos.Ecos <strong>de</strong> campana haránmás misterioso el silencio.(“No quiero que pienses”.) Yoseguiré pensando en ello. (PC: 237)Lo que piensa el yo constantemente a lo largo <strong>de</strong>l libro tiene quever con el pasado <strong>de</strong> la amada. Ese es el gran tormento <strong>de</strong>l amante, perose expresa mediante el silencio y mediante el juego <strong>de</strong>l implícito: losamantes i<strong>de</strong>ntifican perfectamente el referente <strong>de</strong> ese “ello”, pero quedacontinuamente velado para el lector por formar parte <strong>de</strong> una intimidadajena que le es inaccesible.El yo ajeno y la propia i<strong>de</strong>ntidadA medida que avanza la obra lírica <strong>de</strong> José Hierro, el lector va percibiendoque cada vez se recurre menos a la i<strong>de</strong>ntificación explícita en eltexto <strong>de</strong>l hablante con el yo autoral. En los primeros libros hierrianos,el yo lírico casi siempre era i<strong>de</strong>ntificado con el autor –por la explicitación<strong>de</strong> nombre y apellido–, o al menos con el rol cultural <strong>de</strong> poeta. Sise recurría a otras personas gramaticales, podíamos encontrar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> unnosotros agrupador <strong>de</strong> generación hasta apelaciones a compañeros ycamaradas –entre otros recursos, naturalmente–. Llega un momento enla evolución <strong>de</strong>l poeta en que se va perdiendo el interés por esas i<strong>de</strong>ntificacionesexplícitas y realistas <strong>de</strong> los actantes poemáticos. Sin embargo,lo interesante es que el poeta no se conforma con no i<strong>de</strong>ntificarse ex-
102 Elia saneleuterio temporal olivar nº 17 - 2012plícitamente con el hablante, sino que, a<strong>de</strong>más, aumenta el número <strong>de</strong>casos en los que el yo lírico se presenta como alguien que no pue<strong>de</strong> serel autor (porque está muerto, porque es un objeto inerte, porque se leatribuye nombre y apellidos o biografía que difieren). Estos yoes imposibles,que nos pue<strong>de</strong>n recordar a un procedimiento dramático –alguientoma la voz–, por sus características merecerían ser tratados como verda<strong>de</strong>rosyoes alucinados. Esta genuina modalidad <strong>de</strong> figura pragmática,que triunfará precisamente a partir <strong>de</strong> Libro <strong>de</strong> las alucinaciones (1964),es una <strong>de</strong> las características <strong>de</strong> la modalización lírica hierriana que fundamentanel <strong>de</strong>finitivo cambio <strong>de</strong> poética a partir <strong>de</strong> ese momento.El teórico ruso Iuri I. Levin, al analizar las tipologías comunicativasen poesía, contempla esta posibilidad, <strong>de</strong>nominándola “Primera personaajena” o “Yo tercero” –“I tierce”, según la versión al francés (Lévine,1976:205-212) –, si bien él consi<strong>de</strong>ra que es un modo <strong>de</strong> expresión impropio<strong>de</strong>l <strong>de</strong>cir lírico. <strong>La</strong> especificidad <strong>de</strong>l caso hierriano radicaría enque no se trata <strong>de</strong> un simple yo escénico; los yoes resultantes no sonpersonajes que hablan <strong>de</strong> manera ajena a quien reproduce sus palabras.Ni siquiera hay voluntad <strong>de</strong> mera transcripción, sino <strong>de</strong> todo lo contrario:se seleccionan esas subjetivida<strong>de</strong>s precisamente para que sirvan <strong>de</strong>máscara al yo, que se escon<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás liberando señales o indicios <strong>de</strong> vezen cuando. <strong>La</strong> posibilidad ya la vislumbró el propio Levin. Aunque losejemplos que ofrece distan mucho <strong>de</strong> las modulaciones que nos ocupan,en su <strong>de</strong>scripción teórica acierta enormemente: “Aquí el yo implícito escomplejo, combina <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí tantos rasgos <strong>de</strong>l yo explícito como rasgos<strong>de</strong>l autor real” (Levin, 1986:117).En un artículo reciente hice un recorrido por estos enmascaramientospara <strong>de</strong>mostrar cómo se hacía casi sistemáticamente mediante yoesmasculinos (Saneleuterio, 2010:439-440). En Libro <strong>de</strong> las alucinacioneshabla la bailaora Carmen Amaya en primera persona –y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la ultratumba–,gran excepción en relación con la modalización general <strong>de</strong>llibro: apóstrofes a hombres y yoes apócrifos <strong>de</strong>l autor, es <strong>de</strong>cir, que elhablante se i<strong>de</strong>ntifica indirectamente con el autor, si bien a veces esevi<strong>de</strong>nte que la anécdota que se le atribuye es inventada, bien por lógica–no está muerto y enterrado cuando escribe el poema (PC: 532-533),ni es una criatura acuática dominada por los japoneses (PC: 487-489) –,