EN PORTADA / EntrevistaViene de la página anterioresboza ahora, pero dos semanas despuéslo precisará por Internet fundiendo estetiempo presente con el futuro: “Hubo unmomento en que yo quise dejarde ser colombiano y volvermeitaliano. Dejé inclusode hablar en español. La nacionalidadtambién es unaficción, un disfraz: algo queuno se pone, como la ropa.Tal vez la única nacionalidadauténtica es la lengua, comopensaba Canetti: uno es loque habla. Y yo hablo unavariedad del castellano quees el antioqueño: una especiede español antiguo quese habla en las montañascentrales y aisladas de Colombia.Pero no soy un nacionalista;en realidad no soy nada,o no sé qué soy. Uno tieneque inventarse cada añolo que quiere ser. La identidad—esa palabra tan antipática—también es una ficción,no es una realidad, esuna cosa que uno se inventay se pone, como un sombrero”.Pide otro oporto en mediode tintineos y el ruido dela máquina registradora poralguien que ha pedido lacuenta. Le llama la atenciónque la entrevista haya derivadoen el tema del relato delos ex futuros, “el que a menospersonas le ha interesado”.Pero cuya idea del tiempoy el espacio, y concepcionesde realidad y ficción, seentrecruzan en las tres piezasde Traiciones de la memoria.Incluso la última frasedel tercer relato conecta ycomplementa al segundo aldesmontar de un plumazo larealidad contada hasta ese instante difuminandolo real con lo ficticio y lo imaginado.Mientras el primero es una gran crónicaperiodística y literaria que se convierteen sí misma en un cuento policiaco dondeel hijo quiere saber por qué su padre llevabael <strong>día</strong> de su asesinato un poema deBorges que empieza diciendo: “Ya somosel olvido que seremos”, y que todos creíanapócrifo, pero que tras un largo periplogeográfico y filológico encuentra su paternidady lo confirma como auténtico juntoa otros cuatro en una historia sembradade pistas, azares y persistencia y que alfinal parece más un farol del determinismo.El libro alterna muchas imágenes delas pruebas y pistas que Abad Faciolinceva encontrando y que invitan a diversificarDibujo de Borges, hecho por Guillermo Roux, incluido por Abad en Traiciones de la memoria.“Cada vez me interesa másla realidad y menos laficción, pero cada vez meparece que todo es ficción”la lectura, sobre todo porque en Colombiahubo un gran debate sobre la autoría delpoema de Borges, puesto como epitafio enla tumba del doctor Héctor Abad Gómez.La pesquisa sirve para que el hijo plantecara a la justicia colombiana ante laimpunidad del asesinato, al encontrar unaverdad literaria.El fotógrafo se acerca a la mesa. Es señalde que fuera ha escampado. El escritorse levanta de la silla y a medida que avanzahacia la puerta su imagen se aleja en elespejo a su espalda. Sale con Jordi Socías ala calle y hace todo lo que él le dice paralas fotos. Pasan delante de la estatua dePessoa, suben por la rúa de Garrett y cruzanla António Maria Cardoso,en cuya esquina acaba deinstalarse un puesto de castañasdelante de un edificiodonde el fotógrafo quiere hacerleunas pruebas. A los pocosminutos vuelven a bajarpor la rúa de Garrett y el peloacaracolado del escritor estámás alborotado que nuncaal haberle cabestreado a Socíassus peticiones, cuyasimágenes al final han ilustradoesta entrevista.Su aspecto de científico locoes el de un buen momento.Ya era hora. Tras una adolescenciadonde el dolor y lamuerte se hizo presente conuna hermana y empezó sinterminar varias carreras comomedicina, filosofía y periodismo.Luego, en la universidad,un artículo contrael Papa hizo que lo expulsaran,y que al final terminara,precisamente, en Italia, dondese graduó en LiteraturasModernas. Al regresar a Colombiaen 1987, en agostolos paramilitares asesinarona su padre, y el <strong>día</strong> de Navidadestaba volando de nuevoa Italia por amenazas.Después llegarían su esposae hijos, y un periodo de incertidumbrey penurias (narradoen parte en el segundorelato). A comienzos de losnoventa empezó a escribiruna columna dominical eldiario bogotano El Espectador,y publicó algunos libroshasta que en 2000 ganó enEspaña, con Basura, el I PremioCasa América de Narrativa Innovadora.Un año después firmaría aquella cartade protesta por la exigencia de visado a loscolombianos con la promesa de no volverhasta que eso cambie. En 2006, casi 20años después del asesinato de su padre, sesintió con fuerzas para escribir sobre aquello,lo que le ha valido el reconocimientode público y crítica. Ahora es miembro delconsejo editorial de El Espectador, conuna columna de opinión muy