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24 Julio 2016
LA AVENTURA DE CRUZAR AMÉRICA
“Me contagié con la enfermedad de
moda en el mundo: el virus Zika”
Antoni Hernandis continúa su periplo por los países de América Central
Antoni Hernandis
Y llegué al octavo país de este
viaje por América, Costa Rica.
País al que llegaba con unas
expectativas muy altas debido
a todas las buenas referencias
que me habían dado sobre él,
pero que finalmente terminó
decepcionándome un poco.
Lo primero que te das cuenta
cuando entras a Costa Rica es
que es un país caro, muy caro.
Después de cruzar Sudamérica,
Panamá ya es un país caro
y en Costa Rica los precios
aún se vuelven a multiplicar.
Aunque esto no hace que sea
un país poco turístico, todo lo
contrario. Aunque ofrece exactamente
lo mismo que Panamá
y Nicaragua, su buen marketing
publicitando de la “pura
vida” hace que les haya ganado
la partida por goleada a sus
vecinos.
“Lo primero que te das
cuenta cuando entras a
Costa Rica es que es un
país caro, muy caro”
Seguí cruzando el país por su
ruta principal, la carretera Panamericana,
parando en todos
los cuarteles de bomberos.
Cuarteles completamente nuevos,
con camas en habitaciones
con aire acondicionado, duchas,
cocina y wifi. Todo lujo
y facilidades mientras seguía
avanzando por Centroamérica
De esta manera llegué a Puntarenas,
donde decidí dejar las
facilidades de la Panamericana
para ir en busca de un poco de
aventuras recorriendo la península
de Nicoya. Y así fue,
cambie las carreteras anchas y
asfaltadas por caminos de tierra
y piedras que con las lluvias
que me seguían acompañando
cada día hacían de los caminos
rutas prácticamente intransitables,
incluso cruzando en
ocasiones anchos y caudalosos
ríos llenos de cocodrilos con
agua por encima de la cintura.
Fueron días duros, pero sin
ninguna duda los más bonitos
del país. Cuando los días y las
carreteras son fáciles, las jornadas
se vuelven muy monótonas.
En cambio, cuando las
carreteras se vuelven duras y
peligrosas te acuestas todos los
días con dolor de piernas pero
con una gran sonrisa en la cara.
Y así llegue al final de Costa
Rica, sin duda un país hermoso,
salvaje, verde y lleno de
fauna: monos, tucanes, tortugas,
serpientes, ranas, pájaros
de mil colores y cientos de
animales diferentes es lo que
ves cada día de pedaleo por sus
carreteras.
Y con unas personas maravillosas,
muy amables que me
han ayudado en todo lo que
Antoni, en la aduana de Honduras, el décimo país de su viaje. Arriba, en
la isla de Ometepe, en el país nicaragüense
he pedido y más.
Así que atrás dejo
otro buen puñado
de amigos.
Costa Rica es la
casita de verano de
los gringos, vienen
aquí en masa a pasar
sus vacaciones
y dispuestos a gastar
todo su dinero.
Para los locales
cualquier extranjero
es un gringo,
y eso significa que
tiene dinero.
Así que para ellos
yo también soy gringo y en
cuanto me ven automáticamente
me suben el precio de todas
las cosas.
Por otra parte las playas no han
sido como me esperaba, aguas
con muchas corrientes y grandes
olas. Si te gusta el surf y
todo lo relacionado, enhorabuena,
este es tu país, pero si
buscas playas tranquilas para
bañarte y relajarte mejor no
vengas aquí.
Creo que es un gran país para
venir con un tour organizado
desde fuera, venir sin preocupaciones
y dejarte guiar y
aconsejar por los guías locales.
Pero como intentes hacer todo
por tu cuenta prepárate para
rascarte el bolsillo.
Por todo esto me voy con la
sensación de haber visitado un
buen país para turistas pero uno
malo para viajeros. Hasta para
salir de él he tenido que pagar.
Y llegué al noveno país de este
viaje, Nicaragua. Mismas carreteras,
mismos paisajes, mismo
clima, misma gente amable
saludándome a los lados
del camino. Los primeros días
supe que estaba en otro país
sólo porque tuve que pasar por
la frontera, por lo demás todo
era igual.
“Pasear por la ciudad
de Granada te
traslada varios siglos
en el tiempo, con sus
casas de estilo colonial
y de mil colores y sus
calles llenas de
carruajes tirados por
caballos”
Hasta llegar a Rivas, donde
tome un ferry para visitar la
isla Ometepe, que significa
dos montañas, y es que la isla
esta formada por dos grandes
volcanes, el volcán Concepción
y el volcán
Maderas.
Pude recorrer
la totalidad de
la isla por una
senda que la
bordea, dando
la vuelta a los
dos volcanes
formando un “8”.
Más adelante llegue a la bonita
ciudad de Granada, la ciudad
más turística del país. Pasear
por la ciudad te traslada varios
siglos en el tiempo, con sus casas
de estilo colonial y de mil
colores y sus calles llenas de
carruajes tirados por caballos.
De aquí, paso rápido por Managua,
la capital del país, otra
gran ciudad con poco que ofrecer
al turista.
Después de pasar por Costa
Rica (un país que no tiene ejército),
una de las cosas que menos
me gustaron de Nicaragua
fue el volver a ver a los militares
fuertemente armados cada
pocos kilómetros. El país acaba
de salir de una guerra civil hace
apenas 20 años y sus habitantes
aún lo tienen muy presente,
por eso casi cada conversación
que tengas con cualquier hombre
de mediana edad para arriba
girará en torno a la guerra
y estará encantado de contarte
todas sus batallitas y, cómo no,
te dirá con mucho orgullo que
ellos, junto con Vietnam, son
los únicos países que le han ganado
una guerra a los EEUU.
Y entre batallita y batallita me
planté casi sin darme cuenta
en Honduras, el décimo país
del viaje. Intento ir despacio y
haciendo pocos kilómetros al
día para conocer todo lo que
pueda, pero los países centroamericanos
son pequeños y
tras unos pocos días de pedaleo
quedan recorridos.
Antes de llegar a la frontera
de Honduras me encontré en
el camino a Luis, un argentino
con el que coincidí unos días
9 meses atrás, pedaleando por
los Andes Peruanos. Los dos
seguimos rutas distintas y ahora
nuestros caminos se volvieron
a juntar y decidimos seguir
juntos por unos días.
Hacia tiempo que viajaba en
solitario, así que a los dos nos
vino bien un poco de compañía
para superar estos países un
tanto “peligrosos”.
“Tuve que guardar
cama durante 6 días,
con fiebres muy altas,
dolor en todos y cada
uno de los músculos
y huesos del cuerpo y
fuertes erupciones en
la piel”
Hacía días que venía encontrándome
mal, cada día estaba
peor y con menos fuerzas,
hasta que en San Marcos de
Colón, la primera ciudad Hondureña,
no pude aguantar más
y me acerqué al centro de salud
donde me diagnosticaron
el virus del Zika. Me había
contagiado con la enfermedad
de moda en el mundo, un virus
que se contagia por la picadura
de un mosquito. Tuve que
guardar cama durante 6 días,
con fiebres muy altas, dolor en
todos y cada uno de los músculos
y huesos del cuerpo y fuertes
erupciones en la piel. Pero
finalmente me fui recuperando
y pude seguir con mi viaje.