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SoyYoEddie-EdwardLimonov

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Фифи ЛимоновEl hotel Winslow y sus habituésSi pasan la esquina donde Madison Avenue intersecta la calle 55, entre la una y las tres de la tarde, tómense la molestiade levantar la vista y mirar las ventanas sucias del Hotel Winslow. Ahí al tope, piso dieciséis, al medio de los tresbalcones, me siento semidesnudo. Comúnmente estoy comiendo shchi y al mismo tiempo bronceándome. Me gustael sol. Shchi, o sopa de sauerkraut, es mi plato usual; como olla tras olla, día tras día y no como casi ninguna otra cosa.La cuchara que uso para comer el shchi es de madera y fue traída de Rusia. Está decorada con flores, apliques de oro ydibujos negros.Los edificios de oficinas alrededor miran impertinentes con sus paredes de vidrio polarizado, con los miles de ojos delos oficinistas, secretarias y gerentes. Un hombre a veces desnudo, otras enteramente desnudo comiendo shchi de unolla. Ellos no saben que es shchi, sin embargo. Lo que ellos ven es que cada día, ahí en el balcón, un hombre cocina unagran olla humeante de algo poco civilizado. En algún momento comí también pollo pero ahora abandoné. Hay cincoventajas en el shchi: (1) Es muy barato, dos o tres dólares la olla y la olla alcanza para dos días (2) No se arruina fuerade la heladera, incluso con clima caluroso (3) Se prepara rápidamente (4) Puede y debe ser consumido frío (5) No haymejor comida para el verano porque es agridulce y picante.Yo me sofoco engulliendo desnudo en el balcón. No me avergüenzo frente a esa gente desconocida en las oficinas. Aveces también tengo conmigo, colgando en un clavo del marco de la ventana, una pequeña radio verde a transistorescon batería que me dio Alyoshka Slavkov, un poeta que planea convertirse en Jesuita.Yo creo que el shchi se tiene que comer escuchando música. Mi preferencia es una estación de radio en español. No estoycohibido. Frecuentemente me encuentran en bolas, en mi cuarto chico, mi miembro pálido contra el fondo oscurodel resto de mi cuerpo, y no me importa una mierda si me ven o no, los empleados, secretarias y gerentes. Prefiero queme vean. A esta altura probablemente se encuentren acostumbrados y quizás me extrañan cuando no salgo al balcón.Supongo que se refieren a mí como “ese loco enfrente”Mi cuartito es de cuatro de largo por tres de ancho. En las paredes, cubriendo las marcas de los ocupantes previos,están colgados: un gran retrato de Mao Tse-tung, un objeto para horrorizar a toda la gente que pasa a verme: el retratode Patricia Hearst; mi propia fotografía sobre un fondo de ladrillos donde estoy sosteniendo un libro grueso, tal vezun diccionario o la biblia, y vistiendo un blazer de 114 parches confeccionado por mí, Limonov, monstruo del pasado;una foto de Andre Breton, fundador de la escuela surrealista, cuyo retrato cargué conmigo por muchos años y AndreBreton es usualmente desconocido por los que vienen a verme; un pedido para defender los derechos de los gay; otrosposters, entre ellos uno de los candidatos del partido de los trabajadores; pinturas de mi amigo, el artista Khachaturian;numerosos papeles menores. En la cabecera de mi cama se encuentra el poster “Por tu libertad y la nuestra” que encontréabandonado tras una manifestación frente al New York Times. Completando la decoración de la pared hay dosestantes con libros. Mayormente poesía.Creo que está claro para ustedes a esta altura qué clase de personaje soy, incluso cuando olvidé presentarme. Empecésin anunciar quién era; me olvidé. Contentísimo por la oportunidad de ahogarlos en mi voz al menos, me dejé llevar ynunca anuncié de quién era la voz. Mi culpa, perdónenme, lo voy a corregir ahora mismo.Vivo de beneficencia. Vivo a cuesta suya, ustedes pagan impuestos y yo no hago una mierda. Dos veces por mes voy ala oficina grande y limpia de beneficencia ubicada en 1515 Broadway y recibo mis cheques. Me considero a mí mismoescoria, la mierda de la sociedad, no tengo vergüenza o conciencia, por lo tanto no hay conciencia que me moleste yno busco trabajar. Quiero recibir su plata hasta el fin de mis días. Y mi nombre es Edichka, “El niño Eddie”Ustedes ya se pueden dar cuenta de que les está saliendo barato. Temprano en la mañana, se arrastran y salen de sussábanas tibias y se apuran – ya sea en auto, subte o micro – para trabajar. Yo odio trabajar. Yo engullo mi shchi, tomo, aveces tomo alcohol hasta olvidarme, busco aventuras en los bloques oscuros de la ciudad; Tengo un traje blanco caroy magnífico y un sistema nervioso exquisito; Me estremezco ante su risa en el cine y frunzo la nariz. ¿No les gusto? ¿Noquieren pagar? Es bastante poco: u$278 por mes. No quieren pagar. Entonces por qué carajo me invitaron, me trajeronde Rusia junto a una horda de judíos. Presenten sus quejas a su propia propaganda, es demasiado efectiva. Eso es loque está vaciando sus bolsillos, no yo.Página 4¿Quién era yo en Rusia? ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué cambiaría? Odio el pasado, siempre lo odié en nombre del presente.Bueno, yo era un poeta si tienen que saber, un poeta, eso, un poeta under, no oficial. Eso está terminado para siempre,y ahora soy uno de ustedes, soy la escoria, soy el que alimentan con shchi y vino California picado – u$3.95 el galón– y así y todo los detesto. No a todos pero a muchos. Porque llevan vidas aburridas, porque se venden a la esclavituddel trabajo, por sus pantalones vulgares, porque hacen plata y nunca vieron el mundo. Ustedes son una mierda.Fui demasiado lejos, perdí los estribos, perdónenme. Pero la objetividad no es uno de mis atributos; además el clima

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