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ÍNDICE<br />
Editorial<br />
Prosa<br />
<strong>La</strong>s exclusiones de la <strong>Historia</strong>, Jorge Rodríguez Hidalgo<br />
Mentira, Franco Chiaravalloti<br />
Micros, Jesús Esnaola<br />
Un susurro de España, Jordi Corominas<br />
Grandes acontecimientos de la <strong>Historia</strong>, Beti Mármol<br />
Mitrídates y las flores de Rimbaud, Justo Sotelo<br />
Medida por medida, Carlos Vitale<br />
Poesía<br />
<strong>Historia</strong> de mayúsculos nombres comunes, Felipe Zapico Alonso<br />
Hoax story, Juan Trigo<br />
Lo que no sabemos, Chema <strong>La</strong>garón<br />
Oraciones de pronóstico reservado, Abel Santos<br />
Pintura<br />
Carlos Esteban Resano Vasilchik<br />
Fotografía<br />
Eli Mora<br />
Entrevista<br />
Ignacio Merino
EDITORIAL<br />
Queridísimos, en este nuevo número de la Revista <strong>Excodra</strong>, sobre <strong>La</strong> <strong>Historia</strong>,<br />
tenéis un buen racimo de pensamientos sobre cómo sentimos a la <strong>Historia</strong>,<br />
dejando la sensación de que interesa más lo que se calla que lo que se<br />
muestra... hay ahí como una espina clavada sobre lo que se omite y en el por<br />
qué se omite, porque ¿qué es la <strong>Historia</strong>? Aparte de tenerla frente a nuestros<br />
ojos a cada instante, relatándonos el pasado para ser interpretado por<br />
nosotros y a nuestra manera, la <strong>Historia</strong>, como palabra escrita, no es sólo un<br />
relato de lo que sucedió, porque ¿qué es lo que sucede? <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> es la<br />
huella escrita de un presente que narra lo anterior, es el relato de nuestro<br />
pasado desde la óptica de nuestro presente, y esto hay que tenerlo muy en<br />
cuenta, porque lo sucedido, en cada época y geografía desde la que se mire, es<br />
diferente. ¿Qué sucedió en el año 1492, el “descubrimiento de América”? Y es<br />
que este epígrafe, tan clásico, hace entender perfectamente que nuestro<br />
pasado se escribe desde el hoy y desde el nosotros, porque obviamente los<br />
Mayas no encontraron aquello como un descubrimiento y su <strong>Historia</strong>, su<br />
relato, de esos años, es bien diferente. Hechos están ocurriendo<br />
continuamente pero sólo unos pocos, muy pocos, casi cero, serán relatados y<br />
conocidos con el paso de los años, pero conocidos desde el hoy. ¿Qué se<br />
escribe? ¿Quién lo escribe y por qué? ¿Cómo llega a nosotros? ¿Cómo tenemos<br />
noticia de lo que ocurrió hace trescientos, cincuenta o mil años? Más allá de<br />
pensar en la <strong>Historia</strong> como una suerte de periodismo, me gusta pensar en la<br />
<strong>Historia</strong> como la visión que tenemos de nuestro pasado.<br />
Disfruten este número, es una gozada, además, ya es <strong>Historia</strong>.
PROSA<br />
<strong>La</strong>s exclusiones de la <strong>Historia</strong><br />
(O la <strong>Historia</strong> como ficción o...)<br />
A las ocho en punto de la mañana, los diez estudiantes de medicina entramos<br />
en el departamento de anatomía donde nos esperaban, sin esperarnos, sendos<br />
cadáveres destinados a su estudio. Era la primera vez que nos enfrentábamos<br />
a unos cuerpos inertes; algunos condiscípulos incluso dudaban de que la<br />
muerte pudiera residir en un cuerpo impasible sin afectar expresión alguna de<br />
dolor, abatimiento o desidia. Los muertos, además, más bien parecían seres<br />
meditadores, vestidos como estaban con ropa de calle. Por supuesto, novicios<br />
todos, no vimos en esa irregularidad la huella de la novatada que los alumnos<br />
de cursos superiores nos habían gastado. Al contrario, casi agradecimos no ver<br />
la desnudez de aquellos infortunados, lo que suavizó en buena medida la<br />
tensión previa a la manipulación de sus restos mortales, dispuestos en<br />
camillas. El profesor que unos minutos más tarde se presentó ante nosotros no<br />
mostró ninguna contrariedad por el hecho, prueba evidente de su connivencia<br />
con los autores de la chanza. De forma aleatoria, cada cual se situó junto a un<br />
finado. Con una indisumulada sonrisa, el docente nos reveló que ‘van a<br />
conocer ustedes la historia de estos cuerpos y, por ende, la historia de sus<br />
vidas’. Cuando recibimos la indicación de quitarles las vestiduras, una violenta<br />
conmoción se apoderó de nosotros, hasta tal punto que hubo quien no pudo<br />
evitar ser víctima de un desorden humoral. Aunque no fue mi caso, reconozco<br />
que hube de recurrir a mis ya escasas reservas de templanza para no salir a<br />
toda prisa de la sala y alejarme de aquel pingajo que otrora fuera un hombre y<br />
cuya muerte le sobrevino, como poco, a los setenta años. Tiré del pantalón<br />
raído con sumo cuidado, con una mezcla de miedo y vergüenza. Apenas logré
despojarlo, y antes de poder reparar en su sexo, noté que algo se desprendía<br />
del interior del andrajo y caía al suelo. Me agaché y nada vi, azorado como no<br />
recordaba. Me levanté lentamente, eché un vistazo a la camilla, nada. Volví a<br />
agacharme. Junto a una de las ruedas destacaba ahora la blancura de lo que<br />
parecía un trozo de papel. En efecto, comprobé que se trataba de un folio que,<br />
tras ser enrollado, había sido chafado y doblado varias veces, pese a lo cual<br />
presentaba un buen estado de conservación. En vez de devolverlo al lugar del<br />
que salió, con disimulo lo guardé en un bolsillo de la bata a fin de desplegarlo<br />
después de la clase. <strong>La</strong> experiencia con el cuerpo del, supuse, septuagenario<br />
fue tan desagradable que durante la hora y media de la práctica no me acordé<br />
en ningún momento de él. Cuando me desprendí de la blusa, el papel volvió a<br />
caerse, esta vez de uno de sus bolsillos. Sin más, lo desdoblé. Un texto sin<br />
tacha alguna se ofreció a mi curiosidad. Rezaba como sigue:<br />
“<strong>La</strong> historia no existe”, me dijo. “En realidad, nunca ha existido para la<br />
mayoría de los hombres; no ha habido un principio ni un final para ellos, nada<br />
ha sucedido entre su azaroso alumbramiento y el ocultamiento consecutivo”.<br />
Calló un instante, el preciso para operarse en él la floración de nuevas<br />
palabras. “Porque eso que pomposamente llaman historia los manuales<br />
escolares no pasa de ser la representación del árbol genealógico del<br />
reducidísimo grupo de hombres que, con rostros y afeites diferentes, marcan<br />
el compás de los latidos telúricos. Nadie más cabe en la memoria”. <strong>La</strong><br />
memoria. Cuando pronunció esta palabra, los párpados se le cayeron a los<br />
pies, pesados de fin o de ignorancia. En ese momento recordé qué había<br />
motivado mi encuentro con él, y no sé si eso me ayudó a dar crédito a sus<br />
palabras o si por el contrario me indujo a despreciarlas. Pero... “pero, pero,<br />
pero... ¿Pero puede alguien quedar fuera de la memoria? ¿Y de la historia?<br />
¿Puede ésta no ser memoria? ¿Y a su vez, esta última puede no responder a<br />
aquélla? ¿Pueden centenares de millones de hombres, no desaparecer, sino no
haber sido? Pueden, sí, pueden, digo”. Mas dejó de decir. “Ah” volvió como el<br />
tigre con los ojos severos, al cabo de unos minutos de espesa e incómoda<br />
mudez, “claro que es posible, e incluso avanzar y retroceder en el tiempo, si<br />
se les otorga la gracia del ser en el papel, si se les nombra sin nombres, si se<br />
deslíen en el mágico mar de los arcanos. <strong>La</strong> prehistoria, la protohistoria, la<br />
historia, sus edades. Entrar y salir de las escalas, ralentizar o acelerar los<br />
ritmos del devenir, desorganizar la armonía, u organizarla subversivamente”.<br />
Rescató un libro de la pila que esperaba alimentar la voracidad de la estufa. Y<br />
leyó: “’Lo que antes se contaba en siglos, se medirá ahora en decenios, de tal<br />
manera que nuestra generación no conocerá en vida más horizonte que éste”<br />
(Minc, 1994). ¿Lo ves? Incluso el tiempo es obra de esos pocos... demiurgos,<br />
llamémosles, de momento. Aunque, eso sí, esa generación, y la anterior, y la<br />
otra, y todas las generaciones serán tan anónimas como los gusanos o los<br />
insectos, seres con los que guardan un mayor parecido genético. Y como a<br />
éstos, no hay historia que los mencione. Ni Minc se atreve a señalar a los<br />
fautores que tiran de las sociedades hacia una nueva Edad Media ‘que se<br />
plasma en la ausencia de sistemas organizados, en la desaparición de<br />
cualquier tipo de centro, en la aparición de las solidaridades fluidas y<br />
evanescentes, de la indeterminación, de lo aleatorio, de lo vago y de lo<br />
indefinido. Nueva Edad Media por el crecimiento de las “zonas grises” que se<br />
multiplican al margen de toda autoridad, desde el desorden ruso hasta el<br />
socavamiento de las sociedades ricas por las mafias y la corrupción. Nueva<br />
Edad Media por el hundimiento de la razón como principio motor, en<br />
provecho de ideologias primarias y de supersticiones que habían desaparecido<br />
durante tanto tiempo. Nueva Edad Media por el retorno de las crisis...’ <strong>La</strong>s<br />
crisis. ‘<strong>La</strong>s crisis’, dijo para sí mientras se pellizcaba el pellejo que se le<br />
desbordaba por todo el cuerpo. “<strong>La</strong> decadencia, la muerte. ¿Puede morir lo<br />
que no ha nacido, lo que no es; acabar lo que no ha empezado? Si la historia<br />
no existe, si no existe para la mayoría de los hombres, ¿puede acabar, morir?
¿De verdad el fin de la historia que Fukuyama pensó consiste en el fin de las<br />
guerras y las revoluciones? ¿El sueño de la justicia y la paz universales es el<br />
epitafio de la historia?” Introdujo un par de libros en la cámara de combustión<br />
de la estufa. “<strong>La</strong> historia, la memoria, el helor de la ignorancia. Los volúmenes<br />
que me van a calentar hablan de un mundo que no conozco, elogian a grandes<br />
asesinos todos ellos tan bajitos y que, por supuesto, LA HISTORIA absuelve<br />
tras un juicio justo y nada dicen de sus víctimas, no existen, salvo contenidas<br />
en un número obtenido por medio de falsos métodos científicos. Eso que<br />
llaman historia... Pero sí, un poco de intrahistoria consuela a quienes sostienen<br />
como Atlas el mundo sobre sus hombros, al tiempo que neutraliza su<br />
individualidad y su deseo de notoriedad. Pienso en los brazos que han puesto<br />
todas las piedras de las grandes y pequeñas construcciones después de que<br />
alguien pusiera la primera con la conciencia de estar creando él solo LA<br />
HISTORIA. <strong>La</strong> historia. LA HISTORIA la escriben los que pueden, los que<br />
vencen en las batallas de la vida, los que ordenan el silencio y las paces<br />
quirúrgicas, los que agazapados manejan el gobernalle de la nao y cuyos<br />
nombres son anteriores a la invención del nombre, del fonema que lo<br />
compone. <strong>La</strong> escriben los dueños del agua, los custodios del fuego, los<br />
inventores eternos de la rueda y los administradores del tiempo. Y también la<br />
reescriben, si es preciso. <strong>La</strong> historia no es inocente. Como los perros a sus<br />
amos, la historia se parece a quienes deciden su rumbo, a quienes imponen un<br />
estrecho futuro”. Miró fugazmente los libros y la estufa. “El frío. <strong>La</strong> historia, su<br />
cadáver. El frío es la puerta de entrada en la historia, en el cadáver de la vida,<br />
por eso lo combatimos. ¿Querré yo mismo ser historia? ¿Querré no existir<br />
después? Ha venido usted a averiguarlo, ¿verdad? Quiere saber qué sucederá<br />
al calor de la sangre, cuál es el origen del frío. Quiere usted conocer de otra<br />
manera a un hombre que olvida a ratos, pero que aún no olvida que olvida.<br />
Pero repare en que la historia del hombre futuro es la ficción del pasado.<br />
Fíjese”. El hombre se sumió en un prolongado silencio. En silencio, troceó
unas hojas escritas que, como un mago, se introdujo en la boca y comenzó a<br />
masticar. Me alarmé, o tal vez no, porque no hice nada por impedir que el<br />
hombre cuya memoria yo quería escuchar se obturase la boca y quizá se<br />
ahogase. Tras unos minutos de extraña espera, me hizo una indicación con la<br />
mano que no logré entender. Se la llevaba a la boca, a cuya entrada remedaba<br />
el movimiento de un rastrillo que parecía instarme a sacar algo de su interior.<br />
Como quiera que insistiese, introduje en la cavidad dos dedos a modo de<br />
pinza. De inmediato, detecté la textura de un papel, del que comencé a tirar.<br />
Yo que jamás había creído en la magia, estaba tomando parte en un truco que<br />
se resolvía con la reconstrucción o creación de una tira de papel que se<br />
deslizaba entre sus labios. Entornó el hombre sus ojos al par que los míos casi<br />
se desorbitaban a causa del prodigio, y más cuando advertí que el papel<br />
contenía un texto escrito que formalmente semejaba un poema. De un tirón<br />
extraje el resto del papel. Los ojos del mago se habían cerrado por completo y<br />
su boca no recuperaba la posición habitual. Su piel estaba fría, la estufa se<br />
había apagado. No pensé. Guardé precipitadamente el papel en el bolsillo<br />
trasero del pantalón y me fui, me alejé, me alejé, o eso creía mientras la calle<br />
me ofrecía todos los caminos del futuro y el acicate del olvido tras el que<br />
recordar el pasado que nunca existió. Sin embargo, tras comprobar que el<br />
papel seguia en su sitio, busqué un banco donde poder leer, leer, leer antes de<br />
pensar, antes de saber. Y oír, oír, ¿lo oís? Escuchad, escuchaos:<br />
“Salgo a la calle, echo a correr con todos los sentidos<br />
abiertos, como una vela que quiere para sí<br />
todo el aire; miro a fin de saber, acojo en mi<br />
museo interior cuantas imágenes aprehendo;<br />
huelo, palpo la nada que en pura brisa me envuelve,<br />
me interno en la transparencia; indago<br />
