El caso es que ya, con trece años, Conchita iba con <strong>Pablo</strong> a <strong>la</strong>s tertulias <strong>de</strong>l Club Atlético, un<strong>de</strong>saparecido espacio <strong>de</strong>portivo, cultural y social <strong>de</strong> <strong>la</strong> capital cubana que estaba en <strong>la</strong> calleMontoro, cercano a Ayestarán y Carlos III, don<strong>de</strong> se empezaba jugando pelota y leyendo poesíay se terminaba hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s frustraciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> república.He imaginado ese viaje, en un tranvía como el que manejaba el padre <strong>de</strong> Conchita, El Rubio,un gallego terco y enamorado, <strong>de</strong> bigote engominado y almidonada levita. La ida: todo risas ychoteo, entre <strong>Pablo</strong>, sus hermanas y Conchita; también los amigos y amigas que se sumaban —asaber, Dalia Iñiguez, Tina Pérez Poncet y Teté Casuso—, todas estudiantes normalistas, cuyaprincipal motivación era «ir a ver a los varones jugar fútbol, o a conversar y reírnos con susocurrencias». La vuelta: discusiones encendidas al calor <strong>de</strong> los sentidos enervados por el verbo<strong>de</strong> los inquietos y atléticos jóvenes exminoristas, o los pioneros <strong>de</strong> <strong>la</strong> Revista <strong>de</strong> Avance,muchos <strong>de</strong> ellos pichones <strong>de</strong> revolucionarios que acudían a <strong>la</strong>s citas <strong>de</strong>l club.Conchita miraba a <strong>Pablo</strong> ale<strong>la</strong>da: era su ídolo, su maestro, lo tenía en un pe<strong>de</strong>stal. Ni lospadres, ni el pequeño hermano, recién nacido, competían con el cariño que sentía por <strong>Pablo</strong>. Noes extraño, a esa edad <strong>la</strong> infancia transita a una pujante pubertad y el adolescente prefiere a<strong>la</strong>migo. En esa edad <strong>de</strong> sentimientos confusos, nada se aprecia más que un buen compañero,sobre todo si este goza <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong> serlo y <strong>de</strong> entregar a su contraparte todo lo que es capaz <strong>de</strong>dar, como lo hacía <strong>Pablo</strong>.Me he preguntado más <strong>de</strong> una vez sobre el significado <strong>de</strong> ese afán pedagógico <strong>de</strong> <strong>Pablo</strong> en1925, con su pequeña amiga, once años menor que él, aunque madura para su edad, alescucharlo hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> sus viajes a Oriente, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> luego le brotaría a raudales <strong>la</strong> inspiraciónpara los cuentos <strong>de</strong> Batey, o gozar ambos en aquel<strong>la</strong>s tertulias y mítines <strong>de</strong>l Club Atlético, frentea oradores <strong>de</strong> <strong>la</strong> tal<strong>la</strong> <strong>de</strong> Julio Antonio Mel<strong>la</strong>.Mejor cito a <strong>la</strong> propia Conchita: «<strong>Pablo</strong> siempre aseguraba que el ambiente al que proponíaincorporarme era muy distinto <strong>de</strong> todo lo que vivía el país, en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> tiranía <strong>de</strong> Machado, yno me <strong>de</strong>fraudó [...]. Él era <strong>de</strong> los que nunca <strong>de</strong>fraudaba» 1 .Me he figurado a esa muchachita, tan terca como inquieta, pasmándole el romance con Teté, osiguiéndole <strong>la</strong> pista a su amigo en diciembre <strong>de</strong> 1926, cuando Mel<strong>la</strong> agonizaba <strong>de</strong> hambre; yverlo llegar eufórico, hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> un tal Rubén que le había dicho «asno con garras» al tirano ensu propia cara. ¡Qué casualidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> historia! Aquel<strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, en el mismo parque Zayas, don<strong>de</strong>numerosos miembros <strong>de</strong>l Comité Prolibertad <strong>de</strong> Mel<strong>la</strong> comentaban acaloradamente <strong>la</strong> discusiónfamosa, estaba también quien luego sería el segundo jefe <strong>de</strong> Conchita: un estudiante bajito yfornido que vociferaba como