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¡Serpientes por todas partes!<br />
Una se me deslizaba por la cabeza… La cogí con la mano temblando y la lance lejos de mí.<br />
Sofocado de terror conseguí quitarme la chaqueta y la tiré al suelo, y vi cómo se cubría de serpientes<br />
que se retorcían, enroscándose en mis pies.<br />
Comencé a dar saltos y luego me subí a una silla. Y una fue a enroscarse a la pata de la silla,<br />
acercandose cada vez más.<br />
—¡Vete! ¡Déjame en paz! —susurré.<br />
La serpiente dio un silbido y yo salte de la silla.<br />
¡Chaf! Se me revolvió el estómago. ¿Había aplastado a una? No me atrevía a mirar.<br />
Levanté el pie y bajé la vista. No había pisado a ninguna serpiente; era una muñeca vieja de Ginny.<br />
Una serpiente se deslizaba por la cara y el cuerpo de la muñeca, y otra pasó sobre mi zapato.<br />
«¡No hay escape! —pensé—. No me queda más remedio que despertar a papá y mamá. ¿Qué, si no?»<br />
Empecé a saltar para esquivar las serpientes que se retorcían y silbaban. «Me la voy a cargar —<br />
pensé—, pero al menos me sacarán de esta trampa de serpientes.»<br />
Una de las serpientes venía ya derecha hacia mí, pero de pronto… se quedó quieta. Se hizo un<br />
silencio en el desván y ya no se oían silbidos.<br />
Todas habían dejado de moverse y estaban tiesas en el suelo, mirándome con sus ojos fríos.<br />
¿Qué pasaba? ¿Se habían muerto?<br />
Di un vistazo a mi alrededor sin atreverme a moverme. <strong>El</strong> suelo estaba lleno de serpientes muertas.<br />
«¿Cómo se habrán muerto todas a la vez? —pensé—. ¡Qué raro!»<br />
Me quedé quieto mirando de un lado a otro y muy despacio estiré una pierna y moví una serpiente con<br />
el pie; apenas rebulló.<br />
Respiré hondo. ¿La empujo?<br />
Me armé de valor, me agaché sobre ella y le di con el dedo. No se movía. <strong>El</strong> corazón me saltaba en el<br />
pecho. La cogí.<br />
La tenía en la mano y no se movía. No parecía de verdad. Le retorcí el cuerpo y ¡era de goma!<br />
Miré sus ojos: eran dos cuentas de cristal.<br />
Entonces comprendí que eran serpientes mecánicas.<br />
Di la vuelta a la serpiente y vi un agujerito tapado por una lengüeta de goma para la llave de darles<br />
cuerda.<br />
La chaqueta de Amaz-O estaba atestada de serpientes mecánicas.<br />
Volví a respirar tranquilo. «No pasa nada —me dije—. No tengo que despertar a papá y mamá, no me<br />
la voy a cargar ni voy a morir comido por las serpientes.<br />
»¿Cuándo aprenderé? —me reprendí—. Todo lo de esa maleta son trucos. No son cosas de verdad.<br />
Amaz-O es un mago.»<br />
Recogí las serpientes y volví a meterlas en la chaqueta, y luego la guardé a toda prisa en la maleta de