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—Quizá haya otros como él alrededor y podamos hacer un pastel —dijo Berto—. Eh, tú,<br />
¿hay otros ladronzuelos por estos bosques, pequeño conejo asqueroso? —dijo mirando las<br />
extremidades peludas del hobbit; y tomándolo por los dedos de los pies lo levantó y sacudió.<br />
—Sí, muchos —dijo Bilbo antes de darse cuenta de que traicionaba a sus compañeros—.<br />
No, nadie, ni uno —dijo inmediatamente después.<br />
—¿Qué quieres decir? —preguntó Berto, levantándolo en vilo, esta vez por el pelo.<br />
—Lo que digo —respondió Bilbo jadeando—. Y por favor, ¡no me cocinen, amables<br />
señores! Yo mismo cocino bien, y soy mejor cocinero que cocinado, si entienden lo que quiero<br />
decir. Les prepararé un hermoso desayuno, un desayuno perfecto si no me comen en la cena.<br />
—Pobrecito bribón —dijo Guille; había comido ya hasta hartarse, y también había bebido<br />
mucha cerveza—. Pobrecito bribón. ¡Dejadlo ir!<br />
—No hasta que diga qué quiso decir con muchos y ninguno —replicó Berto—, no quiero<br />
que me rebanen el cuello mientras duermo.<br />
—¡Ponedle los pies al fuego hasta que hable!<br />
—No lo haré —dijo Guille—, al fin y al cabo yo lo he atrapado.<br />
—Eres un gordo estúpido, Guille —dijo Berto—, ya te lo dije antes, por la tarde.<br />
—Y tú, un patán.<br />
—Y yo no lo permitiré, Guille Estrujónez —dijo Berto, y descargó el puño contra el ojo de<br />
Guille.<br />
La pelea que siguió fue espléndida. Bilbo no perdió del todo el juicio, y cuando Berto lo<br />
dejó caer, gateó apartándose antes de que los trolls estuviesen peleando como perros y<br />
llamándose a grandes voces con distintos apelativos, verdaderos y perfectamente adecuados.<br />
Pronto estuvieron enredados en un abrazo feroz, casi rodando hasta el fuego, dándose puntapiés<br />
y aporreándose, mientras Tom los golpeaba con una rama para que recobraran el juicio, y por<br />
supuesto enfureciéndolos todavía más. Bilbo hubiera podido escapar en ese mismo instante.<br />
Pero las grandes garras de Berto le habían estrujado los desdichados pies, había perdido el<br />
aliento, y la cabeza le daba vueltas; así que allí se quedó resollando, justo fuera del círculo de<br />
luz.<br />
De pronto, en plena pelea, apareció Balin. Los enanos habían oído ruidos a lo lejos, y luego<br />
de esperar un rato a que Bilbo volviera o que gritara como una lechuza, empezaron a arrastrarse<br />
hacia la luz tratando de no hacer ruido. Tan pronto como Tom vio aparecer a Balin a la luz, dio<br />
un horrible aullido. Ocurre que los trolls no soportan la vista de un enano (crudo). Berto y<br />
Guille dejaron enseguida de pelear, y: —Un saco, rápido, Tom —dijeron.<br />
Antes de que Balin, quien se preguntaba dónde estaría Bilbo en aquella conmoción, se diera<br />
cuenta de lo que ocurría, le habían echado un saco sobre la cabeza, y lo habían derribado.<br />
—Aún vendrán más, o me equivoco bastante. Muchos y ninguno, eso es —dijo Tom—. No<br />
más saquehobbits, pero muchos enanos. ¡Eso es lo que quería decir!<br />
—Pienso que tienes razón —dijo Berto—, y convendría que saliésemos de la luz.<br />
Y así hicieron. Teniendo en la mano unos sacos que usaban para llevar carneros y otras<br />
presas, esperaron en las sombras. Cuando aparecía algún enano, y miraba sorprendido el fuego,<br />
las jarras desbordadas y el carnero roído, ¡pop!, un saco maloliente le caía sobre la cabeza, y el<br />
enano rodaba por el suelo. Pronto Dwalin yacía al lado de Balin, y Fili y Kili juntos, y Dori y<br />
Nori y Ori en un montón, y Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur incómodamente apilados cerca<br />
del fuego.<br />
Archivo<strong>Tolkien</strong>.org 28