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Su espalda no hizo arco, los brazos no se expandieron<br />

hacia los lados. Simplemente porque no podía hacerlo.<br />

Después sintió la uña de su torturador. Rasgar,<br />

rasgar, en el lugar donde antes estaba la suya.<br />

Y la risita:<br />

“Ji ji ji “.<br />

Y ningún susurro alrededor, ni en el piso de arriba,<br />

ni en el de abajo.<br />

“¿Qué nunca hay nadie en este jodido hospital?”<br />

“¿Soy el único aquí que sufre?”<br />

“Ji ji ji”.<br />

“¿¡Por qué me haces esto!?” “¿¡Por qué juegas<br />

conmigo!?”<br />

Otra uña: ahora una antes del dedo gordo, mismo<br />

pie: el derecho. Y luego otra, y otra, y otra… el pie<br />

derecho quedaba libre de uñas. Por la frente de Jerry<br />

surcaban dos gotas de sudor frío. Pero él ni siquiera<br />

se daba cuenta de eso. Los oídos comenzaban a zumbar.<br />

¡Su nariz se movió! Un micro-milímetro si gustan,<br />

algo nulo para la vista humana. Pero movimiento al fin<br />

y al cabo.<br />

Jerry había sido castrado. Resultaba hasta irónico;<br />

una acción completamente “fálica”; de toma y daca.<br />

Un ojo por ojo. Miembro por miembro.<br />

En un orgasmo final, Bárbara hizo un movimiento que<br />

quizá no fue voluntario. En el fondo no era de su<br />

intención. ¿Por qué tener que desgraciar a la persona<br />

con la que había pasado tantos momentos a tal extremo?<br />

Se puede vivir muy bien con un solo ojo. Las uñas<br />

vuelven a crecer. Eso es seguro.<br />

¿Vivir sin lengua? Jerry nunca fue hombre de palabras<br />

inteligentes. No lo sería ahora.<br />

Pero quitarle el placer sexual, y mandarlo a orinar<br />

sentado. Si es que se le antojaba hacerlo de esa<br />

manera. Eso sí era cruel.<br />

Un movimiento brusco de su muñeca con alfiler en<br />

mano, en el instante que Donald terminaba dentro de<br />

ella fue la orden final.<br />

“Ve por eso que estoy pinchando”.<br />

Y La Pequeña Cosa obediente y monstruosa arrancó<br />

de tajo. Como se sustrae una zanahoria de la tierra<br />

fértil.<br />

Quitando esa palabra del diccionario de Jerry Keller.<br />

Jerry sintió dolor, y agradeció una vez más por<br />

estar vivo. Y en ese momento deseó morir.<br />

“Mátame” le dijo mentalmente a su verdugo.<br />

“Ji ji ji” fue todo lo que hubo por respuesta.<br />

Y ahí se quedó…<br />

Las luces del hospital se apagaron.<br />

Como las de él se habían apagado ya tiempo atrás.<br />

12 horas después.<br />

Aún continuaba allí, su soledad haciéndole compañía.<br />

Viendo esa antigua película en su memoria. “Jerry<br />

toma tu fusil”.<br />

Si tuviera un fusil y el movimiento para poder<br />

usarlo, sin duda lo haría de una manera útil. Pobre<br />

iluso.<br />

En el otro extremo del país, recostada en la cama,<br />

cigarro en mano, yace desnuda Bárbara, sólo trae<br />

puesta una gorra de los Red Sox echada hacia atrás.<br />

Fuma. Nerviosa.<br />

Era el juego decisivo para lograr el pase final a<br />

la postemporada. Los Red Sox y las Rayas de Tampa<br />

Bay se miden, ambos equipos con 87 victorias. Sólo<br />

uno estará de pase. El otro a ver los play-offs por<br />

televisión.<br />

Treceava entrada, el juego empatado a tres. Steve<br />

Winters de los Sox lanzando desde la entrada once;<br />

ya ha dado dos bases por bolas y se le nota cansado.<br />

Pero su manager confía en él, Bárbara no.

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