Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—¡Asesinos y amigos de los elfos! —gritó el Gran Trasgo—. ¡Acuchilladlos! ¡Golpeadlos!<br />
¡Mordedlos! ¡Que les rechinen los dientes! ¡Llevadlos a agujeros oscuros repletos de víboras y<br />
que nunca vuelvan a ver la luz! —tenía tanta rabia que saltó del asiento y se lanzó con la boca<br />
abierta hacia Thorin.<br />
Justo en ese momento todas las luces de la caverna se apagaron, y la gran hoguera se<br />
convirtió, ¡puf!, en una torre de resplandeciente humo azul que subía hasta el techo,<br />
esparciendo penetrantes chispas blancas entre todos los trasgos.<br />
Los gritos y lamentos, gruñidos, farfulleos y chapurreos, aullidos, alaridos y maldiciones,<br />
chillidos y graznidos que siguieron entonces, eran indescriptibles. Varios cientos de gatos<br />
salvajes y lobos asados vivos, todos juntos y despacio, no hubieran hecho tanto alboroto. Las<br />
chispas ardían abriendo agujeros en los trasgos, y el humo que ahora caía del techo oscurecía<br />
tanto el aire, que ni siquiera ellos mismos podían ver. Pronto empezaron a caer unos sobre otros<br />
y a rodar en montones por el suelo, mordiendo, pateando y peleando, como si todos se hubieran<br />
vuelto locos.<br />
De repente una espada destelló con luz propia. Bilbo vio que atravesaba de lado a lado al<br />
Gran Trasgo, mudo de asombro y furioso a la vez. Cayó muerto, y los soldados trasgos,<br />
huyendo y gritando delante de la espada, desaparecieron en la oscuridad.<br />
La espada volvió a la vaina. —¡Seguidme aprisa! —dijo una voz fiera y queda. Y antes que<br />
Bilbo comprendiese lo que había ocurrido, estaba ya trotando de nuevo, tan rápido como podía,<br />
al final de la columna, bajando por más pasadizos oscuros mientras los alaridos del salón de<br />
los trasgos quedaban atrás, cada vez más débiles. Una luz pálida los guiaba.<br />
—¡Más rápido, más rápido! —decía la voz—. Pronto volverán a encender las antorchas.<br />
—¡Espera un momento! —dijo Dori, que estaba detrás, al lado de Bilbo, y era un excelente<br />
compañero. Como mejor pudo, con las manos atadas, consiguió que el hobbit se le subiera a<br />
los hombros, y luego echaron todos a correr, con un tintineo de cadenas y más de un tropezón,<br />
ya que no tenían manos para sostenerse. No se detuvieron por un largo rato, cuando ya estaban<br />
sin duda en el corazón mismo de la montaña.<br />
Entonces Gandalf encendió la vara. Por supuesto, era Gandalf; pero en ese momento todos<br />
estaban demasiado ocupados para preguntar cómo había llegado allí. Volvió a sacar la espada,<br />
y una vez más la hoja destelló en la oscuridad; ardía con una furia centelleante si había trasgos<br />
alrededor, y ahora brillaba como una llama azul por el deleite de haber matado al gran señor<br />
de la cueva. No le costó nada cortar las cadenas de los trasgos y liberar lo más rápido posible<br />
a todos los prisioneros. <strong>El</strong> nombre de esta espada, recordaréis, era Glamdring, Martillo de<br />
enemigos. Los trasgos la llamaban simplemente Demoledora, y la odiaban, si eso es posible,<br />
todavía más que a Mordedora. También Orcrist había sido salvada, pues Gandalf se la había<br />
arrebatado a uno de los guardias aterrorizados. Gandalf pensaba en todo; y aunque no podía<br />
hacer cualquier cosa, ayudaba siempre a los amigos en aprietos.<br />
—¿Estamos todos aquí? —dijo, entregando la espada a Thorin con una reverencia—.<br />
Veamos: uno, Thorin; dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once. ¿Dónde están<br />
Fili y Kili? ¡Aquí! Doce, trece… y he ahí al señor Bolsón: ¡catorce! ¡Bien, bien! Podría ser<br />
peor, y sin embargo podría ser mucho mejor. Sin poneys, y sin comida, y sin saber muy bien<br />
dónde estamos, ¡y unas hordas de trasgos furiosos justo detrás! ¡Sigamos adelante!<br />
Siguieron adelante. Gandalf estaba en lo cierto: se oyeron ruidos de trasgos y unos gritos<br />
horribles allá detrás a lo lejos, en los pasadizos que habían atravesado. Se apresuraron entonces<br />
Archivo<strong>Tolkien</strong>.org 44