rítmicamente el sentido de los pasos dados,
pero nada esclarezco; más pasos, más incógnitas;<br />
miro hacia atrás, sé que no volveré a hollar<br />
la misma tierra, pero tampoco veo camino<br />
alguno, ni rastro queda del esfuerzo. Miro<br />
ahora adelante. El horizonte, varado<br />
en su imposible, como las sirenas del poema<br />
canta; más pasos, más incógnitas, más deprisa,<br />
más cansancio también; llama, flamea, reta en<br />
la cicatriz del orbe, me impele a tender destinos,<br />
a embutir de sangres las tripas de la vida,<br />
pero de inmediato un dolor agudo me hace ver<br />
sin mirar, saber al fin que los abrojos se levantan<br />
como leviatanes en el desequilibrado mar<br />
de los propósitos o en el proceloso desierto<br />
de los espejismos; más pasos, más cansancio, el<br />
dolor para nada, la ideación del olvido;<br />
levántase el perfil de lo que no será,<br />
y corro más, más y más, más deprisa, más cansancio,<br />
el dolor por lo que es y que sólo será<br />
inenarrable; corro con la esperanza de los saurios,<br />
con la premonición del fuego en los pies de hielo,<br />
corro al interior del páramo, a la extensión<br />
del abismo en cuyo principio los hombres despeñan<br />
la semilla de la inocencia para que vuelva<br />
a brotar la nada; corro, en efecto, para nada,<br />
pero con todo lo que soy corro, que es nada<br />
porque es todo. <strong>La</strong> potencia, el pie en el aire es,<br />
mas al caer en el suelo el mundo se deshace,<br />
no ha existido, arde como combustible
desmemoria, consunción del paso primordial.<br />
En la indagación del fuego está la historia<br />
del hombre, mi historia, no en el pasado de las cenizas.<br />
Cuando me detenga, nada habrá sucedido”.<br />
ººº<br />
Haciendo sombra entre las sombras de un parque, arrellanado en un banco y<br />
con un papel en la mano, la brigada municipal de limpieza encontró a un<br />
hombre que parecía leer sin desmayo y sin aliento. Carecía de documentación,<br />
no era nadie, sólo un hombre solo, un setentón desgraciado, se dijeron los<br />
trabajadores. Uno de ellos tomó el papel, lo enrolló, chafó y dobló varias veces<br />
antes de introducirlo en uno de los bolsillos del pantalón del desamparado.<br />
Pese a la lividez y la marmórea frialdad de su piel, el lector asombrado no<br />
mostraba signos trágicos y todos convinieron en que aún era capaz de ofrecer<br />
compañía. Luego estaban en presencia de alguien.<br />
JRH
Mentira<br />
Hacer la <strong>Historia</strong> es como elaborar vasijas de cerámica, o, peor aún, toscos<br />
muñecos de plastilina: manos expertas o nefastas que quitan lo molesto y dan<br />
forma a aquello sobrante con mejor o peor sentido de la estética. Hacer la<br />
<strong>Historia</strong> se parece al trabajo que llevan a cabo los que traducen los títulos de<br />
las películas americanas, donde depende el ánimo del titulador y los caprichos<br />
del director de marketing de la distribuidora para acabar en ideas del tipo “Jo,<br />
qué noche” o “Intriga fatal”. “<strong>Historia</strong> es todo lo que el hombre hace”, me<br />
había dicho un profesor del primer año de instituto; “historia es todo lo que el<br />
hombre produce”, corrigió otro profesor, el año siguiente.<br />
Y sin embargo yo sostengo que la <strong>Historia</strong> de la humanidad, más que de la<br />
lucha de clases, es la <strong>Historia</strong> de la guerra. <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> se escribe con<br />
testosterona. El resto no existe, se olvida, se extermina. El resto aburre, igual<br />
que aburren las películas a las que les mantienen el nombre original.<br />
TzunTzu, aquél de El arte de la guerra –ese librito místico que hoy sobaquean<br />
los lobos de Wall Street camino a sus madrigueras– decía:<br />
El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar,<br />
ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar<br />
inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está<br />
lejos, aparentar que se está cerca.<br />
Es ese momento de quietud en que los que mejor dominan el arte del engaño<br />
salen a atacar, ya sean conquistadores españoles en América o imperialistas<br />
británicos en India, atacan, dominan, atesoran, expelen pólvora. Y empiezan a<br />
escribir. El arte de escribir la <strong>Historia</strong> –la <strong>Historia</strong> Oficial– es el arte del<br />
engaño, ya que todo aquello que ensucia la imagen del vencedor debe<br />
permanecer más oculto que los rollos del mar Muerto. Quien mejor engañe,
más tinta tendrá en su pluma de ganso y dispondrá de más páginas para<br />
rellenar en el Sagrado Cuaderno de la Humanidad.<br />
Pero la guerra no sólo se hace con pólvora, claro. Si hablamos en términos<br />
gramscianos, el dominio verdadero es aquél que consigue convencer no<br />
mediante métodos coercitivos, sino a través del consenso. Tal es la maestría<br />
del buen engañador: desplegar los más sutiles tentáculos para conseguir que<br />
el individuo no desee alcanzar sus propias metas, sino que acabe abrazando –y<br />
con fervor– las metas del engañador. Un engañador que domina los medios de<br />
producción, y que, por supuesto, jamás soltará prenda. Sólo así, decía<br />
Gramsci, se obtiene la hegemonía auténtica. Y ésta es la guerra que estamos<br />
librando en este preciso momento, mientras Internet te trae estas letras<br />
impresas en pantalla, mientras estás bebiendo tu café con tres de azúcar. Tal es<br />
la más sutil y perfecta de las guerras humanas, cuyas víctimas son, en primer<br />
término, las conciencias.<br />
Porque hablar de <strong>Historia</strong> es hablar de la <strong>Historia</strong> Oficial, aquella que<br />
trasciende la frontera de los tiempos y hoy vilipendia a Napoleón pero no al<br />
almirante Nelson, aquella que nos hace olvidar que California alguna vez fue<br />
mexicana y que la Patagonia alguna vez tuvo más población que hoy día,<br />
población indígena de la que hoy sólo quedan los huesos. ¿A quién se le<br />
ocurre que “Costa de Marfil” pueda ser buen nombre para un país? Por<br />
supuesto: al tipo que llegó a esa costa para buscar precisamente eso, grandes<br />
dientes de elefante que hicieran el deleite de los pianistas vieneses, y daba<br />
igual la sangre vertida en esa lejana tierra de negros. ¿Y por qué llamar<br />
“Venezuela” a Venezuela? Claro, una Venecia pequeña, qué prosaico fue<br />
Americo Vespucio al llegar por primera vez a la hoy demonizada tierra del<br />
demoníaco Chávez. Y lo mismo con Colombia, con Costa Rica o con Puerto<br />
Rico. Y con Hispania, y con Galia y con la Hibernia no conquistada. Desde el<br />
inicio de los tiempos, la Metrópoli no sólo escribe la historia, también la titula.<br />
<strong>La</strong> historia de la <strong>Historia</strong> no es una historiografía sino una hagiografía, ya que
todos los cambios sociales, culturales y políticos que aterrizan en nuestra<br />
retina –hoy mayormente en nuestra retina– configuran el futuro a partir de un<br />
minucioso y parcial acto de selección, un fino trabajo de ceramista donde<br />
permanecerán en los libros sólo los hechos escogidos por el puño fuerte de<br />
turno, en desmedro de lo que ese puño fuerte considere secundario.<br />
Y la verdadera <strong>Historia</strong> es ésa, dijera aquella vieja canción: la historia<br />
marginal, la abandonada. <strong>La</strong> que no consigue sobrevivir a la presión y al<br />
tiempo, aquellos hechos no registrados que son tan importantes como los<br />
seleccionados, porque ambos ladrillos son necesarios para construir esta casa<br />
llamada presente, a pesar de que sólo identifiquemos el ladrillo de quien<br />
detenta el poder de seleccionar. Recuerdo que otro profesor, ya en la<br />
universidad, me había sugerido que la historiografía –el registro escrito de los<br />
hechos históricos– es la parte literaria de la <strong>Historia</strong>. En efecto, estudiar los<br />
hechos del pasado a partir de los legados escritos supone llevar a cabo tareas<br />
hermenéuticas, propias de un comparatista, en el que el trabajo de<br />
contextualización requiere de una delicada mano de orfebre, de poeta más<br />
bien, para dar con ese discurso que retrate determinados hechos de una<br />
manera perenne, capaz de saltar las vallas del olvido.<br />
Suele decirse que el pasado determina el presente. Pero, desde esta<br />
perspectiva, en realidad es el presente el que determina el pasado. Y en<br />
términos prácticos, en esta época contemporánea exacerbada por la búsqueda<br />
a ultranza de resultados, pasado y presente se hacen maleables, como la<br />
cerámica ardiendo, como la plastilina, una selección y embellecimiento del<br />
discurso histórico que viene dado por testosteronas varias, por sutiles ardides<br />
en busca de un consenso tan amistoso como nocivo.<br />
FCh
Micros<br />
I. Armisticio<br />
<strong>La</strong> Guerra de las Aves finalizó con el execrable y vil bombardeo de Olvido. Dos<br />
escuadrones de aviones salieron de la base aérea de Ciudad y soltaron sobre<br />
Olvido miles de toneladas de bombas que, como era de suponer, nunca<br />
llegaron a su objetivo. <strong>La</strong>s bombas olvidaron su destino a mitad de camino,<br />
por no hablar de que nadie en Olvido recuerda la Ley de la Gravedad.<br />
Tampoco corrieron mejor suerte las fuerzas terrestres que atravesaron Olvido<br />
ante la estupefacción de sus habitantes, atrincherados en sus casas pero<br />
ignorados como si fueran invisibles. Así que el informe del teniente general<br />
Quincoces dejó bien claro que Olvido había sido borrado del mapa y, con su<br />
exterminio, la guerra podía darse por finalizada.<br />
Años más tarde, las pruebas de que Olvido seguía en su sitio, intacto, eran<br />
irrefutables, pero desde Ciudad nunca lo reconocieron y las autoridades<br />
siguieron comportándose como si fuera poco menos que un espejismo que<br />
engañaba los sentidos de los más románticos.<br />
II. Educación<br />
Los niños han comenzado a organizarse desde que en la escuela les leyeron el<br />
cuento de Hansel y Gretel. Ahora miran con recelo a los mayores en general y,<br />
en particular, cada uno a sus padres. <strong>La</strong> sequía de los últimos meses y las<br />
consecuentes malas cosechas no han hecho más que acentuar esta<br />
desconfianza. Quién más, quién menos, oye en su casa conversaciones<br />
susurradas de preocupación, de desesperación.
Ahora están preparados.<br />
III. Destino<br />
Incomprensiblemente, lo que para todos es caos y entropía, para Collins es<br />
lógica, orden y justicia. Como si la realidad se hubiera vuelto estática, Collins<br />
puede anticiparse a cualquiera de las maniobras, de las acciones o de los<br />
disparos de los alemanes en las playas normandas. Eso no es óbice para que se<br />
quede mirando mientras tres proyectiles, salidos del cañón de una MG 42<br />
alemana, atraviesen el pecho de Norton, reventándolo por dentro. Collins se<br />
agacha y recoge su chapa identificativa. Tampoco mueve un dedo para evitar<br />
que Hopkins y McKinley se cuelen en un campo de minas que los zapadores no<br />
han señalado. Se limita a echar cuerpo a tierra y, después, recoge las chapas<br />
de los cuerpos mutilados. Unos metros más.<br />
De sus amigos de la sexta acorazada, sólo quedan Jackson y Harry Stanton, el<br />
único al que siempre llama por el nombre. Ambos avanzan hacia las líneas<br />
alemanas, unos ciento cincuenta metros por delante de Collins. Ambos tienen<br />
su destino escrito en algún lugar, pero Collins desconoce en cuál. Él ya ha<br />
cumplido su misión. Se interpone en la trayectoria de la bala disparada por el<br />
soldado Weigel y no por otro, tal y como está escrito.<br />
IV. Versiones<br />
A veces la misma Adela lo cuenta, cuando nos juntamos con Rosalía y la Trini<br />
y tomamos café como si fuéramos de ciudad.<br />
<strong>La</strong> misma Adela lo cuenta, que al fin y al cabo es a quien le ocurrió y quien<br />
sabe cómo pasó todo, quien estaba con el Pluto, que así lo llamaban por
cobarde y huidizo.<br />
Nos encontramos con una vaca en el prado, dice, y el Pluto quiso<br />
impresionarme y se acercó a la vaca y mira que le dije, que la vaca era pegona,<br />
que a mí no tenía que demostrarme nada pero él empeñado, él decidido, que<br />
no era ningún gallina y la vaca que echa a correr hacia él y el Pluto que si me<br />
mira que si la encara, pega un resbalón en la tierra blanda por la lluvia de la<br />
noche y la vaca lo golpea en la cabeza, la vaca grogui y los mozos tirados de<br />
risa y el Pluto en coma más de tres años que cuando despierta pregunta si está<br />
la cena y todos se ríen de nuevo como si todo hubiera sido ayer.<br />
<strong>La</strong> Adela no cuenta que quedó tonto pero no del todo, que de algo se entera<br />
menos cuando se sopla dos chatos y comienza a desvariar, y se le cae toda la<br />
baba por las comisuras. A veces llora y molesta un poco hasta que lo echan del<br />
bar balbuceando que fue Adela, dándose con el puño en la frente, Pluto no<br />
tienes huevos, a ver qué eres capaz de hacer por mi amor, pero sólo yo le creo,<br />
le creo porque a veces lo veo de noche, ciego de chatos, tieso en mitad de la<br />
calle, vuelto hacia atrás diciendo mira, verás cómo lo hago, aunque me muera<br />
de miedo, y en el fondo de la calle la vaca pegona que corre hacia él.<br />
V. Sachsenhausen<br />
Impresiona pasear por Sachsenhausen, imaginar lo que ocurrió allí hace<br />
setenta años. Ver los barracones en los que los apilaban como ganado, el poste<br />
de madera que se usaba para los ahorcamientos ejemplares, el foso donde los<br />
fusilaban a decenas. Pero nada me sobrecogió como el cuartucho en el que<br />
sigue encerrado Aaron, con la piel tan ceñida a los huesos, la mirada vacía y<br />
ovillado en una esquina.<br />
Desgraciadamente no nos dejaron usar el flash para que no se deteriorara.
