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<strong>Giallo</strong>


DIRECTORIO<br />

CEO<br />

ANTONIO CARLIN LYNCH<br />

giallo@artisnucleus.com<br />

EDITOR IN CHIEF<br />

CARLOS ALBERTO AYALA OJEDA<br />

coo@artisnucleus.com<br />

COLABORADORES<br />

OMAR GONZÁLEZ<br />

http://wwww.artisnucleus.com/alianzas/<br />

omar-gonzalez/<br />

OMAR GONZÁLEZ<br />

diseño de logo en co-autoría con<br />

ANA BERTHA CASAS<br />

CARLOS ALBERTO AYALA OJEDA<br />

MELISSA POWER<br />

http://www.artisnucleus.com/alianzas/melissapower/<br />

OMAR GONZÁLEZ<br />

caricaturización del logo de <strong>Giallo</strong>. Idea<br />

original de DARIO ARGENTO, tomado de<br />

una escena de la película L’uccello dalle<br />

piume di cristallo<br />

www.artisnucleus.com/giallo<br />

giallo@artisnucleus.com<br />

www.facebook.com/giallomagazine<br />

GIALLO MAGAZINE #0 2016. NÚMERO DE CERTIFICADO DE RESERVA OTORGADO POR EL INSTITUTO<br />

DE DERECHOS DE AUTOR: EN TRÁMITE. NÚMERO DE LICITUD DE TÍTULO: EN TRÁMITE.<br />

NÚMERO DE CERTIFICADO DE LICITUD DE CONTENIDO: EN TRÁMITE. ISSN: EN TRÁMITE.<br />

PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL, INCLUYENDO CUALQUIER MEDIO<br />

ELECTRÓNICO SIN AUTORIZACIÓN POR ESCRITO DEL EDITOR, LAS OPINIONES VERTIDAS<br />

EN LAS COLABORACIONES FIRMADAS SON RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA DE LOS AUTORES.