leída.De vuelta en A Brasileira, la conversaciónva hacia su vida entre la realidad realdel periodismo y la ficción literaria. Es lapenúltima pregunta. Se entusiasma e improvisa,pero luego la matizará en un correoelectrónico: “Yo creo que vivo siempreen la realidad; y al mismo tiempo, comolo que percibe y filtra la realidad es micerebro, creo que vivo siempre en la ficción.Nunca sé muy bien si algo que viví loviví realmente o si mi cerebro se está inventandoun recuerdo. Cuando uno se dacuenta de las deformaciones que hace permanentementela memoria, cuando unove los sesgos con que la ideología nos hacepercibir la realidad, a veces me da la impresiónde que todos vivimos en un mundoficticio. La ideología es como una lente decolor rosa o de color negro y todo dependedel cristal con que se mire. Dos periodistasasisten a una misma batalla y parece quenos hablaran de dos batallas distintascuando la cuentan: un periodista cubanoy un periodista español nos hablan de unahuelga de hambre en La Habana, y pareceque hablaran de dos cosas distintas. Yocomo escritor trato de ponerme dentro dela cabeza del hombre que hace la huelgade hambre, y aparece otra historia más,diferente. ¿Cuál de las tres es la historiareal? Y si la historia es contada por el mismoprotagonista, y él se ve a sí mismocomo un mártir o un héroe, también hacede su misma huelga una leyenda. Cadavez me interesa más la realidad y menos laficción, pero cada vez me parece más quetodo, todo, es ficción”.…La máquina registradora suena ahorapor la mesa del rincón. Un par de minutosdespués, el barullo y el olor a café de ABrasileira quedan atrás y son reemplazadospor el ruido de la calle y el olor acastañas asadas. Ya en la esquina de lahumareda, antes del adiós, el escritor colombianole pregunta al fotógrafo si suapellido es con ese o con ce: “Con ce”,responde. “Ya, pero viene de sosias, es decir,de algo doble o que se parece mucho,está en el Anfitrión, de Plauto, cuando Mercuriose hace pasar por Sosias el criado delgeneral Anfitrión”. Son casi las cinco y media,y la tarde va a terminar como empezó,el mismo cielo pálido y el mismo tema detres horas antes cuando Héctor Abad Faciolincese despida, saliendo del humo olorosoa recuerdos, contestando la últimapregunta: ¿Cuándo vuelve a España? Y seautorretratará y resumirá en 17 palabras:“Soy un exiliado español. La próxima veznos veremos en la frontera o allí dondemurió Machado, en Collioure…”, para perderseandando por la rúa de Garrett arribaen busca de una de sus pasiones, libreríasde viejo. Traiciones de la memoria. Héctor Abad Faciolince.Alfaguara. Madrid, 2010. <strong>27</strong>2 páginas. 19,50 euros. Elamanecer de un marido. Héctor Abad Faciolince.Seix Barral. Barcelona, 2010. 232 páginas. 18 euros.+ .com Extracto de ‘Un poema en el bolsillo’,del libro Traiciones de la memoria.“Vivimos en una lucha desigual contra la mentira”COLOMBIA, violencia, verdad, Uribe, impunidad, verdad,justicia, dolor, amor. Colombia. Son temas que salpicanla entrevista con Héctor Abad Faciolince y cuya respuestadefinitiva llega a través del ciberespacio.PREGUNTA. La investigación del origen del poemaes una forma de plantar cara a la justicia colombiana ysu impunidad ante el asesinato de su padre. Si ellos nofueron capaces de investigar, usted, desde la creación,sí halló una verdad a pesar de los miles de obstáculosnarrados en Traiciones de la memoria.RESPUESTA. Los seres humanos vivimos en una luchadesigual contra la mentira, la ignorancia, la irrealidad.Los científicos tratan de arrebatarle terreno a laoscuridad; los poetas tratan de entender; los detectivestratan de hallar indicios para saber quién mató o conquién puso cuernos la esposa o el marido. La justiciadebería hallar y castigar a los asesinos. Los filólogosintentan saber quién fue el autor del Lazarillo de Tormes.Puede que en últimas no importe saber quién es elasesino o el cornudo, ni quién es el autor de una novelao de un poema, o si una vacuna contra el sida sirve ono… Yo participo de ese prejuicio humano muy difundido:las ganas de averiguar y de saber: quiero saber conquién me traicionó mi mujer; quiero saber quién dio laorden para matar a mi padre; quiero saber si el queescribió un soneto fue Borges o no. Si la justicia colombianafue incapaz de encontrar y castigar a los asesinos,al menos yo creo haber hecho bien mi pesquisafilológica: yo sí sé quién escribió ese poema que parecíaanónimo, o apócrifo, o inventado, o paródico. Creo haberdemostrado su autenticidad. Puede que no sea importante,pero a los humanos, en