VI. Gernika<br />
Inestabilidad histórica, le dicen. Como si no fuera suficiente que tu pueblo lo<br />
arrasaran en un bombardeo hace ochenta años. O no. Que hubieran muerto<br />
miles de personas. O cientos. O, tal vez, sólo decenas. Que la devastación<br />
hubiera acabado con todo el centro del pueblo, que en el caso de los pueblos<br />
lo es todo, los pueblos no tiene afueras; o tal vez todo se debiera a la tardanza<br />
de los bomberos en sofocar el incendio. Como si importara. Y así, en el pueblo,<br />
la población y los edificios fluctúan en función de la corriente histórica<br />
prevalente en el momento. Te quedas sin abuelo, de repente, o donde estaba<br />
el salón de tu casa aparece otra estancia que no habías visto nunca, desde<br />
luego. Y te agarras al sillón, sabes lo que se viene, como una ola gigante que lo<br />
barriera todo, como si fuera necesario limpiar lo que no debía estar allí según<br />
la <strong>Historia</strong>, como si el rugido de motores que se adivina en el cielo no<br />
precediera un nuevo bombardeo, ochenta años después del primero.<br />
JE
Un susurro de España<br />
Hace pocos meses abdicó el Rey Juan Carlos I. El paso del tiempo suele situar<br />
determinados acontecimientos en una óptica del recuerdo colectivo. Todos<br />
sabemos qué hacíamos cuando cayeron las Torres Gemelas, algo que en<br />
Cataluña es más bestia todavía porque ese día era festivo y nos pilló con la<br />
mesa puesta, casi con la comida en la boca. Sin embargo, el día de la renuncia<br />
del heredero de Franco era lunes y tras saber la noticia decidí salir a la calle.<br />
<strong>La</strong> vida seguía su curso con ejemplar normalidad, sin aspavientos. Aún era<br />
temprano y supongo que el resto de la jornada tomó otros derroteros<br />
abocados a una de las máximas absurdas de nuestra época.<br />
Hacer <strong>Historia</strong>. <strong>La</strong> gente nunca la escribe en mayúsculas pero siente una<br />
necesidad brutal de protagonizarla porque suele ignorar cómo se redactan sus<br />
actos. Esa tarde se convocaron manifestaciones republicanas por toda España<br />
y las redes sociales ardían de lemas que evocaban el 14 de abril de 1931,<br />
como si nuestros abuelos hubieran revolucionado el país en un abrir y cerrar<br />
de ojos. Es triste que Warhol acertara con sus quince minutos de gloria. <strong>La</strong>s<br />
trayectorias, al menos desde el culto al instante, han quedado eclipsadas. Ya<br />
ajustará cuentas el reloj.<br />
Esta sensación eufórica ha recorrido nuestra geografía a lo largo del último<br />
lustro desde la inconsciencia de ignorar lo que significa un proceso. Puede que<br />
los soberanistas, con cierto criterio, usen el vocablo. Los demás ni siquiera lo<br />
mencionan en su base porque se mueven por impulsos que salen desde un<br />
desconocimiento brutal que marca la pauta en casi todas las facetas de nuestra<br />
sociedad de fachada elevada al cuadrado. Sin conocer la tradición, en este<br />
caso el pasado, no puedes aspirar a ir más allá del umbral presente y superarlo<br />
para crear nuevas circunstancias. <strong>La</strong> lección sirve tanto para algunos escritores<br />
como para los que fueron a la plaza y pensaron que con el mero hecho de<br />
ocuparla iban a derribar el poder.
¿Por qué tanto desconocimiento? <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> que se enseña en las escuelas<br />
españolas es lamentable y sus programas, al menos hasta hace bien poco,<br />
lamentables. Yo mismo no pude cursar ningún tipo de asignatura relacionada<br />
con la República o la Guerra Civil hasta el segundo año del doctorado. Eso no<br />
era un problema porque mi curiosidad había resuelto la papeleta con<br />
antelación. En otros casos deduzco que muchos han preferido seguir en una<br />
ignorancia que se podría comprobar con mucha facilidad por la calle mediante<br />
pocas preguntas.<br />
El sistema educativo ha propiciado esta basura cósmica que aturde a muchos<br />
ciudadanos que han elegido ser hijos de su tiempo sin sumergirse en otros, lo<br />
que también implica conformarse con una cultura de fachada muy parecida a<br />
un quesito de trivial pursuit. <strong>La</strong> enseñanza se articula a partir de unos<br />
esquemas que más que aprender propician vomitar datos que a posteriori se<br />
olvidan e internet ha reforzado esta tendencia desde un enciclopedismo<br />
popular capaz de elevar a la quintaesencia el fast food mnemotécnico. Ello<br />
implica una pérdida colectiva que se notará más en el futuro, pues por mucho<br />
que se hable de los enlaces cada vez se desaprovechan más. <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> es una<br />
especie de gran línea donde todos los puntos están entrelazados. Por desgracia<br />
cada vez se valoran menos estas conexiones fundamentales porque se prefiere<br />
alardear con una fecha o una anécdota que relance el simulacro donde nos<br />
hemos instalado.<br />
Sin comprensión de lo pretérito es imposible entender un presente donde<br />
muchos creen ser protagonistas a partir de la opinión masiva cuando en<br />
realidad sólo comentan elementos de unas casillas rellenadas por los que<br />
mandan, bien tranquilos al conseguir su propósito de marcar una agenda de<br />
debate dominada por una rapidez que genera obsolescencia programada de<br />
las noticias. Uno de los grandes fracasos de mi generación fue, pese a los<br />
nuevos partidos políticos de los últimos tiempos, el 15M. Algunos salimos.<br />
Otros prefirieron manifestarse delante del teclado para perpetuar la melodía
de los zombies modernos que son incapaces de mirar el horizonte, metáfora<br />
bien indicativa de cómo van las cosas. Exterior versus interior. Activismo<br />
contra la pasividad que predomina sin límite.<br />
De todos modos es posible cambiar los acontecimientos desde una habitación<br />
si se tienen los rudimentos para navegar por los mares de Clío, sí, la musa del<br />
tema que nos concierne porque desde las comparaciones con otros hechos<br />
podemos acercarnos a la actualidad y formularla desde estructuras<br />
internacionalistas en el doble sentido de interesarse por las vivencias de otras<br />
tierras y aceptar que en nuestra era las fronteras carecen de vigencia desde lo<br />
nacional, algo mucho más normalizado en el resto de Europa, donde la<br />
acuciante presencia de la <strong>Historia</strong> ha unido la os pueblos en conflictos y<br />
hermandades que de las batallas han avanzado hasta lo cultural,<br />
imprescindible en el ámbito de estudios comparados de muchas universidades<br />
del Viejo Mundo que de este modo muestran al alumnado las relaciones entre<br />
los países del Continente para mostrar diferencias y vínculos en común.<br />
¿Y España? Puede que la neutralidad en las dos guerras mundiales y la larga<br />
dictadura franquista hayan alargado nuestro catequismo del catetismo, teñido<br />
de uniformidad y contrario por norma a la pluralidad. Ir a contracorriente<br />
suele pagarse, por eso éste en muchos aspectos es un país de capillitas que<br />
protegen intereses porque más que el verdadero progreso creen en el<br />
caciquismo, típico en la banalidad de arquetipos provincianos demasiado<br />
vigentes, grupos con mucha cháchara y poca chicha, amigos de vender humo<br />
que se asustan si una mosca se desvía de la trayectoria convencional y<br />
propone otros rumbos. No intenten leer entrelíneas, o bueno, háganlo, pero lo<br />
explicado es una mera constancia histórica española. Corran, consulten las<br />
hemerotecas. Marx tenía razón.<br />
JC
Grandes acontecimientos de la <strong>Historia</strong><br />
En el principio de los tiempos fue Andrea, alta, morena, de caderas generosas,<br />
ojos verdaderamente negros y facciones casi perfectas. Siendo muy joven,<br />
Andrea desposó con David, que para entonces era viudo y tenía cinco hijos.<br />
Andrea amó sin reservas a aquellos cinco, y parió otros doce, ocho mujeres y<br />
cuatro hombres, a los que crió a base de sopas de leche, besos y garbanzos,<br />
así, intercalados, mientras su esposo, hombre responsable y honesto hasta la<br />
exasperación, trabajaba duro para otros, consciente de formar parte de una<br />
familia verdaderamente extraordinaria. Pasados los años, Andrea y David<br />
vieron cómo dos guerras diferentes se llevaban la vida de dos de sus hijos<br />
varones, Eduardo y Pedro. Aunque pasaron el resto de su vida intentando<br />
sobreponerse, después de aquello, David quedó sumido en una melancolía<br />
crónica y silenciosa, y el amor de madre de Andrea, desmedido y gozoso, se<br />
vio violentamente desgarrado por unos acontecimientos de los que más tarde<br />
leyó mucho en los libros, pero que nunca alcanzó a comprender. Adoptó luto<br />
de por vida, y sufrió tanto y de forma tan profunda, tan absoluta, que una de<br />
sus hijas, la nacida en undécimo lugar, acaba de cumplir ochenta y siete años<br />
sin olvidar la desolación que tuvo ante sus ojos cuando sólo era una cría.<br />
Aquella niña es mi madre, la historiadora oficial de la familia.<br />
BM
Mitrídates y las flores de Rimbaud<br />
Mitrídates fue rey del Ponto y murió el año 63 a. de C. En su juventud, para<br />
evitar las conspiraciones que se cernían sobre él, se dedicó a estudiar los<br />
venenos conocidos en su época. Gracias a esa forma de actuar acostumbró<br />
progresivamente su cuerpo a tales venenos, ingiriéndolos en pequeñas dosis.<br />
Proust se hace eco de este “efecto” en Sodoma y Gomorra, la cuarta parte de<br />
En busca del tiempo perdido.<br />
<strong>La</strong> historia es el teatro de la antropología. Hubo un tiempo en que el<br />
cristianismo rompió con el fatalismo grecolatino con la ayuda de palabras e<br />
ideas como libertad, persona, historia, creación, salvación, etcétera. Se<br />
produjo, así, una transición sin posibilidad de retorno del paraíso perdido al<br />
paraíso recuperado. En el Génesis se lee que el hombre es hombre, no es Dios,<br />
del “seréis como dioses” se pasa al “sois hombres”, en esa respuesta bíblica al<br />
prometeísmo filosófico. Frente a la materia eterna y determinista somos<br />
capaces de contar con la energía de la creación, la fuerza de la historia y la<br />
necesidad de libertad. El hombre interviene, da nombre, transforma la<br />
naturaleza, es el quehacer histórico en sí mismo.<br />
Todos los mesianismos, especialmente el marxismo y las confesiones derivadas<br />
del judaísmo, mantienen ese esquema básico de comprensión. Resulta<br />
interesante comprobar cómo en la llamada edad moderna europea, el<br />
humanismo, el racionalismo, la reforma protestante y, más tarde, el marxismo<br />
y el cientificismo, aún siendo fenómenos tan distintos, van a generar una<br />
cultura, un sistema filosófico, unas creencias religiosas.<br />
<strong>La</strong> actividad profesional, la acumulación, las relaciones laborales, la<br />
autonomía científica, los salarios o la propiedad constituyen el campo de<br />
batalla de las ideas y las creencias del hombre europeo, que darán pábulo a los<br />
dos grandes sistemas: el liberalismo y el marxismo. Frente a estas dos<br />
prácticas sociales, el cristianismo buscará una tercera vía que logre hacer
compatible la libertad de la persona frente al marxismo y la justicia social<br />
frente al liberalismo. El problema se produce por la quiebra existente entre la<br />
justicia social y el liberalismo.<br />
Los derechos humanos pueden clasificarse como de primera generación (son<br />
los derechos civiles y políticos), de segunda generación o de solidaridad (son<br />
los derechos culturales, económicos y sociales) y de tercera generación (son los<br />
derechos a un medio ambiente equilibrado y a la paz mundial). Sin embargo<br />
el pensamiento único, liberal, que domina en el mundo occidental de forma<br />
abrumadora desde la década de los ochenta del siglo 20, se empeña en<br />
anestesiar a los que no comparten sus argumentos. Tal modelo se ha<br />
convertido en una especie de sabiduría convencional que domina en las<br />
empresas, universidades y casi todos los gobiernos influyentes.<br />
<strong>La</strong> concepción de la vida como algo puramente económico y evaluable se basa<br />
en otras ideas: un equilibrio económico a largo plazo, una economía de<br />
mercado eficaz y unos agentes que buscan la optimización de sus<br />
comportamientos. En el primer caso se considera que el equilibrio es<br />
atemporal, y en algún momento los mercados se autorregularán o vaciarán. En<br />
el segundo, se da una de las paradojas más notorias de la tradición liberal, ya<br />
que la economía de mercado, con mercados autorregulados, en sustitución de<br />
los mercados aislados y regulados, ha sido lo que es gracias a la intervención<br />
de los gobiernos, a pesar de que la ideología defendiera ese mercado liberal<br />
como el resultado de un proceso natural. Cuando lo necesita, el liberalismo<br />
utiliza la intervención del estado y critica el “laissez faire”, y a la inversa. <strong>La</strong><br />
tercera idea también es clave, pues en ella se sustentan tanto la teoría del<br />
consumidor como del productor, fácilmente criticables pues no se ha llevado a<br />
cabo ninguna verificación robusta sobre las características psicológicas de la<br />
conducta de los consumidores (básicas para la función de consumo), ni de los<br />
productores.
Así las cosas, nos encontramos ante formalizaciones teoréticas cada vez más<br />
alejadas de esa realidad que se quiere comprender. Esta nueva escolástica<br />
cuenta con auténticos cruzados de la fe que se olvidan de las vertientes social<br />
y ética. Es como si se nos intentara anestesiar, para que, como Mitrídates, nos<br />
inmunicemos ante los "enemigos".<br />
En la actualidad se puede observar con precisión ese afán oportunista de<br />
supuesto reequilibrio de las fuerzas económicas de mercado. A algunos países<br />
(por otra parte, casi siempre los mismos) les sobran determinadas cantidades<br />
y a otros, como es bien sabido, les faltan. Ha habido un cambio de siglo y no<br />
se puede decir que el mundo viva la edad de oro de la abundancia, de la<br />
justicia social… Y esta situación resulta paradójica si comparamos nuestra<br />
sociedad con otras más atrasadas, donde tal vez existiera antiguamente más<br />
abundancia que en la actualidad. <strong>La</strong> comparación es reveladora si la<br />
practicamos con las sociedades primitivas. Hay estudios que apuntan que tales<br />
sociedades superaron, en cierto momento de su historia, el nivel mínimo de<br />
subsistencia, logrado inclusive con menos horas de trabajo que las casi<br />
seculares cuarenta horas de nuestros días. Si en tales sociedades no llegaba a<br />
producirse la acumulación de la producción era por el convencimiento de que<br />
no resultaba preciso que se hiciera, y no porque se encontraran con<br />
dificultades técnicas. Este hecho tiene su principal sorpresa en los casos de<br />
destrucción periódica de excedentes practicada en las sociedades ricas.<br />
El ámbito académico de la economía continúa dominado, por tanto, por los<br />
elementos epistemológicos de la teoría económica convencional basada en el<br />
modelo de la mecánica clásica. En este sentido considero esencial el análisis<br />
del conocimiento de la filosofía de las ciencias, del método científico y de las<br />
reglas metodológicas más adecuadas para comprender tal hecho. Este no es el<br />
lugar ni el momento adecuado para proceder a tal análisis, pero sí quiero decir<br />
que la lógica deductiva es, en principio, prioritaria a la hora de enunciar
proposiciones contrastables de una teoría, que a su vez se derivan de un<br />
conjunto de supuestos, o proposiciones, de alto y bajo nivel. En el mundo de la<br />
ciencia no existen verdades absolutas, todo el conocimiento científico es<br />
provisional y, por tanto, nada se podrá conseguir sin un espíritu crítico que<br />
incida sobre toda actividad científica. <strong>La</strong> situación actual del método científico<br />
es compleja, teniendo en cuenta que se cuestiona incluso su misma existencia,<br />
no se admiten experimentos y a las evidencias se les asigna poca credibilidad,<br />
lo que obstaculiza el proceso de sustitución de las teorías. <strong>La</strong>katos y Kuhn no<br />
se ponen de acuerdo en cuáles son los motivos por los que se cuestionan las<br />
teorías; según Kuhn el rechazo lo toma la comunidad científica, mientras que<br />
<strong>La</strong>katos considera que la sustitución se realiza siguiendo criterios racionales.<br />
En definitiva, se puede afirmar que el sistema capitalista es el único que ha<br />
sobrevivido en un siglo <strong>XX</strong> convulso, lleno de guerras y totalitarismos, pero<br />
eso no significa que sea perfecto. Y si, por una parte, estamos más<br />
comunicados que nunca, por otra, la sensación de incomunicación también<br />
resulta patente. Muchas personas tienen miedo a no verse reflejadas en el<br />
espejo de la vida, incluso de que el espejo no exista. El aislamiento y la<br />
soledad pueden ser terribles para los que sienten que no tienen ningún control<br />
sobre su existencia.<br />
¿No somos capaces de asimilar tanta información que tenemos en nuestras<br />
manos, y saber que hay un lugar en el mundo para nosotros? Nos sentimos<br />
libres, pero a la vez prisioneros. Ya no existe la esclavitud como tal, pero ha<br />
surgido una especie de esclavitud "mental" que lleva a algunas personas al<br />
suicidio y a otras a los sillones de los psicólogos. Ahí radica parte del mundo<br />
invisible del que hablaba Kafka en sus relatos, y que es fruto de un sistema<br />
económico sin alma y sin corazón.
