revista16

UNA TARDE
DIFERENTE
Texto y Fotos : Sarah Ochoa
Y tal cómo llega el frío, llegan las luces, la
decoración y la familia de fuera. Y se instalan
durante días, molestando y dando cariño
a partes iguales, es entonces cuando ha
llegado oficialmente la Navidad.
A mí particularmente me encantan estos
días, la cuidad está iluminada, tiene otro
ambiente y la gente parece sonreír un
poquito más. Todo suena tópico, pero parece
que funciona. Sin corromper por supuesto, el
verdadero espíritu de estas fechas, seamos
creyentes o no.
Hablo de esa sensación que
inexplicablemente sentimos cuando llegan
estos días, y nos hace estar más amables, más
solidarios y más concienciados del mundo
en el que vivimos. A veces, creemos que
con ayudar al prójimo sólo en estas fechas,
tenemos una cura de karma suficiente para
todo el año, y no es así, ojalá… Sin embargo,
aunque suene quizás egoísta, yo prefiero
que al menos haya quince días en los que a
los menos favorecidos se les pueda ayudar
de alguna forma desinteresada. Algo es algo,
¿no?
estos días, puede dar mucha felicidad a
muchas personas.
¿Difícil? En absoluto.
En mi familia se lleva haciendo durante años,
tan fácil cómo fijar un día de Navidad, sacar
los gorros de Papá Noel, afinar las guitarras
y panderetas e ir planta por planta de un
hospital entonando villancicos. Puede sonar
un poco freak, a mí me lo pareció cuando se
planteó en una cena navideña, pero con los
años se han ido añadiendo tantos amigos a
la iniciativa, que ya casi no cabemos por los
pasillos.
En realidad no hacemos mucho más que
pasar un buen rato regalando sonrisas y
entreteniendo a la gente. Una acción tan
desinteresada que me hace creer de nuevo
en el ser humano.
Supongo que también ayuda el hecho de
cantar bien, y haber pertenecido a un coro
desde muy jovencitos todos, y por supuesto,
llevar un guía que es médico aparte de mi
santo padre y se encarga de organizar todo,
con la simple intención de amenizar la tarde a
personas que por desgracia y por diferentes
motivos tienen que tomarse las uvas dentro
de un hospital.
Una acción tan freak como agradecida,
porque las caras de los niños cuando les
cantamos “Rudolf el reno de la nariz roja” y
les regalamos un mazapán, no tienen precio.
Ni por supuesto las de los ancianos que no
han podido ser visitados por la familia esa
semana, la gratitud de sus ojos ya arrugados
cuando escuchan “Oh blanca Navidad”
tampoco se paga con dinero. Y los llantos
Aunque deberíamos intentar ayudar los
doce meses del año, pero por desgracia esto
sí me parece una quimera, así que al menos
me voy un poquito más feliz al 2016 si sé que
hemos hecho una tregua en estos tiempos
que corren de crisis, guerras y tristeza.
No es tampoco necesario irnos hasta países
en conflictos bélicos, basta con echar una
mirada alrededor de nosotros para ver cómo
verdaderamente está el patio. Niños que no
pueden celebrar la Navidad con sus juguetes,
personas sin un hogar para celebrarla, gente
mayor sin familia con la que festejar nada.
El simple hecho de donar juguetes viejos,
invitar a cenar a alguien que esté sólo o
acercarnos a una residencia de mayores
Revista de cruceros y viajes / Diciembre 2015 / www.icruceros.eu