como bien argumentado que adentrará al lector en una idea que a través de los tiempos se nos ha presentado en forma circular, a modo de eterno retorno, espiral de la que el ser humano está inmerso y es incapaz de salir, manteniendo a la utopía como utópica, y a la realidad como cruda realidad. Francisco Javier González de Córdova PÁGINA 26
EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO Se cierra el telón ante la mirada absorta del respetable que, confuso como pocas veces se siente, abandona la sala en silencio, removiendo sus pensamientos, buscando un porqué en los hechos de la obra al mismo tiempo que examina lo acontecido en su vida e intenta comprenderla. <strong>El</strong> filósofo-autor de lo representado quizás ya esté en su lecho de piedra, sin esperar nada de este mundo, sin saber la reacción de los que se nutrieron con su obra. Queda asustado el ser humano cuando se siente obligado a mirar a su interior; tan acostumbrado está a mirar y criticar a lo de afuera, que la autocontemplación lo abruma y le inquieta, por si alguna piedra de su propia cosecha pudiese romper las tejas que le protegen del vecino, del mundo de afuera al que tanto sale, pero en el que nunca entra. Inquietante es para un servidor pensar que el mundo pocas veces piensa, que se dilata y se pierde en banalidades, cuando no se entretiene en compararse con las desgracias ajenas. Adentrarse en sí mismo requiere mucha fuerza, obviamente interior, puesto que pocos, y muy pocas veces en sus vidas, hacen balance de lo vivido por lo aprendido, resolviendo cambiar aquellas partes de su vida que no fueran virtuosas por otras nuevas que han de ser, para valer todo el espacio vital ya recorrido, más lo que queda por recorrer. Admirable es cuando un autor o maestro conmueve a las almas con su creación, consiguiendo incluso acercar más a la Bondad a aquéllos que, por alguna razón, se sintieron alejados de la Bienaventuranza. Pero es indudable pensar que tales creadores están recibiendo el don de un Creador mucho más grande que ellos; al fin y al cabo “todo está lleno de dioses” porque la Bondad así desea compartirse, para otorgarnos en este mundo un sentido honorable por el que seguir. Quizás muchos no hayan caído en esto, pero ¿no ha pasado alguna vez que tras un momento difícil o una etapa complicada de nuestra vida, en un instante alguien se nos ha cruzado por nuestro camino enlodado, conocido o no, y nos ha dicho las palabras exactas, muchas veces sin él o ella saberlo, que nos ha iluminado lo suficiente como para hacernos dar nuevos pasos o, al menos, hacernos recapacitar ante los errores o circunstancias dolorosas que nos acompañaban? Lamento que aquéllos no se hayan dado cuenta de esto cuando se les ha presentado; pero queda la esperanza de que, a pesar del despiste ante la “enunciación”, hayan conseguido enderezarse tras las situaciones complicadas que se les haya podido presentar. Al final es el mismo ser humano quien elige hacer caso o no de las oportunidades que se le presentan para rehacer o mejorar sus pasos en este camino duro que es la vida. Como siempre pasa, quien más esperanzas pone en sus metas (siempre que éstas sean honorables y virtuosas) está más cercano a alcanzarlas que aquél que dice iniciar una lucha en la que, en el fondo, no cree. Y es que nada es sencillo, y menos cuando la meta se presenta demasiado alta; por eso sucede que la mayoría de las personas, exhaustas, abandonan aquello que ven demasiado lejos de alcanzar. Otros deciden, como mejor opción, comprometerse a metas menos difíciles para que, pasito a pasito, poder alcanzar una mayor. Después están los que, a pesar de la grandeza de sus objetivos, y a pesar del cansancio de una lucha agotadora, no se detienen hasta conseguir lo que se habían propuesto. También tenemos que tener en cuenta la vida y el Sino; es normal que el vecino se lamente de sí mismo cuando ve a su vecino fallecer antes de alcanzar las metas que se propuso. Muchas veces nuestras metas no son elegidas correctamente, y es normal que el destino sepa responder de una forma que nos cuesta comprender y que se nos hace demasiado crudo por no ser capaces de imaginarnos más allá de esta materia imperfecta. Tiene sentido los que murieron como héroes e incentivaron a otros a luchar por sí mismos, o los que perecieron sin fama pero ayudaron a los que estaban a su alrededor a formarse una visión más acertada del mundo que les rodeaba. PÁGINA 27