Revista Sala de Espera Digital Venezuela #2

Letras y tiempos
Amar en el Antiguo Egipto
Por Lucas Monsalve
Una de las cosas que más me
sorprende como historiador
es la enorme herencia sociocultural
que tiene el hombre
contemporáneo con los
antiguos. No somos únicamente hijos de
nuestros padres, somos descendientes de
millones de hombres y mujeres que, como
nosotros, han habitado este planeta durante
siglos.
Y en ese acto de perpetuidad de la
raza humana juega un papel fundamental
eso que en idioma castellano llamamos
“amor”.
Podría dedicar un artículo entero a
explicar ¿qué entendemos por amor?, pero
para los efectos de este, me basta con aclarar
que quiero hablarles del amor en cuanto
a la capacidad y necesidad humana, que
acompaña al deseo sexual y el instinto de
reproducción.
La mayoría de nuestras referencias
antiguas sobre el amor son de raíz grecoromana,
y eso ha hecho sacar una primera
conclusión a los arqueólogos: al parecer,
la cultura egipcia, contrario a la griega
y la romana, no fue muy dada a hablar
de amor.
Sin embargo, los egipcios también
amaron. A pesar de no abundar, tenemos
algunas claras evidencias en escritos, poemas,
dibujos y estatuillas.
Este hecho también se explica como
una “normalización del amor”. Es decir,
que para los egipcios, el acto de amar –con
todas tus consecuencias y acciones- pudo
ser menos espiritual, y más cotidiano y
simple. Algo así como un amor agrícola.
Sabemos, por ejemplo, que no existía
el matrimonio como acto formal. El
común de los egipcios se entendían “casados”
cuando alcanzada la independencia
económica una pareja se mudaba a
vivir en la misma casa, formando su propia
familia. El amor en el Antiguo Egipto
estaba muy ligado al hecho reproductivo.
Para los egipcios tener muchos hijos era
importante.
Son comunes las estatuillas de familias.
Reproducciones hechas en barro
policromadas donde se representa al padre
y la madre, tomados de la mano o en gesto
cercano, y en pequeña escala a sus hijos.
Así como el matrimonio no fue un
acto de importancia tampoco lo fue el
divorcio. Existía la poligamia, pero no
como factor común. Sin embargo, tanto
un hombre como una mujer podían dejar
a su pareja por otro, y si bien no siempre
era bien visto, tampoco estaba penado.
Ahora, en el arte de la seducción los
egipcios se parecieron mucho a nosotros.
Elementos tan comunes en el cortejo contemporáneo
como: el aseo personal, el uso
de perfume – el olor de los dioses-, maquillajes,
ropas ajustadas o transparencias y joyas,
formaban parte de los rituales indispensables
para el éxito del encuentro con el amante.
Igualmente, el uso de pelucas, grandes
melenas oscuras rizadas o con exuberantes
peinados garantizaban el deseo ajeno.
Todo parece indicar que no existía una
concepción de pecado en el acto sexual.
De raíces esto más judeo-cristianas. Existen
varias estatuillas y algún que otro
papiro con referencias sexuales explicitas.
El llamado Papiro erótico de Turín,
es quizás el más elocuente de todos; tanto,
que su contenido de alto voltaje escandalizó
al mismo Jean François Champollion.
De la misma forma ha llegado hasta
nosotros algo de su poesía amorosa.
Corresponde ya a la época más ardía, pero
es tan cercano su lenguaje que parece que
al amor carece de tiempo.
“¡Mi amor ha regresado, déjame difundir la noticia!
Mis brazos se abren amplios para abrazarla,
Y el corazón hace piruetas en su oscura cámara
Feliz como un pez cuando la noche sombrea la
alberca.
¡Tú eres mía, mi querida, mía para siempre,
Mía desde el día que por primera vez musitaste mi
nombre!”*
*La Poésie Amoureuse de l’Égypte
Ancienne: Recherches sur un genre litteraire au
Nouvel Empire. Cairo, 1996. Visto en Poemas
de amor del Antiguo Egipto. Idiomas olvidados.
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