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ROBERTO ARLT
Lacayo: Ha muerto para nuestra tranquilidad.
ESCENA V
TRESCIENTOS MILLONES
Vieja 1 a : Respiro..., era inaguantable.
Griselda y Azucena, la Cenicienta, el Galancito y el
Lacayo se dan la mano y comienzan a danzar en círculo
en torno del mantoncita humano, cantando al tiempo que
en paso de danza levantan desaforadamente las piernas.
Por fin se ha muerto la loca.
Por fin se ha muerto la loca.
Enfático y lúgubre, entra Rocambole con paso tardo.
Mira la danza de los personajes de humo, luego una cólera
tremenda se apodera de él y, esgrimiendo el látigo, lo
descarga sobre las espaldas de los fantasmas. Se desbandan
éstos y huyen de la escena. El ex presidiario se quita
las gafas, la galera, coloca el látigo de cochero en el suelo,
se arrodilla frente a la Sirvienta y la besa en la frente con
gesto compungido.
Rocambole (¡untando las manos en el pecho): Señor, el
empedernido criminal te pide piedad para esta pobrecíta
criatura, que tanto ha padecido sobre la tierra.
(Se levanta, recoge sus utensilios y vase.)
Hijo (aún pegado en los vidrios, con voz ronca): Abrí,
Sofía. Abrí..., no hagas chistes.
TELÓN FINAL
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