minuciosamente todos los fallecimientos enSinarcas acaecidos cada año y su causa, desdeel año 1955 hasta su jubilación en el año 1986;haciendo hincapié en los casos de cáncer, yaque siempre le preocupó que siendo unpueblo tan pequeño hubiera tantos casos yfallecimientos por esta enfermedad.Muchas son las historias clínicas queDon José tiene escritas a máquina con tododetalle de diagnósticos, tratamientos, etc. Ymuchas cartas las dirigidas a compañerossuyos de Valencia, especialistas a los que nodudaba en pedir consejos para algún caso quese le presentara.En cuanto a casos importantes han sidomuchos los que Don José trató y resolviósatisfactoriamente.Por destacar algunos, numerosos casos demeningitis en que, gracias a su sabiduría,humanismo, inteligencia, afectividad ysencillez, curó a la mayoría de enfermos,quienes siempre han sabido reconocer y agradecerque él les salvo la vida. Recordamos elcaso de Maruja, la de Otilia, que siempre loconsideró su segundo padre.Otro caso a reseñar fue el de José Ramón,el hijo de Edelmira, que nació prematuro yde tan poco peso, que cabía en una caja dezapatos. Esa caja fue su incubadora y así, conlos máximos cuidados de Don José y DonHernán, salió adelante hasta hoy, que espadre de familia. Cuando Don José lo contabaa sus hijos, siempre les llamaba mucho laatención, y les asombraba que salieraadelante.Y también el caso de su hija María, nacidaen Sinarcas. María le debe la vida a DonJosé, como ella dice, por dos veces. La primera,por traerle al mundo. Y la segunda vez, alos 20 días de nacer, cuando sufrió un ataquede eclampsia. Justamente estaban todos18 —La Voz de Sinarcas
comiendo y su hermano Antonio subió averla a la habitación y sorprendido, porque lavio amoratada y contraída, llamó a su padre.Don José al verla, sin pensarlo dos veces, lacogió en brazos, bajó al comedor, tiró los platosde la mesa y puso sobre la misma a lapequeña y, a vida o muerte, le puso unainyección directa al corazón que la hizo reaccionar...y hasta ahora. Decía años más tardeDon José que, gracias a Dios, se trató de supropia hija, porque si hubiera sido otra niña,no sabía si se hubiera atrevido...O el mio propio, que voy a comentar:Había terminado la clase con D.Eliseo Palomares Pérez,… El cielo estabaencapotado de nubes, y llovía copiosamente.Me dirigí al domicilio familiar,y al entrar le comenté a mis padres,Rafael y Ernestina, que estaba muymareado. Inmediatamente me abrazaron,y al tiempo que me atendían experimentésu amorosa protección. Alguienentró en casa, y comentó que un avióna reacción se había estrellado en el Picode Ranera, pero yo poco a poco fuientrando en coma profundo. No recuerdomás que una espiral brillante comoel mármol blanco giraba en mi cerebroa modo de sinfín. Inmediatamenteperdí el conocimiento. Era el viernes 11de octubre de 1957, y yo me debatíaentre la vida y la muerte a consecuenciade esa grave enfermedad llamadameningitis.Mientras, Valencia se anegaba deagua por todos los costados a consecuenciade la terrible riada que recibíade las intensas lluvias del interior de laProvincia.D. José Otaño Ruiz de la Torre, conla ayuda de D. Hernán Pérez Tena, permanecíaal pie del cañón intentandosalvar la vida de un niño de poco másde ocho años. Lo consiguió aportandosabiduría, inteligencia, humanismo,afectividad, sencillez en el trato..., valoresde su vocación de servicio que,abarcando varias generaciones, extendióa nuestros hijos y ejerció con alegríahasta su obligada jubilación en1986.Como agradecimiento póstumo a D.José, y a su profesionalidad, quierorecordar este breve poema deRabindranath Tagore como homenaje asus servicios en Sinarcas:Yo dormía y soñaba que la vida eraalegría.Desperté y vi que la vida era servicio.Serví y comprendí que el servicioera alegría.Siempre tuvo un trato especial para losancianos a los que cuidaba y atendía con unagran bondad.Y como a todos, a Don José le llegó lajubilación, para él forzosa, pues hubiera continuadounos años más. Y el 31 de diciembrede 1986 fue su último día de trabajo comomédico en su querido pueblo.En Sinarcas recibió un merecido homenajede agradecimiento por toda su dedicacióna los enfermos y sus familiares.No obstante, nunca se desvinculó delque había sido su pueblo y hogar durantetantos años, desde 1955 a 1986. Dos de suscuatro hijos nacieron aquí. Como sabía queLa Voz de Sinarcas — 19