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ARTE / PerfilWyndham Lewis, un enemigo genialPolemista y maldito, fascinante, provocador y controvertido —en 1931 describió a Hitler como “hombre de paz”—,inventor del vorticismo. Una exposición en la Fundación March recorre la trayectoria del artista, olvidado durante décadasPor Julia LuzánSOY UN ESQUELETO en el armario.Así, con tan gráfica metáfora, se definíaWyndham Lewis (1882- 1957),pintor, novelista, intelectual…, unhombre raro, muy raro, contradictorio, mezclade león y lobo, como los héroes de lasobras de Shakespeare, que hizo de su vidauna obra de arte un tanto peculiar.Lewis, “posiblemente la figura más controvertidadel arte británico del siglo XX yuna de las más distinguidas ausencias quecabe registrar en el canon del arte del sigloXX”, según Manuel Fontán, director de exposicionesde la Fundación Juan March. Adeptoconfeso de Wyndham Lewis, Fontán hablacon entusiasmo del artista ante una mesaplagada de primeras ediciones de sus librosy de Blast —“una enorme revista colormagenta”—, que Lewis editó y que se publicaahora en facsímil, coincidiendo con lamuestra.Lewis fue, ante todo, un provocador,un lanzador de misiles en la puritana sociedadvictoriana inglesa. Inventor, entreotras muchas cosas, del vorticismo, unestilo de pintura geométricaabstracta, concebido comoreacción al movimiento futuristade los artistas italianos.Un hombre fascinante.Atractivo, rico, de buenafamilia, Lewis lo tenía todopara alcanzar la cumbre dela fama, pero su temperamentole jugó alguna malapasada. Olvidado en el trasterode la historia, este hombrenacido a bordo del yatede su padre, en Nueva Escocia,Canadá, estaba predestinadoa ser un personaje denovela. Con poco menos deun año, abandonada la familiapor el padre, regresa consu madre a Inglaterra. Acudea los mejores colegios, peroes un gandul. Con menos deveinte años, decide ver mundo.Recala en París, la mecadel arte, donde sus ojos seabren al mundo artístico. Sedeja el cabello largo —“antesde la guerra tenía una cantidadindecente de pelo en lacabeza. Tenía como paratres hombres juntos. Cuandollegó la posguerra, apenasme quedaba pelo para unosolo”—, con raya en medio,un bigotillo seductor y se fotografíacon chalina y cigarrilloen la comisura de los labios. El mitoque busca ser ya tiene imagen.Viajó a Alemania, pasó por España y trabajócomo copista en el Museo del Prado.De nuevo en Francia, descubre la Bretaña yes allí donde Lewis vive sus primeras experienciascon la escritura, The wild body (Elcuerpo salvaje), un libro de cuentos de temáticamuy dura. En él Lewis reflejó su ladooscuro. “Soy artista —si es que eso es unacredencial—. Soy novelista, pintor, escultor,filósofo, dibujante, crítico, político, periodista,ensayista, panfletista, todo en uno, comoesos hombres del Renacimiento italiano”,escribe en su autobiografía Estallidos y bombardeos(Impedimenta), una de las pocasobras traducida al español, junto con su novelaDobles fondos (Alfaguara, 2005).Su primera novela, Tarr, se publica porentregas en 1918, en la revista literaria TheEgoist, casi al mismo tiempo que Retrato delartista adolescente, de James Joyce, su colegade copas en París, uno de los que formabanparte de la “generación arrogante y orgullosa”de antes del estallido de la GranGuerra que destrozó cuerpos y almas. Mujeriego,casi un depredador, sólo se casó unavez pero mantuvo relaciones con muchasmujeres. Una de ellas, Irish Barrie, con laque tuvo dos hijos. Directora del departamentode fotografía del Museode Arte Moderno de Nueva York(MoMA) durante veinte años, intentóecharle una mano cuando Lewis,durante la Segunda Guerra Mundial,viajó a Canadá huyendo deotra “orgía de sangre”.Siempre a la contra, WyndhamLewis fue el azote de cuantos se cruzaronen su camino, ya fueran amigoso enemigos. Con los años cambióde aspecto y olvidada su buenacabellera ocultaba su cabeza, y casisu rostro, con un sombrero de alaancha y se cubría con una larga capanegra que, a juzgar por las fotosde la época, le proporcionaba un aspectocomo el personaje del anunciodel oporto Sandemans. “Él”, afirmaFontán, “se hacía el estilismo comoenemigo y como personaje”.Polemista y maldito, la obra deLewis ha permanecido oculta duranteaños. En contadas ocasiones sehan exhibido sus cuadros. En 1956,un año antes de su muerte, la TateBritain le dedicó una antológica yUna