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El malestar en la cultura -Sigmund Freud

El malestar en la cultura es una obra de Sigmund Freud publicada a finales de 1929, aunque en su portada figuraba como fecha 1930. Este trabajo, en conjunto con "Psicología de las masas y análisis del yo" que había escrito en 1921, se reconoce como la obra de psicología social más completa de Freud y se le considera al mismo tiempo una de las obras críticas más influyentes del siglo XX. El tema principal de la obra es el irremediable antagonismo existente entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura. Es decir, una contradicción entre la cultura y las pulsiones donde rige lo siguiente: Mientras la cultura intenta instaurar unidades sociales cada vez mayores, restringe para ello el despliegue y la satisfacción de las pulsiones sexuales y agresivas, transformando una parte de la pulsión agresiva en sentimiento de culpa. Por eso, la cultura genera insatisfacción y sufrimiento. Mientras más se desarrolla la cultura, más crece el malestar.

El malestar en la cultura es una obra de Sigmund Freud publicada a finales
de 1929, aunque en su portada figuraba como fecha 1930. Este trabajo, en
conjunto con "Psicología de las masas y análisis del yo" que había escrito en
1921, se reconoce como la obra de psicología social más completa de Freud
y se le considera al mismo tiempo una de las obras críticas más influyentes
del siglo XX.
El tema principal de la obra es el irremediable antagonismo existente entre
las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura. Es
decir, una contradicción entre la cultura y las pulsiones donde rige lo
siguiente: Mientras la cultura intenta instaurar unidades sociales cada vez
mayores, restringe para ello el despliegue y la satisfacción de las pulsiones
sexuales y agresivas, transformando una parte de la pulsión agresiva en
sentimiento de culpa. Por eso, la cultura genera insatisfacción y sufrimiento.
Mientras más se desarrolla la cultura, más crece el malestar.

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es -o no es <strong>en</strong> tal medida- <strong>la</strong> que el objeto nos ha hecho s<strong>en</strong>tir o <strong>la</strong> que le atribuimos,<br />

sino que corresponde más a nuestra propia agresión contra el objeto. Si esto es<br />

exacto, realm<strong>en</strong>te se puede afirmar que <strong>la</strong> consci<strong>en</strong>cia se habríaformado<br />

primitivam<strong>en</strong>te por <strong>la</strong> supresión de una agresión, y que <strong>en</strong> su desarrollo se<br />

fortalecería por nuevas supresiones semejantes.<br />

Ahora bi<strong>en</strong>, ¿cuál de ambas concepciones es <strong>la</strong> verdadera? ¿La primera, que nos<br />

parecía tan bi<strong>en</strong> fundada g<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>te, o <strong>la</strong> segunda, que vi<strong>en</strong>e a completar tan<br />

oportunam<strong>en</strong>te nuestra teoría? Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, ambas están justificadas, como<br />

también lo demuestra <strong>la</strong> observación directa; no se contradic<strong>en</strong> mutuam<strong>en</strong>te y aun<br />

coincid<strong>en</strong> <strong>en</strong> un punto, pues <strong>la</strong> agresividad v<strong>en</strong>gativa del niño ha de ser determinada<br />

<strong>en</strong> parte por <strong>la</strong> medida de <strong>la</strong> agresión punitiva que atribuye al padre. Pero <strong>la</strong><br />

experi<strong>en</strong>cia nos <strong>en</strong>seña que <strong>la</strong> severidad del super-yo desarrol<strong>la</strong>do por el niño de<br />

ningún modo refleja <strong>la</strong> severidad del trato que se le ha hecho experim<strong>en</strong>tar. La<br />

primera parece ser indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te de ésta, pues un niño educado muy b<strong>la</strong>ndam<strong>en</strong>te<br />

puede desarrol<strong>la</strong>r una conci<strong>en</strong>cia moral sumam<strong>en</strong>te severa. Pero también sería<br />

incorrecto exagerar esta indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia; no es difícil conv<strong>en</strong>cerse de que el rigor de <strong>la</strong><br />

educación ejerce asimismo una influ<strong>en</strong>cia poderosa sobre <strong>la</strong> génesis del super-yo<br />

infantil. Sucede que a <strong>la</strong> formación del super-yo y al desarrollo de <strong>la</strong> conci<strong>en</strong>cia<br />

moral concurr<strong>en</strong> factores constitucionales innatos e influ<strong>en</strong>cias del medio, deI<br />

ambi<strong>en</strong>te real, dualidad que nada ti<strong>en</strong>e de extraño pues repres<strong>en</strong>ta <strong>la</strong> condición<br />

etiológica g<strong>en</strong>eral de todos estos procesos.<br />

También se puede decir que el niño, cuando reacciona fr<strong>en</strong>te a <strong>la</strong>s primeras<br />

grandes privaciones instintuales con agresión excesiva y con una severidad<br />

correspondi<strong>en</strong>te del super-yo, no hace sino repetir un prototipo filog<strong>en</strong>ético,<br />

excedi<strong>en</strong>do <strong>la</strong> justificación actual de <strong>la</strong> reacción, pues el padre prehistórico<br />

seguram<strong>en</strong>te fue terrible y bi<strong>en</strong> podía atribuírsele, con todo derecho, <strong>la</strong> más extrema<br />

agresividad. Las diverg<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre ambas concepciones de <strong>la</strong> génesis de <strong>la</strong><br />

conci<strong>en</strong>cia moral se at<strong>en</strong>úan, pues, aún más si se pasa de <strong>la</strong> historia evolutiva<br />

individual a <strong>la</strong> filog<strong>en</strong>ética. En cambio se nos pres<strong>en</strong>ta una nueva e importante<br />

difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre estos dos procesos. No podemos eludir <strong>la</strong> suposición de que el<br />

s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de culpabilidad de <strong>la</strong> especie humana procede del complejo de Edipo y<br />

fue adquirido al ser asesinado el padre por <strong>la</strong> coalición de los hermanos. En esa<br />

oportunidad <strong>la</strong> agresión no fue suprimida, sino ejecutada: <strong>la</strong> misma agresión que al<br />

ser coartada debe originar <strong>en</strong> el niño el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de culpabilidad. Ahora no me<br />

asombraría si uno de mis lectores exc<strong>la</strong>maseairadam<strong>en</strong>te: «¡De modo que es<br />

completam<strong>en</strong>te igual si se mata al padre o si no se le mata, pues de todos modos nos<br />

crearemos un s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de culpabilidad! iBi<strong>en</strong> puede uno permitirse algunas dudas!<br />

O bi<strong>en</strong> es falso que el s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de culpabilidad proceda de agresiones suprimidas o<br />

bi<strong>en</strong> toda <strong>la</strong> historia del parricidio no es más que un cu<strong>en</strong>to, y los hijos de los<br />

www.lectu<strong>la</strong>ndia.com - Página 51

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