UJ #13 - Salud & Bienestar

ESPIRITUALIDAD Y SINCRETISMO
El Planetárium Cusco se
encuentra en el kilómetro 2 de
la carretera a Sacsayhuamán.
Las noches y madrugadas de agosto son heladas
en los Andes. En el día el sol llega blanco y ardiente,
y los campos de cultivo y los pastos están
amarillos y moribundos. Entonces, los pastores de alpacas
que viven a más de cuatro mil metros de altura
en torno al nevado Ausangate, realizan los pagos a la
tierra. Con ellos, la Pachamama (Madre Tierra) recibe
chicha, cigarros, aguardiente, hojas de coca, grasa de
llama y otras muchas cosas con las que se la alimenta,
mientras el que realiza el pago invoca y señala a los
apus o nevados más importantes. También se agradece
por lo recibido, y se le pide que no deje de ser
generosa. A la tierra se le ruega, coquetea y festeja.
Por estos lugares hay una red de albergues desarrollados
por dos comunidades de pastores asociadas a
un operador turístico cusqueño. Con ellos el viajero se
introduce en los paisajes extremos de los Andes y en
la vida de las comunidades de las alturas.
Danzantes del hielo
El Ausangate es el nevado más alto del Cusco. De
él nacen los ríos que alimentan a los cultivos de los
valles y que después llegan a la selva y al mar. En la
Amazonía, tal y como describen los antiguos relatos
de los pastores, se crean las nubes que regresan de
Christian Declercq
nuevo hasta el nevado. En sus cumbres descargan el
agua, en forma de nieve, y comienza un nuevo ciclo
de la vida. Frente al Ausangate se encuentra el nevado
Sinakara. Es su tinkuy, su opuesto complementario
con el que se une para formar una nueva entidad. Esa
oposición es como lo femenino y lo masculino. Luz y
oscuridad. Blanco y negro. O dos ríos que se juntan
para formar uno: tinkuy.
A finales de mayo o principios de junio de todos los
años, llegan decenas de miles de personas de todos
los puntos cardinales y se concentran durante varios
días en las pampas del Sinakara, a más de 4500 metros
de altura junto a un pequeño templo jesuita. Los
peregrinos, instalados en carpas de plástico, cantan
y bailan día y noche ataviados de colores, chacchan
coca —la planta maestra y más querida en los Andes—,
y está prohibido el consumo de alcohol. En la
jornada central suben hasta la cumbre de la montaña,
agrupados en “naciones”, a tocar la nieve. También rezan
y besan el agua; pero antes extraían bloques de
hielo que llevaban a sus lugares de origen —costumbre
prohibida por los comuneros “debido al cambio
climático”, como dicen los “pabluchos” enmascarados,
los “cuidadores” de la fiesta—. En mayo comien-