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fisica cuantica y filosofia.pdf - Cosmofisica

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CATHERINE CHEVALLEY(C.N.R.S., Paris)Física cuántica y filosofíaA comienzo de su libro sobre Einstein y la física cuántica, A. Finerecuerda de qué manera L. Borges describe en las Crónicas de H. BustosDomecq el desarrollo postfuncionalista de la arquitectura de losinhabitables y la obra maestra del maestro de Utrecht Verdussen, la«Casa de las Puertas y las Ventanas», cuya planta baja no contiene másque puertas, la primera planta escaleras, la segunda ventanas, la terceraarcos y la cuarta entablados y un tejado. Se advierte el principio deconstrucción: utilizar los elementos familiares esenciales en una casanormal, pero privarles de sus conexiones usuales. Esta casa ilustrapara Fine la impresión de familiaridad y de extrañeza que suscita lateoría cuántica cuando se la mira del punto de vista de la física llamada«clásica». Mientras se mantiene uno en el exterior, esta impresiónsubsiste; para que desaparezca es necesario abandonar ciertos hábitosde pensamiento adquiridos en el curso de la historia anterior de lafísica matemática y, desde hace más de sesenta años, el debate sobrelos fundamentos de la mecánica cuántica trata sobre las condiciones yel coste de este abandono.Pero se podría hacer la misma comparación a propósito de lasituación en la que se encuentra la filosofía misma ante laextraordinaria revolución de pensamiento que representa lamecánica cuántica. La primera impresión es de familiaridad, porquelas discusiones que provoca la física cuántica están invadidas porpreguntas sobre la naturaleza de la realidad, el indeterminismo y elpapel de las probabilidades, el proceso de observación y medida, elproblema de la individuación o el status de lo virtual. Pero la impresiónde extrañeza es también inevitable.Si un filósofo puede reconocer en la física contemporánea lapresencia de sus propios conceptos fundamentales, no encuentra allíninguna de las conexiones usuales entre esos conceptos, cuyatransformación no se presenta más que de manera fragmentaria ydispersa. Esta impresión procede en parte de la persistente divergenciade interpretaciones que suscitan los fundamentos de la mecánicacuántica, pero procede también de la disyunción que se ha instaladoentre el razonamiento científico y el pensamiento filosófico. Elproblema que plantea esta disyunción no es que sea inmoral, comoa menudo se dice —los filósofos no han de estar sin razón clavados ensus cuestiones, ni los científicos en las suyas—, es más bien el verescapar una parte esencial de su propia evolución la que produce enla filosofía esta situación especialLa cuestión que se le presenta hoy a la filosofía es, pues, demanera análoga, la de saber qué hábitos de pensamiento, algunosrecientes, otros más antiguos, algunos que le son propios, otros que leson impuestos, suponen un obstáculo. Para explorar esta cuestión,


simplemente seguiré la evolución de mi propia impresión defamiliaridad y de incomprensión y el problema que ella sugería: ¿cómoaumentar la familiaridad y disminuir la incomprensión?Correlaciones ausentesLa razón más simple que puede incitar a los filósofos ainteresarse por la física cuántica es que un problema clásico de lafilosofía del conocimiento, el de la relación existente entre losfenómenos (lo que aparece), la observación (lo que es una medida) y elobjeto (lo que se puede decir de un sistema físico), se encuentra enella transformado. Esta transformación es visible en los principios dela teoría y se la puede describir intuitivamente haciendo unacomparación con la física clásica. En mecánica clásica se supone que sepueden definir con una precisión arbitrariamente grande ciertasvariables dinámicas (coordenadas de posición, componentes decantidades de movimiento y de momentos cinéticos, o de los vectorescampo eléctrico y magnético) que caracterizan completamente el estadodel sistema considerado; se supone además que la evolución de estesistema en el curso del tiempo es predecible con certeza, siendodeducido el conocimiento del estado final del conocimiento del estadoinicial en un instante dado por la aplicación de las ecuaciones delmovimiento.En mecánica cuántica la situación es diferente a causa de doscaracterísticas irreducibles de la teoría. La primera es que es imposibledeterminar simultáneamente con una precisión arbitrariamente grandeciertos pares de variables llamadas «conjugadas» (por ejemplo, la posicióny el impulso, la energía y el tiempo), y la segunda es que la ecuaciónque describe la evolución de un sistema fuera de toda observación esuna ecuación determinista, pero no puede recibir más que unainterpretación física estadística —la teoría predice solamente laprobabilidad de que una medida dará uno de los resultados posiblesasociados al «vector de estado» que describe la información que se tienesobre el sistema—. Este estado de cosas no implica simplemente elabandono de la hipótesis determinista y la idea de que las «leyes de lanaturaleza» son intrínsecamente probabilistas. También pone encuestión las nociones clásicas en física de realismo y de localidad yhace del acto mismo de medir algo enigmático, porque muestra que todainteracción entre el sistema-objeto y el sistema-aparato de medidamodifica de manera irreversible e impredecible el estado del sistemaobjetodespués de la medida. Como ha hecho notar E. Wigner, «todo vabien en mecánica cuántica, mientras que no se pregunta cómo tienelugar la observación». La magnitud de esta transformación aparece demanera espectacular en las «paradojas», por ejemplo en la paradojallamada E.P.R. formulada por primera vez en 1935 por Einstein y doscolaboradores.Al principio de los años ochenta se ha hablado mucho de nuevo delos problemas de fundamento de la física cuántica porque experienciasprecisas (las de A. Aspect y sus colaboradores) han permitido mostrarque el conjunto de las hipótesis por medio de las que «E.P.R.»