¿Qué ocurriría si cualquier mañana alguien tocara en nuestra puerta porque<br />
nos han denunciado por alguna cosa, y nos metieran en la cárcel? ¿Qué<br />
sucedería si no pudiéramos pagar la hipoteca del piso? ¿Y si el banco donde<br />
tenemos los ahorros de toda la vida se declarara en suspensión de pagos, o el<br />
gestor de nuestro patrimonio nos llevara a la ruina por su desmedida<br />
ambición? Y eso que ni siquiera hemos mencionado a los mil millones de<br />
personas que malviven con un dólar al día, aunque puedan conectarse a<br />
Internet desde el lugar más remoto que podamos imaginar.<br />
A pesar de los avances en todos los órdenes de la vida (por supuesto,<br />
positivos), somos incapaces de construir mapas cognitivos que abarquen el<br />
mundo por completo y den sentido a la posición que nosotros mismos<br />
ocupamos en el mapa. Ya no sentimos placer ante las flores mágicas de<br />
Rimbaud ni los torsos griegos de Rilke. Ahora sólo tienen valor los sujetos que<br />
han sido convertidos en objetos, y si miramos hacia atrás nos encontramos con<br />
el Grito de Munch, que, de alguna forma, representa la alienación, la<br />
fragmentación social, la soledad y el aislamiento.<br />
JS
Medida por medida<br />
El cardenal juzgaba que el gran error del régimen franquista había sido<br />
permanecer en el poder cuarenta años. <strong>La</strong> duración ideal de una dictadura<br />
debía ser de diez años.<br />
CV
POESÍA<br />
<strong>Historia</strong> de mayúsculos nombres comunes<br />
(Hay miles de nombres que hacen historia,<br />
aquí tenemos tres casos de nombres<br />
para no olvidar)<br />
I. Grisú S.A.<br />
Siempre supe<br />
que el lado más salvaje<br />
de la vida<br />
y de la muerte también<br />
estaba en lugares muy cercanos<br />
a las minas<br />
y<br />
sus entornos de vicio y perdición.<br />
Hoy el grisú de una sociedad anónima<br />
ha matado<br />
a seis mineros<br />
de repente<br />
sin alarmas<br />
sin canarios<br />
en el pozo<br />
bautizado con el nombre<br />
de un patriarca
de la explotación del hombre<br />
por otros pocos hombres<br />
y mujeres<br />
desde sus despachos<br />
sus consejos de administración<br />
sus<br />
ministerios.<br />
Aunque estos mineros hayan muerto en acto de servicio<br />
nadie impondrá medallas<br />
sobre sus féretros<br />
abrazarán presurosos y como sin querer<br />
a las viudas<br />
a los huérfanos<br />
a las madres<br />
y<br />
mañana nadie lamentará<br />
tanta muerte<br />
tanta desolación<br />
tanto abandono<br />
allá abajo<br />
donde todo está oscuro<br />
y vacío<br />
donde han quedado<br />
los sueños<br />
las ilusiones<br />
el jornal<br />
de seis mineros<br />
seis trabajadores<br />
seis paisanos.
Roberto<br />
José Luis<br />
Carlos<br />
Manuel<br />
Antonio<br />
Orlando<br />
no<br />
los olvides<br />
no<br />
los olvides<br />
nunca<br />
los olvides.<br />
II. Sin iniciales<br />
No habéis tenido derecho a iniciales<br />
sólo los ricos delincuentes<br />
gozan de ese derecho.<br />
Todos sabemos vuestros nombres y apellidos<br />
incluso los de las menores<br />
vuestro buzón sale en todos los sitios<br />
la puerta precintada de vuestro hogar<br />
que dicen que es del banco, maldito banco.<br />
No habéis tenido derecho a iniciales<br />
y<br />
se cuenta lo que se quiere<br />
lo<br />
que se inventa cada cual
la vecina<br />
el de la esquina<br />
el periodista sin escrúpulos.<br />
Sólo sé que la muerte<br />
os ha sorprendido<br />
en vuestra dignidad<br />
en mi indignidad<br />
y<br />
no<br />
puedo<br />
perdonarme<br />
que no supiera<br />
vuestros nombres de vivos<br />
y<br />
los haya tenido que aprender<br />
de muertos<br />
Enrique,<br />
Concepción<br />
y<br />
Tamara.<br />
III. Que nadie quede sin nombrar<br />
Todos tenemos un nombre<br />
el que nos<br />
ponen nuestros<br />
padres<br />
un nombre por el que nos llaman
un nombre por el que atendemos<br />
los hermanos africanos<br />
dejan su nombre<br />
junto a sus padres<br />
sus hermanos<br />
sus amigos<br />
sus amores<br />
dejan su nombre<br />
y<br />
ya no lo recuperarán<br />
ni siquiera<br />
con la muerte<br />
verde y de charol<br />
en la playa de Tarajal<br />
sólo<br />
sé<br />
que algunos se<br />
llamaban<br />
<strong>La</strong>rios,<br />
Blasie.<br />
Armand<br />
o<br />
Yves<br />
que con esa extraña sensación<br />
entre desesperados<br />
e<br />
ilusionados<br />
querían una vida.<br />
Les hemos regalado
una muerte<br />
la más indigna<br />
de las muertes<br />
la muerte<br />
de los inocentes<br />
mientras<br />
muchos<br />
miran<br />
para otro lado<br />
se ponen de lado<br />
algunos incluso<br />
con desprecio.<br />
FZA
Hoax story<br />
Me resulta complicado entender mi historia<br />
Como para comprender la vuestra<br />
Cuando el desgarro es unánime y el remiendo certero<br />
Al ominoso faraón Ramsés le pitan los oídos<br />
‘¡Tenemos hambre!’ y se sentaron a espaldas del templo de Tutmosis III<br />
En el límite de los campos cultivados<br />
<strong>La</strong> primera huelga en papiro, sermones en códices calixtinos<br />
El escriba no da abasto entre tanto pasto<br />
Es creativo, un tipo vivo, descarga el ojo en la tinta<br />
E inventa entre onanismos<br />
En su iris está el destino, el futuro en su rostro de alabastro<br />
De entre todo este sincretismo de barrio de chabolas<br />
En una cofradía, un ser puro e iluminado, con reflujo de<br />
Cornezuelo del centeno<br />
Cosió con hilo dorado el bordado y en la imaginativa antesala<br />
Reunió a Yeshúa hebreo, a su homónimo griego, a Mitra, a Zaratustra y a<br />
Saladino<br />
Desde entonces tratamos de entender los acontecimientos<br />
Con el sesgo bizco que Kant aplicaba al individuo<br />
Interpretando unos hechos desde un limbo moral<br />
Un imperativo categórico de obra moralizada y moralizante<br />
Encontramos la paradoja de encontrar en la misma porción de cielo
A Unamuno y a Pinochet, a Gadafi y Barrabás<br />
A Joseph y a Adolf saltando las concertinas de terciopelo<br />
Entre ideologías, cismas y cosmovisiones de usar y tirar<br />
Hari Seldon estará más acertado cuando concilie la psicohistoria<br />
Con el fin del comercio, la Ruta de la Seda de la telaraña<br />
Mueve el mundo en un vaivén de atracción de feria<br />
Mueve el gas de Qatar a Cracovia, regando de sangre Alepo y el Dombass<br />
El motor histórico en sí es la lucha, el juego de opuestos<br />
De clase, de raza, de sexo, de credo, la ambigüedad de los espejos<br />
Temujin todavía conservaría estatuas de acero en sus kanatos<br />
Si no fuera porque la pólvora china liquidó todos sus caballos<br />
Me resulta complicado entender tu historia<br />
Como para comprender la nuestra<br />
Catástrofes: <strong>La</strong> casualística histórica es pura balística<br />
Si no hubiera sido tan coqueto el archiduque en Sarajevo<br />
Zurciéndose la guerrera con pespuntes en intrincados vericuetos<br />
Quizás la Gran Guerra no sería la Panacea interimperialista<br />
Doctrinas: Epistemologías de bazar y de diván<br />
Para entender que todas las corrientes historiográficas<br />
Han incurrido en el mismo fallo metodológico de manual<br />
No se metieron en el papel de<br />
Aquel campesino Iván que perjuraba contra el Zar<br />
De ese objetivista hikikimori que no fornicaba<br />
De este pedigüeño harapiento que saqueaba bibliotecas
Todos los hombres y mujeres que danzaban<br />
alrededor de las hogueras de ojos brillantes de Heidegger<br />
Sin olvidar todo ese materialismo diabólico<br />
Que dirigía sus existencias con mano de hierro<br />
Tartamudea Claudio confesando que su familia<br />
era una hipérbole bastante lúcida del universo<br />
Logros: Es indisoluble la evolución humana de la científica<br />
El Kultur que el señor Splenger atribuía a un simple ciclo<br />
No se puede entender sin el baile de dragones de la tecnología<br />
De las canalizaciones romanas pasamos a la red de bits del nuevo siglo<br />
Decadencia: Bello panegírico que le dedicamos a los escombros<br />
Zivilisation, invasión de tribus bárbaras, delirios de Napoleón<br />
De fondo un adagio de Wagner, de frente una tormenta de sombras<br />
Repitiendo el patrón, sólo existe un cráter donde todo era esplendor<br />
Crisis: Sistémica, económica, de valores y de identidad<br />
<strong>La</strong>s sociedades en colmena se refundan en venenosos avisperos<br />
Aquellas caídas de imperios coloniales de pies de barro<br />
Que durante la Guerra Fría se desbordaron por el sumidero<br />
Funcionamiento: Tratar de desentrañar su funcionamiento<br />
Es un enigma milenario, por eso su estudio es reservorio del pasado<br />
Mi opinión es que todo es bastante más sencillo y por ende biológico<br />
<strong>La</strong>s transacciones químicas y sus estructuras resultantes forjarán nuestro<br />
legado.<br />
JT
Lo que no sabemos<br />
Todo lo que no sabemos de la historia<br />
Está en el relato de nuestro futuro<br />
Queda escrito en el jeroglífico de lo desconocido<br />
En la repetición cíclica del tiempo genocida,<br />
Sólo el dolor es coetáneo<br />
Y nos reconoce al pasar de nuevo<br />
Por la calle del paladar triste<br />
<strong>La</strong> historia es el raciocinio de los dioses<br />
Tratando de quitarnos la razón<br />
<strong>La</strong> suma de los adioses<br />
Para hacer una ola de porvenir<br />
En los días de la Revolución consumada<br />
<strong>La</strong> escarcha histérica de las gárgolas<br />
Nos recuerda que hay fantasmas<br />
Que todavía viven "sideways"<br />
Esperando recibir una respuesta<br />
Acerca de qué sigue a la muerte<br />
Y al sentido del sacrificio heroico,<br />
Juntos rellenan las termas<br />
Buscando un poco<br />
del ansiado calor del infierno<br />
El que se niega a morir en sus días<br />
Está condenado a la vida
Recuerdo<br />
Que aquella mañana me lavé el sudor<br />
de la noche de la aurora boreal<br />
Con agua limpia de rocío<br />
Como hacen las libélulas<br />
que no tienen miedo al pantano,<br />
Esa historia nunca se volvió a repetir<br />
Todos los días son lo que nos ocurre<br />
Sin distinción de género o raza<br />
Y nada cambia la historia de nuestros cuerpos<br />
hundidos en el azul<br />
del sabor de las bocas<br />
No hay mayor acertijo<br />
que vivir a través del arte<br />
la perfección de lo que no se consigue<br />
Jamás<br />
ChL
Oraciones de pronóstico reservado<br />
Porque yo no he venido aquí<br />
a hacer dormir a nadie:<br />
Ni a los niños ni a los hombres ni a los dioses.<br />
León Felipe<br />
Tal vez haya todavía corazones vivos<br />
en ese inmenso estercolero de los corazones<br />
y por ellos quiero escribir.<br />
León Bloy<br />
Me siento delante de vuestra religión,<br />
de vuestro canal 24 horas sintonizado –lo mismo<br />
que frente a una de esas pinturas abstractas<br />
de manchas sangrantes sobre blanco–<br />
y me digo: el futuro ya no está para historias,<br />
y por historias se entiende<br />
esa tienda en que se venden al público las palabras<br />
del mismo color que las quiere<br />
que dijo Balzac, acerca de los periódicos.<br />
Civiles, reyes, hombres de letras y de fe,<br />
se han arrodillado por igual,<br />
para rezar por su victoria,<br />
en ambos lados del espejo prohibido,<br />
y es tan inhumano su mutuo odio
por ese otro dios emblemático del enemigo<br />
que algo me dice<br />
que el único infierno de todos ellos<br />
es no poder matar a los otros dos veces,<br />
matar a los otros dos veces, matar<br />
a los otros, a los otros, dos veces, dos veces.<br />
Una vez más me toca<br />
romperme la cabeza en distinguir<br />
quién es Abel y quién es Caín<br />
en esta estampida de sangre y huesos.<br />
AS
PINTURA<br />
Carlos Esteban Resano Vasilchik
FOTOGRAFÍA
Eli Mora
ENTREVISTA<br />
Ignacio Merino, por RDF.<br />
Inmensa entrevista con Ignacio Merino, de las que ofrecen tanto y tantos<br />
matices, que en la cuarta lectura aún se descubren nuevos paisajes. Y es que<br />
Ignacio Merino tiene las cosas muy claras y es por ello que escribe con una<br />
claridad, una claridad serena, tranquila, erudita pero cercana, que quita el<br />
hipo y nos hace aprender, pero sobre todo, nos invita a la reflexión y nos deja<br />
con ese gesto de bascular la cabeza, diciéndonos: pues sí. Profundiza en la<br />
manera en que se escribe la <strong>Historia</strong>, profundiza en la <strong>Historia</strong> en sí, y además<br />
nos deja ver su mirada sin tapujos, agradezco desde aquí el esfuerzo quiero<br />
decir, la naturalidad de Ignacio por no cortarse un pelo en mostrar, cosa nada<br />
sencilla, lo que llevamos dentro. Para el lector que aún no le conozca, que<br />
serán pocos, destacar que Ignacio Merino es un escritor apasionado de la<br />
<strong>Historia</strong>, que ejerce su oficio con cariño, dedicación y muchísima sabiduría.<br />
Académicamente hablando, es Diplomado en Psicología y Filosofía Pura y<br />
Licenciado en Filología Inglesa, con una amplia trayectoria de publicaciones,<br />
tanto en prensa y revistas como novelas de índole histórica, además de haber<br />
trabajado en radio y dirigido el canal online Literalia.tv.<br />
Estamos encantados de mostrarles esta entrevista, disfrútenla.
