lados como en Méjico, o individuos tanandrajosos como algunos que se ven porallá. En Londres, mucho peor.¿Qué se saca en limpio con ocultar esaslacras, si realmente existen?AEn Cuba el tinglado es diferente.Allí no se trata de complejos ni mal entendidopatriotismo, sino de franca sinvergüencería.Riverón, el dibujante que ilustra estaspáginas, está casado con una americana deKansas. Riverón es cubano, y, cuandoquiere tomarse un café con leche y pan conmantequilla, todo se reduce a pagar cincocentavos; pero cuando su señora, que nohabla español, sale sola y hace la mismaoperación, el dependiente le muestra unalista especial en inglés que trae en el bolsilloy le cobra quince centavos, y, por añadidura,no le tuesta el pan a menos que leafloje otros cinco centavos.AAdemás de la entrada y la salida hayalgo más que no le gusta a ningún forasteroen Méjico. Casi no me atrevo a decirlo.Es el café. Los mejicanos están convencidosde que el café que se hace en Méjicoes el mejor del mundo, y tal vez tenganrazón; pero la verdad es que no agrada alos extranjeros.A AEL Dr. Grau San Martín, expresidente de Cuba, es un señor alto, enjuto,medio calvo y muy sonriente. Habla depolítica en el tono que usan los médicos ala cabecera de un enfermo en vísperas deestirar la pata.El General Abelardo Rodríguez, presidentede Méjico, es joven (treintisieteaños), fuerte, bien parecido, de medianaestatura, más calvo que Grau San Martíny, por lo que pude deducir, bastante taciturno.En el grupo en que estaba, todoshablaban menos él.No vi al Coronel Mendieta, ni tampocoal Coronel Batista; pero, en cambio, me tropecécon el ejército cubano hasta en la sopa.No hay forma de dar un paso en la Habanasin encontrarse con un soldado, o con dossoldados, o con tres policías, y casi todosusan patillas y parecen hermanos del difuntoRodolfo Valentino.ATRAJE de Veracruz cuatro pinascolosales. La más pequeña pesaba arribade diez y ocho libras, e hicieron sensaciónen la Habana al colocarlas sobre unatarima en el muelle juntas con el equipaje.Varios aduaneros se pusieron muy serios encuanto les echaron la vista encima, y luegoobservé que cambiaban impresiones agrupadosen un rincón. Al poco, y como movidospor el mismo resorte, me comunicaron encoro que las piñas de Veracruz tenían unaenfermedad contagiosa muy traicionera, yque no había forma de sacarlas de laAduana "sin elevar un recurso al Supremoy obtener un decreto presidencial".Allí se quedaron, y nunca pude averiguarqué suerte o qué estómago les deparó eldestino.AMÉJICO está mejor que laúltima vez que pasé por allí hace año ymedio—y entonces ya era evidente la prosperidad.En la Capital se abren nuevasavenidas y se levantan nuevos edificios portodas partes, señal de bonanza que nuncafalla.Al cabo de veinte años de peripecias quedóterminado el Teatro Nacional—joya arquitectónicade mármol que ocupa una manzanaentera.Están llenos los cines, los estadios deboxeo, el frontón, la plaza de toros, y hastahay público para los teatros que ponen revistasy zarzuelas, a pesar de que las compañías,exceptuando la de las hermanasBlanch, son algo peculiar.(A propósito: para evitarse la competencia,a los cómicos se les ha ocurrido el proyectoluminoso de pedir al gobierno que cierretodos los cines a las siete de la noche.)La producción nacional de películas encastellano también debe ir viento en popa.Tal era le entusiasmo de José Bohr el díaque le vi, que, confidencialmente, me dijoque no se marchaba de Méjico ni a tiros.Y a un director amigo mío de hace muchosaños le costó trabajo reconocerme. "Ah,sí. . . . Tengo una vaga idea. . . . Ustedes Hermida, ¿ no es verdad ? ... ¿ Qué tal. . qué tal los muchachos en NuevaYork?", me decía a través de unas gafasadornadas con un cordoncito negro. Sonlos efectos del éxito y la fama, que a vecesabruman al más pintado. El hombre sepaseaba por la Avenida de Madero vestidocon polainas, pantalón bombacho de montara caballo, fusta, chaleco y chaqueta de loscomunes y corrientes de andar por casa, yun sombrero como el que usan los inglesescuando van a la India, o a visitar la tumbade Tutankamen en Egipto. Luego me enteréde que ese era el uniforme del directorde películas en Méjico.ATAMBIÉN en Cuba la situaciónha mejorado de año y medio a estaparte, a pesar de lo que opinan muchoscubanos.Las aceras están repletas de gente y lascalles llenas de automóviles, al contrario delo que se notaba en las postrimerías del gobiernode Machado.Se amontona el público en los cafés, enlas fondas, en los parques y en casi todaslas tiendas. En una de ellas observé quelos empleados trataban de atender a dos otres personas a la vez.No sé cómo andará el teatro político.Cometí la imprudencia de preguntar a variosamigos y en seguida empezaron a lloveropiniones, que es el artículo que más abundaen Cuba—más todavía que el azúcar, lossoldados y la policía.Por el reloj, cada cubano puede dar enun cuarto de hora por lo menos quince opinionesdistintas y a cual más contradictoria.Una noche, a eso de las ocho, empezarona oirse toques de sirena, cañonazos, explosionesde cohetes y voladores.AAyuntamiento de Madrid