batería bombardeada (1919), pintura de Wyndham Lewis. Arriba, Wyndham Lewis, como bohemio. Foto: G. C. Beresfordunos aplausos que Lewis recibió medio ciegoy en silla de ruedas. Otra en Canadá,dedicada a su estancia en aquel país, y unamás en el Imperial War Museum de Londres.No ha habido una antológica de Lewisdesde 1982, en Manchester.En esta negación del artista han pesadodurante años sus coqueteos con el nazismoy el antisemitismo. Wyndham Lewis publicóobras que anularon su trabajo como escritor.Traumatizado por sus años en la PrimeraGuerra Mundial, escribió, en marzo de1931, un libro sobre Hitler en el que llamabaal dictador “hombre de paz”. Poco importóque en 1939 se desdijera en The Hitler Cult,en el que desmenuzaba la crueldad del nazismoy lo criticaba con saña. Nunca le perdonaronaquel gran error impreso. No lesirvió de nada desdecirse y posiblementepor eso mantuvo hasta el final de su vida supose de enemigo, de tipo duro, de raro.“Contradícete. Para poder vivir, debespermanecer dividido”, la cita del filósofoNietzsche, Lewis la siguió a pies juntillas.Desagradable, tosco, huraño, y a la vez divertidoy educado. Se cubrió con la coraza delhumor negro porque la Primera GuerraMundial dejó una llaga incurable en su cabeza.Le perdió su mal carácter, su misoginiaLo tenía todo paraalcanzar la cumbrede la fama, perosu temperamento le jugóalguna mala pasada—aunque en el manifiesto del vorticismoincluyera a tres mujeres artistas— y sus peleasa muerte con el grupo de Bloomsbury,capitaneado por la escritora Virginia Woolf yClive Bell. Bloomsbury fue para Lewis el artepor el arte, ser como los “monos de Dios”,aquellos que imitan a los que crean.Cuando estalló la Segunda Guerra Mundialquiso huir de “otra orgía de sangre”.Viajó a Estados Unidos pero las cosas no lefueron bien y Lewis y su mujer recalaron enCanadá, viviendo en hoteles de mala muerte,hasta que, del último, salieron chamuscados:el hotel donde se alojaban ardió por loscuatro costados.Yolanda Morató (Huelva, 1976), profesorade Filología en la Universidad de Sevilla,traductora de Estallidos y bombardeos, asesorade la exposición en la Fundación March yespecialista en la obra del artista, aseguraque “la estatura de un autor como Lewis haquedado ensombrecida por distintas razonesa lo largo de su vida, pero también despuésde ella, convirtiéndose en uno de losescritores menos reconocidos y más criticadosde lo que conocemos como Modernismoanglosajón”. Lewis se ganó a pulso laleyenda de “el Enemigo”, y fue presa fácilpara lo que Morató define como carniceros:“Un historiador que lea con las gafas de laideología es como un cirujano en una carnicería”.Provocador, fustigó el conformismode la Inglaterra victoriana, de la masa. “Criticóla mediocridad de quienes se dejan guiarpor otros sin cuestionarse nada. Su fascismofue consecuencia de evitar una nueva guerra”.El miedo a dejar hablar a las armas es elmismo, en opinión de Yolanda Morató, queel de un pacifista reconocido, como el filósofoBertrand Russell.La pelea de Morató, una lewisiana convencida,ha sido dura: “Durante los más dediez años que he dedicado a leer los más decuarenta libros de Lewis, me he encontradocon verdaderos escollos para encontrar algunode ellos. Los he perseguido en subastas,librerías de viejo y bibliotecas donde el registrorevelaba que desde los años setenta nadiehabía pedido en préstamo ninguna desus obras”.En 1945, Lewis regresó a Inglaterra. Unaenfermedad venérea le estaba dejando ciego.Pero todavía era capaz de ver el futuro.Apostó por artistas como Henry Moore oFrancis Bacon… Fue un visionario y adelantóel papel de los medios de comunicacióncomo la clave de la globalización. “La Tierraha dejado de ser un romántico mosaico delugares para convertirse en un único lugar”.El Lewis pintor captó con toda su crudezalo que fue la primera confrontación mundial,una guerra de trincheras, batallas deinsectos metidos en agujeros reptando porel suelo. Lewis pasó dos años tras una batería.Estuvo a punto de morir varias veces yvio cómo caían a su lado el filósofo inglésThomas E. Hulme y el pintor Gaudier-Brzeska.Descubrió la guerra como arte, inspiradapor el Dios del deporte y la sangre. Wyndham Lewis, 1882-1957. Fundación March.Castelló, 77. Madrid. Del 5 de febrero al 16 demayo. www.march.es.EL PAÍS BABELIA 06.02.10 17

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