demostraba que la mecánica cuántica debía ser una teoría incompletaera autocontradictorio. Estas experiencias, que realizan concretamenteuna situación crítica imaginada por J. Heil en 1965 y que llevan aconfirmar la validez de las predicciones de la mecánica cuántica,implican que no se puede seguir suponiendo que las correlacionesobservadas entre acontecimientos aleatorios muy alejados sonsimplemente efectos de una «causa común» en el pasado.Como ha mostrado E. d’Espagnat, esta «no-separabilidad» modificaindependientemente de la aceptación completa de la mecánica cuánticaactual la noción clásica de realidad física, cuya presuposición era laposibilidad de dividir la realidad en elementos distintos en los que seestudiaban las interacciones y describir el estado real de un sistemacomo un conjunto de propiedades intrínsecas independientes de lasmedidas efectuadas sobre él.Problema del conocimiento objetivo, naturaleza de la realidad: laimpresión de familiaridad desaparece no obstante muy rápidamenteporque no existe conexión clara entre la transformación que la teoríacuántica hace sufrir a estas cuestiones y las que son propias de lafilosofía. Hay allí un obstáculo casi trivial, en gran parte conjetural comose verá más adelante, y sin embargo muy desconcertante, del cualtomaré un solo ejemplo. La mayor parte de las exposiciones usuales dela divergencia de las interpretaciones de la teoría cuántica traducenesta divergencia en los términos de un conflicto entre dos posiciones, ladel positivismo y la del realismo. Estas posiciones son discriminadasvía tesis/antítesis, según la cual «la realidad es/no es independiente delobservador» y sirven en particular para describir el debate entre Bohr(positivista) y Einstein (realista). Si se mantiene uno en el exterior de lateoría cuántica buscando comprender de qué se trata, es difícil no convencersede que esta alternativa representa el alfa y omega de lafilosofía de las ciencias en el siglo XX; con todo, cuando se intentaprofundizar en ella, revela ser más bien un obstáculo que una ayuda. Enefecto, cede bajo dos críticas.La primera es que el contraste entre positivismo y realismo no darealmente cuenta de la complejidad de problemas de la interpretaciónde la mecánica cuántica; distinguiendo estas dos posiciones medianteuna aserción que supone su acuerdo acerca del sentido del concepto de«realidad», se olvida por otro lado que es justamente la dificultad de unacomprensión de este concepto lo que está en juego.La segunda es que la atribución de una filosofía positivista a Bohry de una filosofía realista a Einstein es una caricatura a la vez desde elpunto de vista de sus argumentos reales y desde el punto de vista de lahistoria de la filosofía, en la que difícilmente se habrían de encontrarrepresentantes canónicos de estas doctrinas (salvo durante un cortoperiodo de la evolución de la filosofía de las ciencias anglosajonas). Dehecho, la alternativa positivismo-realismo ha aparecido en los añoscincuenta-sesenta en ligazón con los esfuerzos hechos por desarrollar lasteorías del tipo determinista («de variables ocultas») y tenía como objetivopermitir una descripción simplificada de la situación, en detrimento delas divergencias que existían en los fundadores de la mecánica cuántica, ala vez en el grupo de Copenhague-Gottingen (entre Bohr, Pauli,


