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S tI M A B. 10 - OdeMIH

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Algunos confían todavía en que el comerciointernacional resucitará y con élla vida y el movimiento. Desgraciadamente,todo hace pensar que tal esperanzaes vana. El intercambio fue en1934 sólo el 0,338 del habido en 1929, ylos síntomas son de que la baja continuará.Contribuye a ello también la inseguridadde las monedas, cuyo valor es intervenidoa capricho por los gobiernos. Lamoneda es hoy un estorbo, más bienque un medio que facilite el comercio. Lacaída del belga ha ocasionado fatídicosrumores acerca de otras monedas, entreellas la peseta y la lira. Esperamos queno se producirá esa catástrofe, que anada bueno conduce sino a aniquilar losahorros de los mejores ciudadanos.Se autorizó la introducción de mil toneladasde carne congelada de la Argentinay el Uruguay, para cambiarla conaceite y vinos españoles, aunque las regionesdel Norte protestan, por estar yamuy bajos los ganados.A los artículos sobrantes amenazaañadirse el azúcar, pues se produce demasiadaremolacha y caña. Algunas fábricasanuncian el cierre y los labradoresacuden al Gobierno en demanda deauxilio. Se ha prohibido dedicar másterreno a ese cultivo, pero ¿qué hacerentonces con los nuevos regadíos? Elalgodón y el tabaco en el Sur y el maíz entodas partes pueden ocupar todavía muchosbrazos y son la mejor esperanza.Las naranjas y demás fruta de Levante,encuentra cada día mayor competenciaen los mercados europeos. Los judíosestablecidos en Palestina, son unode los mayores enemigos de la frutaespañola, pues de la última cosecha hanenviado a Inglaterra más de dos millonesde cajas de naranjas, y la producciónva en aumento.La renta del dinero continúa bajandoy con ello se prepara la conversión delas deudas por otras de menor interés.En abril el Gobierno ha lanzado 600 millonesal 4 por <strong>10</strong>0 en obligaciones acuatro años y a la par, baratura no conocidaentre nosotros hace tiempo. Esto esuna ventaja para el Presupuesto, perorepercutirá dolorosamente en la vida yaestrecha de muchas personas que vivende sus ahorros.Según nota de la Dirección general dela Deuda, la del Estado español,. incluidaslas obligaciones del Tesoro hastaprimero de abril, montaba 21.608 millo-,nes de pesetas, y había que pagar porintereses y amortización anualmentecerca de 960 millones. Los réditos oscilanentre el 3 y el 6 por <strong>10</strong>0.La venta total de tabacos en 1934 ascendióen España a 459 millones de pesetas,cifra jamás alcanzada. De ellos316 millones son para el Tesoro. A juzgarpor ese dato y por lo gastado encines y otras diversiones, ¿quién diríaque estamos atravesando una crisis agudísima?La situación es, sin embargo, angustiosa,aunque menos en España que encasi todo el mundo. Lo peor es quizá elno saber nadie cómo hemos .de saliradelante. Los ensayos hechos, en lasdiferentes naciones, ofrecen serias dificultades.¡Haga el Señor que hallemos la puertade salida, aunque sea a tientas! Es indudableque esa puerta existe, aunque nosea tan ancha como fuera de desear. Lamoderación en los gastos y un mejorreparto de los productos del trabajo, soninevitables.El Papa condena enérgicamente la leyde la oferta y la demanda aplicada a lossalarios obreros, que conduciría a matarde hambre a los parados. Esa condenaciónlleva implícita la de gran -,arte delliberalismo económico. La sociedad tieneque intervenir para evitar en lo posibleque nadie muera de hambre.El Sr. Gambó alega que la iniciativaprivada en España vale cien veces másque la -oficial y que la intervención deésta es casi siempre funesta. La economíaespañola es, según él ha descubiertoahora, la más admirable del mundo.Más vale