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por la espalda si alguna vez bajaba uno de ellos hasta la orilla del agua, mientras él rondaba en<br />
busca de una presa. Rara vez lo hacían, pues tenían el presentimiento de que algo desagradable<br />
acechaba en las profundidades, debajo de la raíz misma de la montaña. Cuando excavaban los<br />
túneles, tiempo atrás, habían llegado hasta el lago y descubrieron que no podían ir más lejos.<br />
De modo que para ellos el camino terminaba en esa dirección, y de nada les valía merodear por<br />
allí, a menos que el Gran Trasgo los enviase. A veces tenían la ocurrencia de buscar peces en<br />
el lago, y a veces ni el trasgo ni el pescado volvían.<br />
Gollum vivía en verdad en una isla de roca barrosa en medio del lago. Observaba a Bilbo<br />
desde lejos con los ojos pálidos como telescopios. Bilbo no podía verlo, mientras el otro lo<br />
miraba, perplejo; parecía evidente que no era un trasgo. Gollum se metió en el bote y se alejó<br />
de la isla. Bilbo, sentado a orillas del agua, se sentía desconcertado, como si hubiese perdido<br />
el camino y el juicio. De pronto asomó Gollum, que cuchicheó y siseó:<br />
—¡Bendícenos y salpícanos, preciosso mío! Me huelo un banquete selecto; por lo menos<br />
nos daría para un sabroso bocado, ¡gollum! —y cuando dijo gollum hizo con la garganta un<br />
ruido horrible como si engullera.<br />
Y así fue como le dieron ese nombre, aunque él siempre se llamaba a sí mismo «preciosso<br />
mío».<br />
<strong>El</strong> hobbit dio un brinco cuando oyó el siseo, y de repente vio los ojos pálidos clavados en<br />
él.<br />
—¿Quién eres? —preguntó, adelantando la espada.<br />
—¿Qué ess él, preciosso mío? —susurró Gollum (que siempre se hablaba a sí mismo,<br />
porque no tenía a ningún otro con quien hablar).<br />
Eso era lo que quería descubrir, pues en verdad no tenía mucha hambre, sólo curiosidad;<br />
de otro modo hubiese estrangulado primero y susurrado después.<br />
—Soy el señor Bilbo Bolsón. He perdido a los enanos y al mago y no sé dónde estoy, y<br />
tampoco quiero saberlo, si pudiera salir.<br />
—¿Qué tiene él en las manos? —dijo Gollum mirando la espada, que no le gustaba mucho.<br />
—¡Una espada, una hoja nacida en Gondolin!<br />
—Sss —dijo Gollum, y en un tono más cortés—: Quizá se siente aquí y charle conmigo un<br />
rato, preciosso mío. ¿Le gustan los acertijos? Quizá sí, ¿no? —estaba ansioso por parecer<br />
amable, al menos por un rato, y hasta que supiese algo más sobre la espada y el hobbit: si<br />
realmente estaba solo, si era bueno para comer, y si Gollum mismo tenía mucha hambre.<br />
Acertijos era todo en lo que podía pensar. Proponerlos y alguna vez encontrar la solución<br />
había sido el único entretenimiento que había compartido con otras alegres criaturas, sentadas<br />
en sus agujeros, hacía muchos, muchos años, antes de quedarse sin amigos y de que lo echasen,<br />
solo, y se arrastrara descendiendo y descendiendo, a la oscuridad bajo las montañas.<br />
—Muy bien —dijo Bilbo, muy dispuesto a mostrarse de acuerdo hasta descubrir algo más<br />
acerca de la criatura: si había venido sola, si estaba furiosa o hambrienta, y si era amiga de los<br />
trasgos—. Tú preguntas primero —dijo, pues no había tenido tiempo de pensar en un acertijo.<br />
Así que Gollum siseó:<br />
Las raíces no se ven,<br />
y es más alta que un árbol.<br />
Arriba y arriba sube,<br />
Archivo<strong>Tolkien</strong>.org 48