general, esas cosas nosimportan.P. ¿Hacia dónde cree que va Colombia?R. Hay algo fabuloso y al fin nuevo: no vamos haciaotro gobierno de Álvaro Uribe. Hace ocho años vivimoscomo hipnotizados por su mismo discurso, que es otraficción: un espíritu de guerra y de cruzada, en un paísasediado por los malos, por los bárbaros, por los guerrilleros.En realidad, las FARC están tan aisladas y desprestigiadascomo ETA, pero Uribe nos metió en laficción de que están a punto de conquistarnos, que sonun dragón cuya cabeza tenemos que cortar. Los caudillosnecesitan siempre, para poder gastarse una buenatajada del presupuesto en armas, inventar la ficción deun dragón que escupe fuego. Y los ciudadanos nostragamos esa ficción como si fuera realidad. Si unohabla de cosas normales, como escuelas, agua potable,carreteras, nada parece serio ni real. Lo único serio yreal es el dragón.P. El amor y el desamor son temas que ha abordadoen anteriores novelas, como Fragmentos de amor furtivo,y ahora en El amanecer de un marido.R. El tema ineludible de las novelas del siglo XIX yprincipios del siglo XX fue el adulterio. El adulterio era laamenaza más grave a una institución sólida y en esemomento ineludible, el matrimonio. Ese gran tema delmundo de ayer no puede ser abordado de la mismamanera en el mundo de hoy porque el matrimonio esuna institución mucho más precaria e inestable. En eltranscurso de una vida, lo más frecuente ahora es que notengamos una relación, o un solo matrimonio, sino varios.Lo nuevo es la complejidad de los sentimientoscuando, por las libertades contemporáneas, obedecemoscon más facilidad al deseo de cambiar. Esto crea nuevastensiones, nuevos dolores, amaneceres trágicos. Ésta esla temperatura temática de los distintos cuentos de Elamanecer de un marido. Un hombre o una mujer descubrenun <strong>día</strong>, al acostarse o al levantarse, que ya no deseano que ya no aman a la persona con la que durmieron ocon la que van a dormir. Sentir eso no es fácil; y sentirque el otro siente eso es incluso menos fácil. W. M. S. 6 EL PAÍS BABELIA <strong>27</strong>.03.10
IDA Y VUELTAMujer reclinada sobre piel de leopardo (19<strong>27</strong>), de Otto Dix (1891-1969), en la exposición de la Neue Galerie de Nueva York.Los malos sueños de Otto DixPor Antonio Muñoz MolinaQUÉ RARO CAER en la cuenta de queOtto Dix vivió hasta 1969; que fuecontemporáneo nuestro, aproximadamentedel mismo mundo que nosotroshabitamos. Porque para nosotros élpertenece a otra época que imaginamostranquilizadoramente confinada a los museosy a los libros de historia, la Alemania deWeimar, las trincheras de la I Guerra Mundial,los augurios del nazismo. Ni siquierapodemos recordar obras suyas que no pertenezcana aquel tiempo, como nos sucedecon George Grosz, otro supervivienteimprobable, aunque murió veinte años antesque Dix. Grosz, Dix, Christian Schad,Max Beckman, tuvieron vidas mucho máslargas que sus carreras de pintores. Maduraroncomo artistas todavía jóvenes enuna época que desató al máximo el talentode cada uno de ellos, y se entregaron aretratarla con una determinación tal defidelidad a lo real que ahora nosotros nosabemos imaginarla sino a través de susmiradas. Pero a la vez parece que se hubieranquedado atrapados en ella, prisionerosde la fantasmagoría que ellos mismoshabían contribuido a inventar, de modoque cuando la República de Weimar terminócon el triunfo de Hitler en 1933 lospintores perdieron la inspiración al mismotiempo que la libertad. En 1920, en1930, Otto Dix es un cronista de lo queestá sucediendo delante de sus ojos y ensus pesadillas. En 1939 pinta un San Cristóballlevando sobre el hombro a un niñoJesús, con una estética como de estampareligiosa mediocre del siglo XIX. Qué raroque no intentara irse de Alemania, queaceptara el destierro interior, la pérdida desu puesto de profesor, la casi imposibilidadde pintar. Algunas de sus obras losnazis las quemaron en público.Otto Dix es un misterio. Sus grabadossobre la guerra aspiran a medirse con los deGoya en la representación del horror, peroél se había alistado fervorosamente en elejército en 1914, y en sus fotos de uniformetiene un aspecto de plena convicción militar,incluso un punto de dandismo. Se pasócasi toda la guerra en el frente, al mando deun pelotón de ametralladoras, y fue condecoradocon la Cruz de Hierro. Decía quenecesitaba siempre experimentar las cosaslo más cerca que pudiera y que por eso eligióser destinado a la línea de fuego. Y ensus grabados, tan llenos de espanto, tambiénse nota a veces una complacencia