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Patriarcas Y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 18. La Noche de Lucha<br />

AUNQUE Jacob había dejado a Padan-aram en obediencia a la instrucción divina, no volvió<br />

sin muchos temores <strong>por</strong> el mismo camino <strong>por</strong> donde había pasado como fugitivo veinte años antes.<br />

Recordaba siempre el pecado que había cometido al engañar a su padre. Sabía que su largo<br />

destierro era el resultado directo de aquel pecado, y día y noche, mientras cavilaba en estas cosas,<br />

los reproches de su conciencia acusadora entristecían el viaje. Cuando las colinas de su patria<br />

aparecieron ante él en la lejanía, el corazón del patriarca se sintió profundamente conmovido. Todo<br />

el pasado se presentó vivamente ante él. Al recordar su pecado pensó también en la gracia de Dios<br />

hacia él, y en las promesas de ayuda y dirección divinas. A medida que se acercaba al fin de su<br />

viaje, el recuerdo de Esaú le traía muchos presentimientos aflictivos.<br />

Después de la huída de Jacob, Esaú se había considerado como único heredero de la<br />

hacienda de su padre. La noticia del retorno de Jacob podía despertar en él temor de que venía a<br />

reclamar su herencia. Esaú podía ahora hacerle mucho daño a su hermano, si lo deseaba; y estaba<br />

tal vez dispuesto a usar de violencia contra él, no sólo <strong>por</strong> el deseo de vengarse, sino también para<br />

asegurarse la posesión absoluta de la riqueza que había considerado tanto tiempo como suya.<br />

Nuevamente el Señor dio a Jacob otra señal del amparo divino. Mientras viajaba hacia el sur del<br />

monte de Galaad, le pareció que dos ejércitos de ángeles celestiales le rodeaban <strong>por</strong> delante y <strong>por</strong><br />

detrás, y que avanzaban con su caravana, como para protegerla. Jacob se acordó de la visión que<br />

había tenido en Betel tanto tiempo antes, y su oprimido corazón se alivió con esta prueba de que<br />

los mensajeros divinos, que al huir de Canaán le habían infundido esperanza y ánimo, le<br />

custodiarían ahora que regresaba. Y dijo: "El campo de Dios es éste; y llamó el nombre de aquel<br />

lugar Mahanaim," o sea "los dos campos, o dos ejércitos." (Véase Génesis 32.)<br />

Sin embargo, Jacob creyó que debía hacer algo en favor de su propia seguridad. Mandó,<br />

pues, mensajeros a su hermano con un saludo conciliatorio. Los instruyó respecto a las palabras<br />

exactas con las cuales se habían de dirigir a Esaú. Se había predicho ya antes del nacimiento de<br />

los dos hermanos, que el mayor serviría al menor, y para que el recuerdo de esto no fuese motivo<br />

de amargura, dijo Jacob a los siervos, que los mandaba a "mi señor Esaú;" y cuando fuesen llevados<br />

ante él, debían referirse a su amo como "tu siervo Jacob;" y para quitar el temor de que volvía<br />

como indigente errante para reclamar la herencia de su padre, Jacob le mandó decir en su mensaje:<br />

"Tengo vacas, y asnos, y ovejas, y siervos y siervas; y envío a decirlo a mi señor, <strong>por</strong> hallar gracia<br />

en tus ojos." Pero los siervos volvieron con la noticia de que Esaú se acercaba con cuatrocientos<br />

hombres, y que no había dado contestación al mensaje amistoso. Parecía cierto que venía para<br />

vengarse. El terror se apoderó del campamento. "Entonces Jacob tuvo gran temor, y angustióse."<br />

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