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R.L Stine- El Mago Diabólico

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Ginny metió la mano en mi bolsillo y me quitó las cartas.<br />

—¡Mirad, mirad! —exclamó, enseñándoselas a todos—. ¡Son todas el tres de bastos!<br />

Empezó a pasarlas para que todos lo vieran.<br />

—¡Eh, devuélvemelas! —protesté, arrebatándoselas. Era cierto: todas las cartas de la baraja eran el<br />

tres de bastos, pero eso no tenía que saberlo nadie.<br />

—Eres un farsante, Tim —me acusó ella entre dientes.<br />

—¡No… esperad! —grité yo—. ¡Mirad esto!<br />

Saqué apresuradamente mis anillas magicas; dos argollas de plata enganchadas. Los chicos se<br />

calmaron un poco.<br />

Estas anillas de plata están unidas —anuncié—. ¡Dos fuertes anillas… unidas entre sí! —Tiré de<br />

ellas para demostrar que no se podían separar y luego se las pasé Jesse.<br />

—Anda, intenta separarlas —invité. Él tiró con fuerza y después con suavidad. Volvió a tirar fuerte y<br />

a entrechocarlas, pero las anillas no se soltaban. De nuevo las cogí yo.<br />

—Las anillas no se pueden soltar si no pronuncio las palabras mágicas —dije, pasando una mano por<br />

encima de las ellas—. Abracadabra.<br />

Las desuní despacio y un par de chicos aplaudió.<br />

—No iréis a creeros ese viejo truco, ¿verdad? —intervino Ginny, burlona—. ¿Queréis saber cómo lo<br />

hace? —añadió, cogiendo las anillas y poniéndose manos a la obra—. Son anillas trucadas…<br />

—¡Ahora haré desaparecer a mi encantadora ayudante! —grité, empujando a Ginny—. ¡Humo!<br />

—¡A mí no me empujes! ¡Ahora verás! —gritó, y me arreó una patada de kárate en el estómago.<br />

—¡Ay! —exclamé, encogiéndome, mientras todos se echaban a reír y aplaudían.<br />

—¡Eso sí que es un buen truco! —dijo Sue.<br />

Yo me apretaba el estómago. Un truco…<br />

La tonta de Ginny con sus patadas de kárate.<br />

¿Por qué habría tenido mamá que apuntarla a clase de artes marciales? Desde entonces me hace la<br />

vida imposible No tiene más que diez anos y pelea mucho mejor que yo, como lo demuestran todos los<br />

morados que tengo.<br />

—¡Dale otra! —chilló uno.<br />

Ginny se agacho dispuesta a atacar.<br />

—Inténtalo y le diré a mamá quién ha hecho la abolladura de la nevera —le advertí.<br />

Eso la contuvo, porque sabe que mama la mataría por dar golpes de kárate a la nevera por el simple<br />

hecho de haberse terminado el helado.<br />

—No va a arrearle —dijo Jesse—. Se acabó el espectáculo.<br />

Los chicos comenzaron a irse.<br />

—¡Esperad! —grité—. ¡Volved!<br />

—Hasta mañana, Tim —dijo Sue, mientras todos echaban a andar hacia sus casas.<br />

—Gracias por estropeármelo todo, Ginny —le largué.<br />

—¡Chan! —respondió ella, y me soltó un papirotazo en la nariz.<br />

—¡Estate quieta! —dije, fingiendo darle con ganas—. Te la vas a cargar, ahora si que voy a decirle a<br />

mamá lo de la nevera.<br />

—Como quieras —replicó ella, retadora—. Pero entonces te doy a ti un golpe igual que el de la

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