CONTENIDO<br />

TOMSK<br />

LUIS ERNESTO MARTÍNEZ QUIROZ<br />

5<br />

AQUEL QUE VIENE A JUGAR<br />

ANTONIO CARLIN LYNCH<br />

15<br />

LA CAJA DE MÚSICA Y LOS MONJES SINIESTROS<br />

SONY VOOODOO<br />

32<br />

LOS GRITOS DE LOS NIÑOS<br />

JAVIER MONZÓN<br />

39<br />

UN BRAZO<br />

YASUNARI KAWABATA<br />

43


Tomsk<br />

Eran los inicios<br />

de noviembre,<br />

las ventiscas no<br />

eran raras para la fecha.<br />

Nevaba casi todo el día,<br />

salvo por unos minutos<br />

durante la tarde. El frío<br />

era intenso y la nieve se<br />

acumulaba delante de las<br />

puertas tanto del puesto<br />

de investigación, como del<br />

cobertizo de suministros, lo<br />

que provocaba que el andar de<br />

uno al otro se convirtiera<br />

en una tarea casi titánica<br />

por tanta acumulación de<br />

nieve y el estar desprovisto<br />

del equipo necesario para<br />

ese frío; la oscuridad era<br />

lo peor, sólo una tenue luz<br />

de vez en cuando te avisaba<br />

que era de día.<br />

El puesto de investigación<br />

biológica de la tundra en<br />

Siberia era cómodo, pero, no<br />

muy cálido: el laboratorio,<br />

la cocina, el comedor y el<br />

puesto de radio estaban<br />

en la planta baja de la<br />

estructura, la segunda<br />

planta era para el área de<br />

estar y los dormitorios que,<br />

en este caso, solo uno se<br />

ocupaba, ya que los demás<br />

científicos habían partido<br />

cinco días atrás. – Si tan<br />

solo me hubiera marchado –<br />

pensaba sin cesar al ver<br />

como la nieve se estrellaba<br />

contra las ventanas y el<br />

viento silbaba a través<br />

de pequeñísimas aberturas<br />

entre los vidrios que se<br />

esforzaba por cerrar apenas<br />

los escuchaba.<br />

Una muestra a mediana<br />

profundidad era lo que la<br />

había detenido ahí; días<br />

atrás se perforó un hoyo en<br />

el permafrost y al llegar<br />

a los veinticinco metros<br />

se habían topado con algo<br />

diferente, rojo brillante,<br />

que estaba congelado allí,<br />

justo la mañana antes de la<br />

partida. Les rogó quedarse<br />

a revisarlo para regresar<br />

a Tomsk con algo nuevo que<br />

enseñar en la universidad,<br />

porque era obvio que, durante<br />

el trayecto, no tendría<br />

el tiempo ni los cuidados<br />

hacia la preciosa muestra.<br />

Uno de sus cuatro compañeros<br />

insistía en quedarse, pero<br />

era casado y su esposa e hijo<br />

recién nacido le esperaban<br />

en casa y retrasarlo sería<br />

contraproducente.<br />

– En fin – pensaba – quince<br />

días más en el puesto no<br />

harían la diferencia en mi<br />

vida – la estadía de quince<br />

días en el laboratorio de<br />

la universidad con todos<br />

esos pasantes inútiles y<br />

preguntones parecía una<br />

pesadilla y ahora, se<br />

presentaba la oportunidad de<br />

trabajar sola, a su ritmo,<br />

con sus reglas; quince días<br />

de soledad únicamente a<br />

cambio de un ambiente de<br />

trabajo deseado: era hermoso<br />

e irresistible.<br />

– Una muestra más para<br />

el control – se repetía y<br />

sin más, tomó el trineo, se<br />

encontraba enfadada con ella<br />

misma, por su gran ineptitud<br />

de “pasante”, ya que había


contaminado la primera y<br />

está de más ser precavida –<br />

nueces, para pan y comida<br />

también la casa encantada<br />

muy preciada muestra, pero,<br />

se decía, mientras cargaba<br />

y que nunca volvieron a<br />

que corría por la estepa<br />

era temprano, tenía tiempo<br />

la caja con los alimentos y<br />

Tomsk, reclamados por la<br />

con unas enormes patas de<br />

suficiente para viajar más de<br />

entraba al laboratorio, con<br />

madre Rusia hacia su suelo…<br />

gallina, cargando brujas<br />

cuarenta minutos al sitio de<br />

la oscuridad y el bosque<br />

y esbirros del demonio en<br />

toma y tres horas para lograr<br />

detrás de ella.<br />

Leyendas aún más<br />

su interior, así mismo,<br />

la extracción definitiva.<br />

extraordinarias<br />

recorrían<br />

recordó el susurro del<br />

Cuando miró hacia el cielo,<br />

Con todo el tiempo por<br />

su memoria, no sólo las de<br />

viento que en los gélidos<br />

nubarrones negros anunciaban<br />

delante, comenzar a trabajar<br />

los lobo-hombre que hablaban<br />

meses de invierno nos daba<br />

la terrible tormenta que,<br />

en el análisis de la muestra,<br />

como humanos, pero corren<br />

un nombre, como el canto de<br />

si no se apresuraba, la<br />

ahora era su prioridad.<br />

en cuatro patas por las<br />

una sirena que perdía a los<br />

dejaría varada en medio de<br />

Desentrañar los secretos<br />

llanuras y bosques devorando<br />

exploradores bajo una sola<br />

la tundra. Se apresuró y<br />

que ese rojo carmesí le<br />

infortunados cazadores, sino<br />

melodía, “Baba Yaga”.<br />

realizó la faena en tiempo<br />

brindaría la oportunidad de<br />

record, con casi cuarenta y<br />

regresar a la universidad<br />

cinco minutos antes de lo<br />

con un nuevo descubrimiento:<br />

previsto, agarró el trineo,<br />

tal vez un alga o algún<br />

su nueva muestra y partió a<br />

otro ser vivo, congelado y<br />

toda marcha por el solitario<br />

preservado en esa sustancia<br />

paisaje blanco hacia el<br />

roja… Cientos de conjeturas<br />

puesto de investigación.<br />

llenaron su curiosa mente<br />

científica y ahí fue cuando<br />

Cuando llegó, supo<br />

la asaltó el recuerdo de<br />

que analizar la muestra<br />

las leyendas de esa área:<br />

tendría que esperar, al<br />

la hambruna de 1911 donde<br />

menos, un día más. Comenzar<br />

más de cien mil personas<br />

los preparativos para el<br />

encontraron su muerte; cómo<br />

evento climático atípico se<br />

los perros, gatos y ratas<br />

convirtió en la prioridad:<br />

les sirvieron de alimento<br />

aseguró el cobertizo, cubrió<br />

en esos años y, en algunos<br />

la gasolina con un par de<br />

casos extremos, la carne<br />

mantas térmicas, al igual<br />

humana llegó a ser comida<br />

que el trineo y despejó la<br />

para los sobrevivientes…<br />

entrada. Tomó comida, más de<br />

cómo miles marcharon en<br />

la necesaria, algo así como<br />

las mismas condiciones que<br />

para cinco días extra – nunca<br />

ahora, a buscar cortezas y


Pero eso fue un salto, una<br />

tomara precauciones y si<br />

soplador, una y otra vez,<br />

las demás –, pensó mientras<br />

jugarreta de su mente, un<br />

algo sucedía irían lo más<br />

logró encender los leños.<br />

cuidaba la flama de la<br />

desliz en la certeza y en su<br />

pronto posible, pero que<br />

Suspiró con la recompensa<br />

preparación. Se podía ver<br />

escepticismo; es al hombre<br />

se cuidara, ya que, si esa<br />

del calor y se sintió<br />

el blanco del hielo, por la<br />

y a la locura a lo que una<br />

tormenta continuaba así,<br />

satisfecha, como si hubiera<br />

parte de abajo y arriba de<br />

científica tiene que temerle,<br />

lo más pronto posible se<br />

logrado una hazaña épica,<br />

la puerta, que se aferraba<br />

a esas extrañas leyendas<br />

convertiría en una espera<br />

sonrió al tiempo que se<br />

a entrar y sólo el calor<br />

no, tal vez a la helada que<br />

de unas 24 a 36 horas, según<br />

decía – es hora de cenar –.<br />

dentro de la habitación<br />

se aproximaba, pero a las<br />

las condiciones climáticas<br />

luchaba por impedirlo.<br />

leyendas no, a contaminar<br />

y de los caminos.<br />

Sopa de lata era la cena<br />

Al fin comenzó a sentir<br />

la muestra y no poder volver<br />

del día, dentro de su<br />

preocupación, una sensación<br />

o no encontrar el sitio de<br />

Ella contestó que no se<br />

percepción del tiempo, creía<br />

recorrió su piel, de ésas que<br />

la toma en la nevada, pero<br />

preocuparan, pues ya había<br />

que a las 11:30 de la noche<br />

anteceden a una catástrofe,<br />

a las leyendas no. Hacía<br />

comenzado los preparativos<br />

era una buena hora para<br />

a un mal presentimiento;<br />

aplomo de su educación e<br />

para la tormenta y se<br />

cenar, la preparación debía<br />

algo no estaba nada bien, no<br />

inteligencia para no volver<br />

reportaría cada 12 horas.<br />

ser siempre simple. El sabor<br />

encajaba, era diferente, y<br />

a caer en esas patrañas de<br />

Se despidió diciendo de<br />

del día: camarones con fideo.<br />

no sólo fuera de la cabaña,<br />

leyendas y poder dormir bien<br />

manera sarcástica – ¡Oh!,<br />

Mientras estaba junto a la<br />

también dentro de la misma.<br />

aquella noche que, con cada<br />

se aproxima una tormenta,<br />

estufa calentando el agua<br />

hora que pasaba, se tornaba,<br />

díganme algo que mis<br />

se imaginaba un gran plato<br />

Miró a su alrededor,<br />

cada vez, más fría.<br />

sentidos no perciban – y,<br />

de camarones, –mataría por<br />

la luz de la chimenea y<br />

dejando el micrófono, se<br />

unos camarones con fideo,<br />

lámpara iluminaban muy bien<br />

Usando la radio llamó a<br />

retiró a dormir un poco;<br />

pero preparados en Fiji,<br />

la planta baja, pero había<br />

la Universidad de Tomsk<br />

el trabajo a marcha forzada<br />

en el calor de la isla, no<br />

algo afuera… sentía como si<br />

avisando que estaba bien,<br />

de la extracción y recoger<br />

en la marmita de todos los<br />

alguien la observara desde<br />

tal como decía en el manual<br />

los suministros la habían<br />

días de este blanco y gélido<br />

la tormenta, atravesando<br />

de procedimientos del<br />

cansado mucho.<br />

paraje–, se dijo.<br />

las paredes y la sensación<br />

laboratorio. La respuesta fue<br />

crecía… siguiendo con la<br />

una advertencia: en la zona<br />

Un súbito ruido la<br />

De pronto, un fuerte viento<br />

vista sus movimientos de<br />

en la que se encontraba, se<br />

despertó, la oscuridad de<br />

hizo vibrar las ventanas con<br />

un lado a otro de pared a<br />

estaba formando una tormenta<br />

la cabaña era profunda.<br />

sus protectores, el aire<br />

pared, de pronto, la cena ya<br />

muy extraña. Provenía de 50<br />

En la chimenea apenas si<br />

aullaba a través de ellas<br />

no importaba. Una repentina<br />

km más allá de donde se tomó<br />

quedaban las brasas del<br />

por ínfimas rendijas, movía<br />

subida de adrenalina avispó<br />

la muestra y seguía una línea<br />

fuego anterior, encendió la<br />

las llamas de su chimenea<br />

sus sentidos y sin más,<br />

recta hacia donde estaba el<br />

luz y echó leña sobre esas<br />

y pequeña estufa, –esta<br />

corrió hacia la estantería<br />

laboratorio, le dijeron que<br />

casi cenizas. Usando el<br />

tormenta no era igual a<br />

donde estaba la escopeta, a


trastadas sacó las llaves<br />

para reforzarla, – por lo<br />

estuviera afuera caminando,<br />

suyo, en la chimenea...<br />

y lo más rápido que pudo<br />

menos nadie entrará por<br />

acechando… una vibración<br />

respiró profundo y un golpe<br />

abrió el candado y tomó<br />

aquí –, pensó.<br />

tras otra y, de repente,<br />

tremendo inundó de ruido y<br />

el arma. Después de cortar<br />

un ruido muy conocido: un<br />

miedo la cabaña… “eso” ahora<br />

cartucho, el viento cesó,<br />

Se acercó a la ventana y<br />

raspar de madera, un simple<br />

estaba en el techo. Paso tras<br />

como si supiera que estaba<br />

al mover la persiana vio que<br />

raspar continuo de madera<br />

paso, recorría las tejas y se<br />

dispuesta a usarla contra<br />

la nieve tenía ya unos 40<br />

que iba de una esquina a<br />

escuchaba el crujir debajo<br />

lo que fuera y allí, junto a<br />

centímetros de acumulación, lo<br />

otra. Saltó del catre y<br />

de sus pies, pero… ¿qué cosa<br />

la chimenea, esperó mirando<br />

cual era muy inusual con esos<br />

tomó su arma, conforme<br />

era lo que saltó casi seis<br />

hacia todas direcciones.<br />

vientos – debo de cuidar la<br />

se acercaba a la puerta,<br />

metros de altura al techo?,<br />

leña – dijo suavemente, – no sé<br />

levantó el arma y apuntó. Con<br />

sus dedos estaban ávidos por<br />

El corazón le latía muy<br />

si la nieve me deje ir mañana<br />

ese peso, evidentemente no<br />

disparar, sin embargo, estaba<br />

fuerte, la respiración<br />

al cobertizo por más –.<br />

sería complicado derribar un<br />

consciente que, si hacía un<br />

acelerada rompía el<br />

cerrojo y un tablón, su mente<br />

hoyo en el techo, la tormenta<br />

silencio de la cabaña, sus<br />

Subió a la habitación y<br />

deseaba reaccionar, pero el<br />

acabaría derrumbando todo y<br />

músculos estaban tensos,<br />

bajó un catre hacia la sala,<br />

miedo la invadía… temblaba,<br />

ella moriría congelada. Esa<br />

así de pronto, movió la<br />

volvió a subir, aseguró las<br />

quería gritar, pero no había<br />

no era opción…<br />

cabeza para despejarse –<br />

cuatro ventanas y cerró las<br />

porque hacerlo, era claro<br />

esas leyendas me provocan<br />

persianas. Tomó suficientes<br />

que “eso” sabía que estaba<br />

Salir y correr al trineo<br />

estos espasmos de<br />

mantas y bajó un pequeño<br />

sola, pero no armada, por<br />

significaría alejarse de<br />

simpleza – dijo sin mayor<br />

reproductor para escuchar<br />

lo tanto, el factor sorpresa<br />

la cabaña, correr doce<br />

preocupación. Dejó la<br />

música, atrancó con una silla<br />

aún estaba de su lado.<br />

metros en ese clima, abrir<br />

escopeta recargada junto<br />

la puerta, cerró persianas<br />

el cobertizo, encender el<br />

a la mesa y continuó con<br />

y cortinas de la parte baja,<br />

Cuando el ruido llegó a<br />

motor y manejar a toda prisa<br />

la sopa que ya casi estaba<br />

apagó el generador y las<br />

la puerta, esta no se movió,<br />

en medio de una tormenta<br />

lista. Comió despacio<br />

luces se fueron, sólo el<br />

pero veía como el hielo<br />

ártica en Siberia, sería un<br />

mirando a su alrededor,<br />

resplandor de la chimenea<br />

comenzaba a envolverla,<br />

suicidio, no existía opción.<br />

pensando en atrancar la<br />

iluminaba la planta baja<br />

tomando todo el color gris<br />

Esperar y sólo esperar.<br />

puerta; no fueran los<br />

y, sin más, se dispuso a<br />

y transformándolo en blanco<br />

osos o los lobos los que<br />

dormir, no sin antes dejar<br />

nieve. Sus manos temblaban,<br />

De pronto, rompiendo el<br />

se habían acercado al<br />

bajo el catre la escopeta,<br />

pero se aferraba al arma<br />

silencio, escuchó – sé que<br />

oler la sopa en este frío<br />

– nunca está demás –.<br />

como única medida para<br />

estás allí – dijo una voz desde<br />

repentino… se levantó<br />

sobrevivir… retrocedió y el<br />

arriba de su cabeza. – Ansiabas<br />

con la taza de sopa en<br />

Una vibración intermitente<br />

ruido continuó su recorrido<br />

que pasara algo extraordinario<br />

la mano, corrió el seguro<br />

en el suelo la sacudió y<br />

por el resto de las paredes<br />

– sonaba otra voz afuera de<br />

de la puerta y el tablón<br />

despertó, como si algo pesado<br />

hasta situarse justo detrás<br />

la puerta, – algo que nadie


hubiera visto y solamente tú<br />

a mediodía. La tormenta<br />

atrás… hasta llegar a<br />

techo con las piernas<br />

lo relataras – la voz hacía<br />

había cedido y sólo la nieve<br />

Moscú. Claro, no sin antes<br />

rotas, uno en la puerta<br />

eco en el tiro de la chimenea.<br />

impedía que abriera la<br />

relatarnos lo sucedido<br />

con las manos destrozadas,<br />

Ella miraba a su alrededor…<br />

puerta, con incertidumbre<br />

en ese laboratorio de la<br />

y uno cerca de la chimenea<br />

uno, dos, tres… tres disparos,<br />

abrió una de las ventanas del<br />

tundra siberiana, y ahora<br />

con la espalda partida,<br />

fácil de hacerlo si fuera una<br />

segundo piso y se dio cuenta<br />

comprendo sus razones para<br />

supuestamente todos habían<br />

cazadora… pero no, era solamente<br />

que había unos dos metros<br />

no volver, entiendo porque<br />

muerto de hambre y lo más<br />

una rata de laboratorio. Pensó<br />

de nieve sobre la entrada<br />

no miró atrás… siete meses<br />

extraño fue que uno de ellos<br />

de nuevo que tal vez sería<br />

principal. Se armó de valor y<br />

después que otros científicos<br />

tenía una perforación en el<br />

su mente jugando y no habría<br />

tomó lo más importante de su<br />

fueron a esa cabaña,<br />

pecho, del tamaño exacto<br />

nadie afuera… ninguna persona<br />

investigación: metió en una<br />

encontraron tres cadáveres<br />

del taladro de muestras de<br />

sobrevive a 35 grados bajo cero<br />

hielera la preciada muestra,<br />

descompuestos: uno en el<br />

nuestra amiga.<br />

y menos con esos vientos.<br />

provisiones para el camino<br />

y dispuesta a viajar 280 km<br />

– No queremos entrar,<br />

hacia el pueblo más cercano,<br />

tarde o temprano<br />

abandonó la cabaña, subió al<br />

saldrás. Estaremos afuera<br />

trineo y comenzó su viaje.<br />

esperándote<br />

pacientemente<br />

– decían las voces al<br />

Nada logró hacer que<br />

unísono. – En un día de<br />

volviera la vista, ni que<br />

tormenta, estés en donde<br />

hablara algo de lo que<br />

estés, te encontraremos – se<br />

había pasado los tres días<br />

escuchaba por la chimenea,<br />

posteriores a su salida<br />

llenando toda la cabaña de<br />

de la cabaña, hasta que<br />

sus horribles voces, – en<br />

llegó a Kustov, donde la<br />

el frío invierno estaremos<br />

encontraron,<br />

caminando<br />

esperando por ti –.<br />

apenas, deshidratada y<br />

exhausta… aferrada al<br />

Las horas pasaron y no se<br />

recipiente de la muestra<br />

escuchó más, sólo el sonido<br />

y la correa de la escopeta<br />

del viento golpeando las<br />

que tenía el cañón doblado…<br />

paredes, el cansancio al fin<br />

estaba casi muerta… esos<br />

la derrotó. Cayó dormida en<br />

hombres que la encontraron<br />

la silla junto a la chimenea.<br />

le arroparon, cuidaron y,<br />

Despertó de golpe al día<br />

a los cinco días, vinieron<br />

siguiente,<br />

aproximadamente<br />

por ella y se fue sin mirar


Aquél que viene a jugar<br />

La oscuridad era abrumadora…<br />

Su cuerpo aún estaba rígido, y aunque su corazón se<br />

mantenía en funcionamiento, era claro que ya no era<br />

la misma maquinaria de antes, de ayer, por ejemplo.<br />

Compararlo con un reloj hecho en Suiza, sería más<br />

que grosero. El punto más cercano de comparación<br />