ENTREVISTA a Ignacio Merino<br />
¿Qué es la <strong>Historia</strong>?<br />
En sí misma una herencia, creo yo: el patrimonio antropológico de una<br />
comunidad que a modo de legado de los antepasados contiene diversos bienes<br />
y riquezas junto a pérdidas, ganancias y hasta deudas. Incluye hábitos y<br />
costumbres, cierta forma de ser y de sentir, arquetipos lingüísticos y culturales,<br />
símbolos e iconos comunes, viejos palacios, catedrales... Pero esto no sería más<br />
que una testamentaría fósil, de piedras y documentos, como quiso verla el<br />
Positivismo decimonónico, si no añadiéramos otros valores intangibles pero<br />
igualmente importantes e incluso cuantificables. Un pueblo, una ciudad, una<br />
provincia, una región, una nación de pueblos, un continente de naciones,<br />
tienen su pequeña y gran historia. <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> aporta identidad, épica en la<br />
formación de la psicología común, mentalidad, arte, literatura, técnica, etc.<br />
Como abstracción podría ser una matrona fecunda y magnánima, parecida a<br />
esas esculturas romanas de las diosas que suelen verse en los frontispicios de<br />
las Academias; entidades superiores e inalcanzables para el ser humano<br />
aunque estén formadas de su misma esencia; madres nutricias que acogen en<br />
su seno a los humanos para fomentar su evolución, protegiendo con sabiduría<br />
más que guiando, pues sólo la luz de la inteligencia puede alumbrar el incierto<br />
camino del futuro. Digamos, ya de una vez, que esa frase que dice “Quien no<br />
conoce su <strong>Historia</strong> está condenado a repetirla” es una solemne majadería<br />
basada en un artificio del lenguaje y una falacia de la realidad pues, ay de<br />
nosotros, cuántas veces habremos repetido aquí y allá idénticos errores, no por<br />
conocidos menos evidentes.
Como disciplina entraña el estudio reposado de lo que sucedió e hizo que los<br />
tiempos evolucionaran y cambiaran. Logro difícil, ya sabemos, que pocos<br />
estudiosos alcanzan y aun así, como dijo el maestro John Eliot, sólo como<br />
chispa o fogonazo de lo que de verdad ocurrió. Porque la <strong>Historia</strong> entraña<br />
muchos vectores antropológicos, económicos, políticosociales y de otra<br />
índole, aunque siempre ha habido un Heródoto equilibrado frente a un Polibio<br />
enardecido, un Tucídides que consigna frente a un César que publicita, un<br />
Sánchez Albornoz erudito y cascarrabias frente a un Américo Castro cirujano<br />
con espíritu de autopsia que sólo ve lo grosero, lo que queda del cadáver.<br />
Como afición, la <strong>Historia</strong> suele significar pasión, pues es la auténtica parábola<br />
que nos enseña a través de mil bocas. Es como un friso extraordinario en el<br />
que zambullirse, un océano cuajado de tesoros. Viajar por la <strong>Historia</strong>, de la<br />
mano de una pluma amena, constituye un placer exquisito reservado a<br />
paladares enseñados, pero cualquier libación hecha con tino gusta y hasta<br />
arrebata al común de los mortales, como el buen vino. Y como éste despierta<br />
emociones latentes, obliga a aspirar a más, adorna los sueños, proporciona<br />
argumentos, presta brillantez al discurso social si se maneja bien. Y además de<br />
enseñar, pues ellos fueron como nosotros somos, hace disfrutar de lo lindo.<br />
Como crónica, finalmente, es lo que es, una larga consignación de las mayores<br />
lacras humanas: ambición, envidia, crimen, latrocinio, codicia, opresión...<br />
junto al libro áureo de las hazañas humanas en las que brilla la mejor<br />
condición, el afán de superación, la justicia, el heroísmo, la reconciliación, la<br />
largueza y hasta la arquitectura, por decir sólo una de las expresiones más<br />
genuinas desde que la especie salió de las cavernas y comenzó a construir<br />
templos, palacios y ciudades junto a los grandes ríos.
Ignacio, tú eres un apasionado del estudio de nuestro pasado, y es que<br />
ese seguir el hilo desde nuestro presente hasta lo que ya sucedió, años,<br />
siglos, milenios atrás, en nuestra geografía y en las restantes, es<br />
verdaderamente trepidante, ese descubrir de dónde venimos y poder<br />
llegar a entender dónde estamos y el porqué. Sin embargo, y ahí lo más<br />
emocionante de todo, la ruta hacia nuestro pasado no es una autovía en<br />
línea recta, sino un sendero tremendamente estrecho y sinuoso donde<br />
hay más oscuridad que luz. Cuántos de nosotros se habrán dado cuenta,<br />
estando presentes en un suceso que luego difundió la prensa, por<br />
ejemplo, que de lo que se escribió sobre ello a lo que uno vio con sus<br />
ojos, había un sesgo, o un añadido, tan grande, que parecieran dos<br />
realidades distintas. Sin meternos en política, de momento, o al menos<br />
no del todo, ¿cómo se enfrenta el historiador a la búsqueda del suceso<br />
verdadero?<br />
Yo no diría que es un sendero tremendamente estrecho tal vez estuvieras<br />
pensando en algún suceso concreto sino un amplio continente con parajes<br />
bien conocidos, otros por explorar y muchísimos sólo parcialmente. Lo bueno<br />
del progreso es que vamos acumulando conocimiento y de esta manera cada<br />
día disponemos de más datos y sabemos más del pasado. Aun así, ya lo he<br />
dicho antes y cualquiera con gusto por la <strong>Historia</strong> lo sabe, no es fácil<br />
‘aprehender’ el sentido total de un periodo o un hecho importante.<br />
Personalmente creo que la interpretación psicológica ha aportado una gran<br />
herramienta al estudio de la <strong>Historia</strong>. El análisis materialista del marxismo se<br />
queda corto, en mi opinión, lo mismo que los principios del estructuralismo y<br />
no digamos del positivismo con anteojeras. <strong>La</strong> Escuela de los Anales nos<br />
enseñó que ‘la mentalidad’ era una fuerza invisible que guía a pueblos enteros.<br />
Carl Gustav Jung lo confirmó con su espléndida definición de Lo Inconsciente<br />
Colectivo. El afán de poder, como nos recuerda Adler, es una pulsión aún más
fuerte que el sexo o el afán de riquezas, aunque todo pueda llegar a mezclarse.<br />
Y la opresión de las élites dirigentes sobre la masa trabajadora, tampoco es<br />
suficiente para explicar la vitalidad del fenómeno histórico.<br />
<strong>La</strong> Política, que es el arte de lo posible, debe estar fuera de la <strong>Historia</strong> como<br />
lente correctora, todo lo más como frontón que dé impulso a la pelota del<br />
historiador, como referencia o marco en el que desarrollar los fenómenos para<br />
entender, en ocasiones, su mecánica.<br />
Siguiendo con la búsqueda de lo cierto, hay una frase de Napoleón, que<br />
leí recientemente, aunque claro, en realidad no sé si la frase será suya...<br />
pero igualmente nos sirve para seguir: “<strong>La</strong> <strong>Historia</strong> es un conjunto de<br />
mentiras pactadas sobre las que hay un consenso general”. Esto es algo<br />
que me resulta apasionante, porque ciertamente el escenario político<br />
desde el que el historiador narra la <strong>Historia</strong> es limitante. Una pregunta<br />
curiosa me asalta sobre esto: ¿En qué momento de la <strong>Historia</strong> crees que<br />
se escribió más verídicamente la <strong>Historia</strong>? Y también región geográfica.<br />
Puede que la frase sea de Napoleón, no sé, dijo muchas majaderías el gran<br />
vanidoso (como “resistir es vencer”, por ejemplo, otra perla del gran<br />
perdedor/destructor). Creo que es una boutade, una verdad a medias<br />
[considerando que fuera de comienzos del siglo XIX]. <strong>La</strong> <strong>Historia</strong> no se pacta,<br />
simplemente ocurre. Que las fuerzas dominantes de un periodo la maquillen,<br />
por supuesto, pero luego llegan otros que le quitan los afeites y hasta le<br />
pueden poner otros peores hasta que un tercer contingente, más científico y<br />
neutro, lo restaura a su aspecto original. Te pondré un ejemplo que se me<br />
ocurre: la rebelión de Hermenegildo, el hijo de Leovigildo. En mi generación<br />
se estudió como un mártir del catolicismo, por oponerse a su padre el arriano<br />
Leovigildo, quien ordenó su decapitación. <strong>La</strong> España católica ha mantenido el
mito durante siglos, pero los estudios sin sesgo han puesto las cosas en su<br />
sitio: Hermenegildo, que era el hijo amado de Leovigildo en quien iba a<br />
confiar el reino unido de Hispania junto a su hermano Recaredo (sí, la España<br />
que nace como estado hace casi mil quinientos años, con capital en Toledo y<br />
con la forma de gobierno de una monarquía hereditaria y protofeudal), era<br />
duque de la Bética, adorado por los sevillanos, un joven veinteañero que se le<br />
subió el poder a la cabeza y quiso formar su propio reino alzándose contra su<br />
padre. <strong>La</strong> conversión al catolicismo fue más una excusa que una razón para la<br />
rebelión, aunque la apoyaron de forma fanática su tío San Leandro (hermano<br />
de su madre) y su mujer Ingunda (princesa gala ultracatólica). Se unió a los<br />
bizantinos del Levante, al rey suevo de Galicia y al rey merovingio para<br />
arrebatar el poder a su padre, pero éste lo venció en sucesivas campañas. En<br />
nombre de su padre, Recaredo le ofreció el perdón si desistía, pero el<br />
testarudo Hermenegildo no quiso, no cejó y su delito de lesa majestad le costó<br />
la cabeza. Tiene gracia que fuera Felipe II, quien también tuvo un hijo que se<br />
le rebeló y un padre que le obligó a casarse con quien no quería, quien pidiera<br />
al Papa su canonización; pero así es el fanatismo religioso, ciego y contumaz<br />
como sabemos. El caso es que hoy la historia de Hermenegildo se conoce<br />
perfectamente, sólo hay matices en los que los especialistas disienten, pero no<br />
son cosa que empañen la verdad.<br />
<strong>La</strong> cuestión es que hoy se puede y se debe llegar a la verdad de muchas<br />
cuestiones históricas. Siguen las trincheras políticas y religiosas pero ya no<br />
pueden contra la libertad de estudio y publicación de la <strong>Historia</strong>. Hay<br />
muchísimos ejemplos más, claro está, lo que nos lleva a otra frase tan manida<br />
como estúpida e incierta: “<strong>La</strong> <strong>Historia</strong> siempre la escriben los vencedores”. A<br />
menudo ha sido así, pero ya no. Los vencedores escriben su historia y los<br />
perdedores la suya. En medio, se escribe la más real y objetiva. Un ejemplo<br />
paradigmático es la historiografía sobre la II República española y la Guerra
Civil del 36.<br />
En cuanto a qué período es en el que mejor se escribe la <strong>Historia</strong>, el actual sin<br />
duda. Y los ingleses y también en parte los norteamericanos (los del circuito<br />
universitario, me refiero) siguen siendo los grandes maestros, por sus sistemas<br />
universitarios más que nada, pero eso no quita para que haya grandes<br />
historiadores en todos los países de la Europa occidental. Del resto, la verdad,<br />
no sé decirte.<br />
Puedo decir tranquilamente que soy un enamorado de Harnold Hauser,<br />
su <strong>Historia</strong> social de la literatura y el arte me abrió tanto los ojos que<br />
creo que aún los tengo como platos. Me descubrió la enorme conexión<br />
entre política, economía y arte, que venía a ser cómo absorbemos nuestro<br />
entorno, llamémosle el input, y luego cómo lo representamos mediante el<br />
arte y nuestra vida en general, llamémosle el output, habiendo enormes<br />
paralelismos entre artes muy distantes tanto en tiempo como en lugar,<br />
porque con inputs similares suceden outputs casi idénticos. Ignacio, ¿la<br />
<strong>Historia</strong> se repite una y otra vez? Para extenderte ad líbitum sobre<br />
grandes y pequeñas repeticiones históricas...<br />
No, lo he dicho arriba, no lo creo en absoluto. Se repiten errores y hasta<br />
triunfos, claro pues ésa es la condición humana y unas generaciones pueden<br />
caer en parecidas trampas que las anteriores, pero no creo que la <strong>Historia</strong> sea<br />
un resultado automático, autónomo de la libertad sino el resultado de la<br />
capacidad creativa del ser humano, unas veces limitadita sí, pero otras<br />
asombrosa. En lo que sí creo es en ‘las rimas’ de la <strong>Historia</strong>, como lo ha<br />
llamado recientemente una autora. Por ejemplo, la Restauración de Alfonso<br />
XII el Pacificador en 1874 y la de Juan Carlos I el Demócrata en 1975. No sé,<br />
es posible que la <strong>Historia</strong> sea también un fenómeno psicológico que tiene su
propio biorritmo, al margen de la voluntad humana, lo que explicaría las<br />
modas, por ejemplo. En este sentido, me permití trazar una parábola que me<br />
interesó mucho: mientras investigaba y me documentaba para mi libro Elogio<br />
de la Amistad, me di cuenta de que el propio concepto y vínculo amical<br />
variaba según los periodos históricos, con parecida evolución a la mentalidad<br />
de cada época. Esto me llevó a pensar que podría haber una fuerza psicológica<br />
reguladora como factor del gran impulso inteligente que ordena todo lo que<br />
existe que encauza de alguna manera la <strong>Historia</strong>, que coordina sus muchas<br />
notas, digamos, en un pentagrama coherente que produce una melodía, más o<br />
menos agradable, más o menos compleja.<br />
Vamos a derivarnos hacia la literatura, hacia la novela como vehículo de<br />
mostrar nuestro pasado. <strong>La</strong> novela histórica es un género que llama<br />
mucho mi atención, porque es una buena forma de contar lo ocurrido,<br />
pues mediante la tensión de una intriga hace que el lector no abandone a<br />
las primeras de cambio... también hay que tener cuidado con lo viciada<br />
que pueda estar, la realidad sucedida, en manos y en favor de la ficción, y<br />
siguiendo con aquello de la novela como vehículo de mostrar nuestro<br />
pasado, nos encontramos con novelas, poemas y dramas de la<br />
antigüedad, que son ahora fuente de la que descubrir el pasado. ¿Qué<br />
novelas históricas contemporáneas, y qué textos del pasado, te han<br />
ayudado más para escribir tus propios textos? Seguro que has tenido que<br />
bregar muchísimo con algunos de ellos para sacar hechos fidedignos,<br />
cuéntanos sobre ello por favor.<br />
Ah, la novela histórica, cuánto vilipendio ha sufrido en sus carnes. Y todo por<br />
meter en el mismo saco lo que es y lo que no. Convendría aclarar, aunque<br />
estoy seguro de que tanto tú como los buenos lectores sabéis bien, que hay<br />
mucho libro ‘de género’ que no es histórico sino novela de intriga con disfraz.
