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Alegraos 10

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<strong>Alegraos</strong> octubre 2016 Página 3<br />

Consultorio de la fe<br />

Por Juan Manuel Cabezas, profesor de Derecho Canónico en la UESD.<br />

¿Cómo puedo saber si tengo vocación?<br />

El hecho de que hagáis esta pregunta<br />

ya es para dar muchas gracias<br />

a Dios, pues cuántos son hoy los jóvenes<br />

y los mayores que no quieren<br />

oír la voz de Dios, que se niegan a<br />

ello. Pobres de ellos, pues se alejan<br />

de la única fuente de verdadera felicidad.<br />

En fin, vamos a contestar a<br />

vuestra pregunta. ¿Cómo oír la voz<br />

de Dios que llama a su seguimiento?<br />

Pues en primer lugar, sintonizando<br />

con la frecuencia con la que emite<br />

Dios.<br />

Dios no deja de hablar a voces<br />

a sus hijos, pero estos están tan<br />

aturdidos por los numerosos y estruendosos<br />

ruidos producidos por<br />

su egoísmo, por sus intereses materiales<br />

y sus pecados, que no son<br />

capaces de oír la voz de Dios. Para<br />

poder oírla es necesario hacer oración<br />

y no sólo oración vocal, sino<br />

oración mental, meditación de la<br />

Palabra de Dios, lectura espiritual.<br />

De esa manera ya empiezo a poder<br />

empezar a escuchar la voz de Dios,<br />

empiezo a ser amigo de Dios, a pensar<br />

y a amar como Dios piensa y<br />

ama. Si fuéramos del todo fieles a la<br />

vida cristiana, si fuéramos humildes<br />

y desprendidos de nuestra propia<br />

voluntad, oiríamos perfectamente<br />

la voz del Señor y no me refiero a<br />

que la oyéramos materialmente, no,<br />

sino a percibirla de mil modos distintos.<br />

Pero qué pocas veces se dan<br />

casos así. No obstante, existen una<br />

serie de señales o indicadores de<br />

vocación propuestos por los santos,<br />

los especialistas en contactar con el<br />

Señor a través de la oración.<br />

Una primera señal, propuesta<br />

por San Ignacio de Loyola en sus<br />

ejercicios espirituales, nos indica<br />

que imaginemos que hemos de<br />

aconsejar a una persona, que hasta<br />

entonces fuera para nosotros desconocida,<br />

acerca de su vocación. “Deseando<br />

yo toda su perfección, considerar<br />

todo lo que yo le diría que<br />

hiciese y eligiese para mayor gloria<br />

de Dios nuestro Señor y mayor<br />

perfección de su alma.” Pues bien,<br />

continúa San Ignacio, lo que le recomendaras<br />

a esa persona aplícatelo<br />

a ti mismo. ¡Qué buenos consejeros<br />

somos para los demás y qué malos<br />

para nosotros mismos por nuestro<br />

egoísmo!<br />

Otra señal de San Ignacio consiste<br />

en meditar con toda seriedad y<br />

sinceridad en la hora de la muerte.<br />

Puesto en el lecho a punto de morir,<br />

¿qué te habría gustado ser? ¿Habrías<br />

querido ser persona consagrada a<br />

Dios, te habría gustado en aquel<br />

momento haber sido capaz de dejarlo<br />

todo por el Señor, siguiéndolo<br />

incondicionalmente? Si en aquel<br />

momento te gustaría haber vivido<br />

como un predilecto de Jesús, empieza<br />

a hacerlo ya, entrega todo tu<br />

corazón al Señor y cuando llegue la<br />

muerte ello será realidad. La muerte<br />

es muy buena consejera, nos enseña<br />

la Escritura: “acuérdate de tus<br />

postrimerías y no pecarás” (Ecclo.<br />

28,6).<br />

Una ayuda más para descubrir la<br />

vocación la tenemos si, poniéndonos<br />

en el túnel del tiempo, nos hacemos<br />

presentes en la época en que<br />

Cristo vivió con carne mortal. Si hubieras<br />

vivido en aquel momento de<br />

la historia, ¿te hubiera gustado ser<br />

de los favoritos de Jesús,<br />

del grupo de sus Apóstoles<br />

o de las santas mujeres<br />

que le ayudaban?<br />

Pues mira, Dios trae al<br />

mundo a los hombres<br />

en el momento en que<br />

más podemos merecer,<br />

cuando podemos hacer<br />

el mayor bien al mundo<br />

y a nosotros mismos.<br />

Si crees que te hubiera<br />

gustado que te eligiese<br />

entonces, es que ahora<br />

te elige para formar parte<br />

de sus elegidos, de los<br />

que lo dejan todo para<br />

seguirlo incondicionalmente<br />

en la vida consagrada.<br />

La posibilidad<br />

que les fue ofrecida a los<br />

Apóstoles sigue siendo<br />

ofrecida a todos en todos<br />

los tiempos y lugares.<br />

Una señal más de vocación. Imaginemos<br />

un gran teatro que representa<br />

una obra de muchos valor y<br />

que se encuentra lleno de gente. Hay<br />

distintos tipos de entradas, unas<br />

mejores, que son más caras, y otras<br />

peores, que son más baratas. Entre<br />

estas están las últimas entradas del<br />

anfiteatro, desde donde no se ve bien<br />

la obra de teatro. Después, tenemos<br />

las últimas entradas del patio de<br />

butacas, muy alejadas del escenario<br />

todavía. Conforme nos acercamos<br />

al lugar de actuación de los actores<br />

se ve mejor la obra y cuestan más<br />

las entradas. Por último tenemos los<br />

palcos de honor. Pero todavía hay<br />

algo mucho mejor, nos referimos a<br />

ser, no ya parte del público que ve<br />

la obra de teatro, sino los actores<br />

que representan la obra y que son la<br />

admiración de todo el público. ¿En<br />

cuál de estos sitios te gustaría estar?<br />

Sí, las personas consagradas a Dios<br />

son aquellas que, como anunció Jesús<br />

a sus apóstoles, se sentarán con<br />

Él en doce tronos para juzgar a las<br />

doce tribus de Israel (cf. Mt. 19, 28).<br />

Son los actores de este maravilloso<br />

teatro de la vida, los protagonistas<br />

en la obra de salvación del género<br />

humano en medio de luchas y persecuciones<br />

de toda índole contra el<br />

Señor y su Iglesia. ¿No te gustaría<br />

formar parte de tan maravillosa obra<br />

como uno de los protagonistas y, de<br />

esta manera, estar dando a Dios la<br />

mayor gloria posible y repartiendo<br />

felicidad a todos, siendo el asombro<br />

de la humanidad?<br />

Muchas más señales o indicadores<br />

de posible vocación podíamos<br />

explicar, pues son múltiples los modos<br />

que tiene Dios de hablar a sus<br />

hijos. Sólo recordaremos, para terminar,<br />

lo que movió a Santa Teresa<br />

de Jesús a consagrarse a Dios en la<br />

oración y en la penitencia. Fue el hecho<br />

de ver que era más fácil salvarse<br />

en el convento que en el mundo,<br />

meditando acerca del fin de la vida<br />

y de la salvación o condenación<br />

para siempre jamás. Nadie dudará<br />

de la autenticidad de la vocación de<br />

una de las tres únicas doctoras de<br />

la Iglesia, reformadora de la Orden<br />

del Carmelo y tras cuya estela han<br />

germinado multitud de enormes<br />

santos.

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