sería tal vez un espárrago.<br />

Pero al menos estaba vivo.<br />

Jerry se encuentra postrado en una cama donde su<br />

cuerpo encaja perfectamente. Mide un metro noventa<br />

y dos; así que encontrar una cama donde él se sienta<br />

cómodo no fue nada fácil. Pero a Jerry no le han<br />

preguntado si se siente cómodo o no. Al menos que ese<br />

que pregunte quiera un silencio por respuesta.<br />

Jerry se encuentra en coma, hace apenas dos horas<br />

sufrió una hemorragia cerebral, tiene una hora y<br />

quince como nuevo inquilino de este hospital. Pero<br />

hace sólo veinte segundos se dio cuenta que no estaba<br />

muerto; quiso abrir los ojos y sus párpados no le<br />

respondieron.<br />

Lo que vio fue la oscuridad, y esta era abrumadora.<br />

Jerry comenzaba a tener recuerdos: regresaba<br />

a su remolque después de una prolongada tarde de<br />

tragos. Faltaban veinte minutos para la medianoche,<br />

trastabillaba por el camino apestando a ron y<br />

tabaco barato. Siempre que sentía la necesidad de<br />

alcoholizarse sabía que tenía que aventurarse a pie<br />

de regreso hasta su lugar de residencia; es casi un<br />

kilómetro completo a lo que tiempo atrás solía llamar<br />

“hogar”, a poco menos de trescientos metros de la<br />

carretera estatal 495, en la tranquila y aburrida<br />

localidad de Lowell, a 37 kilómetros de la ajetreada<br />

y ruidosa ciudad de Boston.<br />

Llamaba ahora “morada” a lo que antes era “hogar”,<br />

pero bien podría llamarse “Reikiavik” o “la casa que<br />

no rueda” … nadie notaría la diferencia. Ni a nadie<br />

tampoco le importaría. En la taberna de Zigfried se<br />

la estaba pasando en grande. Cantando a pleno pulmón<br />

clásicos de Billy Joel, Cat Stevens y hasta de Van<br />

Morrison. Pero los billetes se terminaron. Después de<br />

más de seis horas allí sabía que tarde o temprano eso<br />

iba a suceder, era algo en lo que estaba plenamente<br />

consciente, además, de emprender el regreso a pie<br />

Carl ya no quiso invitarle más tragos gratis, se<br />

conocían desde los nueve años.Habían jugado béisbol<br />

juntos desde niños infinidad de veces; no significa que<br />

siempre tuviera que invitarle las rondas. Zigfried<br />

ya lo había comprendido tiempo atrás, y eso que él y<br />

Jerry nunca jugaron juntos. Es más, Zigfried nunca ha<br />

jugado béisbol en su vida. ¿Alguna vez han visto a un<br />

austriaco jugarlo antes?<br />

— Creo que es mejor terminar la juerga aquí Jerry<br />

— le decía un Carl tambaleante y doble (o al menos<br />

Jerry así lo veía) mientras regresaba del mingitorio,<br />

peleándose con su bragueta — el dinero nos ha<br />

abandonado. — “Abandonado”, la palabra maldita que no<br />

se debía pronunciar frente a Jerry. Afortunadamente<br />

este no la había escuchado. Se divertía viendo a Carl<br />

y recordando una vieja portada de Alice Cooper donde<br />

se pescaba la verga con el zipper del pantalón.<br />

— Carl tiene razón — intervino Zigfried, en el<br />

momento en que terminaba de limpiar los ceniceros.<br />

No quedaban más clientes, — anda chico, ha habido<br />

reportes de saqueos a remolques en la zona, hace unas<br />

noches entraron al de…— interrumpe Jerry — ¡M-m-mi<br />

remolque seguirá en su lugar!, ¡y a salvo! Al igual que


lo poco que me queda dentro d-d-d…— Jerry arrastraba<br />

la “d” en el momento mismo que Alice Cooper comenzaba<br />

a cantar “I`m Eighteen” en la rockola…— ¡vaya. Por fin<br />

Carl! ¿No pusiste esa canción hace más de dos horas? —<br />

Jerry era capaz de arrastrar una letra estando ebrio,<br />

pero jamás desentonaría si se trataba de cantar un<br />

himno como “Tengo dieciocho años”. Aunque se halle a<br />

veinte años de eso. Zifgried salió de la barra, y de<br />

un tirón desconectó la rockola.<br />

— La fiesta terminó —<br />

— Zigfried tiene razón, no es buena idea que dejes<br />

la casa tanto tiempo sola. —<br />

— Para su información, señoresss (ahora arrastraba<br />

la “s”), La Pequeña Cosa Salvaje está resguardando,<br />

celosamente, nuestra sagrada residencia; si alguien<br />

se atreviera a entrar… podría salir con los huevos<br />

arrancados. —<br />

— ¡Desdichado de él! —<br />

Un estruendoso “Jajajaja” se escuchó hasta el Fenway<br />

Park de Boston. Zigfried dejó escapar el vaso que<br />

limpiaba, que irremediablemente se hizo añicos en el<br />

piso. Y de puro gusto, encendió la rockola de nuevo,<br />

puso tres créditos más e invitó rones para todos.<br />

Cortesía de la casa.<br />

Bárbara no dejó una nota para decirle a Jerry que<br />

lo abandonaba. No, Bárbara se lo gritó de frente; se<br />

lo gritó hacia arriba, parándose levemente sobre las<br />

puntas de sus pies y apuntándole con su dedo índice,<br />

como si deseara metérselo por la nariz, y rasgarle el<br />

cerebro por dentro.<br />

Jerry sentía cosquilleos en la nariz.<br />

Como si alguien se la estuviera rascando.<br />

Una rasposa y fría manita.<br />

“Rasgarle el cerebro por dentro”; vaya que algo así<br />

provoca miedo.<br />

Ese era el motivo por el cual Jerry no quería regresar<br />

a su casa. Tres rondas con Zigfried se convirtieron<br />

en seis, luego en nueve y Engelbert Humperdinck en la<br />

rockola. A Zigfreid le encantaba Engelbert, además<br />

él ni siquiera estaba bebiendo y conocía bien la pena<br />

que pasaba el pobre Jerry. ¿Qué no están para eso los<br />

cantineros?<br />

Suficiente: doce tragos eran demasiados. La casa<br />

pierde, a fin de cuentas. Jerry iba haciendo “zetas”<br />

por el camino. Cigarro en mano, un Zebra. Cuando<br />

conoció a Bárbara ella fumaba Zebra. Ahora Bárbara no<br />

debe de estar fumando si quiera: espera un bebé, que<br />

obvio, no es de Jerry.<br />

Si eso fuera estaría celebrando, y no, lo que quería<br />

es olvidar.<br />

Su método es el alfabético. Sus prioridades son<br />

las dos primeras letras del abecedario: la “A” de<br />

aniversario y la “B” de Bárbara.<br />

Cincuenta minutos de caminata después, Jerry ya no<br />

se siente tan ebrio. ¡Demonios!, eso encabrona como<br />

no tienen idea. Estar tantas horas bebiendo para luego<br />

sacar todo ese alcohol transformado en sudor, lo hacía<br />

sentir como la típica señora obesa que hace dos horas<br />

de bicicleta, para luego, al terminar, engullirse una<br />

hamburguesa con doble carne, pepinillos y papas a la<br />

francesa. Con su respectivo refresco de dieta, hasta<br />

las gordas saben que ante todo la figura.<br />

Diez metros antes de llegar a su casa rodante, Jerry<br />

se detuvo; se inclinó un poco y tocó sus rodillas<br />

con ambas manos, jadeó, tomó aire, vomitó y se sintió<br />

mucho mejor.<br />

A lo lejos: un ladrido ahogado, Jerry sonrió. Otro<br />

ladrido…las luces estaban encendidas.<br />

— ¿Las habré dejado encendidas? — Un ladrido más,


luego otro, otro… y otro; la Pequeña Cosa Salvaje,<br />

pensó Jerry, y avanzó a paso decidido.<br />

Al abrir la puerta, La Pequeña Cosa Salvaje le saltó<br />

encima. Sí, era “ella”, era “pequeña” si quieren le<br />

pueden llamar “cosa”, pero de “salvaje” no tiene nada.<br />

Más bien era “salivable”; una schnauzer estándar de<br />

tamaño mediano, color gris con blanco hizo que Jerry<br />

perdiera el equilibrio, y cayera con todo su peso de<br />

espaldas.<br />

Su cráneo chocó contra un pedazo de concreto al que<br />

siempre amenazaba: — “un día de estos, el que menos<br />

te esperes, te moveré a donde menos estorbes”. —<br />

La Pequeña Cosa Salvaje (que no tiene nombre,<br />

herencia de Bárbara), lamiéndole el rostro. Su cabeza<br />

se convirtió en un cascarón de huevo.<br />

¡CRANK!<br />

Y se quiebra, partido a la mitad.<br />

Un charco de sangre.<br />

Ladrido, lengüetazo, ladrido, lengüetazo…los brazos<br />

se relajan.<br />

La Pequeña Cosa Saltarina salta a su estómago.<br />

Jerry Keller tiene otro flashazo. Más recuerdos<br />

llegan.<br />

¿Fue hace dos días? o, ¿fue hace un momento?<br />

La oscuridad sigue siendo abrumadora.<br />

¿Por qué diablos no puedo abrir los ojos?<br />

¿Qué me está brincando en el pecho?<br />

Las palabras no salen, sus labios no se mueven.<br />

Allí hay alguien, para nada está solo. Es como estar<br />

muerto en vida…un vegetal tiene más vida.<br />

Y además consciente.<br />

Como esos soldados que sobreviven a Vietnam, Jerry<br />

miraba muchos programas de guerra después de que lo<br />

dejara Bárbara, se pasaba horas tumbado en la cama;<br />

La Pequeña Cosa Salvaje de un brinco le saltaba a la<br />

barriga. Como ahora.<br />

Algo le oprimía el estómago, exhalaba su aliento en<br />

el rostro, rancio, desagradable.<br />

Y ahora le estaba tocando uno de sus ojos; deditos<br />

rasposos, callosos, le sujetaban uno de sus párpados.<br />

Y lo abría: Jerry pudo ver la luz, y no le molestó,<br />

fue el horror lo que le hizo gritar… Sólo que el grito<br />

no salió… más bien se ahogó.<br />

Era un pequeño ser de no más de medio metro, con la<br />

piel arrugada y color marrón; parecía un viejo, pero<br />

Jerry dudaba que fuera humano. Lo primero que cruzó<br />

por su mente, fue la leyenda de los leprechaun, y<br />

quiso esbozar una sonrisa para calmar su miedo. Pero<br />

no pudo mover ni un músculo de su rostro; y el no<br />

poder le hizo sentir más terror.<br />

No usaba sombrero ni estaba vestido de verde, pero<br />

¿era una regla?, sus dos orejas eran puntiagudas,<br />

tenía ojos vidriosos y celestes ¿eran de ese color?<br />

La criatura debió de adivinar la incertidumbre de<br />

Jerry porque se acercó tanto para que él pudiera<br />

verlos bien. Sí, eran celestes.<br />

Traía puesta una chaqueta roja con botones brillantes<br />

y plateados, aunque no podía verle los zapatos, estaba<br />

seguro que eran de punta muy filosa. De metal. Ya que<br />

le clavaba uno de ellos en las costillas. Con un<br />

vertiginoso movimiento y precisión quirúrgica, el<br />

diminuto ser hizo uso de una de sus filosas uñas (que<br />

sólo tenía en los dedos índices, similares a las de<br />

los halcones), de un tajo le arrancó el ojo derecho<br />

a Jerry, fue todo tan rápido que ni una sola gota de<br />

sangre brotó. De su bolsillo izquierdo, el espectro o<br />

duende si así gustan llamarlo, sacó un pequeño ojo de<br />

cristal y lo insertó en el negro orificio donde antes<br />

Jerry tenía el suyo.<br />

Muy apenas se enteró de lo sucedido.


Seguía consciente y presa del pánico. La oscuridad<br />

ya no era tan abrumadora. Ahora lo que lo molestaba<br />

era la asfixia que sentía.<br />

La Pequeña Cosa Salvaje siguió ladrando, como si<br />

en eso se le fuera la vida o la de su amo. En tan<br />

sólo quince minutos logró la atención de la señora<br />

Roberts, una bebedora compulsiva de té, y jugadora<br />

de bingo, viuda, de sesenta y seis años que vivía<br />

desde hace tiempo con su nieto Hunter; fumador y<br />

vendedor de hierba; se la pasaba entrando y saliendo<br />

de la correccional. Fue él quien hizo la llamada a<br />

emergencias médicas. Por suerte no andaba en uno de<br />

sus viajes.<br />

Inmovilizaron a Jerry, y luego lo subieron; Verónica,<br />

una nerviosa y linda latina de ojos grandes color miel<br />

no dejaba de mirarle. Mezcla de lástima, tristeza y<br />

compasión. Era su primera noche como paramédico, lo<br />

único que pasó por su mente durante el trayecto fue<br />

tomarle de la mano, todo el camino, sin soltarlo.<br />

Jerry en un impulso apretó fuertemente la suya.<br />

O al menos así fue, durante tres segundos. Luego<br />

Verónica le acarició la mejilla.<br />

— “…está bien, todo estará bien”. — Jerry sintió la<br />

fresca brisa que exhalaba su boca. No sabía si estaba<br />

muerto o vivo, sólo sabía que iba a estar bien. Y fue<br />

cuando las imágenes comenzaron a rondar en su cabeza.<br />

La explosión fue una acción muy dolorosa. Desgarró<br />

sus brazos, genitales y extremidades. Fue privado<br />

de todo: menos de seguir pensando perfectamente. El<br />

ejemplo más acertado de comparación sería: un torso<br />

sin rostro; no ojos, no oídos, no dientes y no lengua.<br />

Y eso es lo que es.<br />

Cuando Jerry era un mocoso de tan sólo doce años,<br />

había leído la historia de Joe Bonham; escondido en<br />

el ático cuando debía de estar dormido por las noches<br />

en su natal Dakota. Subía a escondidas, linterna en<br />

mano y le dedicaba cuarenta minutos, mínimo, a la<br />

lectura. Luego regresaba a la cama. Su padre era un<br />

lector feroz, un devorador de libros; pero le había<br />

dicho que ése no era el tipo de lectura apropiado<br />

para un niño de su edad. Así que imaginó que por<br />

estar prohibido sería una lectura excitante y tenía<br />

que leerlo.<br />

No se equivocó.<br />

Desde entonces creció en él, un deleite por los<br />

temas bélicos, películas, libros sobre la Primera,<br />

pero sobre todo la Segunda Guerra Mundial. Después<br />

de conocer a Bárbara, Jerry la llevó a una función de<br />

medianoche; el Cinema Coliseum exhibía “Full Metal<br />

Jacket”. Bárbara salió hecha un manojo de nervios,<br />

con la mirada perdida, fumaba un Zebra tras otro,<br />

la mano izquierda le temblaba. No quiso tener sexo<br />

con Jerry esa noche, pidió que la dejara en su casa.<br />

Si hubieran visto “Love Story” la cosa hubiera sido<br />

distinta.<br />

Cortando sus recuerdos y de regreso a la ambulancia,<br />

Jerry tuvo una serie de preocupaciones. Sabía que<br />

estaba vivo, más no completo.<br />

Consciente de que podía sentir, aún tenía tacto,<br />

sentía la suave mano de Verónica acariciándole de ratos<br />

el pelo, apretando su mano, él le devolvía el apretón,<br />

según sus fuerzas le permitían. Pero cada vez estaba<br />

más débil. Los párpados no le respondieron, quiso<br />

abrir los ojos pero al menos se dio cuenta que estos<br />

no le faltaban. Sintió el roce de la palma de la mano<br />

por uno de sus oídos, bien, tengo un oído, pensó, no<br />

creo que se trate de un miembro fantasma, puedo oír


el barullo que hacen por aquí. ¿Cuántos son?, creo<br />

que tres, una de ellos es una chica, sé que tengo mis<br />

brazos (al menos uno) ya que puedo sentir una mano<br />

entre la mía. Y ese aroma, es una combinación entre<br />

dulce, agrio y penetrante, perfume de mujer, colonia<br />

y sudor. Al menos mi nariz está bien… enseguida Jerry<br />

quiso cerciorarse de que tenía sus dientes completos<br />

y su lengua; así que trató de mordérsela y no pudo.<br />

No hallaba su lengua ¡No tenía lengua!<br />

Estaba firmemente sujeto a la camilla, y comenzó a<br />

tener violentas convulsiones.<br />

— ¡Carl! ¿viste eso?, ¡llama a la enfermera, Jerry<br />

tuvo una convulsión! Dios, fue tan horrible, me asustó;<br />

pobrecito ¿Por qué tuvo que pasarle esto a él? — era<br />

Sam, la esposa de Carl olvidándose por completo que<br />

estaba en un hospital gritaba como si se encontrara<br />

en un juego de los Red Sox; y el tercera base hubiera<br />

cometido una terrible pifia.<br />

— Sssshhh… no levantes la voz — Carl volvía del<br />

sanitario, y con el dedo índice señalaba que debía<br />

bajar la voz a su esposa. Esta vez no sostenía ninguna<br />

pelea con su bragueta. — Iré a buscar una enfermera<br />

— le dijo en un susurro. Jerry podía oír claramente<br />

las tranquilas y murmurantes palabras de Carl. Sabía<br />

que había alguien más con él (Sam ¿Quién más si no<br />

ella?), pero no le escuchó hablar.<br />

No escuchaba los gritos, solamente las voces que<br />

hablaban por lo bajo.<br />

Y las risitas siniestras.<br />

Cuando Carl fue en busca de la enfermera, Sam se quedó<br />

con él. Tenía esa expresión afligida, ese semblante<br />

que tienen las madres cuando ven a uno de sus hijos<br />

postrado en una cama de hospital. Ellos no tenían<br />

hijos, así que el instinto maternal de Sam brotó en<br />

ese instante.<br />

Las lágrimas hicieron acto de presencia, resbalando<br />

por sus mejillas, y cuando se acercó a tomar un kleenex<br />

de la cajita que se encontraba junto a Jerry, notó<br />

algo que llamó su atención, Jerry también lloraba,<br />

pero solamente con un ojo. Del derecho no asomaba<br />

lágrima alguna.<br />

Eran las dos y cinco de la tarde. Diez minutos antes<br />

de que Carl y su esposa llegaran. En el piso nueve<br />

todo era calma y quietud; aunque había momentos en que<br />

el sentido auditivo de Jerry se despertaba en alerta<br />

(igual que su pene; juraría que en estos momentos<br />

estaba firme, en una asombrosa erección, como diciendo<br />

“mira Jerry, ¡estoy vivo! ¡No eres un vegetal después<br />

de todo!). Unas pisaditas se escuchaban claramente<br />

en los alrededores de su gigantesca cama de metal<br />

reforzado. Luego risitas, cuchicheos…más risitas.<br />

En la mente de Jerry se dibujaba una sonrisa que sus<br />

labios no podían mostrar (como ya se ha mencionado<br />

antes), si viviera en un circo de fenómenos, sería<br />

conocido como “El Hombre sin Expresión”. Pero eso no<br />

le quitaba importancia ya que en su mente se veía a<br />

él montando a una rubia de enormes pechos; haciéndola<br />

gemir, pidiéndole, suplicándole una ración extra de<br />

su miembro erecto. En una última embestida. Toda una<br />

proeza para un hombre que se encuentra en coma.<br />

Jerry se preguntaba si aún sería posible eyacular<br />

en el estado en que se encontraba.<br />

En ese momento ya había dejado de prestarle atención<br />

a los ruiditos que se oían en la habitación. Cuando<br />

de improviso, sintió de nuevo la rasposa manita por<br />

debajo de su bata. Apretando con fuerza su firme<br />

miembro. Duro como una piedra. Y de nuevo las risitas.<br />

Y otra vez el grito ahogado; en ese instante, lo<br />

único que pasó por su cabeza fue el intento de tragarse<br />

su propia lengua. Intención fallida.


De una manera muy curiosa, la extraña criatura le<br />

salvó la vida al maltrecho Jerry. Si no fuera por su<br />

rapidez mental y quirúrgica, mezclada con una alta<br />

dosis de sadismo o — quizás en el lenguaje de los de su<br />

propia especie, ¿hay otros como él en el hospital? — sólo<br />

sea una manera de jugar. Un sano jugueteo infantil.<br />

Como los chicos que juegan en la mesa del comedor<br />

al “Operando”. La criatura notó algo fuera de lo<br />

normal en su entorno. Teniendo en cuenta si llamamos<br />

“entorno” al larguirucho y comatoso bulto al que había<br />

dejado ya sin un ojo. Lo más seguro es que lo haya<br />

percibido. El terror huele a sudor frío, mezclado con<br />

olor a heces fecales y adrenalina. Como la loción más<br />

barata que se puede encontrar en un Seven Eleven.<br />

El caso es que eso mismo percibió el pequeño-doctorquita-órganos-aquí-quita-órganos-allá.<br />

