paginas internas voces de la otredad

Las voces de la Otredad
Hacer de la escuela un escenario en el que se valora lo humano,
las costumbres, el amor, el reconocimiento del otro (a), la búsqueda de
la felicidad, la ternura, la sonrisa y en el que se reproducen y se tratan de
mantener sentimientos, percepciones y afectos que permiten la unidad y la
convivencia. Pero a la vez, se debe hacer de la escuela un escenario en el
que se acepte el cuestionamiento de lo establecido, de lo legitimado y/o
legalizado, de la tradición, de lo valorado por la familia, por el maestro(a) y la
comunidad. Un lugar en el que se estimula el juicio crítico frente a las normas
y la institucionalidad pero también la conciencia sobre las consecuencias de
su transgresión e irrespeto.
Hacer de la escuela un lugar en donde el maestro (a) se constituye en
modelo con el cual el alumno (a) se identifica afectivamente y racionalmente,
aprende de él o de ella sus valores (pedagogía del ejemplo), comparte con él
percepciones y vivencias y se le enseña también a ponderar y a discutir tanto
sus errores, como las equivocaciones de sus padres y maestros (pedagogía del
error), no necesitando por tanto, del autoritarismo, de la actitud inquisitorial
ni de la imposición normativista para formar o disciplinar a sus alumnos
(as).
Hacer de la escuela un escenario en donde los alumnos (as) recuperen
su voz y su palabra y sean reconocidos como sujetos éticos capaces de aportar
activamente en la construcción del bien común, en la construcción sociosistémica
de humanidad. Un escenario fundamentalmente humano en el que,
a cambio del miedo, generemos espacios de respeto, alteridad y tolerancia
mutuos, en los cuales los agentes educativos desarrollan un auto-concepto
positivo y enriquecedor y vivan una experiencia real de construcción de
identidad desde la pluralidad, el amor y el servicio.
Hacer de la escuela un escenario en donde los estudiantes se vayan
constituyendo en sujetos autónomos y libres, singulares, que acepten la
diferencia y la contradicción, que construyan la justicia, que vivan en el
conflicto y lo manejen como condición de pluralidad; que se hagan hombres
o mujeres y aporten en la construcción de un espacio vital en el que puedan
desplegar su masculinidad y su feminidad, en el que puedan aclarar todo lo
relacionado con su sexualidad y su personalidad, en el que puedan desplegar
sus diversas potencialidades y su propia humanidad.
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