al jubilarse debía dejar la Casa del médico, ysu deseo era seguir aquí, con tiempo se hizosu propia casa.Al jubilarse se trasladó a Valencia, a estarcon sus hijos que estudiaban y trabajaban allí.Pero él y su mujer pasaban largas temporadasen Sinarcas, en verano, que se alargaba hastadespués de Todos los Santos, en vacacionesde Semana Santa, que también alargabanvarias semanas, de lo bien que aquí se encontraban.Realmente, se ausentaban los mesesde más frío.Durante esos años, Don José pudo disfrutardel monte de Sinarcas, dando grandescaminatas junto a su mujer, disfrutando de lanaturaleza y recogiendo piñas, que tan bieneran empleadas en invierno para la chimeneade casa. Y, como gran aficionado a la música,20 —La Voz de Sinarcastambién acudía a casa del Tío Ricardo a estudiarsolfeo.Incluso seguía visitando a sus amigos yconocidos. Y si sabía de alguien que estabadelicado o enfermo, no dejaba de ir a verlo.En Valencia, fue durante dos años alConservatorio a estudiar solfeo, estudios alos que dedicaba mucho tiempo e interés, sibien abandonó porque veía que los jóvenes leaventajaban.Y, lo que son las cosas, empleaba muchashoras en memorizar: los países del mundo ysus capitales, ríos, montañas y otros aspectosde geografía e incluso de historia, como lalista de los reyes godos. Todo con el fin, comodecía él, de mantener la mente siempre activay que no se atrofiara.
Presto siempre a ayudar a su familia -mujer e hijos - en todo momento estaba dispuestoa hacer los recados que le encomendaban.Destacó entre sus vecinos y conocidoscomo un hombre educado, correcto y, sobretodo, gran conversador. Y siempre muygalante con las señoras.Con un grupo de médicos, un profesoremérito, un notario y un veterinario, todosellos jubilados, se reunían un día a la semanaa conversar en la cafetería del Hotel Renasa.A esa reunión la llamaban “La tertulia de losjueves”. Pasaban agradables tardes en las quetrataban los más diversos temas.Y también se reunía frecuentemente conun grupo de amigos de Sinarcas a almorzar:Arturo Iñíguez, Fidel Ramírez, FranciscoRamírez y Amelio Pérez, con los que pasabamuy buenos momentos.Así transcurrió su jubilación, hasta que lafamilia empezó a notar algún despiste en él.En un principio, se achacaron a lo propio dela edad. Pero su frecuencia comenzó aaumentar, cada vez iban siendo más seguidosy finalmente se le diagnóstico la triste y terribleenfermedad de Alzheimer.Dicha enfermedad avanzó lentamenteen un principio pero luego fue empeorando.Finalmente Don José nos dejó, en su casay rodeado de su familia, el 13 de abril de 2011.La familia cumplió su deseo de ser enterradoen el que él consideró siempre supueblo, Sinarcas. Su pueblo y sus gentes, alque este madrileño de orígenes riojanos, trasmás de treinta años de intensa relación consus vecinos como su médico, que continuaroncon otros veintiséis años más de convivenciatras su jubilación, se sentía tan profundamentee íntimamente vinculado.Las muestras de pésame fueron muynumerosas, sobre todo las de sus vecinos deSinarcas.Terminaré con una cita del Doctor D.Gregorio Marañón, su profesor, de quien D.José fue gran admirador:“Los hombres fuera de lo común, tienendos modos de ser ejemplares.Lo son mientras viven, con el espectáculodirecto de su acción; pero lo son,de otra manera después de dejar estemundo. Cuando se les ve desde lejos,cuando su gesto se ha extinguido,… yqueda sólo la estela deshumanizada desu obra”.Hay que destacar que pese a su enfermedad,Don José siempre retuvo su saber estar ysu buen humor. Aunque no reconociera a suinterlocutor, lo que por desgracia los últimosaños era lo normal, siempre tenía una sonrisapara todo el que se le acercaba e incluso unpiropo, sobre todo para las señoras.Fue muy cuidado por su familia y enespecial por su esposa Doña Feli quien,durante los casi cinco años de enfermedad,no le dejó ni un instante.La Voz de Sinarcas — 21