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Texto original en formato pdf - La Hoja del Titiritero

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<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra tumbado <strong>en</strong> una hamaca. Ni se levanta. Con actitud de capataz responde que la estela se<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra d<strong>en</strong>tro de la finca, y que no se puede <strong>en</strong>trar, que están <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a zafra, que no se puede, ¡qu<strong>en</strong>o! Que ahí está el museo, pero que no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el <strong>en</strong>cargado, por lo que está cerrado, que no sabecuando volverá, que quizás <strong>en</strong> una hora... <strong>en</strong> fin, que no nos quería allí.Con una sobredosis de rabia y de tristeza volvimos al carro y salimos de allí a toda la velocidad que nospermite el empedrado. Cegados por la rabia decidimos tomar el camino a casa. Pero al poco de pasar eling<strong>en</strong>io Pantaleón, ya bajo el furioso sol de mediodía, varados <strong>en</strong> un atasco, me invade la tristeza yv<strong>en</strong>ce a la ira. Conv<strong>en</strong>zo a Rodolfo para que demos la vuelta e int<strong>en</strong>temos de nuevo.Volvemos a la <strong>en</strong>trada de la finca. Nos ati<strong>en</strong>de el <strong>en</strong>cargado <strong>del</strong> “museo”. Dice que si estamosinteresados <strong>en</strong> ver la estela ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una réplica, y que la <strong>en</strong>trada cuesta 25 quetzales. Me palpita elcorazón. ¿Como son capaces de pedir dinero por <strong>en</strong>trar a un almacén donde apilan las piezas que sinningún cuidado han ido sacando de su contexto para poder seguir cultivando? ¡Además se las dan defilántropos desinteresados, cuando queman y rastrillan todos los años importándoles muy poco los dañosque puedan sufrir los vestigios! Salgo <strong>del</strong> carro con la cámara de fotos colgada <strong>del</strong> cuello. Rodolfo ledice que v<strong>en</strong>go desde España a ver esa estela, que estoy muy interesada, que qué p<strong>en</strong>a después de tanlargo viaje.De una u otra forma, el malinchismo siempre funciona <strong>en</strong> estos casos. El <strong>en</strong>cargado hace una mueca, ynos cu<strong>en</strong>ta que no es fácil llegar a la estela. Que t<strong>en</strong>emos que tomar rumbo al norte y cruzar Santa Lucíahasta llegar al conv<strong>en</strong>to. Que allí t<strong>en</strong>dremos que dejar el vehículo y que t<strong>en</strong>dremos que caminar un parde kilómetros por un camino de tierra que se ad<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> la finca, y que después t<strong>en</strong>dremos que alejarnos<strong>del</strong> camino y caminar otro rato hasta llegar a la piedra.Hemos visto los mapas arqueológicos y el área urbana de Cotzumalguapa casi llega hasta la estela. O lasproporciones de los mapas son herradas, o el señor está exagerando las distancias. Otro que int<strong>en</strong>tadesanimarnos.Nos mira con desconcierto cuando le decimos que gracias, que vamos a ver si la <strong>en</strong>contramos.Nos ad<strong>en</strong>tramos <strong>en</strong> el área urbana. Es una ciudad que está registrando un crecimi<strong>en</strong>to espectacular <strong>en</strong> lasúltimas décadas y que am<strong>en</strong>aza con completar la destrucción de la zona arqueológica. De hecho, partede la gran acrópolis de El Baúl ya se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra bajo una colonia habitacional de reci<strong>en</strong>te construcción.En unos diez minutos cruzamos la ciudad y nos topamos con las tierras de la finca. Ya cortaron la caña,parece que vamos a t<strong>en</strong>er suerte, que no va a ser tan difícil dar con la estela. En el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el quellegamos al final <strong>del</strong> camino asfaltado, <strong>en</strong> un recodo, vemos a medio c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ar de braceros <strong>en</strong>negrecidospor el hollín, que se dispon<strong>en</strong> a ad<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> la finca. Les preguntamos si sab<strong>en</strong> de la piedra. Nadie sab<strong>en</strong>ada, la mayoría llega <strong>del</strong> interior <strong>del</strong> país a trabajar <strong>en</strong> la temporada de zafra. Sus ojos resaltan vivaces<strong>en</strong>tre el hollín y el sudor.

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