El disfraz puede ser la opulencia de un escenario histórico conveniente o el<br />
apenas disimulado propósito de vender cuanto más papel mejor, como si el<br />
autor llevara una escueta máscara de carnaval sobre su casero disfraz de<br />
enfermera o senador romano. Hay muchísima morralla como todos sabemos y<br />
también alguna novela de intriga con fondo histórico brillante. De hecho,<br />
muchas de las grandes novelas (Guerra y Paz, por ejemplo) son ‘históricas’<br />
porque describen con precisión una época.<br />
Hay autores que me han fascinado desde muy joven y por quienes siento<br />
gratitud y deuda, como Marguerite Yourcenar o Stefan Zweig, pero también<br />
hubo otros que me inclinaron por la novela descriptora de una época que no<br />
son considerados autores de novela histórica, como Scott Fitzgerald, por<br />
ejemplo. Lo estudié en la carrera, leí The Great Gasby y fue como una<br />
iluminación. Hasta entonces yo apenas leía novela. No me interesaba la<br />
ficción, con lo real tenía más que suficiente: crónicas, biografías filosofía,<br />
sociología, antropología... Con Fitzgerald me di cuenta de que en la novela<br />
cabía todo, que la cuestión era ser capaz de enhebrar una historia y bordar<br />
sobre ella lo que te diera la gana sin caer en el exceso. Fue cuando empezó mi<br />
largo camino hacia la novela, que más que a la ficción en sí, que sigue<br />
aburriéndome, es hacia el relato verosímil, que el lector lo haga suyo como<br />
real. El ejemplo más acabado para mí es Bomarzo, de Mujica <strong>La</strong>ínez, un relato<br />
esplendoroso de aquel extraño duque Orsini que construyó la villa más<br />
alucinante y surrealista de Italia en pleno Barroco. En esta obra<br />
extraordinaria, y tocho como casi todas las buenas, se mezclan con deliciosa<br />
armonía un lenguaje maestro y cautivador, la reconstrucción histórica precisa,<br />
la exquisitez del escenario más su contrapunto lóbrego y la intriga necesaria<br />
en cualquier historia.<br />
De niño leí mucho El Príncipe Valiente y hasta me tragué más de un Walter
Scott, pero la entrega vino luego. Amo la novela histórica, aunque ahora<br />
menos, tal vez porque haya saciado en parte mi sed por el pasado. Y he escrito<br />
unas cuantas. Al principio me guiaba un objetivo inconsciente por redimir<br />
perdedores, reivindicar y sacar a la luz de las candilejas personajes que<br />
tuvieron las riendas de la <strong>Historia</strong> en la mano y luego las perdieron,<br />
protagonistas victimados y condenados después al limbo de lo secundario.<br />
Puede que ese propósito tan quijotesco y español, que fue pulsión incontrolada<br />
y tal vez poco recomendable, también se me haya ido pasando con la edad, de<br />
hecho es así, pero de esta manera nacieron en la década anterior las biografías<br />
noveladas de El Empecinado, Leonor de Guzmán, Juan de la Cosa y Serrano<br />
Súñer y las novelas históricas El Druida Celtíbero y Alma de Juglar. En estas<br />
dos preferí la técnica, más libre, de personaje central de ficción en medio<br />
histórico estricto. En ambos libros, publicados en 2009 y 2011, quise narrar el<br />
aprendizaje de un chico que en principio estaba destinado a ser un perdedor<br />
pero que con su esfuerzo, coraje e inteligencia se erguía sobre el destino y<br />
conseguía una vida incluso superior a sus propósitos. Ambos protagonistas,<br />
Asio y Diego, conocen la ascesis de la persona que se cultiva y asciende en el<br />
mundo por sus propios méritos, pero siempre fieles a su verdad, a sus<br />
principios, que en ambos, y sin que me lo propusiera conscientemente,<br />
basculaban sobre el rechazo total a la guerra como pasatiempo.<br />
Asio es un joven arévaco, lo que me permitía describir y fantasear sobre los<br />
celtíberos, pero también indagar y expresar cosas asombrosas y ciertas sobre<br />
aquellos pueblos que vivían en la Península antes de que cartagineses y<br />
romanos trajesen su enfrentamiento al solar spanio. Todo lo que hace Amílcar<br />
en el libro es cierto, pero mi descripción como un anciano pervertido que goza<br />
azotando al hermoso caudillo celta, es de mi cosecha. El hecho de adjudicar a<br />
Asio un padre natural espartano que vive en Ampurias me permitió hablar de<br />
las diferencias entre la mentalidad helénica y la celtíbera, y al mismo tiempo<br />
colocar a este hijo bastardo de un linaje arévaco como un desclasado que sufre
la ignominia de una sociedad hipócrita y es capaz de enfrentarse a ella. <strong>La</strong><br />
descripción del rito de iniciación de su hermanastro, el príncipe Giscón, como<br />
consagrado al régulo Istolacio, era algo que siempre quise escribir: una<br />
ceremonia celta a la luz de la luna en un claro del bosque, una iniciación en la<br />
que los hongos y brebajes de los druidas conseguían un potentísimo efecto de<br />
‘trip’ en el recipiendario. Me lo inventé todo, por supuesto, pues no hay<br />
testimonios directos de tales ceremonias, que yo sepa. Cánticos y plegarias<br />
incluidos, la forma en que se administraban las drogas y el obligar al iniciado<br />
a cabalgar completamente alucinado sobre un toro de piedra. Pero el relato<br />
debía poseer tal grado de verosimilitud que me escribió un profesor de<br />
Universidad (creo que de antropología), muy correcto y admirado,<br />
preguntándome las fuentes en las que me había inspirado. Tuve que<br />
contestarle que para encontrarlas tendría que abrirme la cabeza.<br />
Y esta es la cuestión fundamental: verosimilitud. <strong>La</strong> novela, como el cine, se<br />
basa en un artificio tácito entre autor y lector/espectador que se acepta con<br />
naturalidad. Lo que sucede en la pantalla o en el libro es verosímil y por tanto<br />
cierto, aunque sea una reconstrucción artística con mucha tramoya. Y lo es en<br />
la medida en que la imaginación lo reconoce como tal. Podríamos decir, para<br />
entender la naturalidad con el que el ser humano acoge la representación de<br />
una realidad posible, que la capacidad de fabular y viajar por mundos<br />
imaginarios es como el principio básico de la mecánica cuántica que nos<br />
enseña la certeza de mundos paralelos que no vemos en la plana realidad.<br />
Que una novela histórica enganche dependerá, pues, tanto de un estilo<br />
depurado de escritura como del grado de verismo. A mayor grado, mayor<br />
interés. ‘<strong>La</strong>s Memorias de Adriano’, por ejemplo, tienen un sustrato<br />
absolutamente verídico, un aliento verosímil, un entramado históricolírico<br />
capaz de emocionarnos y hasta trastornarnos por su intensa belleza. Este es
uno de los títulos que más influencia ha ejercido sobre mí. Lo leí en español,<br />
en la inmensa traducción de Cortázar y luego tuve ocasión de leerlo en francés<br />
(durante un viaje por Francia en los años 70) y en inglés (durante un verano<br />
en Cambridge en los 80). En las tres ocasiones me estremecí de la cabeza a los<br />
pies y lloré bastante. Confieso que la figura del emperador filósofo (y no me<br />
refiero a su ahijado Marco Aurelio), de origen hispano, helenista, esteticista,<br />
pacificador y honesto, siempre me fascinó como el verdadero ejemplo de<br />
Príncipe, y no el retorcido hijoputa que pretende el adulador Maquiavelo<br />
cuando ofrece el modelo a Il Magnifico para que lo perdone, fijándose al<br />
parecer en Fernando el Católico, lo que significa que el avieso florentino<br />
conocía mal al rey catalanoaragonés, pues junto a su habilidad diplomática y<br />
frialdad política, aquel ilustre hijo del Renacimiento tuvo unas miras<br />
superiores que permitieron que su reinado, junto a su inteligente y genuina<br />
esposa, fuera un prodigio cultural y un modelo en la consecución de un Estado<br />
unido sobre bases muy dispares [junto a otros grandes abusos y desgracias,<br />
naturalmente], igual que Adriano, por cierto. Pero la guinda del pastel de la<br />
Yourcenar, el postre exquisito al rico manjar que nos ofrece, es la<br />
aproximación al muchacho bitinio, el ser angelical y bellísimo por el que<br />
Adriano hubiera rendido el mundo y que prefirió por ello quitarse la vida no<br />
fuera a estorbar el designio magnífico del amado. Un personaje que siempre<br />
me estremece cuando lo invoco; no hay mayor ejemplo de entrega, aunque<br />
fuera errada y dolorosa como un estilete directo al corazón.<br />
Creo que me he emocionado en esta pregunta y me he alargado demasiado, lo<br />
siento.<br />
Nada que disculpar, gracias a miles por la extensión, las explicaciones y<br />
por todos los apuntes históricos que nos muestras Ignacio, es un placer la<br />
verdad. Me interesa mucho el concepto de verosimilitud como lo has
comentando, ese poder narrar verosímilmente sucesos que no hayan<br />
sucedido más allá de nuestra imaginación pudiendo pasar por reales, en<br />
cuanto a que sucedieron en un tiempo y en un lugar, cuando no fue así.<br />
Es para tener muy en cuenta, tanto en periodismo, como en la recreación<br />
de la <strong>Historia</strong>, como en el mismo día a día... lo dejo aquí como un simple<br />
subrayado y me voy directo a tu literatura: Serrano Suñer, historia de una<br />
conducta, con Planeta, en 1996. Tu primera publicación, ¿cómo fue el<br />
proceso de publicación y qué supuso para ti? Creo que fue bastante<br />
conflictiva, que tuvo muchas idas y venidas de opinión.<br />
Tu pregunta tiene dos partes, así que empezaré por la primera. <strong>La</strong><br />
verosimilitud es la clave de la novela realmente histórica. Para empezar, y<br />
aunque introduzcamos personajes o elementos de ficción, el entramado debe<br />
ser verídico, contrastado y documentado. Pero si buscamos ‘narrar’ una<br />
historia dentro de la <strong>Historia</strong>, debemos aportar algo más que la escueta<br />
relación de documentos, piedras mudas y cronología. <strong>La</strong> Fenomenología nos<br />
enseñó que la <strong>Historia</strong> tiene ‘espíritu’, vida propia y hasta sus leyes, las<br />
comprendamos o no, la Escuela de los Anales enriqueció la perspectiva con los<br />
distintos enfoques que debe tener la narración histórica y, por fin, el<br />
postmodernismo llegó a la conclusión de que no se podía comprender la<br />
<strong>Historia</strong> si no introducíamos la visión de la vida cotidiana y la psicología<br />
humana. Lo verosímil son los trajes que ponemos a lo Veraz para que salga a<br />
escena y no esté desnudo. Y ahí radica el arte de la novela histórica.<br />
Con el primer libro que publiqué, el de Serrano, seguí este criterio y al<br />
resultado lo llamé biopic. En 1996 el término no se había hecho aún popular y<br />
la mayoría de los críticos lo adoptaron. Se trataba de una novela biográfica y,<br />
como reproducía situaciones de hacía 50 años y ya muy superadas<br />
(afortunadamente) se trata desde luego de una novela histórica. Resultaba<br />
curioso que un antifranquista redomado como yo, que había sufrido cárcel a
los 18 años por luchar contra la dictadura (1971) me descolgara con un libro<br />
sobre este señor. También fue muy curioso que entre la sorprendente buena<br />
acogida general, los más entusiastas fueran precisamente gente de izquierdas,<br />
empezando por Paul Preston que prologó el libro. Lo que ocurrió es que conocí<br />
a Serrano durante mis estudios diplomáticos, fui a entrevistarlo y surgió el<br />
flechazo, jajaja, vamos que nos caímos tan bien que me convertí en su<br />
confidente. Entonces él tenía 89 años, estaba perfecto de cabeza, y tuvimos<br />
muchísimos encuentros hasta que cumplió 100 y lo celebramos él y yo solos en<br />
los jardines de su casa malagueña donde me invitaba una quincena todos los<br />
años. Tras seis años de continuas conversaciones, me decidí a escribir el libro.<br />
Ya tenía, pues, la primera condición objetiva para mi tarea: conocer a fondo el<br />
personaje y su contexto (me empapé, por supuesto, de bibliografía). Cuando<br />
lo llevé a Planeta lo quisieron publicar de inmediato como primero de la<br />
colección <strong>La</strong> España Plural, aunque la cosa sufrió un montón de incidencias<br />
hasta que salió y lo presenté en el Palace de Madrid junto a Umbral. De todos<br />
modos esto se cuenta perfectamente, y con bastante humor debo añadir, en la<br />
nueva versión que he publicado en diciembre del año pasado, mi<br />
vigesimotercer libro y último de momento: Serrano Suñer: Valido a su Pesar<br />
[<strong>La</strong> Esfera de los Libros].<br />
Pero eso es lo bueno de la novela: podemos ampliar la verosimilitud mediante<br />
escenas y subtramas del argumento principal, es decir que tenemos la<br />
posibilidad de enriquecer la percepción que existe sobre un periodo histórico.<br />
Aquí estamos hablando de una divulgación digna, no de erudición historicista<br />
claro. Y esta capacidad que tiene la novela, o el cine, de ‘ponernos en<br />
situación’ representa una herramienta muy valiosa para el autor, pero también<br />
peligrosa. Se necesita mucha agilidad y conocimiento. Es como si quieres<br />
hacer un documental sobre la mafia; no hace falta que hayas estudiado cinco<br />
años sobre ello, pero sí documentarte bien, ‘empaparte’, captar la mentalidad,<br />
entender el ambiente, conocer las costumbres, la jerga, el modo de hacer y,
por supuesto disponer de una visión panorámica sobre el contexto social,<br />
político y económico. No es fácil escribir <strong>Historia</strong>, no, ni tampoco armar una<br />
novela histórica, aunque está mal que lo diga alguien que lo ha practicado a<br />
