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y los relámpagos en las montañas por la noche, cuando las tormentas vienen del este y del oeste<br />
y luchan entre ellas. <strong>El</strong> relámpago se hace trizas sobre los picos, y las rocas tiemblan, y unos<br />
enormes estruendos parten el aire, y entran rodando a los tumbos en todas las cuevas y agujeros,<br />
y un ruido abrumador y una claridad súbita invaden la oscuridad.<br />
Bilbo nunca había visto o imaginado nada semejante. Estaban muy arriba en un lugar<br />
estrecho, y a un lado un precipicio espantoso caía sobre un valle sombrío. Allí pasaron la noche,<br />
al abrigo de una roca; Bilbo, tendido bajo una manta y temblando de pies a cabeza. Cuando<br />
miró fuera, vio a la luz de los relámpagos los gigantes de piedra abajo en el valle; habían salido<br />
y ahora estaban jugando, tirándose piedras unos a otros; las recogían y las arrojaban en la<br />
oscuridad, y allá abajo se rompían o desmenuzaban entre los árboles. Luego llegaron el viento<br />
y la lluvia, y el viento azotaba la lluvia y el granizo en todas direcciones, por lo que el refugio<br />
de la roca no los protegía mucho. Al rato estaban todos empapados hasta los huesos y los<br />
poneys se encogían, bajaban la cabeza, y metían la cola entre las patas, y algunos relinchaban<br />
de miedo. Las risotadas y los gritos de los gigantes podían oírse por encima de todas las laderas.<br />
—¡Esto no irá bien! —dijo Thorin—. Si no salimos despedidos, o nos ahogamos, o nos<br />
alcanza un rayo, nos atrapará alguno de esos gigantes y de una patada nos mandará al cielo<br />
como una pelota de fútbol.<br />
—Bien, si sabes de un sitio mejor, ¡llévanos allí! —dijo Gandalf, quien se sentía muy<br />
malhumorado, y no estaba nada contento con los gigantes.<br />
<strong>El</strong> final de la discusión fue enviar a Fili y Kili en busca de un refugio mejor. Tenían ojos<br />
muy penetrantes, y siendo los enanos más jóvenes (unos cincuenta años menos que los otros),<br />
se ocupaban por lo común de este tipo de tareas (cuando todos comprendían que sería inútil<br />
enviar a Bilbo). No hay nada como mirar, si queréis encontrar algo (al menos eso decía Thorin<br />
a los enanos jóvenes).<br />
Cierto que casi siempre se encuentra algo, si se mira, pero no siempre es lo que uno busca.<br />
Así ocurrió en esta ocasión.<br />
Fili y Kili pronto estuvieron de vuelta, arrastrándose, doblados por el viento, aferrándose a<br />
las rocas. —Hemos encontrado una cueva seca —dijeron—, doblando el próximo recodo no<br />
muy lejos de aquí; y caben poneys y todo.<br />
—¿La habéis explorado a fondo? —dijo el mago, que sabía que las cuevas de las montañas<br />
raras veces están sin ocupar.<br />
—¡Sí, sí! —dijeron Fili y Kili, aunque todos sabían que no podían haber estado allí mucho<br />
tiempo; habían regresado casi enseguida—. No es demasiado grande y tampoco muy profunda.<br />
Naturalmente, esto es lo peligroso de las cuevas: a veces uno no sabe lo profundas que son,<br />
o a dónde puede llevar un pasadizo, o lo que te espera dentro. Pero en aquel momento las<br />
noticias de Fili y Kili parecieron bastante buenas. Así que todos se levantaron y se prepararon<br />
para trasladarse. <strong>El</strong> viento aullaba y el trueno retumbaba aún, y era difícil moverse con los<br />
poneys. De todos modos, la cueva no estaba muy lejos. Al poco tiempo llegaron a una gran<br />
roca que sobresalía en la senda. Detrás, en la ladera de la montaña, se abría un arco bajo.<br />
Había espacio suficiente para que pasaran los poneys apretujados, una vez que les quitaran<br />
las sillas. Debajo del arco era agradable oír el viento y la lluvia fuera y no cayendo sobre ellos,<br />
y sentirse a salvo de los gigantes y sus rocas. Pero el mago no quería correr riesgos. Encendió<br />
su vara —como aquel día en el comedor de Bilbo que ahora parecía tan lejano, si lo recordáis—<br />
y con la luz exploraron la cueva de extremo a extremo.<br />
Archivo<strong>Tolkien</strong>.org 40