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Ext 347 - Diócesis de San Juan de los Lagos

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CONCILIO - CATECISMO5. En ciertos aspectos, mi Venerado Pre<strong>de</strong>cesorvio ese Año como una «consecuencia y exigenciapostconciliar» [8] , consciente <strong>de</strong> las graves dificulta<strong>de</strong>s<strong>de</strong>l tiempo, sobre todo con respecto a la profesión<strong>de</strong> la fe verda<strong>de</strong>ra y a su recta interpretación.He pensado que iniciar el Año <strong>de</strong> la fe coincidiendocon el cincuentenario <strong>de</strong> la apertura <strong>de</strong>l ConcilioVaticano II pue<strong>de</strong> ser una ocasión propicia paracompren<strong>de</strong>r que <strong>los</strong> textos <strong>de</strong>jados en herencia por<strong>los</strong> Padres conciliares, según las palabras <strong>de</strong>l beato<strong>Juan</strong> Pablo II, «no pier<strong>de</strong>n su valor ni su esplendor.Es necesario leer<strong>los</strong> <strong>de</strong> manera apropiada y quesean conocidos y asimilados como textos cualificadosy normativos <strong>de</strong>l Magisterio, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la Tradición<strong>de</strong> la Iglesia. […] Siento más que nunca el<strong>de</strong>ber <strong>de</strong> indicar el Concilio como la gran gracia <strong>de</strong>la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX.Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújulasegura para orientarnos en el camino <strong>de</strong>l siglo quecomienza» [9] . Yo también <strong>de</strong>seo reafirmar con fuerzalo que dije a propósito <strong>de</strong>l Concilio pocos meses<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi elección como Sucesor <strong>de</strong> Pedro: «Silo leemos y acogemos guiados por una hermenéuticacorrecta, pue<strong>de</strong> ser y llegar a ser cada vez másuna gran fuerza para la renovación siempre necesaria<strong>de</strong> la Iglesia» [10] .6. La renovación <strong>de</strong> la Iglesia pasa también através <strong>de</strong>l testimonio ofrecido por la vida <strong>de</strong> <strong>los</strong>creyentes: con su misma existencia en el mundo, <strong>los</strong>cristianos están llamados efectivamente a hacerresplan<strong>de</strong>cer la Palabra <strong>de</strong> verdad que el SeñorJesús nos <strong>de</strong>jó. Precisamente el Concilio afirmaba:«Mientras que Cristo, «santo, inocente, sin mancha»(Hb 7, 26), no conoció el pecado (2 Co 5, 21),sino que vino solamente a expiar <strong>los</strong> pecados <strong>de</strong>lpueblo (Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su senoa <strong>los</strong> pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada<strong>de</strong> purificación, y busca sin cesar la conversióny la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación«en medio <strong>de</strong> las persecuciones <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong><strong>los</strong> consue<strong>los</strong> <strong>de</strong> Dios», anunciando la Cruz y laMuerte <strong>de</strong>l Señor hasta que vuelva (1 Co 11, 26). Sesiente fortalecida con la fuerza <strong>de</strong>l Señor resucitadopara po<strong>de</strong>r superar con paciencia y amor todos <strong>los</strong>sufrimientos y dificulta<strong>de</strong>s, tanto interiores comoexteriores, y revelar en el mundo el misterio <strong>de</strong>Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, confi<strong>de</strong>lidad hasta que al final se manifieste a plenaluz» [11] .pág.36En esta perspectiva, el Año <strong>de</strong> la fe es unainvitación a una auténtica y renovada conversión alSeñor, único Salvador <strong>de</strong>l mundo. Dios, en el misterio<strong>de</strong> su muerte y resurrección, ha revelado enplenitud el Amor que salva y llama a <strong>los</strong> hombres ala conversión <strong>de</strong> vida mediante la remisión <strong>de</strong> <strong>los</strong>pecados (Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, esteAmor lleva al hombre a una nueva vida: «Por elBautismo fuimos sepultados con él en la muerte,para que, lo mismo que Cristo resucitó <strong>de</strong> entre <strong>los</strong>muertos por la gloria <strong>de</strong>l Padre, así también nosotrosan<strong>de</strong>mos en una vida nueva» (Rm 6, 4).Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda laexistencia humana en la novedad radical <strong>de</strong> laresurrección. En la medida <strong>de</strong> su disponibilidadlibre, <strong>los</strong> pensamientos y <strong>los</strong> afectos, la mentalidady el comportamiento <strong>de</strong>l hombre se purificany transforman lentamente, en un proceso que notermina <strong>de</strong> cumplirse totalmente en esta vida. La«fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierteen un nuevo criterio <strong>de</strong> pensamiento y <strong>de</strong> acciónque cambia toda la vida <strong>de</strong>l hombre (Rm 12, 2; Col3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).7. «La Caridad <strong>de</strong> Cristo nos apremia » (2 Co 5,14): es el amor <strong>de</strong> Cristo el que llena nuestroscorazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy comoayer, él nos envía por <strong>los</strong> caminos <strong>de</strong>l mundo paraproclamar su Evangelio a todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> <strong>de</strong> latierra (Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atraehacia sí a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> cada generación: en todotiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio<strong>de</strong>l Evangelio, con un mandato que es siemprenuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromisoeclesial más convencido en favor <strong>de</strong> unanueva evangelización para re<strong>de</strong>scubrir la alegría <strong>de</strong>creer y volver a encontrar el entusiasmo <strong>de</strong> comunicarla fe. El compromiso misionero <strong>de</strong> <strong>los</strong> creyentessaca fuerza y vigor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scubrimiento cotidiano<strong>de</strong> su amor, que nunca pue<strong>de</strong> faltar. La fe, enefecto, crece cuando se vive como experiencia <strong>de</strong>un amor que se recibe y se comunica como experiencia<strong>de</strong> gracia y gozo. Nos hace fecundos, porqueensancha el corazón en la esperanza y permite darun testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón yla mente <strong>de</strong> <strong>los</strong> que escuchan para acoger la invitación<strong>de</strong>l Señor a aceptar su Palabra para ser susdiscípu<strong>los</strong>. Como afirma san Agustín, <strong>los</strong> creyentes«se fortalecen creyendo» [12] . El santo Obispo <strong>de</strong>Hipona tenía buenos motivos para expresarse <strong>de</strong>Bol-357

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