intuición originariamente donadora una fuente de derecho para elconocimiento. Pero, en realidad, el método de las Investigaciones lógicases descrito como «radicalmente intuitivo (anschauliche) por Husserl. Enel sentido amplio que doy a este término, el de un nuevo concepto deintuición distinto «del habitual, el de intuición sensible», de unconcepto de intuición cuya ampliación va a la par con la del conceptode percepción y con la de Anschaulichkeit es necesarío «hacer sufrir alconcepto de Ansehaulichkeit, en contra de su acepción kantiana, unaampliación esencial». Ahora bien, en esta ampliación se inscribejustamente el significado (Bedeutung), del que Husserl recuerda que es,en el conocimiento simbólico de las matemáticas, irreducible a laintuición, puesto que se da allí sin dependencia con respecto aintuiciones de cumplimiento. Los parágrafos 17 al 23 de la segundaInvestigacón lógica están por consiguiente consagrados a mostrar que hay,por ejemplo en geometría, una «comprensión sin intuición», la cualpermite por si sola acceder al pensamiento ,que es esencial no desconocer. El significado, y en consecuencia lavinculación al objeto, está presente en el caso en que comprendemos lossímbolos sin el apoyo de imágenes, reside en el acto donador de sentido, ypermite «juzgar, razonar, reflexionar y refutar».Esto basta sin duda para proponer una hipótesis general: laoposición del símbolo al concepto kantiano de intuición es el mediopor el que filosofías tan diferentes como el empirismo de Helmholtz, elfuturo empirismo lógico, el neokantismo para-marburgués o lafenomenología intentaban, al comienzo del siglo XX, dar cuenta de lainadecuación de la descripción kantiana de la formación de los conceptospuesta de manifiesto por el desarrollo de las matemáticas, de la lógica, dela física. En cada caso, son problemas precisos los que imponen laconciencia de esta inadecuación; pero la cuestión general es la misma:¿qué hacer con Kant? El concepto de símbolo abarca una parteesencial de esta cuestión. Podemos incluso situar el desplazamiento querepresenta en la medida en que el concepto de símbolo tomado, éltambién, de Kant —pero de la tercera Crítica—. Si se recuerda que Kantdefine el modo simbólico de representación como esa parte del modo derepresentación intuitivo que, análoga al esquematismo pero diferente deél, procede no por subsunción de intuiciones bajo los conceptos purosdel entendimiento, sino por transposición analógica de una talsubsunción ya operada en un objeto «enteramente otro» (al cual puede nocorresponder jamás una intuición sensible), se puede entoncesconsiderar que la operación que han llevado a cabo Helmholtz y sussucesores consistía en sustituir el modo esquemático por el modosimbólico en el conocimiento en general, incluido el conocimientocientífico. Así ha llegado a ser posible la comparación de la física con elarte tan sorprendente en los fundadores de la mecánica cuántica. Decualquier manera, cuando Bohr opone lo simbólico a lo intuitivo encada etapa de la construcción de la teoría cuántica o cuandoHeisenberg repite a Helmholtz (o a Husserl) ampliando el concepto deAnschaulichkeit, se refieren al problema de la formación de conceptos,con el que culmina el artículo de 1928 en el que Bohr propone la«interpretación» denominada de Copenhague: «El estado de cosas actual


