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En el único punto en que sí lo recibieron fue en la<br />
casa de una señora, de unos 60 años. El negocio<br />
de los compradores de combustible robado es<br />
revender el diésel a las mismas compañías que<br />
contratan a Patricio. Vale decir, los dueños de<br />
los camiones terminan comprando su mismo<br />
petróleo, aunque a un precio menor que en el<br />
mercado formal. Esto, al parecer, es muy común<br />
en el rubro de los camioneros chilenos, ya que<br />
todos los lugares donde pasamos tenían varios<br />
tambores llenos, cada uno con 100 litros de<br />
combustible.<br />
Patricio nos hizo saber que si queríamos el<br />
dinero de vuelta, teníamos que ayudarlo. Si nos<br />
poníamos muy preguntones, correríamos el<br />
riesgo de quedarnos tirados en la carretera y sin<br />
dinero. Resignados, decidimos hacernos parte.<br />
Apenas nos bajamos del camión, Patricio<br />
comenzó a darnos instrucciones. Mi compañera<br />
tuvo que colocar una cubeta bajo el camión;<br />
mientras que mi labor era tomar una pistola<br />
de aire comprimido y bombearlo dentro del<br />
motor para que el combustible se moviera por<br />
los ductos internos y llegara finalmente al filtro,<br />
el que al rebalsarse, comenzaba a chorrear el<br />
diésel sobre la cubeta. Todo esto era vigilado<br />
de cerca por Patricio y por la dueña del lugar,<br />
que nerviosa se paseaba de un lugar a otro. De<br />
pronto le dijo que ya no quería más combustible,<br />
que le pagaba lo que había sacado y que se fuera<br />
rápido. Patricio trató de convencerla, pero no<br />
tuvo suerte, por lo que nos subimos al camión y<br />
tuvimos que seguir nuestro rumbo.<br />
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