fondo. Lo que quiero decir es que hay que ser extremadamente cuidadoso.<br />
Saberse muy bien el tema para poder jugar con él.<br />
Eso es precisamente lo que me ocurrió con <strong>Historia</strong> de una Conducta.<br />
Creo que la primera vez que te leí fue en la revista <strong>Historia</strong> y Vida, has<br />
trabajado mucho para diferentes publicaciones y además has estado en El<br />
Mundo, en radio también, y fundaste un canal online de literatura,<br />
Literalia.tv, entre otras muchas facetas, pero siempre con el estudio de la<br />
<strong>Historia</strong> y la literatura como centro. Me gustaría saber un poco sobre<br />
cómo fueron tus sensaciones en estos diferentes medios, ¿nos harías una<br />
breve <strong>Historia</strong> de tus sensaciones en estas vías de divulgación?<br />
Es cierto que las sensaciones son distintas, incluso entre la Literatura y la<br />
<strong>Historia</strong>, como es obvio. <strong>La</strong> más excitante es la radio, sin duda. Hay algo muy<br />
erótico en tener esa alcachofa cerca de los labios y saber que a través de ella<br />
alguien te escucha, que ese ‘alguien’ puede ser una mujer madura, un hombre<br />
viajando, personas distintas, incluso gente que te conoce. Dispongo<br />
afortunadamente de una voz ad hoc, bastante persuasiva, con la que me gusta<br />
jugar. También me encanta la mezcla de libertad y decoro que exige la radio,<br />
lo mismo que la televisión, lo que ocurre es que en la tele se ponen en juego<br />
más elementos y cuando se habla de <strong>Historia</strong> de alguna forma y sin quererlo te<br />
acabas envarando. Escribir temas históricos es un placer solitario. <strong>La</strong> forma en<br />
que yo lo hago, tratando de descubrir las motivaciones psicológicas, te coloca<br />
en una posición de ventaja porque, lo mismo que el arqueólogo apasionado o<br />
el investigador, crees en tu trabajo, en tus posibilidades, tienes expectativas<br />
ciertas de llegar a conclusiones propias que no tienen por qué ser la bomba
pero sí aportar alguna luz nueva. <strong>La</strong> novela histórica es un arma de doble filo:<br />
emociona tratar con materiales auténticos, pero tienes que ser<br />
extremadamente cuidadoso con la inserción de ficciones y a veces el trabajo es<br />
muy laborioso. Hay que conservar la cabeza fría para que el cronista no<br />
devore al escritor ni el fabulador se suba a la grupa del amanuense. Es un<br />
trabajo combinado de abogado, fiscal y juez, con el toque de un hábil<br />
secretario que debe saber consignar con soltura el meollo de la cuestión y sus<br />
distintas capas.<br />
Lo mejor es, sin duda, la ficción escrita, cuando trabajas en buenas<br />
condiciones y la inspiración se convierte en una comunicación fluida con<br />
algún sutil departamento cerebral que te va dictando, a veces tan deprisa que<br />
no te da tiempo a poner todas las notas, como decía el doliente Tchaikovski.<br />
<strong>La</strong> otra cara es muy cruda: cuando no puedes establecer comunicación<br />
despejada, cuando lo que escribes no sale del tabernáculo sino de las capillitas<br />
laterales del cerebro y resulta que luego te parece flojo, odioso, inmundo,<br />
ridículo, excesivo, pobre o absurdo, según los casos. Lo mejor en esos casos es<br />
poner la cabeza debajo del grifo de agua fría, servirte un whisky doble o<br />
cocinar algo complicado, por ejemplo y después, como quien no quiere la<br />
cosa, volver al tajo. El oficio de escribir, o el de hablar para el público,<br />
requieren entrenamiento y técnica. Es como interpretar música en un<br />
instrumento, hay que currar a tope para sacar lo mejor del instrumento, de la<br />
partitura y de ti.<br />
Estás preparando El rumor de la Verdad, y ya sólo desde el título y con lo<br />
que comentas en tu biografía para la revista (Una <strong>Historia</strong> de España a<br />
través de símbolos e imágenes), promete muchísimo. ¿Nos anticiparías<br />
un poco sobre este nuevo trabajo?
Lo hago encantado porque no es secreto y me está apasionando, la verdad.<br />
Fue una propuesta del editor de Ariel que hemos ido ahormando. Trata de<br />
símbolos e imágenes que forman parte de este país, unos evidentes y otros<br />
apenas reconocidos. Tirando del hilo de cada uno explico el contexto histórico<br />
desde una perspectiva original, más psicológica. Ya he encontrado verdaderas<br />
maravillas como el Octógono Andaluz, por ejemplo, que se remonta a<br />
Tartessos, o la Niña Bonita que fue la representación de la I República antes de<br />
llegar a simbolizar el número 15. Firmé el contrato en marzo y comencé<br />
diversos enfoques hasta que di con el actual: un estilo culto –con perdón pero<br />
desenfadado, con rigor pero con humor, agradable de leer y que aporte<br />
conocimiento lo menos prescindible posible. El libro saldrá en 2015.<br />
Para cerrar la entrevista Ignacio, ¿cuáles crees que serán los hechos de<br />
nuestro tiempo que más se destacarán cuando ya seamos <strong>Historia</strong>?<br />
Me gusta poco hacer previsiones o adivinaciones tanto en <strong>Historia</strong> como en<br />
Política o Economía; todas fallan o no tienen en cuenta factores que aparecen<br />
después de la previsión. De todas formas creo que los temas actuales se<br />
concentrarán más en los fenómenos que en las personas, ya se ha acabado el<br />
tiempo de las grandes figuras en el espacio público, salvo excepciones como el<br />
Papa Francisco, por ejemplo, pero es que la Iglesia Católica es aún una<br />
sociedad bajomedieval de organización cesárea y obediencia feudal. Se<br />
resaltará, naturalmente, la Primavera árabe, con el fin de los regímenes laicos,<br />
de falso socialismo, basados en el dominio de un clan como Irak o Siria y lo<br />
que venga. El resurgir del yihadismo se verá a la luz de un grandísimo error de<br />
finales de los 70 y principios de los 80, que fue el apoyo a Jomeini por parte<br />
de los intelectuales de izquierda, esencialmente franceses. Yo no puedo olvidar<br />
la imagen de mi admirado Foucault (admiración bastante crítica, por otra<br />
parte) hablando en su favor y pidiendo su instalación en Irán. Se verá el
declive de la potencia USA como gendarme del mundo, afortunadamente,<br />
aunque el proceso aún será lento. El principio del siglo <strong>XX</strong>I, las dos décadas<br />
primeras al menos, pasarán como un tiempo de confusión civil y psicológica,<br />
una especie de resaca del postmodernismo alegre, los regímenes comunistas<br />
del Telón de Acero y una búsqueda más sosegada de un modelo de<br />
convivencia social más tolerante hacia las minorías. <strong>La</strong> era del consumo se<br />
diversifica y se vuelve cada vez más sofisticada, pero la conciencia ecológica<br />
avanza y ya nadie intenta contaminar impunemente. Hace cien años acababa<br />
la Belle Epoque en un conflicto provocado por el conflicto tajante entre una<br />
oligarquía aristocrática con afanes imperiales y unos movimientos de masas<br />
que exigían la participación de primer rango en la <strong>Historia</strong>. Hoy no es igual, a<br />
pesar de lo que digan. <strong>La</strong> crisis es de conciencia y de convivencia entre<br />
distintas sensibilidades. <strong>La</strong>s guerras son exocéntricas, las instituciones<br />
mundiales pesan cada vez más aunque la ONU siga siendo en gran parte<br />
inútil. En fin, que es muy difícil decir qué les va a interesar en el futuro, más<br />
allá de lo que leemos a diario en los titulares de prensa, pero tal vez sea<br />
porque lo más importante quede fuera de esos titulares y sean cosas que<br />
atañen a la evolución y revolución de la persona y de la mentalidad de las<br />
comunidades.
COLABORADORES<br />
Jorge Rodríguez Hidalgo<br />
Jorge Rodríguez Hidalgo (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1961) es Licenciado en<br />
Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha colaborado en<br />
diversos medios de comunicación barceloneses y madrileños, labor que ha alternado con<br />
quehaceres editoriales. En el ámbito de la literatura, ha publicado los poemarios<br />
Humanódromo (Barcelona, 1997) y <strong>La</strong> sobriedad de la distancia (Madrid, 2004). En la<br />
actualidad, prepara en el mismo género las obras Suma de desmesuras. Paisajes con<br />
derrotas y El revolt i la memòria, este último escrito en la bella llengua catalana, como le<br />
gustaba decir a Cervantes. Rodríguez Hidalgo ha cultivado también la novela con <strong>La</strong> última<br />
vuelta del perro (Zaragoza, 2007). En el sufrido terreno de la traducción, ha vertido al<br />
castellano la obra francesa Brasil (Barcelona, 1999), texto a cuatro manos de Isabelle<br />
Maltor y Monique BadaróCampos. Por último, ha traducido al gran autor ampurdanés<br />
Josep Pla en Diccionario Pla de literatura (2001), según la compilación del mallorquín<br />
Valentí Puig, y <strong>La</strong> Segunda República española. Una crónica, 19311936 (2006).
Franco Chiaravalloti<br />
Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979). Estudió publicidad, corrección de estilo, teoría<br />
de la literatura. Vivió en Inglaterra, Argentina, Italia, Kenia. Viajó por Mongolia, India,<br />
Siberia o Japón. Trabajó de profesor de castellano en África y en Londres, también hizo de<br />
encuestador callejero, de publicista, de repartidor de pizzas, de corrector de estilo, de<br />
empleado aeronáutico, de columnista radial, de copy creativo y de muchas otras cosas. Ha<br />
coordinado proyectos para editoriales como Planeta o Círculo de Lectores. Ha publicado el<br />
libro de relatos Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente (Hijos del<br />
Hule, 2009) y la novela corta Volveré mil veces (Pulso, 2014). Hoy es escritor y profesor de<br />
cuento en la Escola d'Escriptura del Ateneu Barcelonès y escribe artículos en las<br />
publicaciones digitales Revista de Letras y Pliego Suelto.
Jesús Esnaola<br />
Jesús Esnaola Moraza (Donostia 1966), vive en Hospitalet de Llobregat donde ha<br />
desarrollado su breve carrera literaria. Ha participado en las antologías PervertiDos<br />
(Traspiés), Mar de pirañas (Menoscuarto), Una navidad de muerte (Origami) y DeAntología<br />
(Talentura), además de ser incluido en una breve selección de escritores actuales de<br />
microrrelato realizada por Gemma Pellicer y Fernando Valls para la revista Confluencia de<br />
la Universidad de Colorado. Publicó su primer libro de microrrelatos, Los años de lluvia, en<br />
2012 en la editorial sevillana Paréntesis. En la actualidad trabaja en su segundo libro de<br />
microrrelatos.
Jordi Corominas<br />
Jordi Corominas (Barcelona, 1979) es una de las voces más innovadoras y poliédricas del<br />
actual panorama español. Autor de más de una decena de libros, ha cultivado géneros bien<br />
distintos. Ha publicado tres novelas, dos en catalán y una en castellano, entre las que<br />
destaca José García. Es considerado un ensayista de prestigio, con obra publicada tanto en<br />
Italia (Macrina la Madre, 2005) como en castellano, idioma de su esperado “Barcelona<br />
1912: El caso Enriqueta Martí”, que verá la luz en otoño de 2014. Asimismo Corominas es<br />
reconocido internacionalmente como poeta. Mediante su proyecto Loopoesía ha roto el<br />
muro de la solemnidad del verso para acercarlo al público con una propuesta que mezcla<br />
recitación en directo, mezclas musicales, audiovisuales y escenografías hasta crear desde lo<br />
diverso una unidad absoluta. Entre sus poemarios más destacados figuran Paseos<br />
Simultáneos (Vitruvio, 2010), Oceanografías (Vitruvio, 2012) y la trilogía de suites<br />
loopoéticas publicas en Versos y Reversos: El gladiador silenciado, Los lotófagos y Al Aire<br />
Libre. Corominas desarrolla una importante labor de crítica literaria y social en varios<br />
medios, entre los que cabe mencionar Radio Nacional de España y eldiario.es. Entre sus<br />
próximas publicaciones figuran la traducción de los poemas de Jean Cocteau al castellano,<br />
el ensayo ya mencionado sobre Enriqueta Martí y el próximo poemario de Loopoesía, que<br />
se centrará en la idea de tiempo y ruina. El teclado es su primera obra teatral.<br />
http://www.corominasijulian.blogspot.com
Carlos Vitale<br />
Fotografía de Ana Portnoy<br />
Carlos Vitale (Buenos Aires, 1953) es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana.<br />
Ha publicado Unidad de lugar (Candaya, Barcelona, 2004), Descortesía del suicida<br />
(Candaya, Barcelona, 2008), Cuaderno de l'Escala / Quadern de l'Escala (fotografías de<br />
Jaume Salvat, ilustraciones de Marc Vicens y prólogo de Carles Duarte, Vitel∙la, Bellcaire<br />
d'Empordà, 2013), Fuera de casa (<strong>La</strong> Garúa, Barcelona, 2014) y El poeta más crítico y otros<br />
poetas italianos (Emboscall Editorial, Barcelona, 2014). Asimismo ha traducido numerosos<br />
libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción “Ultimo<br />
Novecento”, 1986), Eugenio Montale (Premio de Traducción “Ángel Crespo”, 2006),<br />
Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio<br />
Italiano de Relaciones Exteriores, 2003), Amerigo Iannacone, Umberto Saba (Premio de<br />
Traducción “Val di Comino”, 2004), Giuseppe Napolitano, Sandro Penna, Antoni Clapés,<br />
Joan Brossa, JosepRamon Bach, etc. Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de<br />
poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Rumania, Estonia, Grecia,<br />
Bulgaria y Francia. Reside en Barcelona desde 1981.
