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Las voces de la Otredad
Hacer de la escuela un lugar en donde se desarrollan modelos
evaluativos que respetan los intereses individuales, los ritmos y estilos de
aprendizaje; se establece una relación estrecha entre lo que se aprende y
los contextos particulares del alumno (a); se enfoca una visión pluralista y
divergente frente a ciertas disciplinas rígidas; se aceptan diferentes puntos
de llegada en la construcción del conocimiento; se flexibilizan los caminos
para la construcción del saber, y la participación del alumno (a) en la
determinación de sus metas. Un espacio donde se admite la crítica y la
argumentación, el error como base del aprendizaje y donde lo que importa
es el desarrollo humano del alumno (a) y no su control.
Hacer de la escuela un escenario donde se cree una nueva alternativa
curricular (la de integración) que supedite el trabajo individual al trabajo
colectivo, a la conformación sinérgica de grupos permanentes de docentes
comprometidos con la reflexión, el cuestionamiento y el replanteamiento
de la práctica académica y docente realizada. Allí, la inercia, la rutina y
la indiferencia serán relegadas por una acción decidida hacia el logro de
una legítima identidad profesional, hacia la conversión en protagonistas del
cambio pedagógico, en interlocutores legítimos de los problemas educativos.
Es decir, la tradición como paradigma esencial será agotado por un paradigma
de innovación y cambio.
Hacer de la escuela un lugar donde se validan las propuestas
curriculares no por su coherencia teórica, por su proceso lineal o algorítmico
sino por su contrastación con la realidad que será el crisol definitivo para su
viabilidad y adopción. Aquí el currículo aspira a convertirse en un proceso de
búsqueda, de negociación, de valoración, de crecimiento y de confrontación
entre las diversas expresiones de la cultura. Esto permitirá al docente y al
alumno (a) verse reflejados en el proceso curricular como críticos, creadores
e innovadores que superan la triste condición de ser apéndices del frío diseño
instrumental y tecnológico.
Hacer de la escuela un escenario donde se provea un efectivo acceso
al conocimiento holístico (científico, tecnológico, humanístico y artístico);
un lugar donde se forman personas capaces de enfrentarse a la incertidumbre,
toman decisiones, desarrollan sus competencias básicas, afianzan su
identidad en la pluralidad; un espacio donde se facilita el aprendizaje en la
cooperación, se cultiva la autonomía y el ejercicio del diálogo, la reflexión y
el debate en el contexto de la práctica pedagógica cotidiana.
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