macabra,el humor de patíbulo de quienes sehan habituado no ya a la cercanía abstractade la muerte, sino al espectáculo obscenode la mutilación y de los cuerpos despedazados,de los cadáveres que se pudren <strong>día</strong> tras<strong>día</strong> en el barro o ensartados en una marañade alambre espinoso, de los gusanos y lasratas.Goya nunca fue tan lejos. Pero es queGoya, en el tiempo de la guerra española dela independencia, era un hombre ya viejoque no pudo ver con sus propios ojos muchasde las escenas que representó en losDesastres. En los Fusilamientos, en algunosgrabados, Goya intuyó las posibilidades dedestrucción de la tecnología moderna—esos fusiles de último modelo que apuntanlos soldados franceses—, y también lavulnerabilidad de lo que tardaría mucho enllamarse las poblaciones civiles. Sólo un siglomás tarde, la guerra de Otto Dix era eltriunfo apocalíptico del desarrollo industrialpuesto al servicio de la matanza. En sus grabadoslos cadáveres forman llanuras que sepierden en el horizonte, laderas por las quese despeñan y en las que se hunden losbatallones de los soldados vivos. Una patrullaavanza con caretas como de calaverasmedievales que son máscaras de gas. Unpaisaje de cráteres que se perfilan en la negruraparece la superficie de la Luna y es latierra de nadie horadada por los impactosde las bombas. Un centinela recostado contrauna pared lleva puesto el casco y sostieneel fusil pero es ya el esqueleto de alguienque murió instantáneamente y sin moversecuando lo alcanzó el disparo de un francotirador.Un soldado come avariciosamente inclinándosecomo un animal feliz sobre elcazo del rancho y junto a él hay un cadáveren descomposición. En la cama de un hospitalla mitad de la cara de un herido es un ojoque mira con serenidad o estupor y unamejilla joven sin mucha barba todavía y laotra mitad es un amasijo atravesado por costuronesde bárbara cirugía. Una mujer conun niño en brazos huye por una calle llenade cadáveres sobre la que se aproxima unaeroplano y su figura es al mismo tiempo unrecuerdo literal de Goya y una premoniciónde la mujer con el niño muerto en brazosque vuelve los ojos hacia el cielo de pizarra yde metralla del Guernica. Los soldados fuerade servicio se emborrachan hasta caerse yvomitan en el suelo de la cantina, o biendeambulan como sonámbulos hacia las callesen las que rondan las prostitutas, quetambién tienen algo de máscaras y vaticiniosde la muerte.Hay que cruzar un cortinaje negro paraentrar en la sala de la Neue Galerie de NuevaYork en la que se muestra la serie completade los grabados de la guerra de Otto Dix.La luz atenuada para proteger el papel contribuyea la sensación de agobio. Es casicomo entrar a una barraca antigua de feriabuscando la emoción barata de esqueletos,fantasmas y vampiros crudamente pintados.Pero en este caso lo que agrava la obscenidades la solvencia exquisita con que serepresenta lo que uno hubiera preferido nover. Justo a la entrada, antes de la monotoníaen blanco y negro de los grabados, hayunas cuantas acuarelas ejecutadas con exactodetallismo: un hombre con la cara atravesadapor una cicatriz diagonal tan profundaque parece una carcajada monstruosa; unosintestinos humanos derramados; un cerebro.El nihilismo en el arte o en la literaturase me vuelve siempre sospechoso cuandoestá acompañado por una suprema maestríatécnica, expresado por ella. Después deuna hora entre los grabados y las pinturasde Otto Dix empiezo a sentir un desagradosemejante al que me provoca la prosa deCéline, que aspira a contar un grado de exasperaciónsemejante. Demasiado resplandorde estilo para tan poca compasión. En suscuadros de los veinte, junto a prostitutasgrotescas y mujeres asesinadas y veteranossin brazos o sin piernas que piden limosna,Otto Dix se retrata a sí mismo con la lejaníarígida de un maniquí, tan erguido como ensus fotos de oficial, como si fuera un inspectorescrupuloso pero indiferente de la miseriahumana. Contaba que después de la guerratenía siempre la misma pesadilla: que searrastraba como un topo cavando túnelesbajo las ruinas y sentía que le faltaba el airey no encontraba la salida. Qué raro pensarque hasta no hace muchos años aún quedabanhombres que seguían soñando con lastrincheras de la I Guerra Mundial. PorqueOtto Dix los dibujó los espectros de entoncesno se han borrado del mundo. Lo queno se nos permitirá ver nunca desde tancerca son los desastres de las guerras deahora. Otto Dix. Neue Galerie. Nueva York. Hasta el 30de agosto. www.neuegalerie.org/EL PAÍS BABELIA <strong>27</strong>.03.10 7