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ROBERTO AR.LT<br />

descubierto. La Muerte retrocede con movimientos de<br />

dromedario y estudia a la muchacha como un pintor a su<br />

modelo. Luego le señala el seno izquierdo alargando el<br />

brazo.) ¡Qué lástima! Allí está el tirabuzón que te<br />

agujerea el pecho. Y eres linda... Bueno, tú tienes la<br />

culpa... ¿Quién te manda no comer jamón del diablo?<br />

¡Si te alimentaras de pollos asados no te pasaría<br />

eso! ¡Y eres linda! (Menea la cabeza pensativamente.) Si<br />

no trabajaras de sirvienta podrías vivir un tiempo.<br />

(Confidencialmente.) ¿Por qué no te buscas un viejo rico?<br />

Los viejos son lujuriosos y cegatos. Un viejo te<br />

daría jamón del diablo, no te quede duda. Y te llamaría<br />

su palomita, su tierna palomita. (Se escuchan<br />

tres golpes en las tablas de la puerta. La Muerte se escurre<br />

por un muro de papel, y la Sirvienta, escalofriada, cierra<br />

sobre su pecho ¡a frazada. Golpean otras tres veces y se<br />

abre la puerta.)<br />

ESCENA III<br />

TRESCIENTOS MILLONES<br />

Entra Rocambole, caracterizado como en el prólogo,<br />

con la diferencia de que gasta gafas negras de monedero<br />

falso y botas de contrabandista. A la espalda, el eterno látigo<br />

de postillón vandeano. La Sirvienta permanece inmóvil.<br />

Rocambole se detiene unos pasos tras ella.<br />

Rocambole: ¡Diablos! Hace frío. (Saca una pipa del<br />

bolsillo y la enciende; luego avanza basta la Sirvienta, se<br />

para frente a ella y la observa con detenimiento de cochero<br />

que va a comprar un penco y que lo examina previamente.)<br />

¿Así que usted es la huérfana? (La Sirvienta no<br />

contesta.) Disculpe que haya entrado sin esperar a que<br />

me abriera. Soy el Hombre de Negocios...<br />

Sirvienta: ¿Eh?...<br />

Rocambole: Soy el Hombre Gris... Por otro nombre,<br />

más terrible, Rocambole. (Se quita las gafas enrejadas y<br />

negras.) Vea mis ojos, quemados por la pólvora cuando<br />

quise escaparme del presidio.<br />

Sirvienta (saliendo de su sopor): ¡Usted en persona!...<br />

¡Qué maravilla!...<br />

Rocambole: En algunas partes me llaman ex presidiario.<br />

En otras, el ex jefe del Club de Sotas. (Hace un<br />

gesto de fantoche sentimental y libertario, llevándose un<br />

pañuelo a los ojos.) Un ángel, la duquesa de Chamery,<br />

me redimió...<br />

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