Y en ese<br />

momento dejo libre el pene (que se volvió tan flácido<br />

como los espaguetis que Bárbara cocinaba cuando era<br />

“la Bárbara, el amor de la vida de Jerry Keller”).<br />

Si el miembro de Jerry pudiese hablar, hubiera dicho<br />

“¡Gracias!” Si Jerry hablase, de seguro diría “hey,<br />

hey ¡aléjate de mí!” El hombrecito color marrón de un<br />

brinco volvió al pecho de Keller. Una sensación que<br />

le era muy conocida. — “Oh Dios, Dios, si en verdad<br />

existes, y yo sé que existes; no dejes que me deje<br />

totalmente ciego”. —<br />

Jerry Keller hubiera sacrificado con gusto su ojo<br />

bueno.<br />

La fuerza de tan sólo tres deditos fue necesaria<br />

para abrir la boca de Jerry. Con la mano libre y de un<br />

solo tirón, la lengua fue arrancada y sustraída de la<br />

boca. Esta vez sintió un poco de dolor, y eso alegró<br />

a Jerry. Bien pudo agradecerle a Dios por que aún<br />

mantenía su ojo izquierdo y porque aún podía sentir<br />

un poquito de dolor.<br />

Significaba que estaba vivo.<br />

Pudo darle las gracias a Dios, pero sin lengua ¿Cómo<br />

se logra eso?<br />

Del otro lado del país, casi hasta la frontera con<br />

el Canadá. En una Amsterdam muy distinta a la que<br />

todos conocemos; donde no cruza el río Amstel, no<br />

existen los coffee shops, la marihuana legal, el sexo<br />

en los aparadores, el barrio rojo, Ana Frank no tuvo<br />

su casa y no se produce la cerveza Heineken…<br />

En un pueblito hundido en las profundidades de<br />

Montana, de nombre Amsterdam pero con apenas 200<br />

habitantes, una mujer que ha perdido su bebé, mira<br />

con tristeza una cuna vacía… sujeta con resentimiento<br />

un muñequito alargado hecho de trapo. Como si él<br />

fuera el causante de toda su desgracia, le ha clavado<br />

alfileres en su ojo derecho, en medio de la boca, le ha<br />

picado una y otra vez entre las piernas…ahora decide<br />

si dejar el alfiler de una buena vez ahí, o jugar con<br />

las uñas de sus pies.<br />

Ya le había dicho su abuela en más de una ocasión:<br />

“Si te vas con ese hombre que no es de nuestra<br />

estirpe, caerás en desgracia”. Bárbara lo pasó por<br />

alto. Y nunca se debe pasar por alto la advertencia<br />

de una respetada gitana irlandesa. Nunca.<br />

Postrado en la cama continuaba Jerry. No era una<br />

especie de “Bello Durmiente” más bien algo como un<br />

“Gigante Dormido”.<br />

Pero, ¿en qué momento se despierta el gigante? Lo<br />

mismo quisiera saberlo él. En su memoria se encuentra<br />

la proyección de esa película que filmaron sobre Joe<br />

Bonham. “Johnny toma tu fusil”. ¿Pero por qué Johnny<br />

y no Joe? “Johnny, Joe, Jerry; ¿es que todo lo que


comience con la letra J se tiene que joder? —¡Joder!<br />

“Señorita ¿Cómo se encuentra mi hermano? —<br />

— “Le hemos administrado tranquilizantes”. —<br />

— “Pero, ¿mejorará?” —<br />

— “Hacemos todo lo que podemos”. —<br />

Jerry seguía escuchando claramente los murmullos,<br />

las conversaciones por lo bajo; como los diálogos entre<br />

la enfermera y una angustiada mujer que preguntaba<br />

por su hermano.<br />

Lo que Jerry ignoraba era que ellas dos se encontraban<br />

cuatro pisos debajo de él. Eran las 4:45 de la mañana,<br />

los únicos murmullos en todo el hospital. “¡YO NO<br />

QUIERO QUE HAGAN TODO LO QUE PUEDAN, YO QUIERO QUE LO<br />

SALVEN!” La mujer gritó desesperante.<br />

Jerry no pudo escucharlo.<br />

Al principio sintió un cosquilleo en los dedos<br />

del pie izquierdo, un alivio al pensar que había<br />

recuperado el movimiento. Aunque sea el mínimo. Luego<br />

el horror lo volvió a inundar, al darse cuenta que<br />

era la misma manita rasposa de siempre. La Pequeña<br />

Cosa horrorosa había regresado a jugar.<br />

Primero fue la uña del dedo pequeño, esa no dolió.<br />

Bárbara jadeaba, echaba la cabeza hacía atrás y<br />

cerraba los ojos. Tenía las piernas abiertas y el<br />

clítoris lubricado. Donald, su amante, todo un experto<br />

en cuanto al sexo oral desde hace cinco años. Ella<br />

se encuentra delirando. Mete la mano debajo de uno<br />

de los almohadones y de él saca la figurita hecha de<br />

trapo. Jerry convertido en uno de esos cactus para<br />

poner alfileres, tirado en una cama de hospital cuando<br />

en toda su vida jamás se había enfermado.<br />

Aparte él ni siquiera es irlandés ¿Por qué está en<br />

un Hospital exclusivo de la Comunidad Irlandesa de<br />

Massachusetts?<br />

Bárbara y un pequeño alfiler en la mano izquierda,<br />

con la derecha sujeta al Pequeño Jerry Hecho de<br />

Trapo; el alfiler es filoso y brilla a la luz de las<br />

lámparas de techo en la habitación. Tiene uno más<br />

diminuto encajado en la orilla del pie izquierdo.<br />

Es el espacio suficiente para que entren cuatro más.<br />

Cinco en el otro piecito de tela.<br />

Pero una embestida imprevista y violenta de la<br />

lengua de Donald hace que Bárbara se flexione y pierda<br />

la concentración en un largo y climático alarido. Un<br />

alfiler de no más de 7 cms. va directamente a clavarse<br />

en medio de las piernas de la figura “voodoo” … Jerry<br />

que en ese instante seguía divagando, ahora trataba<br />

de recordar y revivir las cuarenta y seis victorias<br />

de su equipo favorito de béisbol “las Rayas de Tampa<br />

Bay” (que en esta temporada pelean el primer lugar<br />

de división). Habiendo nacido en Dakota, ¿por qué no<br />

hacerse fan del equipo que le de la gana?<br />

En ese momento volvió a sentir la mano y un apretón.<br />

Ahora en uno de sus testículos.<br />

“Por favor, por favor, no me hagas daño”.<br />

Literalmente, ¿han roto un blanquillo tan sólo<br />

apretándolo con el puño cerrado? Puede llegar a ser<br />

hasta asqueroso. Literalmente.<br />

Afortunadamente, Bárbara tuvo un poco de compasión<br />

hacia su indefenso y ya bastante atrofiado ex pareja;<br />

así que quitó el alfiler (no, sin antes removerlo con<br />

violentos movimientos un par de veces). Y lo encajó<br />

en el centro de una uña, dedo gordo del pie derecho.<br />

Vaya puntería. No debe de ser tan sencillo cuando<br />

estás recibiendo el mejor sexo oral de tu vida. Se<br />

necesita bastante concentración. U odiar mucho a tu<br />

ex.<br />

El dolor que sintió en ese momento se compara con la<br />

marca de un hierro caliente. Al rojo vivo. El ardor<br />

viajó por todo su sistema nervioso hasta su cerebro.


Su espalda no hizo arco, los brazos no se expandieron<br />

hacia los lados. Simplemente porque no podía hacerlo.<br />

Después sintió la uña de su torturador. Rasgar,<br />

rasgar, en el lugar donde antes estaba la suya.<br />

Y la risita:<br />

“Ji ji ji “.<br />

Y ningún susurro alrededor, ni en el piso de arriba,<br />

ni en el de abajo.<br />

“¿Qué nunca hay nadie en este jodido hospital?”<br />

“¿Soy el único aquí que sufre?”<br />

“Ji ji ji”.<br />

“¿¡Por qué me haces esto!?” “¿¡Por qué juegas<br />

conmigo!?”<br />

Otra uña: ahora una antes del dedo gordo, mismo<br />

pie: el derecho. Y luego otra, y otra, y otra… el pie<br />

derecho quedaba libre de uñas. Por la frente de Jerry<br />

surcaban dos gotas de sudor frío. Pero él ni siquiera<br />

se daba cuenta de eso. Los oídos comenzaban a zumbar.<br />

¡Su nariz se movió! Un micro-milímetro si gustan,<br />

algo nulo para la vista humana. Pero movimiento al fin<br />

y al cabo.<br />

Jerry había sido castrado. Resultaba hasta irónico;<br />

una acción completamente “fálica”; de toma y daca.<br />

Un ojo por ojo. Miembro por miembro.<br />

En un orgasmo final, Bárbara hizo un movimiento que<br />

quizá no fue voluntario. En el fondo no era de su<br />

intención. ¿Por qué tener que desgraciar a la persona<br />

con la que había pasado tantos momentos a tal extremo?<br />

Se puede vivir muy bien con un solo ojo. Las uñas<br />

vuelven a crecer. Eso es seguro.<br />

¿Vivir sin lengua? Jerry nunca fue hombre de palabras<br />

inteligentes. No lo sería ahora.<br />

Pero quitarle el placer sexual, y mandarlo a orinar<br />

sentado. Si es que se le antojaba hacerlo de esa<br />

manera. Eso sí era cruel.<br />

Un movimiento brusco de su muñeca con alfiler en<br />

mano, en el instante que Donald terminaba dentro de<br />

ella fue la orden final.<br />

“Ve por eso que estoy pinchando”.<br />

Y La Pequeña Cosa obediente y monstruosa arrancó<br />

de tajo. Como se sustrae una zanahoria de la tierra<br />

fértil.<br />

Quitando esa palabra del diccionario de Jerry Keller.<br />

Jerry sintió dolor, y agradeció una vez más por<br />

estar vivo. Y en ese momento deseó morir.<br />

“Mátame” le dijo mentalmente a su verdugo.<br />

“Ji ji ji” fue todo lo que hubo por respuesta.<br />

Y ahí se quedó…<br />

Las luces del hospital se apagaron.<br />

Como las de él se habían apagado ya tiempo atrás.<br />

12 horas después.<br />

Aún continuaba allí, su soledad haciéndole compañía.<br />

Viendo esa antigua película en su memoria. “Jerry<br />

toma tu fusil”.<br />

Si tuviera un fusil y el movimiento para poder<br />

usarlo, sin duda lo haría de una manera útil. Pobre<br />

iluso.<br />

En el otro extremo del país, recostada en la cama,<br />

cigarro en mano, yace desnuda Bárbara, sólo trae<br />

puesta una gorra de los Red Sox echada hacia atrás.<br />

Fuma. Nerviosa.<br />

Era el juego decisivo para lograr el pase final a<br />

la postemporada. Los Red Sox y las Rayas de Tampa<br />

Bay se miden, ambos equipos con 87 victorias. Sólo<br />

uno estará de pase. El otro a ver los play-offs por<br />

televisión.<br />

Treceava entrada, el juego empatado a tres. Steve<br />

Winters de los Sox lanzando desde la entrada once;<br />

ya ha dado dos bases por bolas y se le nota cansado.<br />

Pero su manager confía en él, Bárbara no.


— ¡Mierda! ¿Qué te faltan para sacarlo? ¿Cojones? — grita<br />

frente al televisor — haz un cambio de pitcher.<br />

¡Ya!...Y tu Jerry, deja de poner esa sonrisa —.<br />

Pero Jerry ya no estaba allí para disfrutar esas<br />

tardes de béisbol. Bárbara miró a su lado y en lugar<br />

de verlo a él, sólo estaba el cenicero y el muñequito<br />

de trapo lleno de alfileres, trece en total.<br />

Una mueca se dibujó en su boca, y las ganas de<br />

llorar, de odiarse a sí misma por las atrocidades que<br />

había cometido.<br />

La caja de música<br />

y<br />

los Monjes Siniestros<br />

Pero ya lo hecho, hecho está. Apagó su cigarro<br />

y encendió de inmediato otro, en el partido las<br />

cosas se veían muy tensionadas; el manager del Boston<br />

después de una plática con su lanzador había decidido<br />

dejarlo. Eso a Bárbara la tenía hecha una furia.<br />

Varias partes de las tribunas abucheaban también la<br />

decisión. Un corredor (Héctor González, latino que<br />

por su velocidad apodan “Speedy”) ronda amenazante<br />

la segunda base, ya se la había robado en un abrir y<br />

cerrar de ojos. No por eso se había ganado su mote.<br />

Winters prepara el lanzamiento, después de ponerse de<br />

acuerdo con su catcher de origen polaco. Todd Helton<br />

está listo en la caja de bateo.<br />

¡Y es un hit al jardín de la derecha!<br />

“Speedy” González dobla por tercera y llega… ¡Quieto<br />

en home! Tampa Bay gana el partido cuatro a tres. En<br />

ese momento Jerry Keller abre su ojo de verdad, da<br />

una exhalación de aire nada puro, más bien de éter y<br />

formol que le entra de lleno por los orificios nasales.<br />

Despertó del coma.<br />

Ha vuelto a nacer. Mutilado. Y su grito de terror y<br />

clemencia, retumba en todo el lugar porque ha vuelto<br />

a ver la luz. Y esta era abrumadora.<br />

Ella quería irse a<br />

descansar, su hora<br />

estaba por llegar,<br />

hasta el día de hoy estoy<br />

convencida sin duda, le<br />

pidió a la muerte se la<br />

llevara de este plano.<br />

Podía ver su cansancio, su<br />

hermoso cabello con reflejos<br />

de plata fina encerraba<br />

todo el trabajo que había<br />

realizado a lo largo de sus<br />

120 años. Una vida muy larga<br />

de llevar, y a pesar de lo<br />

pesado de su carga, ella<br />

seguía muy lúcida, fuerte,<br />

y no necesitaba lentes para<br />

leer; increíble, hermosa,<br />

sabia y mística, así era mi<br />

abuela.<br />

El día que me regaló<br />

su preciada caja de<br />

música, yo me encontraba<br />

muy feliz escuchando mi<br />

banda favorita: Monjes<br />

Siniestros. ¡Vaya que<br />

disfrutaba cada acorde<br />

y la secuencia de sus<br />

canciones!, mientras mi<br />

mente trataba descifrar<br />

cómo era posible que cinco<br />

mortales fueran capaces de<br />

componer semejantes piezas<br />

que me transmitían cosas<br />

que no puedo explicar.<br />

Mi abuela sabía que yo<br />

amaba esa banda, ¡vaya<br />

que lo sabía!, como muchas<br />

otras cosas; era la única<br />

persona en el planeta a la<br />

que no le podía ocultar mi<br />

alma, podía ver a través<br />

de mí, lo sabía todo,<br />

absolutamente todo, aún y<br />

cuando trataba de mantener


secretillos, ella era<br />

hasta que encuentres<br />

de la música de las almas<br />

“Murmur, creador de la<br />

capaz de conocerlos, era<br />

alguien digno de ella, o en<br />

mientras se encuentren<br />

caja, protector de la música,<br />

muy astuta.<br />

caso contrario terminará<br />

adentro, ellos son obligados<br />

yo soy la nueva vigilante<br />

contigo -.<br />

a complacerte tocando las<br />

de tu hermoso trabajo<br />

Se acercó y me dijo:<br />

- Esta caja me la regaló mi<br />

piezas que realizaron<br />

realizado en madera, atrapa<br />

- tengo un regalo, te lo<br />

bisabuela, y ahora yo te la<br />

mientras habitaron el<br />

el alma de (Nombre de él o<br />

has ganado y sé que algún<br />

voy a dar a ti. Adentro vive<br />

mundo.<br />

La caja ahora es<br />

las víctimas), deseo que me<br />

día lo vas a amar con todo<br />

el alma de Mortos, un gran<br />

tuya, y tu podrás ponerle<br />

acompañen hasta que yo muera.<br />

tu ser, así como yo lo he<br />

músico que en su época me<br />

la música que tú quieras,<br />

Murmur abre la puerta del<br />

hecho. Debes primero poner<br />

maravillaba, así que decidí<br />

pero debes seleccionar<br />

Limbo y atrapa la música en tu<br />

mucha atención a lo que te<br />

que su música me acompañara<br />

muy bien, porque sólo<br />

caja. Te ofrezco las almas,<br />

voy a explicar, pues sólo<br />

durante toda mi existencia.<br />

funcionará una vez, puedes<br />

acéptalas, con tu poder y mi<br />

va a funcionar una sola<br />

Siempre fui su gran<br />

escoger cualquier artista<br />

voluntad a partir de ahora.<br />

vez en tu vida, y tendrás<br />

admiradora, y celosamente<br />

u orquesta y su música te<br />

¡Oh poderoso Murmur, abre<br />

que decidir si después se<br />

lo guardé conmigo para<br />

acompañará por siempre,<br />

la caja, por favor, ahora<br />

la vas a pasar a alguien<br />

siempre, cuando lo puse en<br />

pero cuando decidas a<br />

y hasta mi muerte que sus<br />

que realmente la merezca,<br />

la caja el mundo se olvidó<br />

quien elegir, debes tener<br />

almas se queden dentro de<br />

o si te la llevas a la<br />

de él y todo lo que había<br />

en cuenta que sus almas<br />

tu creación!”<br />

tumba. - ¿Qué es abuela?<br />

hecho desapareció. Sólo yo<br />

quedarán atrapadas en la<br />

- Mi adorada cajita de<br />

lo puedo escuchar, cuando<br />

caja hasta que tú mueras.<br />

Al final de todo ese<br />

música -.<br />

muera su alma será liberada<br />

Puedes heredarla a alguien<br />

conjuro vas a poner tus manos<br />

y pasará a ser parte de<br />

que tú creas la merece, los<br />

encima de ella y cerrarás<br />

Me quedé sorprendida y<br />

la colección de almas de<br />

años te darán la sabiduría<br />

los ojos y los abrirás hasta<br />

muy callada, pues yo sabía<br />

Murmur... -<br />

para percibir cosas que<br />

que la música salga de ahí,<br />

que ella adoraba esa caja.<br />

ahora no puedes. Sólo<br />

entonces podrás regresar a<br />

Todos los días la escuchaba,<br />

- No entiendo abuela, o<br />

tú puedes abrirla, y para<br />

tus aposentos y disfrutarás<br />

y solo ella la podía abrir,<br />

sea que la caja ¿ya no va a<br />

que obtenga la música<br />

de tu caja como yo lo he<br />

nadie más la podía escuchar,<br />

tener música? -<br />

debes realizar un pequeño<br />

hecho todo este tiempo -.<br />

era un objeto muy peculiar,<br />

ritual, tiene que ser en<br />

único en su género, jamás<br />

- Así es mi niña, la caja<br />

sábado a la luz de la luna,<br />

- ¿Quién es Murmur abuela? -<br />

vi otra igual.<br />

ya no tendrá música porque<br />

en un lugar privado, vas a<br />

- Murmur es el<br />

el alma de Mortos pertenece<br />

dibujar el sello que trae<br />

diseñador y fabricante<br />

- Empezaré por contarte<br />

a Murmur desde el momento en<br />

la caja en la tierra, y<br />

de la caja, él también<br />

la historia, la cual<br />

que entra en ella. Murmur es<br />

después tienes que ofrecer<br />

es quien va a poseer<br />

es ahora un importante<br />

tan generoso que permite al<br />

tu sangre mientras invocas<br />

todas las almas que<br />

secreto que debes mantener<br />

dueño de la caja disfrutar<br />

el siguiente conjuro:<br />

entren en ella -.