—¿Qué pasa?—interrogué al camarero.—Es la desgraciada Enmienda "Pía",que la han abolido.La Habana estuvo de fiesta hasta las tresde la mañana del día siguiente.Mr. Platt, senador por el Estado de NuevaYork, cacique y medio padrino políticodel otro Roosevelt, y uno de los representantesde Wall Street en Washingtonal terminar la guerra hispano-americana,pasó a mejor vida hace ya cerca de treintaaños—cuando mandaban los de arriba, obedecíanlos de abajo, y se gobernaba conmenos problemas.AAE NTRE la Habana y Veracruzel barco hace escala en Progreso, el puertode Mérida de Yucatán.Allí subieron a bordo dos americanitasmuy simpáticas, una de ellas con monóculoy bastón.Mérida es hoy la ciudad favorita de losyanquis que desean divorciarse de prisa ysin muchas complicaciones, y las dos jóvenesaludidas, según se supo después, acababande levar el ancla y abandonar oficialmente asus respectivos maridos.AADURANTE las seis semanasque anduve de viaje, el momento más emocionantefue cuando nuestro automóvil seenfrentó con la primera curva en la carreteraentre Méjico y Puebla. ¡Ave MaríaPurísima! ¡San Antonio Bendito! ¡Virgende la Caridad del Cobre! ¡NuestraSeñora de Guadalupe! No hice más quever aquello y se me pusieron los pelos depunta y tuve que cerrar los ojos. En seguidacomencé a invocar a todos los santosque recordaba, especialmente los de origenmejicano o cubano que, por ser de los contornos,es de presumir que tuvieran mayorinfluencia en la localidad. En mi vida supuse,en mi vida pude imaginarme que hubieraalguien a quien se le ocurriera construirsemejante camino—y mucho menosque existiera gente en su sano juicio capazde lanzarse por allí, no digo en automóvil,ni siquiera a lomo de burro.Sólo el recuerdo me hace sudar frío.Figúrese el lector que la carretera esangosta (escasamente caben en ella un parde máquinas) y de un lado está el monte ydel otro . . . del otro no hay nada. Elvacío. La eternidad. Unos despeñaderosAir. Jones, en Veracruz, ya listo para divertirse después de haber olvidadoel mal rato en la Aduana. {El "mal rato" duró cerca de tres horas.)rasos donde allá al fondo, a unos mil metrosde profundidad, andaba yo buscando con lavista los restos de algún otro coche.En los Estados Unidos no hay nada quese le parezca—ni las montañas rusas deConey Island.El trayecto entre Méjico y Puebla—ciudadsoñolienta trazada en líneas rectas porun fraile de la época colonial—es de másde cien kilómetros, y tiene más curvas queMae West.Por allí van los automóviles y camionesa <strong>gran</strong> velocidad, con lluvia, por la noche,a todas horas, y lo que más sorprende esque los pocos accidentes que se han registradose desarrollaron casi siempre en elllano, en la parte más ancha, plana y lisade la carretera, donde no se ve un obstáculo,todo es tranquilidad, y cuesta trabajo imaginarseel peligro. Jorge Hermida.CINE-MUNDIALRevista Mensual IlustradaDirector: F. García OrtegaJefe de Redacción: Francisco J. ArizaGerente de Anuncios: William J. ReillyEn ArgentinaEn BrasilEn ColombiaEn EspañaEn MéjicoEn PerúEn VenezuelaEsto revista circula en todo el mundo, a los siguientesSubscripciónm/n 5.00Reís 255000Pesos $2.00Ptas. 15.00Plata 5.00Soles 6.00Dólares $1.50DólareB $1.50Dólares $1.50Dólares $2.00^En los demás países suramericanos. .En los Estados Unidos y Filipinas. . .En Canadá y en el resto del mundo.precios:Númerom/nReisPesoPtas.PlataSolesDólaresDólaresDólaresDólaressuelto0.502$5000.201.7S0.500.60$0.150.15$0.15$0.20Vol. XIX AGOSTO, 1934Núm. 8Oficina en Cuba, Zulueta, 32, HabanoDespacho en la Argentina: Lima 461, Buenos AiresEn Brasil: Theophilo Ottoni 113Oficina en la ciudad de Méjico: Madero No. 29En España: M. de Eiguren-BilbaoCINE-MUNDIAL, 516 Fifth Ave., New York, E. U. A.Oficina en Chicago: <strong>100</strong> No. LaSalle St.Ayuntamiento de Madrid