Abel Santos<br />
Abel Santos (Barcelona, 1976) Criado en ciudades dormitorio del extrarradio, vive en<br />
Cornellá hasta los 15 años. Desde entonces reside en Sant Boi de Llobregat con estancias<br />
breves en ciudades como Madrid o Zaragoza.<br />
Ha publicado los libros de poemas Esencia (Ediciones Az90, 1998), El lado opuesto al<br />
viento (Parnass Ediciones, 2010), Todo descansa en la superficie (Ediciones Vitruvio,<br />
Colección Baños del Carmen, 2013).<br />
Pronto verá la luz una breve antología personal de su obra poética titulada Demasiado<br />
joven para el blues, Antología Personal 19982014, con prólogo de Javier Cánaves.<br />
Ha coordinado la antología de poesía de varios autores <strong>La</strong> casa de los corazones rotos,<br />
donde reúne a 22 poetas a los que admira, entre los cuales se encuentran Roger Wolfe,<br />
Manuel Vilas, Karmelo Iribarren, Ana Pérez Cañamares, Itzíar Mïnguez Arnáiz, el aforista<br />
Ramón Eder, y el cantante, músico y poeta Diego Vasallo.<br />
Ha colaborado en numerosas antologías de poesía y narrativa, entre las que destacan En<br />
legítima defensa, poetas en tiempos de crisis (Bartleby Editores, 2014), con prólogo de<br />
Antonio Gamoneda; y Winnipeg: Poesía Chileno Española Contemporánea (Ediciones<br />
Santiagoinédito, Chile, 2011), donde poetas españoles como Benjamín Prado y Andrés<br />
Néuman, unen sus voces con poetas chilenos como Francisco Véjar para conmemorar el 50<br />
aniversario del Premio Nobel a Pablo Neruda; también ha prologado libros como el I<br />
Concurso de Microrrelatos Lorenzo Silva. Sus poemas han sido publicados en diversas<br />
revistas impresas y digitales. En 2011 fue encargado de prensa y relaciones públicas del I<br />
Festival de poesía y microrrelato: Vilapoética, de la ciudad de Viladecans.
Tras 8 años metido en drogas y alcohol, aunque sin abandonar la escritura, de todo ese<br />
material adverso sale el libro de poemas El lado opuesto al viento, en el que advierte de los<br />
peligros de traspasar ciertos límites.<br />
Sin estudios relevantes y de formación autodidacta, su estilo, claro y afilado, de una lírica<br />
casi en ruinas, trata temas urbanos y cotidianos, aunque casi siempre inclinado hacia un<br />
crecimiento personal.<br />
Él mismo ha bautizado su poética de Realismo Bastardo, que bebe tanto del mundo real<br />
como del mundo poético o más introspectivo, sin una clara escuela o movimiento como<br />
padre definido.<br />
Algunos de sus poemas han sido traducidos al árabe y al inglés.<br />
Desde 2010 administra su propio blog: Demasiado joven para el blues<br />
www.abelsantospoesia.blogspot.com
Beti Mármol<br />
Beti Mármol es el pseudónimo tras el que se esconde una jurista vallisoletana que escribe y<br />
publica en Facebook pequeños relatos sobre cualquier cosa. En tan solo un año, ha<br />
conseguido un grupo creciente de variopintos y fieles seguidores que le animan a seguir<br />
publicando casi a diario. Si aun no le has pedido amistad para poder visitar su muro, ya<br />
estás tardando. https://www.facebook.com/beti.marmol.7
Justo Sotelo<br />
1. Teórico de la Literatura.<br />
Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, por la Universidad<br />
Complutense (2008).<br />
Máster en Estudios Literarios (2009), por la Universidad Complutense.<br />
Doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada (2011) por la Universidad<br />
Complutense, con la tesis “<strong>La</strong> semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de<br />
Haruki Murakami”, dirigida por los profesores Antonio Garrido Domínguez y Fernando<br />
Rodríguez <strong>La</strong>fuente.<br />
Profesor de Literatura en la Universitas Señoribus en los cursos 2008/10, y del Ateneo 1º de<br />
Mayo en el curso 2011/12.<br />
Columnista del Diario Progresista (www.diarioprogresista.es).<br />
2. Novelista y ensayista.<br />
He publicado cinco novelas y un ensayo, así como varios artículos de teoría literaria.<br />
“<strong>La</strong> muerte lenta”. (1995). Ediciones Libertarias, Madrid, 155 páginas.
“Vivir es ver pasar”. (1997). Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 220 p.<br />
“<strong>La</strong> paz de febrero”. (2006). Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 204 p.<br />
“Entrevías mon amour”. (2009). Narrativa Bartleby, Madrid, 306 p.<br />
“<strong>La</strong>s mentiras inexactas” (2012). Izana Editores, Madrid, 232 p.<br />
El ensayo: “Los mundos de Haruki Murakami” (2013). Izana Editores. Madrid, 329 pp.
Chema <strong>La</strong>garón<br />
Chema <strong>La</strong>garón (José María <strong>La</strong>garón Cabello) nació en Ponferrada, donde vivió hasta los<br />
dieciocho años, se tituló en la Universidad de Valladolid y actualmente vive en Valencia. Ha<br />
vivido en varios países y trabaja como investigador en el CSIC, es profesor en varias<br />
universidades y emprendedor. Chema es nieto de la poeta autodidacta Ponferradina Jacinta<br />
Martínez Fuertes.<br />
En abril de 2012 publicó su primer poemario Diez mil corazones y otras canciones “indie”<br />
no escritas y en 2013 junto a Marcela Lokdos, Poesijazz y otros tangos indies.
Felipe Zapico Alonso<br />
Fotografía de Babel Estudio. Autor Demian Ortiz.<br />
Felipe Zapico Alonso. Mamífero anartista de la camada de 1960.<br />
Tragos, se editaba por parte de Eloísa Otero en 2008 en la colección digital Traviesas de<br />
Poesía; y en 2009 la editorial Eolas editaba Litro de versos, El hueco que me habita en<br />
Banderines del Zaguán 2010, Nanoediciones edita el año 2010 un mini poemario titulado<br />
Engendrando hábito y el 2011 Balances Parciales, en el 2013 Origami se encarga de sacar<br />
El ladrón de peras. Ese mismo año Eolas vuelve a confiar en un proyecto en los que mis<br />
poemas forman un libro unitario con las fotografías de Santos Perandones, Fotomatón.<br />
Como no hay dos sin tres terminamos el año sacando Cosas en Zoográfico, el tercer<br />
poemario del año.<br />
En mayo de 2014 aparece The Bestiario, editado por la editorial digital ebookprofeno, con<br />
100 ejemplares en papel, numerados y firmados.<br />
En estos años he colaborado en prosa y verso en diversas antologías, proyectos conjuntos y<br />
revistas y fanzines: Simpatía por el relato, Vinalia Trippers, El casco, <strong>La</strong> hamaca de tela,<br />
Voces del Extremo, Poetas del 15M, Aftersun en Pulp Black Box, Gatos y Mangurrias, Esto<br />
no rima, Infierno Suave, Poesía Armilar, Elefante Rosa Fanzine, Revista Ombligo, Alquimia<br />
Tierra, Meando contra viento, <strong>La</strong> Conserva, El camino del corazón solidario Dos poemas y<br />
un café, Antología Campamento Dignidad Poemas para la conciencia, Voces del Extremo,<br />
Imagina cuantas palabras, Nómadas, Antología JA!MUSEU y Antilogía Dolores de poesía en
los bares.<br />
Paseo por el mundo mirando y esa mirada trato de optimizarla tirando fotos de casi todo lo<br />
que veo, todo lo que miro, lo que observo y por supuesto lo que admiro.
Juan Trigo<br />
Nació el 1 de Agosto de 1982 en Zafra (Badajoz). Pasó su infancia en cuarteles de la<br />
Comunidad Valenciana y después se trasladó de nuevo a Extremadura donde finalizó sus<br />
estudios. Es Ingeniero informático y poeta, de los de la calle, de verso ágil y certero. El<br />
poemario <strong>La</strong> deuda y la duda (<strong>Excodra</strong> Editorial, 2014) es su primera obra publicada.
Carlos Esteban Resano Vasilchik<br />
Carlos Esteban Resano Vasilchik. Buenos Aires 22 de octubre de 1956. Vive en Buenos Aires<br />
hasta 1976. Se traslada a Mar del Plata, provincia de Buenos Aires donde estudia<br />
arquitectura. Obtiene el título de arquitecto en 1982 y comienza la tarea profesional. Dicta<br />
cursos de dibujo arquitectónico para la ASOCIACIÓN DE ARQUITECTOS DE MAR DEL<br />
PLATA. Exposiciones colectivas de arquitectura y dibujo artístico. Colaboración con revista<br />
de arte i cultura (INTEGRARTE). Se traslada a Barcelona en 1988. Fija su domicilio en El<br />
MASNOU, província de Barcelona.Desarrollat la tarea profesional juntamente acon la<br />
plástica.Colaboración con publicaciones del àmbito local (Castelldefels) y de Argentina<br />
(INTEGRARTE). Exposición Colectiva EL ARTE EN EL CÓMIC\" en Sant Pol de Mar, Galeria<br />
Sant Pol Art (2003)Exposición Individual restaurant EL BLAU, El Masnou (2004)Exposició<br />
Individual restaurant EL BLAU, El Masnou (2009)Exposició Colectiva \" RECORDANDO A<br />
GENIA\", en Sant Pol de Mar, Galeria Sant Pol Art (2010). Exposición permanente en<br />
Espacio de arte de ARQNOU scp. Exposición Indiv¡dual Sala Leix del Raval, Febrer/2011.
Eli Mora<br />
Eli Mora. Nacida en Barcelona en 1984, licenciada en Biología. En la actualidad se está<br />
perparando para doctorase en biología evolutiva. Fotográfa Amateur des de 2008, ha<br />
colaborado con diferentes revistas y medios de comunicación. Puedes ver su trabajo aquí<br />
www.elimoraphotography.com
Ignacio Merino<br />
Licenciado en Filología y diplomado en Psicología y Filosofía Pura, máster en<br />
Cinematografía e <strong>Historia</strong> de la Diplomacia. Ha sido jefe de Prensa en la embajada de<br />
España en Londres (198688). Corresponsal periodista de United World Press en Praga,<br />
Sofía, Lisboa y Montevideo para The Observer, USA Today y Jours de France (199192).<br />
Colabora, entre otros, con El Mundo, El Norte de Castilla y Tiempo. Dirigió en Radio<br />
Intercontinental “Claves de la <strong>Historia</strong>” y ha colaborado en RNE. Ha sido director literario<br />
de Literalia.tv y presidentecofundador de Ágora, Agrupación Cultural para el Diálogo del<br />
Ateneo de Madrid.<br />
Obra:<br />
Serrano Suñer, <strong>Historia</strong> de una conducta: novela biográfica sobre el enigmático político,<br />
cuñado de Franco e íntimo amigo de José Antonio, todo un descubrimiento personal del<br />
autor [1ª edición, con prólogo de Paul Preston: Planeta, 1996] (agotada); Serrano Suñer,<br />
Conciencia y Poder [2ª edición revisada y ampliada con documentación de los archivos de<br />
Serrano Súñer, editorial Edaf/Aldaba, 2004] (agotada); [traducido al inglés en Amazon].
Los Dominios del Lenguaje: ensayo sobre los orígenes de la escritura y dos conferencias<br />
más: ‘El Amor en Quevedo y Góngora’ y ‘Visión triple del mito prometeico’ [Editorial SM,<br />
colección Flash, 1999] (descatalogado, no hay edición digital).<br />
Amor es Rey tan Grande: novela histórica sobre Leonor de Guzmán, la legendaria Favorita<br />
de Alfonso XI de Castilla y fundadora del linaje Trastámara. [Cuatro ediciones: Maeva<br />
2000/2001, rústica, formato grande] (agotadas); [Suma de Letras 2002, bolsillo]<br />
(agotada); [Círculo de Lectores 2003 tapa dura] (agotada); total ejemplares en papel:<br />
28.000; el título está descatalogado en papel, disponible digital en leere.<br />
<strong>La</strong> Ruta de las Estrellas: novela histórica sobre las andanzas del navegante y geógrafo Juan<br />
de la Cosa, autor del primer mapa del Nuevo Mundo y descubridor de Venezuela. Premio<br />
Nacional de Literatura de Venezuela 2003. [Anaya 2002]; dos ediciones digitales en leere y<br />
Punto de Vista.<br />
Por El Empecinado y la Libertad: novela histórica y biográfica sobre el mítico guerrillero<br />
liberal que combatió a los imperiales de Napoleón y a los absolutistas de Fernando VII; [dos<br />
ediciones en Maeva: 2003 tapa dura/2008 bolsillo) (agotada la de 2003 y disponible la de<br />
2008).<br />
Sobre Raíles: antología de relatos de 20 escritores que hicieron el viaje del tren<br />
Transcantábrico en su 20 aniversario, [Imagine ediciones, 2003]; el relato del autor es<br />
Poeta de culto.<br />
Reportaje de la <strong>Historia</strong>: antología de artículos del equipo de redacción de la separata ‘El<br />
Reportaje de la <strong>Historia</strong>’ del diario El Mundo, coordinado por Alfonso Basallo [<strong>La</strong> Esfera,<br />
2004].<br />
Agosto del 36: crónica periodística de la Guerra Civil. [Tomo 4 del coleccionable de El<br />
Mundo, publicado por Unidad Editorial en 2004].<br />
Guías de viaje sobre el Mezzogiorno de Italia, Florencia y Toscana, las regiones de Borgoña<br />
y Champaña, Baviera y las ciudades de Atenas, Bolonia y Toro [Anaya, de 2005 a 2013].
Elogio de la Amistad: ensayo histórico y casuística de amistades. [Plaza y Janés, 2006]<br />
(agotada); edición portuguesa: Elogio da Amizade]; [ edición digital en leere].<br />
El Druida Celtíbero: novela histórica ambientada en el tiempo de la invasión cartaginesa<br />
de Amílcar. Un joven caudillo arévaco renuncia a la guerra y vive una aventura existencial<br />
de intenso dramatismo. [<strong>La</strong> Esfera de los Libros, 2009] (agotado); versión digital en<br />
Amazon.<br />
Biografía de la Gran Vía: ensayo literario. Orígenes de Madrid y su emblemática calle.<br />
[Tres ediciones en 2010, Ediciones B].<br />
Alma de Juglar: novela histórica sobre el viaje iniciático de un pícaro cordobés del siglo XII<br />
que lo lleva al conocimiento de la música, la alquimia, la diplomacia y el trato íntimo con la<br />
reina Urraca de Castilla y León. [Ediciones B, 2011].<br />
Palabras de Unión. Masonería y Modernidad: ensayo sobre el significado y la práctica de la<br />
Masonería. [Atanor Ediciones, 2012].<br />
Valido a su pesar: ensayo biográfico sobre Ramón Serrano Suñer, con la perspectiva de los<br />
años de conversaciones personales con él.<br />
En preparación para Editorial Ariel: El Rumor de la Verdad. Una <strong>Historia</strong> de España a través<br />
de símbolos e imágenes.
Imagen de portada: Carlos Esteban Resano Vasilchik
LA HISTORIA<br />
NÚMERO <strong>XX</strong><br />
SEPTIEMBRE 2014<br />
REVISTA EXCODRA<br />
http://www.excodra.com