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DR. JOSt RIZAL - non

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VIDA Y ESCRITOS DEL <strong>DR</strong>. <strong>RIZAL</strong><br />

Si - 111°11n el revólver, dejándole dentro dé la funda el relicario y un<br />

papel en el cual explicaba por qué desaparecía llevándose el revólver.<br />

Tales, con el revólver, huyó al bosque: tenía sed de venganza. Y, en<br />

efecto, cometió tres asesinatos: mató al hacendero, al nuevo inqnilino<br />

de los terrenos que habían sido de Tales, y á la mujer del inquilino: :<br />

La Guardia civil, no pudiendo ciar con Tales, á quien atribuía los<br />

asesinatos, llevóse al padre de Tales, al anciano Selo. (Cu mPliase la<br />

inicua teoría de que las culpas de los hijos las pagasen los padres .)<br />

Nos hallamos en el pueblo de Los Baños (inmediato á Calamba).<br />

Allí está pasando, alojado en el convento, una temporada el Capitán<br />

general, que juega al tresillo con los frailes, y, de vez en cuando,<br />

consagra un rato al despacho de los asuntos oficinescos. El Secretario<br />

es un antiguo empleado, al que inspiran, por lo común, excelentes<br />

sentimientos. El General no solía resolver ciertos negocios sin oir<br />

previamente el parecer de los frailes. Llega una instancia en que algunos<br />

estudiantes solicitaban la creación da una Academia de Castellano,<br />

y con este motivo entáblase animada discusión: todos los frailes<br />

se opusieron resueltamente á que se accediera á lo solicitado, excepto<br />

uno, el P. Fernández, que sostuvo que la enseñanza del castellano se<br />

podía conceder « sin peligro ninguno»; « y para que no aparezca como<br />

una derrota de la Universidad, debíamos los dominicos hacer un esfuerzo<br />

y ser los primeros en celebrarla »... No se resolvió nada. Al ir<br />

á la mesa, para comer, el Secretario dijo á S. E.: —« Mi General, la<br />

hija de ese Cabésang Tales ha vuelto solicitando la libertad de su<br />

abuelo, enfermo, preso en lugar del padre».--Y S. E. mandó que se.<br />

escribiese un volante ordenando al Teniente de la guardia civil cine .<br />

pusiera en libertad al viejo Selo.<br />

Volvemos á Manila. Conocemos á Plácido Penitente, un pobre<br />

estudiante apocado, con quien cometen horrores sus catedráticos.<br />

frailes. De pasada, recorremos la Universidad, con sus. grandes gabi-<br />

netes decorativos, que sirven para embaucar á los extranjeros y á las<br />

autoridades, pero no para enseñar... Y entremos ahora en una casa<br />

de escolares. A ella va con más ó menos frecuencia Sandoval, espaj.<br />

ñol, de sentimientos liberales y lleno de fe en el porvenir del pais,.<br />

por obra y gracia de los gobernantes. Á lo mejor decía cosas que entusiasmaban<br />

á sus colegas filipinos. Tratóse del expediente relatiVe<br />

á la creación de la Academia consabida. Convinieron en poner en<br />

juego influencias para que fuese favorablemente informado por la -<br />

Junta de Instrucción primaria, de la que era vocal un señor D. Cus-:<br />

todio, con quien tenía gran influjo el Sr. Pasta, abogado notable del<br />

país. El Sr. Pasta (retrato de un eminente jurisconsulto/alpino que<br />

vivir bien con todo el inundo, pero singularmente con, los'

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