Фифи Лимоновsos, caminaba hacia donde estábamos y con una voz lánguida y hueca decía “buenas noches”. Creo incluso que interrumpíasus canciones por el “buenas noches”; digo, salía corriendo del escenario. Tenía una vista clara de la calle desde las grandesventanas. Yo solía estar muy borracho, y mis amigos recuerdan que a veces Adeev me acompañaba camino a casa, mellevaba hasta le entrada y me empujaba hasta las escaleras.Antes de Gena y la escena nocturna con la figura de Adeev inclinado en un saludo, antes, cuando estaba en la escuela,tenía un amigo carnicero, Sanya El Rojo, un tipo enorme de ascendencia alemana y piel rosada, por eso lo apodábamosEl Rojo. Tenía seis u ocho años más que yo. Yo aparecía en la carnicería a primera hora, iba a todas partes con él, incluso loacompañaba si salía con alguna chica, y más allá de eso teníamos una relación sólida – trabajábamos juntos. Robábamos.Yo jugaba el rol del joven poeta, usualmente en el salón de baile o en el parque, recitando poemas a chicas siempre asombradasy boquiabiertas, mientras Sanya el Rojo les robaba los relojes o saqueaba sus carteras con sus dedos rechonchos yaparentemente torpes, sin que nadie lo notara – era un verdadero artista en lo suyo. Todo estaba perfectamente pensado;nunca nos descubrieron. Como verán, mi arte avanzaba cabeza a cabeza con el crimen. Después íbamos a algún restorán ocomprábamos un par de botellas de vino, tomábamos de la botella en el parque o en algún zaguán y salíamos a caminar.Disfrutaba mucho de andar con él en la calle o en lugares populosos. Se vestía con ropa colorida, usaba anillos de oro – unoque tenía una calavera, recuerdo, me gustaba particularmente. Tenía el gusto de un gangster, tal como los pintan en laspelículas. En las tardes de verano, por ejemplo, le gustaba usar pantalón blanco, camisa negra y tiradores blancos; teníapredilección por los tiradores. Era un tipo enorme – con una panza que le fue creciendo con los años – que de ningunamanera se parecía a los ordinarios, y en esa época oscuros, habitantes de nuestra ciudad, que era el centro industrial deprovincia con el proletariado más numeroso de toda Ukrania.Sanya la ligó sin mí – fue preso por intentar violar a una mujer con la que ya había tenido sexo varias veces. En la cárceltrabajó en la cocina y… escribió poesía. Cuando salió alguien lo cortó profundo con un cuchillo. “¡Ni siquiera mi grasa meprotegió!”, se quejaba cuando lo visité en el hospital.Era bueno conmigo, me alentaba para que escribiera poesía y disfrutaba mucho de su lectura. Por pedido suyo, y durantevarios veranos consecutivos, leí ante un público asombrado en la playa de la ciudad algo que decía más o menos:Robarán a mi mujer de mi auto,Tirándola del cuello,Y yo miraréA esos hombres mientras la violanHombres de enormes cabezasViles, con cigarrillos,Rondarán como perros en celoEl fraude de tus caderasEs cómico y triste leer estas líneas, escritas por un chico de dieciséis, aunque debo confesar que tienen un desagradabletinte profético. El mundo arruinó mi amor, y los hombres de grandes cabezas (los hombres de negocio, los mercaderes) sonquienes se cogen ahora a ella, mi pequeña Elena…Yo sentía devoción por Sanya, en cuerpo y alma. Si él lo hubiera deseado, yo probablemente hubiera dormido con él. Peroevidentemente él no sabía que podía utilizarme de esa manera, o no tenía ganas o no era lo suficientemente sofisticado.La cultura de masas en Rusia no le sirvió esto en un plato como hace la cultura norteamericana. Así es mi historia. Amorpor hombres fuertes, confieso y lo veo ahora. Sanya El Rojo era tan fuerte que solía romper las barras en la cerca alrededordel pabellón de danza, las barras eran gruesas como el brazo de un hombre. Es verdad, él hacía eso cuando no tenía los 50kopecks para la entrada.Gena era alto, bien formado y se veía como un joven nazi. Ojos azules oscuros. Nunca conocí a un tipo más lindo.Mis amistades son inteligibles para mí ahora. Esos eran dos, los más memorables; hubo otros pero por muchos años viví enuna especie de niebla y sólo la tragedia abrió mis ojos y pude ver mi vida desde una nueva perspectiva.Página 22
Bueno, de alguna forma convencí a Kirill, que estaba escuchando con gran respeto, de que mi deseo era sincero. Él escuchade esa forma, mostrando interés como si fuera el asunto principal de su vida, las historias de sus compañeros, no solola mía. Pero es sólo un show. Él es un joven que promete mucho pero hace poco. En este caso, gracias a Dios. Yo sabíaque no estaba forzando la verdad para quedar bien, él realmente estaba viviendo en el departamento de un homosexualque estaba fuera de la ciudad. Lo visité ahí y vi las revistas especiales para hombres y todo el resto de las cosas. Qué seyo, quizás Kirill me iba a presentar. Yo estaba forzado a agarrarme a cualquier cosa, no tenía nada, era un extranjero eneste mundo. Desconocimiento del idioma, especialmente de la conversación, postramiento tras la tragedia, isolaciónprolongada de la sociedad – por todas estas razones yo estaba así de solo. Todo lo que hacía era vagabundear por NewYork