así.Vayamos, pues, rápidamente, comoel Papa lo aconseja a todo el mundo, ala organización en gremios y corporacionesde las diferentes profesiones, yreúnanse para buscar solución las iniciativasprivadas y la oficial, pero nonos dejemos morir de miseria cuandoprecisamente la crisis es por sobra deproductos.GUILLAUME1,1-Un guijarro en el camino cm-(CONTINUACIÓN)Mientras esto sucedía en el tren exprésque va de Madrid a Irún, en Vitoria esperabacon viva ansiedad la llegada delviajero.Ana Mary, rodeada de algunas amigas,hacía labor en el mirador de su casa;pero sus hermosos ojos negros se alzabana menudo de ésta para volverse, oraa la esfera del reloj que ocupaba un testerode la pieza en que se hallaban, oraal cielo que el sol de julio doraba, prestándoleuna trasparencia rara en los paísesnorteños; aquel cielo azul, tan puroy hermoso, inundaba el alma de nuestrajoven con resplandores casi divinos; comunicándolaun aumento de vida, unasensación de inefable dicha que humedecíasus ojos con lágrimas preciosas,que alguna vez nos arranca el exceso defelicidad cuando el corazón, henchido deemoción, encuentra estrecha la cárcel delpecho.Una carta, recibida la víspera, y queAna Mary guardaba amorosamente sobresu corazón, era la causante de aquellaemoción íntima y dulcísima que embargabaa nuestra heroína; aquella carta,entre esas mil expresiones de ternuraque el amor inspira a los que viven bajosu imperio, decía:«Mañana llegaré para estar a tu ladoel día de tu santo. ¿Comprendes, AnaMary de mi vida, lo que esto quiere decir?Pues sencillamente, que ese día venturosoharé a tu madre la petición oficialde su más hermoso tesoro; que ese díafijaremos aquel en que nuestro amor seaconsagrado por la bendición de Dios, yque ya de aquí en adelante no nos separaremosjamás.»La entrada de José Antonio distrajo ala joven de sus pensamientos; sonrió alhermano de su prometido, al que amabatiernamente, tal vez por su perfecta semejanzacon él, y señalando el reloj, dijodulcemente:—Aún falta más de una hora para quellegue el exprés. ¡Qué largo se hace eltiempo cuando se espera!, ¿verdad?—Eterno—respondió el joven con unacento de melancolía, que hizo a su cuñadamirarle sorprendida.Hemos dicho que ambos hermanoseran idénticos en rostro y figura, peroobservándolos detenidamente se notabanen ellos algunas diferencias. AntonioJosé había adquirido, en su estancia enla capital, esa elegancia indolente de quehacen gala muchos de nuestros «pollosbien., en cambio José Antonio tenía lagallardía del hombre acostumbrada a losejercicios co rporales, y mientras el rostrodel primero, ligeramente pálido, empezabaa acusar algunas arrugas finísimasen el extremo de sus ojos y boca, eldel segundo, dorado por las francas cariciasdel sol y el aire de los campos, seostentaba terso y juvenil como el de unahermosa estatua. En la mirada tambiénpodía apreciarse alguna diferencia; ladel primero parecía fatigada y como medrosaante una luz demasiado viva; ladel segundo, como la del águila, desafiabacon serena limpidez los rayos del sol.—¿Estás malo, José Antonio?—preguntódulcemente Ana Mary.Esta sencilla pregunta pareció sobresaltaral joven que, en vez de responder,preguntó a su vez:—¿Por qué esa pregunta? ¿Encuentrasalgo extraño en mí?— Sí; me parece que estás tristón...,¡hoy que llega tu hermano!— ¡ Qué tonterías! Es que comparas laalegría de los demás con la tuya propia;comprende, hermanita, que por muchoque me alegre la llegada de Antonio José,mi gozo tiene que resuliar pálido al ladodel tuyo.Ana Mary se ruborizó y sonrió denuevo, satisfecha de las palabras de sucuñado.Y volviéndose a sus amigas, que charlabanalegremente entre sí, ocupadas ensus diversas labores:— 150 —— 151 —

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