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«¿Dónde estará Amaz-O? ¿Cuándo me va a sacar de aquí?»<br />
Presté oído por si arriba había alguien, pero nada. Ya no se oía el menor ruido.<br />
«Bueno —me dije—, se han ido todos; ahora ya puedes dejarme salir, Amaz-O.»<br />
Escuche con suma atención, pero no se oía nada en todo el edificio.<br />
«¿Y si Amaz-O se ha marchado también? —temí aterrado—. ¿Y si se ha olvidado de mi y me quedo<br />
aquí?»<br />
Entonces decidí buscar yo mismo la salida.<br />
Crucé despacio el suelo de cemento, atento a las ratas.<br />
«Sí que está oscuro esto», pensé.<br />
Me fui acercando al lugar donde sonaba el goteo y me encontré en una habitación con una gran pila de<br />
lavar; crucé aquel cuarto y me vi ante una escalera que terminaba en una puerta.<br />
«Ajá —pensé, ya más tranquilo—. La salida.»<br />
Subí por la desvencijada escalera y cogí el pomo de la puerta para abrir.<br />
Imposible, no se abría. Giré el pomo de nuevo y empujé.<br />
Nada.<br />
¡Estaba cerrada con llave!<br />
Golpeé y di puñetazos en la puerta con todas mis fuerzas.<br />
—¡Sacadme de aquí! —grite—. ¿No me oyen? ¡Sáquenme de aquí!