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Plinio no<br />
tardó en<br />
hacer una<br />
correlación<br />
entre lo que<br />
había visto<br />
por el discernimiento<br />
<strong>de</strong><br />
los espíritus<br />
en el alma <strong>de</strong><br />
Dña. Lucilia<br />
y todo lo que<br />
místicamente<br />
sentía <strong>de</strong><br />
divino en<br />
la Iglesia<br />
Fotografía <strong>de</strong> Dña. Lucilia sacada en 1912, en París<br />
Po<strong>de</strong>mos concluir que Dios, en su infinita sabiduría,<br />
preparó con antelación el florecimiento<br />
<strong>de</strong> la tan elevada vocación <strong>de</strong>l Dr. Plinio, dándole<br />
a Dña. Lucilia por madre.<br />
Pero el discernimiento <strong>de</strong>l Dr. Plinio, siempre<br />
en busca <strong>de</strong> las más altas causas, estaba preparado<br />
para <strong>de</strong>scubrir la fuente <strong>de</strong> don<strong>de</strong> dimanaba<br />
la virtud, la suavidad y la pureza <strong>de</strong> su madre.<br />
Encuentro místico con Jesucristo y su Iglesia<br />
En efecto, Plinio no tardó en hacer una correlación<br />
entre lo que había visto por el discernimiento<br />
<strong>de</strong> los espíritus en el alma <strong>de</strong> Dña. Lucilia<br />
y todo lo que místicamente sentía <strong>de</strong> divino<br />
en la Iglesia, a medida que la fue conociendo.<br />
Inundado <strong>de</strong> entrañable, fuerte y plenísimo<br />
amor, en <strong>de</strong>terminado momento concluyó: “¡Mi<br />
madre es fruto <strong>de</strong> la Iglesia!”.<br />
Para que entendamos mejor esa percepción<br />
mística es indispensable evocar algunos <strong>de</strong> sus<br />
recuerdos más remotos sobre la atmósfera <strong>de</strong> sacralidad<br />
y elevación que él notaba en el santuario<br />
<strong>de</strong>l Sagrado Corazón <strong>de</strong> Jesús, en São Paulo,<br />
el cual frecuentaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeño. Con su don<br />
<strong>de</strong> reversibilidad, uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sdoblamientos <strong>de</strong><br />
la sabiduría en su alma, aquel niño puro, sereno<br />
y reflexivo, iba <strong>de</strong>scubriendo maravillado la relación<br />
entre la Iglesia y su propia madre:<br />
“A lo largo <strong>de</strong> varios domingos, iba haciendo<br />
la conexión entre la iglesia y el órgano, y <strong>de</strong>spués<br />
con mi madre que estaba a mi lado. Veía a mi<br />
madre rezando, tenía la proximidad física con<br />
ella y <strong>de</strong>cía: ‘<strong>El</strong>la y la Iglesia tienen tal o cual<br />
reversibilidad: el edificio material, las actitu<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong>l sacerdote en el altar, sus ornamentos...<br />
¡Yo diría que todo eso está también en<br />
el alma <strong>de</strong> mi madre!’ ”. 10<br />
Sin embargo, las inspiraciones <strong>de</strong> la gracia<br />
llevarían esa percepción todavía más lejos.<br />
Su experiencia sobrenatural, a la manera<br />
<strong>de</strong> un contacto directo con la Santa<br />
Iglesia Católica Apostólica Romana, le tocó<br />
<strong>de</strong> tal modo su sensibilidad que el pequeño<br />
Plinio llegaba a consi<strong>de</strong>rarla como una persona.<br />
Una figura mística que creó para explicarles<br />
a los <strong>de</strong>más lo que pasaba en el fondo <strong>de</strong> su<br />
corazón:<br />
“Lo que voy a <strong>de</strong>cir es naturalmente el Espíritu<br />
Santo, pero cuando se es pequeño no se diferencia<br />
bien: tenía la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que la Iglesia era<br />
una institución viva, con un espíritu propio, [...]<br />
andando y reaccionando como si fuera una persona<br />
a lo largo <strong>de</strong> la Historia, con todas las misericordias<br />
<strong>de</strong> una madre, las paciencias <strong>de</strong> una<br />
madre, las dignida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una madre, el savoir<br />
faire <strong>de</strong> una madre, los recursos <strong>de</strong> una madre;<br />
¡es una Iglesia Madre! [...]. La madre más acogedora,<br />
más íntima, más bondadosa, más ‘perdonante’<br />
que se pueda imaginar; pero también<br />
la reina más digna <strong>de</strong> alabanza que se pueda<br />
imaginar, y la guerrera virginal, a la Santa Juana<br />
<strong>de</strong> Arco, capaz <strong>de</strong> todas las victorias, sin per<strong>de</strong>r<br />
la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za femenina, con efectiva fuerza,<br />
aventajando a todos los mariscales, inspiradora<br />
<strong>de</strong> todos los héroes”. 11<br />
Así, concibió una i<strong>de</strong>a sublime y altísima<br />
<strong>de</strong> la Iglesia, como pináculo y mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> toda<br />
la Creación: “En la iglesia <strong>de</strong>l Sagrado Corazón<br />
<strong>de</strong> Jesús había algo arquetípico más o menos<br />
disperso en el aire, <strong>de</strong> lo cual estoy seguro<br />
<strong>de</strong> que era una gracia. Es <strong>de</strong>cir, todo lo que yo<br />
veía allí era arquetipo y ‘arquetipizado’ ”. 12 De<br />
hecho, Dios le concedió copiosas gracias a Plinio<br />
a fin <strong>de</strong> favorecer en él el sentido <strong>de</strong> las “arquetipias”,<br />
muy vinculado a su extraordinaria<br />
vocación, mediante el cual su espíritu propendía,<br />
continuamente, a la operación psicológica<br />
14 Heraldos <strong>de</strong>l Evangelio · Julio 2016<br />
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