libro Unidad 5-1526267192
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Copyright © 2017. Herder Editorial. All rights reserved.<br />
No obstante, los trabajadores se turnaban en la planta, sin que al parecer nadie abandonara. Se<br />
observó que «los operarios del reactor nuclear dicen que su profesión se rige por el mismo<br />
espíritu de cuerpo que se encuentra entre los bomberos y las unidades militares de élite». Este<br />
compromiso, tanto entre ellos como con la sociedad, quedaba corroborado en un correo<br />
electrónico de la hija de uno de los cincuenta: «Dice que ha aceptado su destino... muy<br />
parecido a una sentencia de muerte». Con menos drama, pero con no menos certidumbre, un<br />
asesor estadounidense, Michael Friedlander, observaba: «Puedo decir con el 100 % de<br />
certeza que están absolutamente comprometidos en hacer todo lo que sea humanamente<br />
necesario para [estabilizar] esas plantas en unas condiciones de seguridad, aun a riesgo de sus<br />
vidas».<br />
Cuando los acontecimientos se conocieron, la gente en las calles estaba demasiado asustada<br />
para psicoanalizar a los cincuenta. Una de esas personas, Maeda Akihiro, dijo: «Están<br />
llevando su vida al límite. Si ese lugar vuela, es el fin para todos nosotros, por eso todo lo que<br />
puedo hacer es mandarles ánimo». Pero, como argumentaré, las psicologías individuales de<br />
esos hombres —dónde crecieron, dónde habían servido en las fuerzas armadas japonesas— no<br />
fue nunca la cuestión determinante. Más bien ejemplificaban una capacidad humana común<br />
para actuar a favor de otros, incluso frente al peligro. Por supuesto, esto no implica disminuir<br />
su heroísmo en lo más mínimo, sino solo sugerir que tomaron la decisión de actuar y<br />
permanecieron comprometidos con ella. El desastre de Fukushima será estudiado durante años<br />
por los planificadores con la esperanza de impedir otro acontecimiento similar, pero si hay un<br />
aspecto positivo de la historia es que aquellos seres humanos actuaran tan bien. Fue un<br />
ejemplo entre muchos.<br />
Ahora pensemos en la decisión que el trabajador individual de Fukushima tuvo que tomar<br />
por lo que se refiere a los cinco pasos de la TCA. Paso 1: se representa en el cerebro la acción<br />
de volver a entrar en la planta nuclear para enfriarla e impedir una explosión. Desde su<br />
corteza premotora emanan señales que producen la descarga corolario que informa a sus<br />
sistemas sensorios de lo que está a punto de hacer. Paso 2: visualiza al campesino genérico y<br />
al que vive en la zona de Fukushima. Al hacerlo, utiliza caminos de señalización visual<br />
estándar. Paso 3: anulando la distinción entre la imagen de sí mismo y la del ciudadano local<br />
de Fukushima, mediante los tres mecanismos que presenté anteriormente y que explicaré en el<br />
capítulo 3, en su corteza cerebral literalmente «se identifica con» ese ciudadano. Paso 4: las<br />
señales del acto de impedir-explosión combinadas con su imagen fundida de yo/ciudadano<br />
llegan a las neuronas del cerebro altruista en la corteza prefrontal, y conducen a un: «Sí, esto<br />
es bueno». Paso 5: el trabajador de Fukushima vuelve a entrar en la planta. No se producen<br />
explosiones secundarias.<br />
Podríamos seguir estudiando ejemplos de conductas destacadamente altruistas como las de<br />
Oskar Schindler, que salvó a ciudadanos judíos del Holocausto; las de Médicos sin Fronteras,<br />
una organización médica humanitaria internacional creada en Francia; o los donantes de riñón<br />
y médula por todo el país. Sin embargo, ya he mostrado lo fundamental: las conductas<br />
ejemplares se pueden entender en el nivel de la investigación básica del cerebro.<br />
Pfaff, D., & Sherman, S. (2017). El cerebro altruista: por qué somos naturalmente buenos. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com<br />
Created from uleamecsp on 2018-04-20 00:28:41.