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COLUMNA<br />
TRANSMIGRANTE<br />
Por contradictorio que parezca,<br />
Freud (y muchos estudiosos de<br />
la mente humana posteriores a<br />
él) describió que la tendencia<br />
al equilibrio, la búsqueda de la<br />
estabilidad y la resistencia al<br />
cambio, son también ejemplos<br />
de una tendencia a la muerte. Y<br />
¿cómo es esto posible?<br />
Resulta que la estabilidad y la<br />
resistencia al cambio también<br />
están asociados a un estado<br />
“inerte”. A pesar de que una<br />
persona no se esté sometiendo<br />
a riesgos y lleve una vida<br />
“muy tranquila”, el hecho de no<br />
moverse y querer permanecer<br />
siempre en un mismo estado,<br />
también lleva a la muerte. Los<br />
seres humanos somos seres<br />
que vivimos en movimiento,<br />
crecemos constantemente (sin<br />
importar la edad) y estamos<br />
además sujetos a un mundo<br />
que se mueve. La decisión de no<br />
caminar es como aquél animal<br />
que no quiere moverse con la<br />
manada cuando van a emigrar,<br />
el resultado es que, el que se<br />
queda, termina por morir. No por<br />
quedarse solo, sino porque las<br />
condiciones ya no son favorables<br />
para la supervivencia.<br />
Lo mismo pasa con los seres<br />
humanos y la vida emocional.<br />
Quizá no hay una muerte física,<br />
pero la inercia nos lleva a una<br />
muerte emocional: escoger<br />
lo mismo siempre, evitar los<br />
cambios, no buscar una mejora,<br />
no tener ambiciones, esperar<br />
a que otros resuelvan sin<br />
cuestionar las decisiones, etc.<br />
Sería interesante cuestionarnos<br />
¿quién está más cerca de la<br />
muerte; el que vive como vegetal<br />
en una maceta o el que practica<br />
deportes extremos?<br />
Esta tendencia a la muerte está<br />
presente en todos los aspectos<br />
de la vida y las decisiones de una<br />
persona. Incluso en el decidir “no<br />
decidir” y tan sólo esperar.<br />
Volviendo al tema inicial acerca<br />
del inicio de un proceso de<br />
psicoterapia, precisamente es<br />
esta tendencia la que impide que<br />
una persona llegue a consulta.<br />
Siempre que un paciente llega a<br />
la primera sesión, le advierto que<br />
el proceso puede ser un poco<br />
fuerte, en ocasiones molesto y<br />
hasta doloroso. Sin embargo, le<br />
explico que es la única manera<br />
de poder alcanzar un bien<br />
mayor, un verdadero crecimiento<br />
y finalmente llegar a “estar bien”.<br />
Muchos, al escuchar esto, se<br />
sienten incómodos o molestos,<br />
piensan cosas como: “vengo<br />
aquí para estar bien y no mal”<br />
o “pero la idea es que me quite<br />
este malestar”. Efectivamente,<br />
todo proceso de terapia es para<br />
alcanzar un bienestar, pero para<br />
ello, definitivamente hay que<br />
enfrentar momentos dolorosos<br />
e incómodos, moverse en<br />
aquellos terrenos que uno<br />
no se ha querido mover y sí,<br />
finalmente: cambiar, reinventarse<br />
y en muchas ocasiones volver<br />
a empezar, quizá no en lo<br />
externo y evidente, pero sí en<br />
lo interno, proceso que, muchas<br />
veces asusta y las personas<br />
prefieren no continuar. Pero<br />
me gusta hacerlos reflexionar<br />
y cuestionarse si finalmente la<br />
vida no es eso: un proceso en el<br />
que hay cambios, hay momentos<br />
dolorosos y cosas que no se<br />
quieren enfrentar, pero no<br />
podemos quedarnos sentados<br />
mientras el mundo gira.<br />
Está en nuestras manos<br />
encontrar soluciones y ser<br />
felices, pero hay que moverse,<br />
siempre moverse.<br />
ILUSTRACIÓN: Luis Pinto<br />
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