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Alegraos 16

"La masonería, lucha contra la Iglesia y la familia"

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<strong>Alegraos</strong><br />

tiempo”, sino más bien en saber lo que<br />

cuenta en nuestra vida. Pondremos un<br />

ejemplo sencillo. Nunca hemos visto a<br />

alguien que muera de hambre porque no<br />

tiene tiempo para comer. Siempre hay<br />

tiempo para comer, y si no ¡se busca! Antes<br />

de decir no tenemos tiempo, hemos de ver<br />

la jerarquía de valores que tenemos en<br />

nuestra vida, lo que consideramos<br />

prioritario. Para la oración no se busca<br />

tiempo, si nuestra jerarquía de valores es<br />

correcta deberíamos decir que “la oración<br />

tiene su tiempo”.<br />

Y en muchas ocasiones podemos<br />

experimentar una tentación, que no es otra<br />

que pensar que el tiempo que dedicamos a<br />

Dios es tiempo que se roba al prójimo. La<br />

experiencia y los ejemplos de las personas<br />

de oración demuestran, en primer lugar, que<br />

“estando atentos a Dios, aprenderemos a<br />

estar atentos a los demás”. No podemos<br />

perder siempre la mirada de fe en todo, y si<br />

es cierto que la oración es tiempo pasado<br />

con el Señor, no es menos cierto, en primer<br />

lugar que la oración me dará la gracia de<br />

vivir cada instante de mi vida de un modo<br />

mucho más fecundo.<br />

Pero no es solo que haga nuestra vida<br />

más fecunda, sino que la fidelidad a la<br />

oración garantiza nuestra capacidad de<br />

estar presentes ante los demás, de amarlos<br />

realmente. El amor más atento, el más<br />

delicado, el más desinteresado, el más<br />

compasivo, el que es capaz de consolar y<br />

reconfortar lo encontramos en las almas<br />

de oración. Porque la oración nos hará<br />

mejores y los que nos rodean no se<br />

quejarán de ello.<br />

Sin oración seria corremos el riesgo<br />

de que la sal se comience a envanecer, y<br />

aunque parezca que hago algo, en sustancia<br />

sea nada, porque las buenas obras no se<br />

pueden hacer sino en virtud de Dios, y eso<br />

solo se hace con mucha oración.<br />

Pero aún así, hay personas que<br />

piensan que la oración es ofrecer el trabajo,<br />

que eso basta como oración. Es cierto que<br />

un trabajo ofrecido y realizado para Dios<br />

se puede convertir en un modo de oración.<br />

Pero dicho esto, hemos de ser realistas, es<br />

imposible permanecer unido a Dios<br />

mientras trabajamos si antes no hemos<br />

tenido momentos dedicados solo a Dios. El<br />

que no se ha ocupado solo de Él, que no<br />

pretenda mantener su presencia en medio de<br />

las tareas de cada día. Es lo mismo que<br />

ocurre en las relaciones personales.<br />

Imaginemos un marido y padre de familia<br />

inmerso en actividades continuas que no<br />

tiene tiempo para su mujer e hijos exclusivo<br />

para ellos, el amor se asfixia y se ahoga<br />

enseguida; si por el contrario les dedica<br />

tiempo y momentos exclusivos, el amor se<br />

dilata, se respira gratuidad. Hay que dedicar<br />

por tanto tiempo en exclusividad al Señor,<br />

para que su amor no muera en nosotros. Si<br />

nos ocupamos de Dios, Dios no dudará en<br />

ocuparse de nuestras cosas mejor incluso<br />

que nosotros mismos.<br />

Y si la objeción anterior se torna<br />

ridícula, ¡que decir en el mundo actual de<br />

esa máxima que todo lo impregna que es el<br />

sentimiento!: “Yo solo rezo cuando me<br />

apetece porque soy auténtico”. Sí, sería de<br />

auténtico necio obrar así, porque entonces,<br />

como haya que tener ganas, podríamos<br />

esperar hasta el día del juicio final. En la<br />

oración nos ha de guiar la fe, no el estado<br />

de ánimo. La verdadera autenticidad, la<br />

verdadera sinceridad no tiene nada que ver<br />

con el sentimiento. ¿Cuál es el amor más<br />

auténtico? El que es más fiel. La fidelidad<br />

en la oración podemos decir que es escuela<br />

de libertad y sinceridad en el amor, porque<br />

nos enseña a situar nuestra relación con<br />

Dios en un terreno que no es vacilante,<br />

fuera de nuestras impresiones, estados de<br />

ánimo, fervor sensible, etc. La fidelidad en<br />

la oración la ponemos en el fundamento<br />

sólido de la fe.<br />

Y cuando nos acercamos de verdad a<br />

Dios, pasamos tiempo con Él y somos<br />

fieles, encontramos que la oración<br />

transforma la vida. En un intento con<br />

verdadero espíritu minimalista, no podemos<br />

acabar el tema sin señalar que la vida de<br />

oración cambia el resto de la vida. La vida<br />

de oración debe llevar a un progreso en el<br />

amor, en la pureza de corazón, y el<br />

verdadero amor se manifiesta también y<br />

muchas veces mejor fuera de la oración.<br />

No creamos que nuestra vida de oración es<br />

auténtica si la vida no está marcada por un<br />

sincero deseo de darnos por completo a<br />

Dios, de conformar lo más plenamente<br />

nuestra vida con su voluntad. El que de<br />

verdad su vida está animada por la oración<br />

su vida es un continuo desprenderse de sí<br />

mismo para entregarse a Dios. No es<br />

compatible la vida de oración con buscarse<br />

a sí mismo, no vivimos en Dios si no somos<br />

capaces de olvidarnos de nosotros mismos<br />

en beneficio de nuestros hermanos.<br />

La vida de oración crea en nosotros,<br />

como no puede ser de otra forma, una forma<br />

de ser en relación con el Señor, en relación<br />

con el prójimo y con nosotros mismos. La<br />

vida de oración es la verdadera escuela<br />

del amor, porque las virtudes que se<br />

practican y a las que nos lleva la vida de<br />

oración son las que permiten el<br />

crecimiento del amor en nuestro corazón.<br />

Sin oración no hay camino, porque sin<br />

oración no transformamos nuestro<br />

corazón, para amar con el Amor de Dios;<br />

“amaos los unos a los otros como Yo os he<br />

amado” (Jn 13,34).

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