- Abuela, gracias por el<br />

de plata detalladas eran<br />

su apoyo y así como si nada,<br />

solía perderse por horas.<br />

regalo, pero no sé si sea<br />

un toque divino. Murmur…<br />

simplemente se fueron. Me<br />

Era sábado, había una luna<br />

capaz de utilizarlo, el sólo<br />

no podía dejar de pensar en<br />

quedé en mi lugar paralizada,<br />

brillante y hermosa en el<br />

hecho de pensar que ésta caja<br />

ese nombre, y pasaba mucho<br />

viendo dolorosamente como<br />

firmamento, iluminando mi<br />

es en realidad una clase de<br />

tiempo admirando su gran<br />

quitaban sus instrumentos,<br />

sendero, y llegué al lugar,<br />

cárcel para atrapar almas<br />

obra, la cual ahora decoraba<br />

y como todo llegaba a su<br />

lo sentí en mi ser, ahí debía<br />

me da un poco de temor -. Mi<br />

mi tocador, a lado de mis<br />

amargo fin.<br />

¡No puede ser!<br />

realizar el ritual.<br />

abuela se sonrío y dijo:<br />

perfumes y cosméticos.<br />

No más Monjes Siniestros.<br />

- algún día vas a abrirla, lo<br />

Hermosa la caja, muy hermosa,<br />

La seguridad del lugar pidió<br />

Dibujé en la tierra el<br />

sé... Cuídala mucho mi niña,<br />

pensé que se quedaría cerrada<br />

que me retirara, y decidí<br />

sello que estaba grabado<br />

es muy hermosa y preciada,<br />

para siempre, hasta que el<br />

caminar a casa, pues una<br />

en la caja, el sello de<br />

sé que tú la vas a cuidar<br />

día llegó.<br />

hora entre las sombras me<br />

Murmur. Corté mi mano con<br />

bien, como yo lo hice -.<br />

caería bien para asimilar<br />

la piedra de obsidiana que<br />

Le di un abrazo y volví a<br />

Después de 25 años de<br />

la ruptura de mi banda<br />

uso como collar, tiene una<br />

agradecerle, aunque para ser<br />

música<br />

ininterrumpida,<br />

favorita.<br />

punta filosa, no tuve dolor y<br />

honesta, el concepto de la<br />

piezas excelentes, giras<br />

pude sentir la tibia sangre<br />

caja me daba escalofríos.<br />

promocionales, la más<br />

Tal vez me lo estaba<br />

corriendo por la piel,<br />

terrible noticia llegó a<br />

tomando muy a pecho, los<br />

cayendo rápido encima del<br />

A la mañana siguiente mi<br />

romper mi corazón, la banda<br />

integrantes de Monjes<br />

sello, la tierra deseaba mi<br />

hermosa viejita estaba en<br />

que siempre había admirado,<br />

Siniestros ni siquiera<br />

sangre, y cada vez más tomaba<br />

su cama, disfrutando la<br />

con la que había compartido<br />

sabían que yo existía, pero<br />

la forma del sello. Proseguí<br />

partida hacia el eterno<br />

momentos en mi laberinto<br />

ellos eran todo mi mundo,<br />

a realizar el conjuro:<br />

descanso, se le podía ver<br />

de soledad, había llegado<br />

su hermosa música me ayudó<br />

su expresión pacífica y una<br />

a su fin. Monjes Siniestros<br />

a pasar ratos amargos, y<br />

“¡Murmur, creador de<br />

pequeña sonrisa. Bueno,<br />

anunciaba su separación<br />

llenaron de fuerza cuando<br />

la caja, protector de la<br />

ahora sí oficialmente yo era<br />

definitiva, ya nada sería<br />

lo necesitaba, así que no<br />

música, yo soy la nueva<br />

la dueña de la caja de ese<br />

lo mismo, ya no van a<br />

estaba dispuesta a dejarlos<br />

vigilante de tu hermoso<br />

tal Murmur.<br />

componer más. Lloré mucho<br />

ir. Murmur... Murmur...<br />

trabajo realizado en<br />

por la decepción, pero al<br />

¡Sí!, ¡Murmur!<br />

madera, atrapa el alma de<br />

Murmur, qué nombre tan<br />

menos podría acudir a su<br />

Monjes Siniestros, mi banda<br />

raro, ¡pero sí que era<br />

concierto de despedida. Una<br />

Me apresuré a casa,<br />

favorita, deseo me acompañen<br />

un gran diseñador!, la<br />

noche maravillosa llena de<br />

llegué a mi cuarto, con<br />

hasta que yo muera. Murmur<br />

caja era muy hermosa,<br />

ansiedad y tristeza, pero<br />

el corazón casi explotando<br />

abre la puerta del Limbo<br />

tallada finamente a mano,<br />

como todo principio tiene<br />

tomé la hermosa caja y salí<br />

y atrapa la música en tu<br />

y sobresalía ese sello tan<br />

un final, la banda dio las<br />

corriendo hacia el bosque<br />

caja. Te ofrezco las almas<br />

extraño, las aplicaciones<br />

gracias a los fanáticos por<br />

más cercano, donde mi abuela<br />

de los cinco integrantes


de Monjes Siniestros,<br />

la emoción, los Monjes<br />

Ahora tengo 120 años y<br />

amiga la muerte, pasa de vez<br />

acéptalas con tu poder y mi<br />

voluntad a partir de ahora.<br />

¡Oh poderoso Murmur, abre<br />

la caja, por favor, ahora<br />

y hasta mi muerte, que sus<br />

almas se queden dentro de<br />

tu creación!”<br />

Puse mis manos encima de la<br />

caja, cerré los ojos, y pude<br />

Siniestros vivirían por el<br />

resto de mi existencia y<br />

sólo yo podía contemplarlos<br />

y disfrutarlos. Después de<br />

todo, ellos se portaron de<br />

manera egoísta al intentar<br />

privar a sus fanáticos de<br />

su música, al ya no querer<br />

continuar realizando sus<br />

obras, y eso yo no lo iba<br />

la cajita de Murmur me ha<br />

dado la felicidad completa<br />

durante todo éste tiempo,<br />

no me arrepiento en absoluto<br />

y ellos siguen ahí dentro<br />

tocando para mí. Soy tan<br />

egoísta que creo pediré me<br />

entierren con ella si algún<br />

día me canso de vivir. Mi<br />

en cuando, me trae saludos<br />

de mi viejita y le digo:<br />

- Sabes querida, yo no<br />

me quiero ir a descansar,<br />

porque no podré llevarme<br />

la caja -, sólo se ríe y me<br />

dice asombrada, - “Todos<br />

se cansan de ella algún<br />

día -.”<br />

sentir un movimiento dentro<br />

a poder superar. Mi viejita<br />

de ella, una fuerza me hizo<br />

tenía razón: el día en que<br />

temblar, quedé inmóvil por<br />

abriría la caja llegó.<br />

un tiempo, no supe cuánto.<br />

Un fuerte viento se hizo<br />

También era cierto que el<br />

presente y la caja siguió<br />

legado de Monjes Siniestros<br />

vibrando, mientras esa<br />

desapareció del mundo al<br />

energía sensorial seguía<br />

instante en que entraron<br />

emanando por unos cuantos<br />

a la caja, las copias de<br />

minutos más, el viento cesó,<br />

sus discos que poseía ya<br />

y pude claramente escuchar<br />

no estaban en su lugar,<br />

unos acordes demasiado<br />

acudí a las tiendas de<br />

familiares, los tenía<br />

música para preguntar por<br />

grabados en mi memoria,<br />

ellos y nadie los conocía,<br />

eran los acordes de Monjes<br />

me informaron que nunca<br />

Siniestros, estaban en mis<br />

habían escuchado hablar de<br />

manos. Abrí la caja y ahí<br />

ellos, en realidad no había<br />

estaban los cinco integrantes<br />

rastro, todos los artículos<br />

de la banda en miniatura,<br />

promocionales que tenía<br />

tocando para mí, sólo para<br />

alusivos a ellos también<br />

mí, complaciendo mis oídos,<br />

desaparecieron. Eran tan<br />

y haciéndome feliz.<br />

buenos que el mundo no los<br />

merecía más, sólo yo los<br />

Regresé a mi cuarto<br />

escucharía a diario y hasta<br />

y no pude ni dormir de<br />

mi muerte.


Los gritos de los niños<br />

Hay pocas cosas<br />

tan horrendas<br />

como perder la<br />

libertad. Supongo que la<br />

única es entregarla. Y<br />

lo que puede superar eso<br />

es ignorarla. La soledad<br />

hace olvidar que eres<br />

libre. Si entiendes este<br />

concepto, y lo multiplicas<br />

por treinta años, quizá<br />

logres imaginarte lo que<br />

es una condena en prisión.<br />

Pero “El Ojos” no tenía<br />

que imaginarlo. Él estaba<br />

condenado a un par de<br />

cadenas perpetuas por<br />

los delitos de secuestro,<br />

asesinato, posesión ilegal<br />

de un jaguar, y sabrá Dios<br />

como llame la ley mexicana<br />

al acto de torturar a<br />

alguien hasta hacerlo<br />

reír.<br />

Mi socio, José Luis Mora,<br />

se interesó en el caso de<br />

este pintoresco recluso<br />

(parece ser, era culpable<br />

de asesinar a la hija de<br />

uno de nuestros clientes)<br />

y decidió visitarlo. Las<br />

averiguaciones que tuvo que<br />

llevar a cabo fueron de mero<br />

trámite, pero al localizar<br />

la prisión donde tenían<br />

encerrado a “El Ojos”, se<br />

encontró con que no podía<br />

visitarlo.<br />

Al parecer este<br />

recluso, se veía<br />

involucrado constantemente<br />

en situaciones de<br />

violencia. Los guardias<br />

no podían dar una<br />

explicación concreta de<br />

acuerdo a los papeles de<br />

mi socio, pero recuerdo<br />

me dijo que como una<br />

medida de seguridad<br />

había que tenerlo en<br />

aislamiento.<br />

No es precisamente legal<br />

mantener a un recluso<br />

en solitario todo el<br />

tiempo, así que se decidió<br />

encerrarlo, por lo menos,<br />

sin compañero de celda y en<br />

un bloque con otros reclusos<br />

al azar. Al menos la parte<br />

de ponerlo solo parecía<br />

una buena idea, pues todos<br />

sus ex compañeros habían<br />

muerto bajo circunstancias<br />

sospechosas. Mi socio<br />

me delegó el trabajo de<br />

averiguar en qué consistían<br />

estas muertes, al menos<br />

hasta donde los guardias<br />

podían decir, “El Ojos” no<br />

había tomado parte activa<br />

ni física en esas muertes.<br />

Después de muchos<br />

sobornos e intercambio de<br />

favores, mi socio logró<br />

concretar una entrevista<br />

con el recluso en cuestión,<br />

pero sólo si antes accedía<br />

a hablar con uno de los<br />

guardias, el oficial Reyes.<br />

El video de la entrevista<br />

con Reyes es muy claro<br />

y breve. El oficial sólo<br />

indica que no tiene<br />

interés en el caso, ni<br />

en la situación actual<br />

del recluso. Sólo señala<br />

que por el bien de toda la<br />

población, el prisionero<br />

debía mantenerse aislado.<br />

Al parecer la presencia del


eo en cuestión incita a la<br />

gente a actuar de manera<br />

violenta, ya sea contra<br />

otros o ellos mismos, pero<br />

nunca contra “El Ojos”.<br />

Mi socio tomó notas de<br />

las anécdotas en las cuales<br />

este peculiar recluso<br />

había estado presente y se<br />

sorprendió de que, en una<br />

ocasión, si no es por la<br />

oportuna intervención del<br />

equipo del Oficial Reyes,<br />

pudo haber estallado un<br />

motín en al menos toda el ala<br />

donde se tenía prisionero<br />

a “El Ojos”.<br />

Un par de días después,<br />

mi socio se entrevistó con<br />

este elusivo reo.<br />

Su nombre real, era<br />

Eugenio Juárez Verón. Pero<br />

por alguna razón prefería<br />

que le llamaran “El Ojos”,<br />

porque todo lo ve.<br />

También indicó que tenía<br />

otro nombre, pero que no le<br />

diera importancia.<br />

Los detalles de la<br />

entrevista se perdieron<br />

por completo, la grabación<br />

muestra mucha estática y<br />

ruidos que impiden sirva<br />

como documentación, pero mi<br />

socio me contó que “El Ojos”<br />

predijo acertadamente el<br />

suicidio del Oficial Reyes,<br />

quien intentó arrojarse<br />

en repetidas ocasiones a<br />

través de una ventana con<br />

barrotes del ala oeste<br />

de la prisión (con una<br />

precisión, donde todo<br />

indicaba que él mismo lo<br />

hubiera llevado a cabo<br />

desde la seguridad de su<br />

celda). Predijo también la<br />

última palabra del oficial,<br />

la cual pronunció antes de<br />

mutilar su lengua con sus<br />

dientes: Tezcatlipoca.<br />

Durante la entrevista,<br />

Eugenio Juárez mostró que<br />

en realidad, él nunca<br />

había cometido un crimen,<br />

sólo se encargaba de que<br />

sucedieran.<br />

Se llamó a sí mismo un<br />

“ejecutivo del odio” y<br />

que nada más se encargaba<br />

de repartir y sacar a<br />

relucir lo que la gente<br />

ya tenía en su interior.<br />

Cuando mi socio le<br />

preguntó por la hija de<br />

nuestro cliente, aceptó<br />

haber sido responsable<br />

de la muerte de la niña,<br />

pero negó haber actuado<br />

en ningún momento.<br />

Mi asociado se alejó<br />

del tema al salir de la<br />

entrevista. No quería<br />

tener nada más que ver<br />

con este caso o con este<br />

reo, me pidió por favor<br />

que lo dejara descansar un<br />

tiempo. Yo continué con la<br />

investigación, pero al tener<br />

una confesión, el proceso<br />

fue mucho más sencillo. O<br />

al menos lo hubiera sido si<br />

el reo hubiera permanecido<br />

en la prisión.<br />

Recibí una llamada donde<br />

me informaban de esto, y<br />

me solicitaban comunicara<br />

cualquier información que<br />

pudiera darles para dar<br />

con el ahora fugitivo.<br />

No atiné más que a<br />

revisar el caso, pero<br />

no encontré nada que<br />

pudiera darme una idea de<br />

su paradero. Y no hacía<br />

mucha falta…<br />

Por televisión, informaban<br />

que un hombre paseaba por<br />

el centro de la ciudad,<br />

acompañado de un jaguar.


