Videojuegos e Inteligencia Artificial
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Introducción
Muchas personas se muestran desconcertadas cuando se les pregunta qué es la
inteligencia artificial [IA]. Para muchos suena como algo de un lejano futuro, algo
inaccesible, inexpugnable y propio de películas de la ciencia ficción más extrema. Estas
mismas personas no suelen estar conscientes del hecho de que en realidad la IA no solo no
es algo del futuro, es algo que está en la actualidad cada vez más omnipresente y nos
acompaña en mayor o menor medida hace unas cuantas décadas.
La IA está cada vez más presente a nuestro alrededor en la tecnología actual. Y no
hablamos solo de computadoras o robots de todo tipo. Hoy por hoy televisores, teléfonos,
heladeras, autos, cocinas, lavadoras, y un sinfín de dispositivos electrónicos poseen en su
interior una computadora con algún tipo de inteligencia artificial controlando sus operaciones
e interactuando en tiempo real con otros dispositivos. Y a su vez cada vez más áreas
profesionales y diversas disciplinas utilizan la IA para optimizar procesos, obtener mejores
resultados o incluso predecir hechos y comportamientos humanos o naturales para todo tipo
de propósitos.
Sin embargo, un área en la que la IA es sumamente importante pero muchas veces no
suficientemente tenida en cuenta es la de los videojuegos. A partir de que las computadoras
se volvieron lo suficientemente potentes para manejar la conducta de los personajes con los
que el jugador deberá interactuar durante el juego, la IA fue adquiriendo cada vez más
importancia y complejidad para asegurar que el usuario tenga una buena experiencia.
Gracias a la Inteligencia Artificial el jugador puede sentir que está interactuando con seres
dotados de una conciencia y que el mundo que está recorriendo está vivo y que sus
acciones lo modifican. Esta sensación está buscada con un único motivo: asegurar que el
jugador se divierta y no abandone el juego. Sin embargo, para lograr esto hay que caminar
por una delgada línea que puede convertir una experiencia de juego en algo frustrante o en
algo aburrido. Y no hay peor pecado para un juego para un juego que no ser divertido.
Con respecto a la cuestión acerca de qué es un juego y por qué es divertido, he encontrado
varias definiciones, entre ellas una que me resulta particularmente interesante que
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establece que “la diversión es placer con sorpresas” (Schell, 2008). Es decir que lo que
hace divertidos a los juegos, entre otras cosas, es su carácter de imprevisibilidad, de
novedad, de poder ofrecer de forma constante nuevas experiencias que no permitan que el
jugador se aburra por la rutina.
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Texto original en inglés. La traducción es propia.