muestra una profunda analogía con las dificultades generales de laformación de conceptos humanos, fundados sobre la separación del sujetoy el objeto». Una vez identificado este problema, se aclara también eldetalle de lo que dice Bohr sobre la física cuántica, así como su ideadirectriz: compensar la pérdida de lo intuitivo con la multiplicación deconceptos comprendidos como otras tantas perspectivas del objeto.Filosofía de las ciencias y filosofíaLas ideas de la física contemporánea han podido penetrar lafilosofía en general, incluso en la tradición analítica. En todo lo queprecede, he querido sugerir que una razón esencial de esto es laimpresión de familiaridad recubierta inmediatamente deincomprensión que suscita.¿Cómo aumentar la familiaridad y disminuir la incomprensión?Hay varias maneras de hacerlo. Se puede releer la historia de lafilosofía moderna a partir de una interpretación original de lamecánica cuántica. 0 bien se puede preguntar en qué relación conrespecto a la filosofía se ha constituido originalmente la física cuántica.Esta segunda cuestión no tiene interés más que si esta relación ha sidointrínseca. Pero es justamente lo que resulta del análisis de la formaciónde la teoría cuántica, cuando se leen las memorias originales en ladoble perspectiva de la historia de las ciencias y de la filosofía. Si el impulsoesencial de la ruptura entre la física cuántica y las teoríasclásicas ha provenido de las contradicciones que se acumulaban en eldominio del átomo, la manera en que esta ruptura se ha hecho y en queha sido interpretada por los que la llevaban a cabo ha estadodeterminada en gran parte, lo mismo que la teoría de la relatividad, poruna herencia filosófica precisa, la de la crítica del kantismo en lafilosofía de las ciencias de finales del siglo XIX. No es sino tomandoestos dos aspectos en consideración como se pueden comprender lasinterpretaciones propuestas por Bohr, Heisenberg, Pauli, Born,Einstein o Schrodiger. Según se ha visto, eso desplaza de lugar la dificultad.El contexto en el que se ha formado la mecánica cuántica hallegado a ser casi incomprensible a causa de las escisiones que hanseparado las ciencias de la filosofía o la tradición analítica de la tradicióncontinental. Es necesario, pues, superar esta disyunción si se quierenaprehender las modificaciones que han sufrido los problemas filosóficosen contacto con el desarrollo de la física, y más generalmente con eldesarrollo paralelo tan asombroso de las matemáticas, de la física yde la lógica en el período que va aproximadamente de 1870 a 1930.La dificultad que hay para comprender este período tiene portanto una raíz más profunda que esta disyunción, y la filosofía debe sinduda renunciar a otros hábitos de pensamiento más antiguos.La transformación del vínculo entre ciencia y filosofía que seproduce en esta época se asemeja al hundimiento de un sistema dereferencia. En la tradición heredada de Kant, este vínculo estabatodavía investido de una forma precisa de legitimidad. Cuando Kantescribía que la ciencia de la naturaleza presuponía una metafísica de lanaturaleza, quería decir que toda física exige una exposición de los


principios a priori que permiten pensar la unidad de los fenómenos.Metafísica en este sentido no designaba para él ni la metafísicadogmática, por otro lado rechazada, ni el «delirio» que imaginan losfísicos cuando tienen este nombre en la cabeza, sino más bien lo queDescartes, en cierto sentido, entendía ya por «metafísica», una cienciade los principios del conocimiento humano. La física requiere, pues,para Kant a la vez un análisis de las leyes del entendimiento quehagan posible el concepto de naturaleza en general —«sinentendimiento no habría en ninguna parte naturaleza»— y unaexplicación de sus principios propios. En todo el kantismo, el vínculoentre la filosofía y las ciencias de la naturaleza está comprendido enese modo de explicitación fundamentada vía la construcción de unateoría del conocimiento. Pero si la exigencia de hacer remontar losresultados obtenidos a sus condiciones de posibilidad en unaconfiguración específica del entendimiento humano acompaña eldesarrollo de las ciencias hasta el comienzo del siglo con pocasexcepciones, se hace también cada vez más problemática en surealización. Descompuesta en cada una de sus partes, confrontada encada una de sus dificultades —por ejemplo, la del status de la lógicatrascendental o la del agotamiento en la explicación de principios, sedesintegra progresivamente, lo que explica la autonomía creciente de lafilosofía de las ciencias al final del siglo XIX. La exigencia de explicitarpersiste intacta, pero el vínculo con una teoría del conocimiento llegaa ser oscuro. La formación de la mecánica cuántica impulsa estaevolución a sus límites, paralelamente a las críticas procedentes de lafilosofía o de la lógica, y el resultado es un conjunto de cuestiones nuevasligadas a la desaparición de la noción kantiana de objetividad, de laque se está lejos de haber comprendido el sentido. Una de estascuestiones es la de la «puesta a la misma altura» de la física, de lasmatemáticas, del arte y del lenguaje en una concepción generalizadadel conocimiento simbólico. Otra es la del proyecto mismo de unafundamentación en una teoría del conocimiento asociada a un sujeto detipo kantiano: pero, ¿cómo pensar un sujeto «sin objeto» (en el sentidotradicional del término)? La perspicacia con la que Heidegger habíavisto que «el objeto desaparece» en la física contemporánea y que «Bohry Heisenberg piensan como filósofos» no le había impedido considerarque esta física permanecía sujeta en una modernidad de la que eranecesario salir (1 • Si se rechaza esta conclusión, el problema se conviertetambién en el de reconstruir un concepto coherente de sujeto, sin elconcepto de verdad como adecuación e incluso sin duda sin el vinculoprivilegiado con el conocimiento científico en el que ha aparecido en el sigloXVII.Como escribe Putnam, «nuestra situación histórica es tener quefilosofar sin fundamentos ni trascendentales, ni platónicos, ni logicistas.(Traducción de Juan Antonio Valor Yébenes.)

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