Un brazo<br />

-Puedo dejarte uno de mis brazos para esta noche -dijo la<br />

muchacha. Se quitó el brazo derecho desde el hombro y, con<br />

la mano izquierda, lo colocó sobre mi rodilla.<br />

-Gracias -me miré la rodilla. El calor del brazo la penetraba.<br />

-Pondré el anillo. Para recordarte que es mío -sonrió y<br />

levantó el brazo izquierdo a la altura de mi pecho-. Por<br />

favor -con un solo brazo era difícil para ella quitarse el<br />

anillo.<br />

-¿Es un anillo de compromiso?<br />

-No, un regalo. De mi madre.<br />

Era de plata, con pequeños diamantes engarzados.<br />

-Tal vez se parezca a un anillo de compromiso, pero no me<br />

importa. Lo llevo, y cuando me lo quito es como si estuviera<br />

abandonando a mi madre.<br />

Levanté el brazo que tenía sobre la rodilla, saqué el anillo<br />

y lo deslicé en el anular.<br />

-¿En éste?<br />

-Sí -asintió ella-. Parecería artificial si no se doblan los<br />

dedos y el codo. No te gustaría. Deja que los doble por ti.<br />

Tomó el brazo de mi rodilla y, suavemente, apretó los labios<br />

contra él. Entonces los posó en las articulaciones de los<br />

dedos.<br />

-Ahora se moverán.<br />

-Gracias -recuperé el brazo-. ¿Crees que me hablará? ¿Me<br />

dirigirá la palabra?<br />

-Sólo hace lo que hacen los brazos. Si habla, me dará miedo<br />

tenerlo de nuevo. Pero inténtalo, de todos modos. Al menos<br />

debería escuchar lo que digas, si eres bueno con él.<br />

-Seré bueno con él.<br />

-Hasta la vista -dijo, tocando el brazo derecho con la mano<br />

izquierda, como para infundirle un espíritu propio-. Eres<br />

suyo, pero sólo por esta noche.<br />

Cuando me miró, parecía contener las lágrimas.<br />

-Supongo que no intentarás cambiarlo con tu propio brazo<br />

-dijo-. Pero no importa. Adelante, hazlo.<br />

-Gracias.<br />

Puse el brazo dentro de mi gabardina y salí a las calles<br />

envueltas por la bruma. Temía ser objeto de extrañeza si<br />

tomaba un taxi o un tranvía. Habría una escena si el brazo,<br />

ahora separado del cuerpo de la muchacha, lloraba o profería<br />

una exclamación.<br />

Lo sostenía contra mi pecho, hacia el lado, con la mano<br />

derecha sobre la redondez del hombro. Estaba oculto bajo la<br />

gabardina, y yo tenía que tocarla de vez en cuando con la<br />

mano izquierda para asegurarme de que el brazo seguía allí.<br />

Probablemente no me estaba asegurando de la presencia del<br />

brazo sino de mi propia felicidad.<br />

Ella se había quitado el brazo en el punto que más me<br />

gustaba. Era carnoso y redondo; ¿estaría en el comienzo del<br />

hombro o en la parte superior del brazo? La redondez era la<br />

de una hermosa muchacha occidental, rara en una japonesa.<br />

Se encontraba en la propia muchacha, una redondez limpia y<br />

elegante como una esfera resplandeciente de una luz fresca<br />

y tenue. Cuando la muchacha ya no fuese pura, aquella gentil<br />

redondez se marchitaría, se volvería fláccida. Al ser algo que<br />

duraba un breve momento en la vida de una muchacha hermosa,<br />

la redondez del brazo me hizo sentir la de su cuerpo. Sus<br />

pechos no serían grandes. Tímidos, sólo lo bastante grandes<br />

para llenar las manos, tendrían una suavidad y una fuerza<br />

persistentes. Y en la redondez del brazo yo podía sentir sus<br />

piernas mientras caminaba. Las movería grácilmente, como<br />

un pájaro pequeño o una mariposa trasladándose de flor en


flor. Habría la misma melodía sutil en la punta de su lengua<br />

cuando besara.<br />

Era la estación para llevar vestidos sin manga. El hombro<br />

de la muchacha, recién destapado, tenía el color de la piel<br />

poco habituada al rudo contacto del aire. Tenía el resplandor<br />

de un capullo humedecido al amparo de la primavera y no<br />

deteriorado todavía por el verano. Aquella mañana yo había<br />

comprado un capullo de magnolia y ahora estaba en un búcaro<br />

de cristal; y la redondez del brazo de la muchacha era como<br />

el gran capullo blanco. Su vestido tenía un corte más radical<br />

que la mayoría de vestidos sin mangas. La articulación del<br />

hombro quedaba al descubierto, así como el propio hombro. El<br />

vestido, de seda verde oscuro, casi negro, tenía un brillo<br />

suave. La muchacha estaba en la delicada inclinación de<br />

los hombros, que formaban una dulce curva con la turgencia<br />

de la espalda. Vista oblicuamente desde atrás, la carne de<br />

los hombros redondos hasta el cuello largo y esbelto se<br />

detenía bruscamente en la base de sus cabellos peinados<br />

hacia arriba, y la cabellera negra parecía proyectar una<br />

sombra brillante sobre la redondez de los hombros.<br />

Ella había intuido que la consideraba hermosa, y me había<br />

prestado el brazo por esta redondez del hombro.<br />

Cuidadosamente oculto debajo de mi gabardina, el brazo de la<br />

muchacha estaba más frío que mi mano. Mi corazón desbocado<br />

me causaba vértigo, y sabía que tendría la mano caliente.<br />

Quería que el calor permaneciera así, pues era el calor de<br />

la propia muchacha. Y la fresca sensación que había en mi<br />

mano me comunicaba el placer del brazo. Era como sus pechos,<br />

aún no tocados por un hombre.<br />

La niebla se espesó todavía más, la noche amenazaba lluvia y<br />

mi cabello descubierto estaba húmedo. Oí una radio que hablaba<br />

desde la trastienda de una farmacia cerrada. Anunciaba que<br />

tres aviones cuyo aterrizaje era impedido por la niebla<br />

estaban sobrevolando el aeropuerto desde hacía media hora.<br />

Llamó la atención de los radioescuchas hacia el hecho de que<br />

en las noches de niebla los relojes podían estropearse, y<br />

que en tales noches los muelles tenían tendencia a romperse<br />

si se tensaban demasiado. Busqué las luces de los aviones,<br />

pero no pude verlas. No había cielo. La presión de la<br />

humedad invadía mis oídos, emitiendo un sonido húmedo como<br />

el retorcerse de millares de lombrices distantes. Me quedé<br />

frente a la farmacia, esperando ulteriores advertencias. Me<br />

enteré de que en noches semejantes los animales salvajes<br />

del zoológico, leones, tigres, leopardos y demás, rugían su<br />

malestar por la humedad, y que no tardaríamos en oírlos.<br />

Hubo un bramido como si bramara la tierra. Y entonces supe<br />

que las mujeres embarazadas y las personas melancólicas<br />

debían acostarse temprano en tales noches, y que las mujeres<br />

que perfumaban directamente su piel tendrían dificultades en<br />

eliminar después el perfume.<br />

Al oír el rugido de los animales empecé a andar, y la<br />

advertencia sobre el perfume me persiguió. Aquel airado<br />

rugido me había puesto nervioso, y seguí andando para que mi<br />

inquietud no se transmitiera al brazo de la muchacha. Esta<br />

no estaba embarazada ni era melancólica, pero me pareció<br />

que esta noche en que tenía un solo brazo debía tener en<br />

cuenta el consejo de la radio y acostarse temprano. Esperé<br />

que durmiera plácidamente.<br />

Mientras cruzaba la calle apreté mi mano izquierda contra<br />

la gabardina. Sonó un claxon. Algo me rozó por el lado y<br />

tuve que escabullirme. Tal vez la bocina había asustado el<br />

brazo. Los dedos estaban crispados.<br />

-No te preocupes -dije-. Estaba muy lejos, no podía vernos.<br />

Por eso hizo sonar la bocina.<br />

Como sostenía algo importante para mí, había mirado en ambas<br />

direcciones. El sonido del claxon fue tan lejano que pensé<br />

que iba dirigido a otra persona. Miré hacia la dirección de<br />

donde procedía, pero no pude ver a nadie. Solamente vi los<br />

faros, que se convirtieron en una mancha de color violeta<br />

pálido. Un color extraño para unos faros. Me detuve en la<br />

acera y lo vi pasar. Conducía el coche una mujer vestida<br />

de rojo. Me pareció que se volvía hacia mí y me saludaba<br />

con la mano. Sentí el deseo de echar a correr, temiendo que<br />

la muchacha hubiera venido a recuperar el brazo. Entonces<br />

recordé que no podía conducir con uno solo. Pero, ¿acaso<br />

la mujer del coche no había visto lo que yo llevaba? ¿No lo<br />

habría adivinado con su intuición femenina? Tendría que ser<br />

muy cauteloso para no enfrentarme a otra de su sexo antes<br />

de llegar a mi apartamento. Las luces de detrás eran también<br />

de un color violeta pálido. No distinguí el coche. Bajo la<br />

niebla cenicienta, una mancha color de espliego surgió de<br />

pronto y desapareció.


«Conduce sin ninguna razón, sin otra razón que la de conducir.<br />

Y mientras lo hace, desaparecerá –murmuré para mí mismo-.<br />

¿Y qué era lo que iba sentado en el asiento trasero?»<br />

Nada, al parecer. ¿Sería porque me paseaba llevando brazos de<br />

muchachas por lo que me sentía tan nervioso por la vaciedad?<br />

El coche conducido por aquella mujer llevaba consigo la<br />

pegajosa niebla nocturna. Y algo que había en ella había<br />

prestado a los faros un tono ligeramente violeta. Si no era<br />

de su propio cuerpo, ¿de dónde procedía aquella luz purpúrea?<br />

¿Podía el brazo que yo ocultaba envolver en vaciedad a una<br />

mujer que conducía sola en una noche semejante? ¿Habría<br />

hecho ésta una seña al brazo de la muchacha desde su coche?<br />

En una noche así podía haber ángeles y fantasmas por la<br />

calle, protegiendo a las mujeres. Tal vez aquélla no iba en<br />

un coche, sino en una luz violeta. Su paseo no había sido<br />

en vano. Había espiado mi secreto.<br />

Llegué al apartamento sin encuentros ulteriores. Me quedé<br />

escuchando ante la puerta. La luz de una luciérnaga pasó sobre<br />

mi cabeza y desapareció. Era demasiado grande y demasiado<br />

intensa para una luciérnaga. Retrocedí. Pasaron varias luces<br />

semejantes a luciérnagas, que desaparecieron incluso antes<br />

de que la espesa niebla pudiera absorberlas. ¿Se me habría<br />

adelantado un fuego fatuo, una especie de fuego mortífero,<br />

para esperar mi regreso? Pero entonces vi que se trataba<br />

de un enjambre de pequeñas polillas. Al pasar frente a la<br />

luz de la puerta, las alas de las polillas brillaban como<br />

luciérnagas. Demasiado grandes para ser luciérnagas, y sin<br />

embargo, tan pequeñas, como polillas, que invitaban al<br />

error.<br />

Evitando el ascensor automático, me escabullí por las<br />

estrechas escaleras hasta el tercer piso. Como no soy zurdo,<br />

tuve cierta dificultad en abrir la puerta. Cuanto más lo<br />

intentaba, más temblaba mi mano, como si estuviera dominada<br />

por el terror que sigue a un crimen. Algo estaría esperándome<br />

dentro de la habitación, una habitación donde vivía solo; ¿y<br />

no era la soledad una presencia? Con el brazo de la muchacha<br />

ya no estaba solo. Y por eso, tal vez, mi propia soledad me<br />

esperaba allí para intimidarme.<br />

-Adelante -dije, descubriendo el brazo de la muchacha cuando<br />

por fin abrí la puerta-. Bienvenido a mi habitación. Voy a<br />

encender la luz.<br />

-¿Tienes miedo de algo? -pareció decir el brazo-. ¿Hay algo<br />

aquí dentro?<br />

-¿Crees que puede haberlo?<br />

-Percibo cierto olor.<br />

-¿Olor? Debe ser el tuyo. ¿No ves rastros de mi sombra allí<br />

arriba, en la oscuridad? Mira con atención. Quizá mi sombra<br />

esperara mi regreso.<br />

-Es un olor dulce.<br />

-¡Ah!, la magnolia -contesté con alivio.<br />

Me alegró que no fuera el olor mohoso de mi soledad. Un<br />

capullo de magnolia era digno de mi atractivo huésped. Me<br />

estaba acostumbrando a la oscuridad; incluso en plenas<br />

tinieblas sabía dónde se encontraba todo.<br />

-Permíteme que encienda la luz -una extraña observación,<br />

viniendo del brazo-. Aún no conocía tu habitación.<br />

-Gracias. Me causará una gran satisfacción. Hasta ahora<br />

nadie más que yo ha encendido las luces aquí.<br />

Acerqué el brazo al interruptor que hay junto a la puerta.<br />

Las cinco luces se encendieron inmediatamente: en el techo,<br />

sobre la mesa, junto a la cama, en la cocina y en el<br />

cuarto de baño. No me había imaginado que pudieran ser tan<br />

brillantes.<br />

La magnolia había florecido enormemente. Por la mañana era<br />

un capullo. Podía haberse limitado a florecer, pero había<br />

estambres sobre la mesa. Curioso, me fijé más en los estambres<br />

que en la flor blanca. Mientras recogía uno o dos y los<br />

contemplaba, el brazo de la muchacha, que estaba sobre<br />

la mesa, empezó a moverse, con los dedos como orugas, y<br />

a recoger los estambres en la mano. Fui a tirarlos a la<br />

papelera.<br />

-Qué olor tan fuerte. Me penetra la piel. Ayúdame.<br />

-Debes estar cansado. No ha sido un paseo fácil. ¿Y si<br />

descansaras un poco?