a pie, a veces caminando 250 cuadras por día, vagabundeando por barrios peligrosos o seguros, sentado, acostado,fumando, tomando de una botella cubierta por una bolsa de papel, durmiendo en la calle. Pasaba dos o tres semanas sinhablar con nadie.El tiempo pasó. Lo llamé a Kirill una o dos veces y le pregunté cómo estaban las cosas, cuándo iba a cumplir su promesade presentarme a este tipo. El masculló algo incomprensible, justificándose e inventando excusas, obviamente. Yo habíadejado de hacerme ilusiones con eso cuando me llamó repentinamente y dijo en una voz teatral completamente antinatural“Escuchá, ¿te acordás de nuestra conversación? Estoy acá con un amigo, es francés, su nombre es Raymond, quiereconocerte. Date una vuelta, vamos a tomar algo y charlar – estamos al lado de tu hotel”Dije “Kirill, es ese amigo, el puto?”“Sí” dijo “pero no ese”Dije “Bueno, voy a estar ahí en una hora”“No tardes”No voy a mentir y decir que corrí ahí con la entrepierna incendiada. No. Vacilé y estaba de alguna forma asustado. Por unminuto o dos ni siquiera quise ir. Entonces pasé bastante tiempo pensando qué ponerme. Al final me vestí bastante extraño,jeans rotos y un blazer italiano también de jean; una camisa italiana amarilla, un chaleco, botas italianas multicolor,envolví mi cuello con una bufanda negra y salí nervioso – obviamente estaba nervioso. Vivir todos esos años con mujeresy luego intentar el cambio a los hombres. Ustedes también estarían nerviosos.Tomando en cuenta todo, él era un tipo agradable. El departamento “como un anticuario” tal como solíamos decir enRusia. En la pared, un Chagall dedicado; adornos; pinturas expuestas - tal como después me enteré - del anfitrión en untutu; fotografías y retratos de bailarines hombres y mujeres, incluyendo a Nureyev y Baryshnikov. Una vida de solteroelegante y bien regulada. Tres, quizás cuatro cuartos, con lindo olor, algo que siempre distingue los departamentos degente de la sociedad con respecto a los departamentos de familias de clase media. Estos departamentos de clase mediasiempre apestan a comida o humo de cigarrillos o algo húmedo. Soy muy sensible a los olores. Un buen perfume es unaalegría para mí, un hecho sobre el que mis compañeros de colegio solían reírse. Me gustó el departamento por su olor.Ahora nuestro anfitrión se levantó apresurado de la silla para saludarme. Cabello rojo medianamente largo; fuerte, nomuy alto; estilo artista; bien vestido incluso de entrecasa. En su cuello, una masa espesa de dijes y cadenitas. En susdedos, anillos de diamantes. No sabía qué edad tenía, parecía tener más de cincuenta. De hecho, debía tener más desesenta.Kirill y él conversaban amigablemente. La conversación empezó. Acerca de ésto, acerca de aquello o como escribió unavez Kuzmin “Ahora Heinrich Mann, ahora Thomas Mann y a tu bolsillo con esa mano” No realmente, ninguna mano en elbolsillo al momento, era todo muy apropiado, tres artistas conversando, un ex bailarín, un poeta y un aristócrata joven.La conversación fue interrumpida por la propuesta de vodka frío, caviar y pepinos. Nuestro anfitrión fue a la cocina llevandoa Kirill. “Lo voy a usar para cortar los pepinos” No me dejó ayudar “Vos sos un invitado”Dios mío, un santo el tipo. La última vez que yo había comido caviar debía haber sido en Viena – había traído varias latasde Rusia. Elena estaba conmigo...Qué bueno que el tipo no se me tiró encima... pensé. Tras algo de vodka me iba a sentir más atrevido y mientras durara elefecto, iba a tomar confianza.Espectacular el vodka y el caviar. Estaba tan afuera de los hábitos de mi vida normal que todo me parecía un sueño maravilloso.Tomamos en vasos elegantes de cristal con borde de plata, no vasos plásticos, y aunque sólo estábamos comiendouna entrada, un plato exquisito yacía frente a nosotros. Este lugar era tan espacioso comparado con mi habitacióntipo celda que podía pararme, caminar, examinar cosas. El pan estaba diseminado con manteca de verdad, encima elcaviar de verdad, el vodka estaba helado y los pepinos cortados en tiras, noté, mirando la mesa otra vez.Él todavía no se me había tirado encima. De una manera pacífica y comprensiva, preguntó sobre la relación con mi esposapero no para reabrir mis heridas sino por saber. Él dijo que había tenido una mujer antes de entender que las mujereseran tan desagradables. Ella había viajado a México hacía mucho tiempo con un policía, o un bombero, no recuerdoexactamente; ella era muy rica y había tenido dos hijos con él. Uno de ellos había muerto trágicamente.Cuando terminamos la botella, y lo hicimos bastante rápido – todos éramos experimentados, hombres que beben constantemente,cada día y mucho – él se incorporó, fue al baño y empezó a prepararse para el ballet.Se puso ropas elegantes, una chaqueta de terciopelo negra de Yves Saint Laurent con un pañuelo distinguido en el bolsillo.Cuando salió, preguntó si nos gustaban sus ropas, y estuvo muy complacido al recibir una respuesta afirmativa mía yun “Raymond, estás encantador” de Kirill.Фифи ЛимоновPágina 23
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