el que más tras sus azules ojos miopes: Eduardo Chibás.Fue <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> <strong>Pablo</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Torriente</strong> que Conchita ingresó al célebre bufete <strong>de</strong> donFernando, aquel templo con una <strong>la</strong>rguísima escalera <strong>de</strong> mármol, que a el<strong>la</strong> siempre se le figurócomo el camino hacia el Olimpo. Un 29 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1929 <strong>la</strong> recibió un muchacho <strong>de</strong> ojosver<strong>de</strong>s, ojeras y un bucle rubio en <strong>la</strong> frente, como solía siempre contar, todo correcto, <strong>de</strong>cente,que no se correspondía con <strong>la</strong> imagen que el<strong>la</strong> suponía <strong>de</strong>l increpador <strong>de</strong> Machado, y que, <strong>de</strong>pronto, <strong>de</strong>sdoblándose en un cubano rotundo grito, dijo: «¡Paaabloooo! aquí llegó <strong>la</strong> Conchaque tu estabas esperando».Era Rubén Martínez Villena, quien tras haber traspasado a <strong>Pablo</strong> sus <strong>de</strong>beres junto a Ortiz,seguía frecuentando el lugar y animando polémicas, incluida una segura, que Conchita nopresenció ni <strong>de</strong> <strong>la</strong> que existen pruebas documentales, pero que aquel<strong>la</strong> tar<strong>de</strong> tiene que haber sidomotivo <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s bromas y carcajadas que se escucharían en todo San Ignacio, cuando <strong>Pablo</strong>se presenta como el preceptor <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> rubita a quien por f<strong>la</strong>ca l<strong>la</strong>maba Concha Espina, como<strong>la</strong> célebre escritora españo<strong>la</strong>.Al menos queda como evi<strong>de</strong>ncia culposa un diálogo <strong>de</strong> tres que cito tal cual me lo narróConchita:Ortiz: —Yo no puedo tener una niña <strong>de</strong> trece años aquí.Conchita: —No, doctor, yo tengo dieciséis.Ortiz (dirigiéndose a <strong>Pablo</strong>): —Es tan f<strong>la</strong>quita.Conchita: —Doctor, yo me <strong>de</strong>jo crecer el pelo y engordo, pero déjeme trabajar.
<strong>Pablo</strong> (divertido): —Mire doctor, realmente el<strong>la</strong> va a cumplir diecisiete años <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> unos mesespero necesita empezar a trabajar. Es paisana mía, probémos<strong>la</strong> por una semana con uno <strong>de</strong> losabogados; se <strong>la</strong> garantizo.El problema es que, según me confió <strong>la</strong> propia Conchita, 1929 era un año <strong>de</strong> ruptura para elempleo femenino en Cuba; y <strong>Pablo</strong>, presuntuoso, presumido y enamorado hasta los tuétanos <strong>de</strong>sus mujeres, aseguraba irreverente que él no quería saber nada <strong>de</strong>l sexo bello y que si tenía unahija: «¡Te juro Concha que <strong>la</strong> ahogo al nacer, te lo juro!».Y luego, frente a <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> susto <strong>de</strong> Conchita, otra carcajada. No podía ser posible queaquel<strong>la</strong>s manazas que soñaban acunar una niña se atrevieran a tanto: contrariamente a <strong>la</strong>mayoría <strong>de</strong> nosotros, que aspiramos a ser perpetuados en un varón, <strong>Pablo</strong> soñaba con que <strong>de</strong><strong>la</strong>mor suyo con Teté naciera una hembrita.Y por eso, también, <strong>Pablo</strong> era extraordinariamente amoroso con sus hermanas, con sumadre… con Conchita.El<strong>la</strong> nunca tuvo <strong>la</strong> oportunidad <strong>de</strong> ver conversar a Rubén y a <strong>Pablo</strong>, pero por los cuentos <strong>de</strong>lsegundo y por lo que escribió luego Roa, afirmaba que <strong>de</strong>bió ser uno <strong>de</strong> los diálogos másinteligentes que se haya escuchado jamás. La cito nuevamente:Ambos <strong>de</strong>fendían el uso honrado y valiente <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra y, conociendo como conocí a Ortiz, yescuchando y leyendo como escuché <strong>de</strong>spués a Rubén, uno se da cuenta <strong>de</strong>l significado <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>re<strong>la</strong>ción. Eran amigos entrañables a pesar <strong>de</strong> ser tan distintos: Rubén más intelectual, reservado, serio,pensando siempre mucho y con una lengua como navaja <strong>de</strong> barbero; y <strong>Pablo</strong> escandaloso, bromista,abierto, sin mucho tiempo para pensar sino escribiéndolo, diciéndolo y haciéndolo todo a <strong>la</strong> vez.Cómo lograron esa armonía es para mí un misterio; tal vez fue el mutuo respeto que se tenían.Hay una <strong>de</strong>scripción casi <strong>de</strong> cine, que hace Roa en El fuego <strong>de</strong> <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> en el surco, <strong>de</strong>l primerencuentro entre <strong>Pablo</strong> y Rubén (no se <strong>la</strong>s voy a contar, mejor leen a Roa o lo releen en Conchita,porque me obligó a incluir<strong>la</strong> en su texto) 2 .Luego andarían juntos buscando formas <strong>de</strong> ayudarlo durante sus evasiones <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía y susreclusiones hospita<strong>la</strong>rias, hasta su envío a Rusia. Concha lo narró así:<strong>Pablo</strong> y yo fuimos a ver a Luciano Martínez, el padre <strong>de</strong> Rubén, para pedirle dinero y comprarle unabrigo pero el viejo empezó a protestar… Él no tenía <strong>la</strong> culpa <strong>de</strong> haber tenido, como hijo, un segundoMartí y qué se yo cuantas cosas más. Ellos dos tenían una re<strong>la</strong>ción muy difícil no sólo por el hecho <strong>de</strong>que Rubén había radicalizado sus i<strong>de</strong>as sino porque el padre, <strong>de</strong>bido al celo propio <strong>de</strong> su condición,no entendía el sacrificio <strong>de</strong> Rubén hasta llegar a <strong>la</strong> inmo<strong>la</strong>ción, a pesar <strong>de</strong> que él mismo había sido unluchador. Entonces <strong>Pablo</strong> y yo empeñamos prácticamente nuestros sa<strong>la</strong>rios y, entre ambos, lecompramos el abrigo negro con el que aparece en <strong>la</strong> foto en el sanatorio <strong>de</strong>l Cáucazo, que, por cierto,se <strong>la</strong> <strong>de</strong>dicó años <strong>de</strong>spués a su hija Ruse<strong>la</strong>…En otro <strong>de</strong> sus testimonios, Conchita rescata <strong>la</strong> visión que tenía Rubén <strong>de</strong> <strong>Pablo</strong>:Siendo él mismo un escritor y poeta indiscutido, siempre hab<strong>la</strong>ba con mucha admiración <strong>de</strong> loscuentos y artículos <strong>de</strong> <strong>Pablo</strong>, con un cariño y un respeto muy sinceros. Lo comparaba con otrosgran<strong>de</strong>s escritores que al propio <strong>Pablo</strong> le daba pena contar. Se veía que entre ellos no sólo existía unaextraordinaria amistad, sino un enorme respeto profesional por sus respectivas obras, tan distintas enlos estilos y tan común en <strong>la</strong>s metas. Jamás los vi discutir ni criticarse porque una frase o una pa<strong>la</strong>bra<strong>de</strong> uno no le gustaran al otro. Sus discusiones eran <strong>de</strong> conceptos, <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as sobre <strong>la</strong> revolución, que yológicamente observaba pero no entendía todavía ni jota. Ni el propio Ortiz, a quien tanto respetaban yadmiraban, se salvó <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>bates en el bufete; se <strong>de</strong>cía que los encontró una madrugada «haciendotalco» una conferencia suya. Sólo con el tiempo y viendo actuar a muchos otros en distintas épocasfue que me di cuenta <strong>de</strong>l significado <strong>de</strong> esa rara hermandad humana, intelectual y política que huboentre <strong>Pablo</strong> y Rubén.Pero no hagamos este re<strong>la</strong>to tan serio pues entonces per<strong>de</strong>remos a <strong>Pablo</strong>. De esa época seacumu<strong>la</strong>n anécdotas como <strong>la</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento por Conchita <strong>de</strong>l otro significado <strong>de</strong>l vocablo«mojón» (el que marca los kilómetros en <strong>la</strong>s carreteras):
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