Puse el brazo sobre la cama y me senté a su lado. Lo acaricié<br />

suavemente.<br />

-Qué bonita. Me gusta -el brazo debía referirse a la colcha,<br />

que tenía flores estampadas de tres colores sobre un fondo<br />

azul. Algo animado para un hombre que vivía solo-. De modo<br />

que aquí es donde pasaremos la noche. Estaré muy quieto.<br />

-¿Ah, sí?<br />

-Permaneceré a tu lado y no a tu lado.<br />

La mano cogió la mía, suavemente. Las uñas, lacadas<br />

con minuciosidad, eran de un rosa pálido. Los extremos<br />

sobrepasaban con mucho los dedos.<br />

Junto a mis propias uñas, cortas y gruesas, las suyas poseían<br />

una belleza extraña, como si no pertenecieran a un ser humano.<br />

Con tales yemas de los dedos, quizás una mujer trascendiera<br />

la mera humanidad. ¿O acaso perseguía la feminidad en sí?<br />

Una concha luminosa por el diseño de su interior, un pétalo<br />

bañado en rocío, pensé en los símiles obvios. Sin embargo,<br />

no recordé ningún pétalo o concha cuyo color y forma fuesen<br />

parecidos. Eran las uñas de los dedos de la muchacha,<br />

incomparables con otra cosa. Más traslúcidos que una concha<br />

delicada, que un fino pétalo, parecían contener un rocío de<br />

tragedia. Cada día y cada noche las energías de la muchacha<br />

se dedicaban a dar brillo a esta belleza trágica. Penetraba<br />

mi soledad. Tal vez mi soledad, mi anhelo, la transformaba<br />

en rocío.<br />

Posé su dedo meñique en el índice de mi mano libre, contemplando<br />

la uña larga y estrecha mientras la frotaba con mi pulgar.<br />

Mi dedo tocaba el extremo del suyo, protegido por la uña.<br />

El dedo se dobló, y el codo también.<br />

-¿Sientes cosquillas? -pregunté-. Seguro que sí.<br />

Había hablado imprudentemente. Sabía que las yemas de los<br />

dedos de una mujer son sensibles cuando las uñas son largas.<br />

Y así había dicho al brazo de la muchacha que había conocido<br />

a otras mujeres.<br />

Una de ellas, no mucho mayor que la muchacha que me había<br />

prestado el brazo, pero mucho más madura en su experiencia de<br />

los hombres, me había dicho que las yemas de los dedos, ocultas<br />

de este modo bajo las uñas, eran a menudo extremadamente<br />

sensibles. Se adquiría la costumbre de tocar las cosas con<br />

las uñas y no con las yemas, y por lo tanto éstas sentían<br />

un cosquilleo cuando algo las rozaba.<br />

Yo había demostrado asombro ante este descubrimiento, y<br />

ella continuó:<br />

-Si, por ejemplo, estás cocinando, o comiendo, y algo te<br />

toca las yemas de los dedos y das un respingo, parece tan<br />

sucio…<br />

¿Era la comida lo que parecía impuro, o la punta de la uña?<br />

Cualquier cosa que tocara sus dedos le repugnaba por su<br />

suciedad. Su propia pureza dejaba una gota de trágico rocío<br />

bajo la sombra larga de la uña. No cabía suponer que hubiera<br />

una gota de rocío para cada uno de los diez dedos.<br />

Era natural que por esta razón yo deseara aún más tocar las<br />

yemas de sus dedos, pero me contuve. Mi soledad me contuvo.<br />

Era una mujer en cuyo cuerpo no se podía esperar que quedasen<br />

muchos lugares sensibles.<br />

En cambio, en el cuerpo de la muchacha que me había prestado<br />

el brazo serían innumerables. Tal vez, al jugar con las<br />

yemas de los dedos de semejante muchacha, ya no sentiría<br />

culpa, sino afecto. Pero ella no me había prestado el brazo<br />

para tales desmanes. No debía hacer una comedia de su gesto.<br />

-La ventana -no advertí que la ventana estaba abierta, sino<br />

que la cortina estaba descorrida.<br />

-¿Habrá algo que mire hacia adentro? -preguntó el brazo de<br />

la muchacha.<br />

-Un hombre o una mujer, nada más.<br />

-Nada humano me vería. Si acaso sería un ser. El tuyo.<br />

-¿Un ser? ¿Qué es eso? ¿Dónde está?<br />

-Muy lejos -dijo el brazo, como cantando para consolarme-.<br />

La gente va por ahí buscando seres, muy lejos.<br />

-¿Y llegan a encontrarlos?


-Muy lejos -repitió el brazo.<br />

Se me antojó que el brazo y la propia muchacha se hallaban<br />

a una distancia infinita uno de otra. ¿Podría el brazo volver<br />

a la muchacha, tan lejos? ¿Podría yo devolverlo, tan lejos?<br />

El brazo reposaba tranquilamente, confiando en mí; ¿dormiría<br />

la muchacha con la misma confianza tranquila? ¿No habría<br />

dureza, una pesadilla? ¿Acaso no había dado la impresión<br />

de contener las lágrimas cuando se separó de él? Ahora, el<br />

brazo estaba en mi habitación, que la propia muchacha aún<br />

no había visitado.<br />

La humedad nublaba la ventana, como el vientre de un sapo<br />

extendido sobre ella. La niebla parecía retener la lluvia<br />

en el aire, y la noche, al otro lado de la ventana, perdía<br />

distancia, pese a estar envuelta en una lejanía ilimitada.<br />

No se veían tejados, no se oía ninguna bocina.<br />

-Cerraré la ventana -dije, asiendo la cortina.<br />

También ella estaba húmeda. Mi rostro apareció en la ventana,<br />

más joven que mis treinta y tres años. Sin embargo, no<br />

vacilé en correr la cortina. Mi rostro desapareció.<br />

De pronto, el recuerdo de una ventana. En el noveno piso de un<br />

hotel, dos niñas vestidas con faldas amplias y rojas jugaban<br />

ante la ventana. Niñas muy parecidas con ropas similares,<br />

occidentales, tal vez mellizas. Golpeaban el cristal,<br />

empujándolo con los hombros y empujándose mutuamente. Su<br />

madre tejía, de espaldas a la ventana. Si la gran hoja de<br />

cristal se hubiera roto o desprendido de su marco, habrían<br />

caído desde el piso noveno. Sólo yo pensé en el peligro. Su<br />

madre estaba totalmente distraída. De hecho, el cristal era<br />

tan sólido que no existía el menor peligro.<br />

-Es hermosa -dijo el brazo desde la cama, cuando me aparté<br />

de la ventana. Quizás hablara de la cortina, cuyo estampado<br />

era el mismo que el de la colcha.<br />

-¡Oh! Pero el sol la ha descolorido y casi habría que tirarla<br />

-me senté en la cama y coloqué el brazo sobre mi rodilla-.<br />

Eso sí que es hermoso. Más hermoso que todo.<br />

Tomando la palma de la mano en mi propia palma derecha, y el<br />

hombro en mi mano izquierda, doblé el codo y lo volví a doblar.<br />

-Pórtate bien -dijo el brazo, como sonriendo suavemente-.<br />

¿Te diviertes?<br />

-Nada en absoluto.<br />

Una sonrisa apareció efectivamente en el brazo, cruzándolo<br />

como una luz. Era la misma sonrisa fresca de la mejilla de<br />

la muchacha.<br />

Yo conocía esta sonrisa. Con los codos en la mesa, ella solía<br />

enlazar las manos con soltura y apoyar en ellas el mentón<br />

o la mejilla. La posición hubiera debido ser poco elegante<br />

en una muchacha; pero había en ella una cualidad sutilmente<br />

seductora que hacía parecer inadecuadas expresiones como<br />

«los codos en la mesa». La redondez de los hombros, los<br />

dedos, el mentón, las mejillas, las orejas, el cuello largo<br />

y esbelto, el cabello, todo se juntaba en un único movimiento<br />

armonioso. Al usar hábilmente el cuchillo y el tenedor, con<br />

el primer dedo y el meñique doblados, los levantaba de modo<br />

casi imperceptible de vez en cuando. La comida pasaba por<br />

los pequeños labios y ella tragaba; yo tenía ante mí menos<br />

a una persona cenando que a una música incitante de manos,<br />

rostro y garganta. La luz de su sonrisa fluyó a través de la<br />

piel de su brazo.<br />

El brazo parecía sonreír porque, mientras yo lo doblaba,<br />

olas muy suaves pasaron sobre los músculos firmes y delicados<br />

para enviar ondas de luz y sombra sobre la piel tersa.<br />

Antes, cuando había tocado las yemas de los dedos bajó las<br />

largas uñas, la luz que pasaba por el brazo al doblarse el<br />

codo había atraído mi mirada. Fue aquello, y no un impulso<br />

cualquiera de causar daño, lo que me incitó a doblar y<br />

desdoblar el brazo. Me detuve, y lo contemplé estirado sobre<br />

mi rodilla. Luces y sombras frescas seguían pasando por él.<br />

-Me preguntas si me divierto. ¿Te das cuenta de que tengo<br />

permiso para cambiarte por mi propio brazo?<br />

-Sí.<br />

-En cierto modo, me asusta hacerlo.<br />

-¿Ah, sí?<br />

-¿Puedo?<br />

-Por favor.


Oí el permiso concedido y me pregunté si lo aceptaría.<br />

-Dilo otra vez. Di «por favor».<br />

-Por favor, por favor.<br />

Me acordé. Era como la voz de una mujer que había decidido<br />

entregarse a mí, no tan hermosa como la muchacha que me<br />

había prestado el brazo. Tal vez existía algo extraño en<br />

ella.<br />

-Por favor -me había dicho, mirándome. Yo puse los dedos<br />

sobre sus párpados y los cerré. Su voz temblaba-. «Jesús<br />

lloró. Entonces dijeron los judíos: “¡Miren cuánto la amaba!»<br />

Era un error decir «la» en vez de «le». Se trataba de la<br />

historia del difunto Lázaro. Quizá, siendo ella una mujer,<br />

lo recordaba mal, o quizá la sustitución era intencionada.<br />

Las palabras, tan inadecuadas a la escena, me trastornaron.<br />

La miré con fijeza, preguntándome si brotarían lágrimas en<br />

los ojos cerrados.<br />

Los abrió y levantó los hombros. Yo la empujé hacia abajo<br />

con el brazo.<br />

-¡Me haces daño! -se llevó la mano a la nuca.<br />

Había una pequeña gota de sangre en la almohada blanca.<br />

Apartando sus cabellos, posé los labios en el punto de<br />

sangre que se iba hinchando en su cabeza.<br />

-No importa -se quitó todas las horquillas-. Sangro con<br />

facilidad. Al menor contacto.<br />

Una horquilla le había pinchado la piel. Un estremecimiento<br />

pareció sacudir sus hombros, pero se controló.<br />

Aunque creo comprender lo que siente una mujer cuando<br />

se entrega a un hombre, sigue habiendo en el acto algo<br />

inexplicable. ¿Qué es para ella? ¿Por qué ha de desearlo,<br />

por qué ha de tomar la iniciativa? Jamás pude aceptar<br />

realmente la entrega, aun sabiendo que el cuerpo de toda<br />

mujer está hecho para ella. Incluso ahora, que soy viejo,<br />

me parece extraño. Y las actitudes adoptadas por diversas<br />

mujeres: diferentes, si se quiere, o tal vez similares, o<br />

incluso idénticas. ¿Acaso no es extraño? Quizá la extrañeza<br />

que encuentro en todo ello es la curiosidad de un hombre más<br />

joven, o la desesperación de uno de edad avanzada. O tal vez<br />

una debilidad espiritual que padezco.<br />

Su angustia no era común a todas las mujeres en el acto de<br />

la entrega. Y con ella ocurrió solamente aquella única vez.<br />

El hilo de plata estaba cortado, la taza de oro, destruida.<br />

«Por favor», había dicho el brazo, recordándome así a la<br />

otra muchacha; pero ¿eran realmente iguales ambas voces?<br />

¿No habrían sonado parecidas porque las palabras eran las<br />

mismas? ¿Hasta este punto se habría independizado el brazo<br />

del cuerpo del que estaba separado? ¿Y no eran las palabras<br />

el acto de entregarse, de estar dispuesto a todo, sin<br />

reservas, responsabilidad o remordimiento?<br />

Me pareció que si aceptaba la invitación y cambiaba el brazo<br />

con el mío, causaría a la muchacha un dolor infinito.<br />

Miré el brazo que tenía sobre la rodilla. Había una sombra<br />

en la parte interior del codo. Me dio la impresión de que<br />

podría absorberla. Apreté mis labios contra el codo, para<br />

sorber la sombra.<br />

-Me haces cosquillas. Pórtate bien -el brazo estaba en torno<br />

a mi cuello, rehuyendo mis labios.<br />

-Precisamente cuando bebía algo bueno.<br />

-¿Y qué bebías?<br />

No contesté.<br />

-¿Qué bebías?<br />

-El olor de la luz. De la piel.<br />

La niebla parecía más espesa; incluso las hojas de la magnolia<br />

se antojaban húmedas. ¿Qué otras advertencias emitiría la<br />

radio? Caminé hacia mi radio de sobremesa y me detuve.<br />

Escucharla con el brazo alrededor de mi cuello parecía<br />

excesivo. Pero sospechaba que oiría algo similar a esto: a<br />

causa de las ramas mojadas, y de sus propias alas y patas


mojadas, muchos pájaros pequeños han caído al suelo y no<br />

pueden volar. Los coches que estén cruzando un parque deben<br />

tomar precauciones para no atropellarlos. Y si se levanta<br />

un viento cálido, es probable que la niebla cambie de color.<br />

Las nieblas de color extrañó son nocivas. Por consiguiente,<br />

los radioescuchas deben cerrar con llave sus puertas si la<br />

niebla adquiere un tono rosa o violeta.<br />

-¿Cambiar de color? -murmuré-. ¿Volverse rosa o violeta?<br />

Aparté la cortina y miré hacia fuera. La niebla parecía<br />

condensarse con un peso vacío. ¿Acaso se debía al viento<br />

que hubiera en el aire una oscuridad sutil, diferente de<br />

la habitual negrura de la noche? El espesor de la niebla<br />

parecía infinito, y no obstante, más allá de ella se retorcía<br />

y enroscaba algo terrorífico.<br />

Recordé que antes, mientras me dirigía a casa con el brazo<br />

prestado, los faros delanteros y traseros del coche conducido<br />

por la mujer vestida de rojo aparecían indistintos en la<br />

niebla. Una esfera grande y borrosa de tono violeta parecía<br />

aproximarse ahora a mí. Me apresuré a retirarme de la<br />

ventana.<br />

-Vámonos a la cama. Nosotros también.<br />

Daba la impresión de que nadie más en el mundo estaba<br />

levantado. Estar levantado era el terror.<br />

Después de quitarme el brazo del cuello y colocarlo sobre<br />

la mesa, me puse un kimono de noche limpio, de algodón<br />

estampado. El brazo me observó mientras me cambiaba. Me<br />

avergonzaba ser observado. Ninguna mujer me había visto<br />

desnudándome en mi habitación.<br />

Con el brazo en el mío, me metí en la cama. Me acosté a<br />

su lado y lo atraje suavemente hacia mi pecho. Se quedó<br />

inmóvil.<br />

Con intermitencias podía oír un leve sonido, como de<br />

lluvia, un sonido muy ligero, como si la niebla no<br />

se hubiera convertido en lluvia, sino que ella misma<br />

estuviera formando gotas. Los dedos entrelazados<br />

con los míos bajo la manta adquirieron más calor;<br />

y el hecho de que no se hubieran calentado a mi<br />

propia temperatura me comunicó la más serena de las<br />

sensaciones.<br />

-¿Estás dormido?<br />

-No -replicó el brazo.<br />

-Estabas tan quieto que pensé que te habrías dormido.<br />

-¿Qué quieres que haga?<br />

Abriendo mi kimono, llevé el brazo a mi pecho. La diferencia<br />

de calor me penetró. En la noche algo sofocante, algo fría,<br />

la suavidad de la piel era agradable.<br />

Las luces seguían encendidas. Había olvidado apagarlas al<br />

meterme en la cama.<br />

-Las luces -me levanté, y el brazo se cayó de mi pecho.<br />

Me apresuré a recogerlo.<br />

-¿Quieres apagar las luces? -me dirigí hacia la puerta-.<br />

¿Duermes a oscuras o con las luces encendidas?<br />

El brazo no respondió. Tenía que saberlo. ¿Por qué no<br />

contestaba? Yo no conocía las costumbres nocturnas de la<br />

muchacha. Comparé las dos imágenes: dormida a oscuras y<br />

con la luz encendida. Decidí que esta noche, sin el brazo,<br />

dormiría con luz. En cierto modo, yo también prefería<br />

tenerla encendida. Quería contemplar el brazo. Quería<br />

mantenerme despierto y mirar el brazo cuando estuviera<br />

dormido. Pero los dedos se estiraron y apretaron el<br />

interruptor.<br />

Volví a la cama y me acosté en la oscuridad, con el brazo junto<br />

a mi pecho. Guardé silencio, esperando que se durmiera. Ya<br />

fuese porque estaba insatisfecho o temeroso de la oscuridad,<br />

la mano permanecía abierta a mi lado, y poco después los<br />

cinco dedos empezaron a recorrer mi pecho. El codo se dobló<br />

por propia iniciativa, y el brazo me abrazó.<br />

En la muñeca de la muchacha había un pulso delicado. Reposaba<br />

sobre mi corazón, de forma que los dos pulsos sonaban uno<br />

contra otro. El suyo era al principio un poco más lento que<br />

el mío, y al poco rato coincidieron. Y algo después ya sólo<br />

podía sentir el mío. Ignoraba cuál era más rápido y cuál<br />

más lento.


Tal vez esta identidad de pulso y latido fuera para un breve<br />

período en el que yo podía intentar cambiar el brazo con<br />

el mío. ¿O acaso estaría durmiendo? Una vez oí decir a una<br />

muchacha que las mujeres eran menos felices en las angustias<br />

del éxtasis que durmiendo pacíficamente junto a sus hombres;<br />

pero jamás una mujer había dormido tan pacíficamente junto a<br />

mí como este brazo.<br />

Yo era consciente del latido de mi corazón gracias al pulso<br />

que latía sobre él. Entre un latido y el siguiente, algo se<br />

alejaba muy de prisa y, también muy de prisa, volvía.<br />

Mientras yo escuchaba los latidos, la distancia pareció<br />

aumentar, y por mucho que este algo se alejara, por muy<br />

infinitamente lejos que se fuera, no encontraba nada en su<br />

destino. El próximo latido lo hacía volver. Yo debía haber<br />

tenido miedo, pero no lo tenía. No obstante, busqué el<br />

interruptor que estaba junto a la almohada.<br />

Antes de oprimirlo, enrollé la manta hacia abajo. El brazo<br />

continuaba dormido, ignorante de lo que ocurría. Una dulce<br />

franja del más pálido blanco rodeaba mi pecho desnudo, y<br />

parecía surgir de la misma carne, como el resplandor que<br />

antecede a la salida de un sol caliente y diminuto.<br />

Encendí la luz. Puse mis manos sobre los dedos y el hombro, y<br />

estiré el brazo. Le di unas vueltas en silencio, contemplando<br />

el juego de luces y sombras desde la redondez del hombro<br />

hasta la finura y turgencia del antebrazo, el estrechamiento<br />

de la suave curva del codo, la sutil depresión en el interior<br />

del codo, la redondez de la muñeca, la palma y el dorso de<br />

la mano,y después los dedos.<br />

«Me lo quedaré.» No tuve conciencia de haber murmurado las<br />

palabras. En un trance, me quité el brazo derecho y lo<br />

sustituí por el de la muchacha.<br />

Hubo un ligero sonido entrecortado -no pude saber si mío o<br />

del brazo- y un espasmo en mi hombro. Así fue como me enteré<br />

del cambio.<br />

El brazo de la muchacha, ahora mío, temblaba y se movía en<br />

el aire. Lo doblé y lo acerqué a mi boca.<br />

-¿Duele? ¿Te duele?<br />

-No. Nada, nada -las palabras eran vacilantes.<br />

Un estremecimiento me recorrió como un relámpago.<br />

Tenía los dedos en la boca.<br />

De algún modo proferí mi felicidad, pero los dedos de la<br />

muchacha estaban sobre mi lengua, y dijera lo que dijese,<br />

no formé ninguna palabra.<br />

-Por favor. Todo va bien -replicó el brazo. El temblor cesó-<br />

. Me dijeron que podías hacerlo. Y no obstante…<br />

Me di cuenta de algo. Podía sentir los dedos de la muchacha<br />

en la boca, pero los dedos de su mano derecha, que ahora eran<br />

los de mi propia mano derecha, no podían sentir mis labios o<br />

mis dientes. Presa del pánico, sacudí mi mano derecha y no<br />

pude sentir las sacudidas. Había una interrupción, un paro,<br />

entre el brazo y el hombro.<br />

-La sangre no fluye -prorrumpí-. ¿Verdad que no?<br />

Por primera vez, el miedo me atenazó. Me incorporé en la<br />

cama. Mi propio brazo había caído junto a mí. Separado de<br />

mí, era un objeto repelente. Pero más importante, ¿se habría<br />

detenido el pulso? El brazo de la muchacha estaba caliente<br />

y palpitaba; el mío parecía estar quedándose frío y rígido.<br />

Con el brazo de la muchacha, tomé mi propio brazo derecho.<br />

Lo tomé, pero no hubo sensación.<br />

-¿Hay pulso? -pregunté al brazo-. ¿Está frío?<br />

-Un poco. Algo más frío que yo. Yo estoy muy caliente.<br />

Había algo especialmente femenino en la cadencia. Ahora que<br />

el brazo estaba sujeto a mi hombro y se había convertido en<br />

mío, parecía más femenino que antes.<br />

-¿El pulso no se ha detenido?<br />

-Deberías ser más confiado.<br />

-¿Por qué?<br />

-Has cambiado tu brazo por el mío, ¿verdad?


-¿Fluye la sangre?<br />

-«Mujer, ¿a quién buscas? ¿Conoces el pasaje?»<br />

-«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»»<br />

-Muy a menudo, cuando estoy soñando y me despierto en plena<br />

noche, me lo susurro a mí mismo.<br />

Esta vez, naturalmente, quien hablaba debía ser la propietaria<br />

del atractivo brazo unido a mi hombro. Las palabras de la<br />

Biblia parecían pronunciadas por una voz eterna, en un lugar<br />

eterno.<br />

-¿Le resultará difícil dormir? -yo también hablaba de la<br />

propia muchacha-. ¿Tendrá una pesadilla? Esta niebla invita<br />

a perderse en miles de pesadillas. Pero la humedad hará<br />

toser hasta a los demonios.<br />

-Para que no puedas oírles -el brazo de la muchacha, con el<br />

mío todavía en su mano, cubrió mi oreja derecha.<br />

Ahora era mi propio brazo derecho, pero el movimiento no<br />

parecía haber procedido de mi voluntad sino de la suya, de<br />

su corazón. Pese a ello, la separación distaba de ser tan<br />

completa.<br />

-El pulso. El sonido del pulso.<br />

Escuché el pulso de mi propio brazo derecho. El brazo de la<br />

muchacha se había acercado a mi oreja con mi propio brazo<br />

en su mano, y tenía mi propia muñeca junto al oído. Mi brazo<br />

estaba caliente; como el brazo de la muchacha había dicho,<br />

sólo perceptiblemente más frío que sus dedos y mi oreja.<br />

-Mantendré alejados a los demonios -traviesamente, con<br />

suavidad, la uña larga y delicada de su dedo meñique se<br />

movió en mi oreja. Yo meneé la cabeza. Mi mano izquierda,<br />

la mía desde el principio, tomó mi muñeca derecha, que era<br />

la de la muchacha. Cuando eché atrás la cabeza, advertí el<br />

meñique de la muchacha.<br />

Cuatro dedos de su mano asían el brazo que yo había separado<br />

de mi hombro derecho. Solamente el meñique -¿diremos que<br />

sólo él podía jugar libremente?- estaba doblado hacia el<br />

dorso de la mano. La punta de la uña apenas tocaba mi brazo<br />

derecho. El dedo estaba doblado en una posición posible<br />

únicamente para la mano flexible de una muchacha, descartada<br />

para un hombre de articulaciones duras como yo. Se elevaba<br />

en ángulos rectos desde la base. En la primera articulación<br />

se doblaba en otro ángulo recto, y en la siguiente, en otro.<br />

De este modo trazaba un cuadrado, cuyo lado izquierdo estaba<br />

formado por el dedo anular.<br />

Formaba una ventana rectangular al nivel de mis ojos. O<br />

más bien una mirilla, o un anteojo, demasiado pequeño<br />

para ser una ventana; pero por alguna razón pensé en una<br />

ventana. La clase de ventana por la que podría mirar una<br />

violeta. Esta ventana del dedo meñique, este anteojo<br />

formado por los dedos, tan blanco que despedía un débil<br />

resplandor, lo acerqué lo más posible a uno de mis ojos,<br />

y cerré el otro.<br />

-¿Un mundo nuevo? -preguntó el brazo-. ¿Y qué ves?<br />

-Mi oscura habitación. Sus cinco luces -antes de terminar<br />

la frase, casi grité-. ¡No, no! ¡Ya lo veo!<br />

-¿Y qué ves?<br />

-Ha desaparecido.<br />

-¿Y qué has visto?<br />

-Un color. Una mancha púrpura. Y en su interior, pequeños<br />

círculos, pequeñas cuentas rojas y doradas, describiendo<br />

círculos una y otra vez.<br />

-Estás cansado -el brazo de la muchacha dejó mi brazo<br />

derecho, y sus dedos me acariciaron suavemente los párpados.<br />

-¿Giraban las cuentas rojas y doradas en una enorme rueda<br />

dentada? ¿He visto algo en la rueda dentada, algo que iba<br />

y venía?<br />

Yo ignoraba si realmente había visto algo en ella o sólo me<br />

lo había parecido: una ilusión efímera, que no permanecía<br />

en la memoria. No podía recordar qué había sido.<br />

-¿Era una ilusión que querías enseñarme?<br />

-No. Al final la he borrado.


-De días que ya pasaron. De nostalgia y tristeza. Sus dedos<br />

dejaron de moverse sobre mis párpados. Formulé una pregunta<br />

inesperada.<br />

-Cuando te sueltas el cabello, ¿te cubre los hombros?<br />

-Sí. Lo lavo con agua caliente, pero después, tal vez una<br />

manía mía, lo mojo con agua fría. Me gusta sentir el cabello<br />

frío sobre mis hombros y brazos, y también contra los pechos.<br />

Naturalmente, volvía a hablar la muchacha. Sus pechos<br />

nunca habían sido tocados por un hombre, y sin duda le<br />

hubiera resultado difícil describir la sensación del<br />

cabello frío y mojado sobre ellos. ¿Acaso el brazo,<br />

separado del cuerpo, se había separado también de la<br />

timidez y la reserva?<br />

En silencio posé la mano izquierda sobre la suave redondez<br />

de su hombro, que ahora era mío. Se me antojó que tenía en<br />

la mano la redondez, aún pequeña, de sus pechos. La redondez<br />

de los hombros se convirtió en la suave redondez de los<br />

pechos.<br />

Su mano se posó suavemente sobre mis párpados. Los dedos<br />

y la mano permanecieron así, impregnándose, y la parte<br />

interior de los párpados pareció calentarse a su tacto. El<br />

calor penetró en mis ojos.<br />

-Ahora la sangre está fluyendo -dije en voz baja-. Está<br />

fluyendo.<br />

No fue un grito de sorpresa, como cuando advertí que había<br />

cambiado mi brazo por el suyo. No hubo estremecimiento ni<br />

espasmo, ni en el brazo de la muchacha ni en mi hombro.<br />

¿Cuándo había empezado mi sangre a fluir por el brazo, y<br />

su sangre, en mi interior? ¿Cuándo había desaparecido la<br />

interrupción del hombro? La sangre pura de la muchacha<br />

estaba fluyendo, en este preciso momento, a través de<br />

mí; pero, ¿no habría algo desagradable cuando el brazo<br />

fuera devuelto a la muchacha, con esta sangre masculina<br />

y sucia fluyendo por él? ¿Qué pasaría si no se adaptaba<br />

a su hombro?<br />

-No semejante traición -murmuré.<br />

-Todo irá bien -susurró el brazo.<br />

No se produjo la conciencia dramática de que la sangre iba<br />

y venía entre el brazo y mi hombro. Mi mano izquierda,<br />

envolviendo mi hombro derecho, y el propio hombro, ahora mío,<br />

tenían una comprensión natural del hecho. Habían llegado a<br />

conocerlo. Este conocimiento los adormeció.<br />

Me quedé dormido.<br />

Flotaba sobre una enorme ola. Era la niebla envolvente cuyo<br />

color se había tornado violeta pálido, y había rizos de<br />

un verde pálido en el lugar donde yo flotaba, y sólo allí.<br />

La húmeda soledad de mi habitación había desaparecido. Mi<br />

mano izquierda parecía reposar ligeramente sobre el brazo<br />

derecho de la muchacha; Parecía como si sus dedos sostuvieran<br />

estambres de magnolia. Yo no podía verlos, pero sí olerlos.<br />

Los habíamos tirado, ¿y cuándo y cómo los recogió ella? Los<br />

pétalos blancos, de un solo día, aún no habían caído; ¿por<br />

qué, pues, los estambres? El coche de la mujer vestida de<br />

rojo pasó muy cerca, dibujando un gran círculo conmigo en<br />

el centro. Parecía vigilar nuestro sueño, el de la muchacha<br />

y el mío.<br />

Nuestro sueño fue probablemente ligero, pero nunca había<br />

conocido un sueño tan cálido y dulce. Dormía siempre con<br />

inquietud, y aún no había sido bendecido con el sueño<br />

profundo de un niño.<br />

La uña larga, estrecha y delicada arañó suavemente la palma<br />

de mi mano, y el tenue contacto hizo más profundo mi sueño.<br />

Desaparecí.<br />

Me desperté gritando. Casi me caí de la cama, y caminé<br />

tambaleándome tres o cuatro pasos.<br />

Me había despertado el contacto de algo repulsivo. Era mi<br />

brazo derecho.<br />

Mientras recobraba el equilibrio, contemplé el brazo<br />

que estaba sobre la cama. Contuve el aliento, mi<br />

corazón se disparó y todo mi cuerpo fue recorrido por<br />

un estremecimiento. Vi el brazo en un instante, y al<br />

siguiente ya había arrancado de mi hombro el brazo de la<br />

muchacha y colocado nuevamente el mío propio. El acto fue<br />

como un asesinato provocado por un impulso repentino y<br />

diabólico.


Me arrodillé junto a la cama, apoyé el pecho contra ella y<br />

froté mi corazón demerite con la mano recobrada. A medida<br />

que los latidos se calmaban, cierta tristeza brotó desde<br />

una profundidad mayor que lo más profundo de mi ser.<br />

-¿Dónde está su brazo? -levanté la cabeza.<br />

Yacía a los pies de la cama, con la palma hacia arriba sobre<br />

el ovillo de la manta. Los dedos estirados no se movían. El<br />

brazo era débilmente blanco bajo la luz opaca.<br />

Con una exclamación de alarma lo recogí y apreté con fuerza<br />

contra mi pecho. Lo abracé como se abraza a un niño pequeño<br />

a quien la vida está abandonando. Llevé los dedos a mis<br />

labios. ¡Ojalá el rocío de la mujer manara de entre las<br />

largas uñas y las yemas de los dedos!


CRÉDITOS<br />

Página 14 - 3 by Melissa Power<br />

Página 43 - Un brazo. Yasunari Kawabata. Edición traducida al español.<br />

Tradución original por Pilar Giralt Gorina (1978)<br />

Página 63 - Left Hand by Hannah Stewart.<br />

Original post - https://twitter.com/H_D_Stewart/status/600436980984471552<br />

Hannah Stewart<br />

https://twitter.com/H_D_Stewart<br />

@H_D_Stewart<br />

Freelance Scenic Artist, Prop Maker and SFX Makeup Artist/technician<br />

trainee<br />

London, UK<br />

Left Hand, a character from Vampire Hunter D. Vampire Hunter D is a series<br />

of Japanese novels written by Hideyuki Kikuchi and illustrated by Yoshitaka<br />

Amano since 1983.<br />

Todo el arte incluído en esta revista es propiedad intelectual de sus autores<br />

incluyendo las omisiones, debido a que no se logró encontrar a sus creadores.

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